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Mostrando entradas de junio, 2018

Amatista

Tuve un amor que duró una vida, por suerte, la quinta de siete ganadores. Era tan jodido el condenado. Que parecía una piedra. Sí, un pedazo de estalactita, insertada en el zapato. Callado, el minúsculo, se clavaba por todas las partes, especialmente, en la planta del pie... Dañino, acabé hasta varios caminos de pendientes y de cuestiones. Y fue tan fácil, cómo coger la amadísima piedra. Y lanzarla a un campo de gravilla. Tuve un amor que no era un amor. Qué duró la ceguera de tres Martini's. Y descalza. Topé. Con otra piedra. Pero ésta. La llevo colgada del cuello muy cerca del corazón. Qué una no sabe... cuándo podrá aniquilar a un sistema inmunitario y retrógrado. Goliat. Y los secuestradores de sueños. Esos que se declaran feministas y llegan a casa con la mesa puesta.

Leche agria

Tengo usados los pies de tantos caminos. Y la nevera escuchando el gorgorito de su motor con más decibelios que estrellas. Agotada la batería de sofritos con la cebolla. Esa que te hace llorar el caldo justo. Siempre por dentro. Como la termita enquistada en la mesita de noche. Tú quisieras escribir como Ángel, sí, González. Pero no llegas ni a fuertes ni a glorias. Barbitúricos de sílabas haciendo chispas sobre periódicos viejos. Hace falta más amor. De ese que tarda dos minutos en macerar dentro de la tetera. Émbolos pistachos. Perchas de vestido con antipolillas. Creyendo que al caer en el desierto, uno cobija al otro Se cuentan los radios de las bicicletas. Y si llueve cogen el agua formado cuencos con las manos. Pero el mutismo conduce a la sequedad más absoluta. Y sólo crecen las plantas. Y aguardo que una serpiente corte nuestras huellas. Ser el caballo de carro, fatiga. Y encima si quieres escribir igual que Ángel González. Te sientes la tira...

Trampilla

Cómo un pájaro cantar puede en la jaula si su cuerpo es el de un niño que no distingue a la muerte del juego. Qué aberración puede soportar la inocencia en alambre. Si los ojos no conocen más que el camino de vuelta a los principios de los que hablan de libertad presa de la infancia rifada como alimañas del proletariado. Meter niños en jaulas. Como el que caza gorriones. Meter carne en el microondas. Para comerse las tripas. En qué mundo vivimos. Dime, en qué nos estamos transformando.

Delito converso

Cuando era niña todo era pecado las monjas voladoras nos araban la mente mientras aprendimos a cerrar las piernas al sentarnos encima de nuestras conciencias. La libertad vino con el verano y alcohólico pasamos de sólo mujeres a los pabellones mixtos. Poder expresarse. Tal vez sea un capricho. Mas muchas han quemado sus bragas para que su luz fuera el pan de nuestras hijas. Qué sucede cuándo se transgrede la frontera. Te meten en escaparates mediáticos. Te liberan a los minitauros impunes para que otros sigan su jerga. Estela de sangre. Corrupción beatificada, tan usual en los páramos de Quijote. Que parece un tinto de mesa en todas las canciones de moda. Que el dinero compra permisos, certificados, pelotas, mausoleos. Y hasta devotos. Cuando era niña todo era pecado. Y la justicia era quedarse antes de las ocho en casa. Ahora no llevan el verde textil de la guerra pero siguen atacando en esta bélica basura a las incalculables rosas. Trece más mi...

Mar

Soñar con un delfín gigante que se acercaba hasta el dique. Tal vez es la añoranza salina de las ganas de volar sin alas. En la cocina con parsimonia limpié los calamares. Con la tijera seccionaba su viscosa fragilidad de vida. Ellos ya estaban muertos, como los amantes que un jueves fueron lava y ahora petrificados ni hablan, ni miran, ni respiran. El ojo del calamar, que me transporta a las aguas que una vez fueron canal, dentro del problemático laberinto que los sucesos nos traen, como invitados con el día erróneo sin silla. He soñado un delfín. Tan grande que parecía una ballena. Ha venido a saludarme. El arroz está casi listo. Y cierro el fogón.

