Amatista
Tuve un amor que duró una vida, por suerte, la quinta de siete ganadores. Era tan jodido el condenado. Que parecía una piedra. Sí, un pedazo de estalactita, insertada en el zapato. Callado, el minúsculo, se clavaba por todas las partes, especialmente, en la planta del pie... Dañino, acabé hasta varios caminos de pendientes y de cuestiones. Y fue tan fácil, cómo coger la amadísima piedra. Y lanzarla a un campo de gravilla. Tuve un amor que no era un amor. Qué duró la ceguera de tres Martini's. Y descalza. Topé. Con otra piedra. Pero ésta. La llevo colgada del cuello muy cerca del corazón. Qué una no sabe... cuándo podrá aniquilar a un sistema inmunitario y retrógrado. Goliat. Y los secuestradores de sueños. Esos que se declaran feministas y llegan a casa con la mesa puesta.