Para Sara Carbonero
Dedicado a Sara Carbonero:
No nombrarla, negar su embrión parasitario,
tomar su etimología y desterrarla
al rincón más ciego del pozo.
Allanar con fuerza su fonética
en una tregua, canto bélico añoranza,
de la laringe atorada de lirios.
Clausurar los párpados
bajo las sombras luminiscentes,
vestir el cuerpo de lentejuelas,
y no olvidar la radioterapia,
la pastilla verde, el largo pasillo de azulejos
con la asepsia del desamparo.
Ayer, hablé con una poeta amiga,
ella había finalizado sus sesiones
como en un cine de barrio que sólo exhibe
películas de torsos desnudos.
Mi hija no.
Mi hija no puede.
Mi hija no debe.
¿Dónde está el botón para mudar la epidermis?
Para que la sustancia cruel
de la vida se canjee por cupones de compra,
de tolerar el sufrimiento órbita
con los huesos anudados a esta incertidumbre.
Sí, Sara Carbonero, mencionó la palabra incertidumbre:
Un vado sin grúa que extirpa.
Que corta tejido lamento
en un ejercicio clínico de la cotidianidad.
Estoy afligida.
Aguardando el ocaso de las células
en este banco mutilado
de plaza.
Mi corazón está en venta al destino
y este abucheo de lágrimas
es incapaz de no profanar la calma
con el sustantivo sonoro
del cáncer.
Mi hijos no.
Mis hijos no pueden.
Mis hijos no deben.
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