Lectura poeta

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Mañana martes, día 19 de Junio, a las ocho de la tarde estaré compartiendo poesía en un nuevo local llamado Pull & Mar, situado en la calle Maestro Ripollés, 5 de Castellón.  Me gustaría contar con vuestra presencia y hacer un tiempo ameno con la ilusión de que no sólo lea yo poemas míos. Me gusta escuchar la voz de la gente amiga. Me gusta su compañía.  GRACIAS!!!!!! Gracias Bosko Beuk por pensar en mi persona.

Ciática lumbalgia

Dicen que cuando enferma una parte del cuerpo. Algo no funciona en nuestra vida. Y la columna masacrada justo a la altura de la cadera, emite un dolor insoportable igual que el bramar de los delfines. Tengo un sonido agudo del spray paralizante delante de una cucaracha que canta bajo la piel. Entonces sucumbes al chantaje y vas llenando de piedras tu mochila. Porque hay quien cree en el derecho concedido por las circunstancias médicas. Y me voy llenando la espalda de hilos rojos y nudos. En la tarde convaleciente de no poder despertar del sueño. Una mezcla alcohólica de cansancio y fracaso con dos gotas de sufrimiento. No sé cuántas horas he dormido. Al amparo de las hormigas del verano. No podía despertar y he aplicado calor en la zona catastrófica. Ahora escribo un poema mientras los brazos se duermen.

Alabastro

Vivir en una caja de cristal en Alabama. Museo despensa de tu alma pendiente de los ojos. Con el aire justo. Y sin embargo poco equitativo. De mirarnos con el impedimento de una superficie. No poder atravesar la rigidez de su tela. Y resistir a la añoranza de las joyas expuestas y una chica devorando un croissant mientras su mirada también reside tras la muralla de unas gafas negras. El cristal con huellas y mosquitos secos. De Alabama. Y saber que escapar de su ninfa. De su morada transparente. Sin intimidad. Y muda. Ocasionará heridos. Rotos fragmentos de palabras que pueden seccionar la yugular. Y te quedas como una mona. Viendo el observatorio del mundo. Y tú ala, baja mayor. Ya no quieres y si sabes.

Hasta el cono.

Otra noche de hilera de hormigas. Otra noche de filo de cualquier. Otra noche nicho nacho... De caca. De miseria. De soportar a la mariposa enferma. De pies rallados. De proseguir el helado de la desesperación. De que no observes por el agujero de tu culo, el egoísmo exacerbado. Que modera mi vida a tu necesidad corporativa. Con este desprecio llavero. De paseos de bata por los hospitales. Con el pijama impecable. Y despedir a las celadoras y otros parámetros como si fueras Jean  Dean con camisa de cuadros. Servicio y atención asegurada. Y yo un ciruelo y el laxante perfil de llegar exhausta y no tenga ni un ápice de misericordia. Cuánta rabia decora el ala. Si te preguntas si estoy cabreada. Responderá la luna.

Descomposición verbal

Un tiro a bocajarro, la ola intestinal del vacío en medio de la panza. La consecuencia de tu abandono. Perplejidad de sondas. Un dolor sin muro. Y un órgano mutilado que jamás hallazgo fusión entre las manirrotas y un suspiro troglodita. La foto de una mandíbula desenfocada. El ojo tuétano. Y un millón de pulgas, defecación de poemas. Abono de mortaja. No, no Penélope. Más bien Lope de Berga. El favor de Verlaine resultante. Que males de flores. Ni favores de amante esporádico. Andar con un hueco. Llenarlo de poemas y ser feliz. Feliz. Con ausencia y todo. De tu abandono.

La actionscript de mercurio

Esta noche no sabes si la cabeza o los pies duelen más una con otros. Si los infiernos que he ido encontrando a cada bar de esquina era un pueblo en llamas o un baile de disfraces. Noche de las iguanas francesas. De helado penitente. De ampolla de dedo. Del cansancio de ir saltando rejas para llegar a la mitad de la casa. De no entender el lenguaje de los tornillos cuando apretados sostienen maquinarias pesadas que van albergando corazón y sistemas linfáticos. En resina de pino verde. El betún de la sonrisa para ocultar el daño. Qué puede más la universal manera de cuidar, el altruismo escarabajo que la pasión más desenfrenada. Uno te lleva al cielo sin salir de la cárcel por buena conducta. Otro, al averno. Pero viva. Vivita y coleando.

Fausto contraataca.

