Esta noche, ésta u otra. Qué más da... La luna resplandece con forma semicerrada de ojo felino. Bajo de nuevo, por esta calle o la otra, o por la acera que tiene la panadería; porque la pendiente, siempre, es perpendicular a una línea de desobediencia. Y noto que las huellas que proceden de tu casa a mi casa, de la casa de las cucarachas dormidas, de los estómagos llenos de huerta asemillada hacia la que un sofá rojo pernocta. De un portal a una entrada, de un pie acompañando a la hermosura del zapato, de un tobillo marcando ritmo al empeine. Con el mismo billar que contempla la aceleración del palpito marcado en sigilo, al paso cofrade que ha arado un surco, un canal, un hueco, un brazo, para cuando agua llueva desde tu ventana sea riachuelo de caudal sin juncos y la colina abajo, del puente sin arco, regrese húmeda como una mujer sin marido con aún el perfume del amante que la convierte en trasparencia urbana. En una calle descendente po...