El silencio igual que un corcho es imposible de ocultar. Nos habla en remojo y nos relata historias que sólo pueden ser oídas con el runrún del agua. Si me dieran a elegir. Y de ti para ambos. Fuese el trabajo o la salud. Creo que honestamente preferiría el stop a una zanja insalvable. Viviríamos bajo un puente con nidos de ratas y yo te guiaría con los mendigos al portal de los techos. Y si el dinero, para el caso lo mismo... Sabes que tendría la paciencia naranja y con poco saldríamos adelante. Un euro con la enfermedad. No me compra la sonrisa. Tal vez en el canje del karma. Me pedirían la salud o el amor. Y yo te prometo que te quiero tanto que mi alma en subasta, exposición de tendederos. Y en un coche te vería con otra con los cristales empapados de lluvia. Mientras camino con el chorro de la distancia. Y triste no tendría el recuerdo. Qué en preferencia. Prefiero perderte que te ocurra algo malo. Lleno de salud en un coche bajo la torme...

La estratosfera de las huchas azules.

Nadie dijo que el amor fuera fácil. Que si dan a elegir: una dirección se abandona. Y créame que no fácil es el meliar lo ácido. En un sofá barco que a la deriva fondea en transparencia. Este pedido a pulso, con sellos flanqueados. Y el insomnio de bata azul tras borrar el último historial de búsqueda. Y aquí la parada propulsa y pan tostado a deshoras. Y frío de sueño conejo. Para ahogar la estafa de una persona que elude. Y es que me vendieron la moto. En la salud y en la enfermedad. Pero del sexo se olvidaron los alguaciles la llave. En un taller. Con ruedas de reviento. Oruga cosida. Gama gamo. Moka mono. Espejo sin radio. Dormir en un sofá tiene esas cosas. Y yo sigo pensando en ti. Aunque te hable como un veneno salpicado en la piel.

Poeta en Nueva York, Poetas de Tierra y Luna.

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Tres, han tres sido (pero muchas más en Barcelona, Chicago, Madrid,.. ) las presentaciones de Poetas en Nueva York, Poetas de Tierra y Luna.  En Castellón: Librería Argot y en Valencia en la Feria del Libro de Valencia y la Librería Bartleby, en las que he participado. Es un libro homenaje, pero sobre todo plural a una mítica obra donde cada autor ha exorcizado el poema. De la Editorial Karima, Sara Castelar ha hecho un gran trabajo intelectual de recolección. Un imprescindible para los devotos de la poesía y las personas que creen en la palabra y en las acciones humanas.

Guardacostas

En este campo de sábana. De blanco ojo, guareciendo el cuerpo. Esta mañana chocó la vista con celadores de Tánatos en el intervalo de un montacargas de aluminio. Y bajo la tela hervida un nudo yacía sin aire. Quedando perpleja con la inevitable tristeza vestida de corredor en el desagüe de un lavabo. En una semana de cadáveres. De amor roto de cocina. De anestesia. Del viaje poeta de una Diosa Daudet. Cada lienzo como hojas de un libro que tienen vida autosuficiente de humanidad hecha enfermedad. De cansancio en letrinas. Con páginas entremezcladas de historias. Y las sábanas. Con una vejez antes de segundo y las cuidadoras del miedo que ven el desempleo cuando cierre la economía de los que no atienden a los nuestros a escondidas del humo tabaco. A cinco euros. El día. Y la garrafa aséptica. Y la noche abierta en una parada a la oncología de la salud quema poemas. Y seguramente. A tientas. Sábanas de tipografía dudosa.

Vicisitudes

En Junio, normalmente el calor ya dora los patios. Y acogida la hoja del árbol, aún verde alea como quién suspira en vez de beber de la copa. La calle se endurece y las fruterías asoman sus picos a una borrasca que como un okupa revienta la estadística de la capacidad. Y si el amor cayera en una gota aún no disponible. En la nube de toxicidad media. Y en su desplome notaran la caricia acuática los peces del estanque de un hospital urbano. Con demasiada sal en las patatas. Colillas en las puertas del cielo. En mirar lo inclasificable. De ronda y sayo. Vacunación masiva. Y yo, este pobre hombre de muro. Romper al mar su córnea. Para ver desde una gota de agua. Del tejado la soledad. En pijama raso de milicia. Tumbado emitiendo el poema. Un runrún, de insecto. De decibelios que sólo se oyen. Con este hueso partido de penurias. Verde hoja que alea. En un junio frío, igual que tu abrazo.

Espantapájaros

En el tendedero un pájaro canta, infla su pecho y en sintonía adorna con su reclamo la galería de aluminio y parches de cal. Es oscuro y de pico púa y ha hecho de un agujero su nido. Se pasea del cable al gris. Y no cesa en su empeño en reclamar la presencia de una compañía de su especie. Él no se aleja del asfalto porque es su hábitat. Y esta tarde en la antena parabólica a pleno pulmón recita las viejas canciones de amor de los pájaros. Pero, él siempre está solo. Demasiada tecnología, material sintético, para perpetuar a la natura. Tal vez en el bosque. En el bosque lejos de las casas. Exista la respuesta a su himno. Sólo tienes que volar.

El sarnoso amor

El amor no lleva anillo de oro, más bien la hojalata corona de su árbol. Y tal vez sueñen los ángeles con vacaciones en Florida. Pero, es en los pasillos estrechos que la vida propone en bandeja. Unas sardinas y la música raspa. Una mano tricotada a otra mano. El olor de la almohada vacía. Este cansancio, mitiga de tu sonrisa. El que habla de Amor colado de ventanas. El cuidar por vencer. El beso callado de boca. El extraer cada una de las espinas. Con un fogón encendido sin cocinero. Cruzar el pantano: la fotografía, infestado de pirañas. Atravesar el puente sin puente. Y estar allí. De pie. Sosteniendo. El amor, como una piedra que no pesa. Te cuido, me cuidas.

Dolencia vía intravenosa

La luna resplandece, y un desagüe no cesa. Y en este circo de lo que se atreve y dispara va la corrección con su pulgar haciendo mella. Si tuviera una lámpara de zinc y en su embrión, un genio matarife aleteara, a los deseos me atrevería a implorar: La salud en beneficio de las masas, el conocimiento para reparar la herida. El borrar de la mente al poema en montones de pasquines y nácar de hojas, folios inquietos. Para hacer cataplasmas de sonrisas, de días de sol donde tú cogías las nubes y hacías sarcasmos. De creer lo insuficiente. En el dogma de las autoescuelas. Remediar al idiota de su sabiduría. Lanzar puñados de sal para que te cures, mi amante. Espantar las brujas. Y susurrar al mago. Exprimir al poema y beber de su gota. Reclamar al genio, más salud de la que debiera. Y colgar de mi espalda, hechizo o libro más o menos. La "L" de novata. Que de escritura y de cianuro nadie se salva.

La amabilidad invisible

En situaciones distintas cada uno adopta la orfandad del momento. Hay quién lanza el sumen hacia el techo y crea universos de la nada. Como una telaraña de peces que en operación conjunta buscan la salida. Así es la solicitud de la idea frente a los que adornan sus cabezas con malos humos sin el esfuerzo mínimo de soltarse del hilo. La amistad en cierto modo ostenta dicho estatus. Frente a los problemas algunos corren como hormigas con visiones del agua. U otros como tuercas engarzadas al corazón que siempre estarán en la noche de ciega de los transeúntes. Dando la mano aunque ya no veas sus ojos.

La cajetilla

Estoy contenta porque el poeta Antonio Orihuela  ha compartido en su blogspot Voces del extremo, un poema mío. Gracias!!!!!! https://vocesdelextremopoesia.blogspot.com/2018/06/cajetillas.html?m=1

Daudet

La fumigación ha matado a la rosa antes que a la micosis. Y en la escalera la barandilla del resbalón ha perdido la cuenta de sus peldaños. Todo anda que arde y quema que camina. Gaviota revestí con el petróleo en crema de niños: Tres minutos en el microondas. Y los ojos expectantes de la trituradora de plasma de bolsas de plástico. Y es que el granizo agujerea el campo. Y una niña ha encontrado a su madre. Debajo de los escombros. Y la flor adolece al insecto. Y el gusano se ahorca en su tallo. Flan de política. Trenes vacíos con histerectomías. Y un perro que ladra por dentro. Frase de castigo en los ludópatas del voto. Como santos cofrades disfrazados de árbol. Duele. Sí. La revista. El eco del puchero por el hambre. Los colegios de pago. Un tres de oros plateado en la baraja. El adiós. La cartera que fue robada en un contenedor mudo. La reina de corazones en una partida. La marcha. El aguijón después del veneno. Qué se nos muera el poeta. Y no ...