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Mostrando entradas de octubre, 2016

Y a veces la vida, les gana a ellos.

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Sin título.

Plegables que se amontonan en trípodes de cuatro patas donde el sentimiento decapitará la esencia en este vacío celular de lo que realmente respiramos en la manada de los orangutanes pelirrojos hacia las vías de la extinción Quisiera cantar una canción de festividades aun con las rodillas cuadradas por la pérdida de un ser blanco. Soy un primate acorralado por los tranquilizantes, muerto de acomodamiento, al que lanzan cacahuetes, con las manos asiendo un pelaje desprovisto. Los miro, y me atrincheran dentro de los sacos de hojas. Y me da la pena absurda de  tener que abrir latas de aluminio para comer el pescado. En un rincón, de focos y morses. Va desapareciendo la estrella. Ela, la grande, la supernova de pelo cano, y siempre con la palabra justa que de tan noble la sangre se rebeló en su contra. Ela no dijo, ella escribía poemas, a pesar de que siempre la humildad roía al hueso. Hasta para morir, lo ha hecho como los mejores, escribiendo, con ...

Oda al café matutino frente al sobre edulcorado.

No pido mucho, una cafetera de aluminio con el brazo en jarra de una taza y un sombrero cordobés. No pido nada, más que un metal y sin diamante anillo de silicona y embudo, para desasear el agua en lodo amargo y hierro candente. El olor del café. Me recuerda a mi tierra, a la infancia que nos ofrecía en cucharillas de plata, su exquisitez más absoluta. Brebaje quita sueños, espantapájaros. Abate aburrimiento, cántaro del latido, medicina para los pensamientos e inyección para los que vivimos del primer olor de la mañana. Si comprendieras que mi madre es parte de su música, cuando hierve y acaramela el vaso. Correrías veloz como un rayo, a comprar una cafetera, no pido mucho. Ah y un paquete de azúcar blanquilla que a las isleñas nos gustan  los besos dulces y el café bien fuerte.

Explotación

Existen niños con el tétanos. Niños de azúcar que nacieron con una aleta quebrada para flotar en las necesidades, Sabios del ruido de los coches al acercarse el amarillo a su cama, la boca del gas con la coronación de sus cabezas dentro de un horno. Niños de metralla con la inocencia   paseando en carro de combate con sus bolsas obesas de recuerdos. Ojos como monedas cantantes rodando al espacio de la alcantarilla de la economía.

No soy fácil de bregar.

Las alacenas tiemblan con notar su presencia aunque aparente que no ha roto nunca un plato. Un día perdió la sombra en una selva y tuvo más anillos que dedos. Salió por patas y no era una araña con botes de pintura lanzaderas que escribieron tragos de poesía. No es fácil doblar las sábanas del egoísmo ligeramente insoportables. Pero, de mis rarezas y  posos de lo que fueron marcas y cicatrices, crea, Dragón rojo, que los cuervos para aquellos que nunca conocieron los canarios de las minas. Pían igual o más. Que la verdad en mis besos.

Las palabras mojadas bajos los portales en llovizna.

En esta noche de lluvia sin gabardinas, escucho el lamento por los tejados. Podría descifrar con una mano en el pecho  cada latido,  de gota que cae hacendosa a su suicidio  contra las aceras,  las calles que han vuelto a sentir los pasos. Se oye el poema parido en cuerdas de violines, el calor de la casa que fue abandonado, el aire trágico de como se despliegan los paraguas y el tintero rebosante de ira para desgranar en uvas manchas sobre el papiro el carmesí que aún  arde detrás de la palabra. Puede tanta enfermedad lidiar con esta desesperación albina, disfrazada de gacela cuando no es más que una loba de corrales bajo la jarreada de Octubre. Los océanos no existen, no llueven. Los océanos luchan, resisten. Somos nosotros los charcos que imponemos las fronteras del mar del miedo y puede que todo en su deriva reste. En el lado infinito donde purgan las lenguas, en salivales cachos en esta noche de poesía transhumante que van dejando l...

El goteo de la ballenas a través de un televisor.

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Vas por el mundo con los codos llenos de purpurina, die blumen des böses nacen por las juntas de las aceras y en concordancia camino eres para la ingeniería de la vida. Habrá árboles que jamás vean tus ojos y escucharás las voces tapiadas que vibran a través de las ciénagas. El vino aguado, las perchas vacías, el llanto óleo que acabó  en los vasos volcados al fregadero. Antes de que llegue, cauto el trino en los otoños de los centros comerciales, con disfraces a medida en tierras lobas llenas de gatos. El entuerto de las raíces dentro del estómago, que aspiran a un trozo de piedra donde el yunque pueda dormir una noche. Subir a la azotea para contemplar las estrellas. Bajar al poema con la azada en mano. Trabajar. Ll.Ll. Gala asomada a la ventana, Dalí.

Las ortigas de romero y hierbaluisa.

Cerca del río como una barcaza tullida se arrima mi hueso a tu espinazo en tratados no bélicos de las sentencias del reo. Sobreviene el color carnal de la masculina letra bregando entre las pesadillas que se resisten a abandonar lo que tanto han amado, guarecida mora en matorral como crisantemos son tus labios dando el veneno que más vida ha concebido de ir muriendo poema a hoyo Floreces la peca de la inusitada y en ti me cobijo, sin miedo alguno, para que de tus manos los arneses hagan de esta veleta el echar la tierra sobre tu monte sacro. El amor no se trata de suicidios colectivos, son esas tazas frías después de los besos, los dedos abrochados, la lengua en acto de servicio, tu peso, mi noche, nuestro momento más maldito. A la expectación de un foro que nos bendice con sus cuchillas.

La semilla escrita.

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El poema posee la paz del mármol, la aparente frialdad cuajada, pero, en sus vetas corre la sangre. Bombea de un lado a otro lado como un loco herido amando a un semental. Puede que parezca que hiberne pero hace que las pupilas se dilaten y engendren para los elegidos el símil de un orgasmo. Reflejos de córneas, ojos equilibristas. Sudoración perfecta, oído afilando la navaja del recitador,  cervezas inmóviles, nucas erguidas, garganta en carraspera, temblor de manos, y columnas humanas elevadas como el humo. El poema impersonal que el voyeur pone nombre y domicilio, de transporte urgente con papel de burbuja para no sufrir las lapidaciones entre tomos estantes. Muertos resucitados con la lectura igual que un loco herido amando a su espejo. https://sinalefa2.wordpress.com/2009/07/27/eco-y-narciso/ Narciso por Caravaggio.

La llaga de la incomprensión verbal.

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Una gota caída del cielo no hace lluvia, ni amueblar demasiado la habitación: una casa. El exceso de maderas  agobian al poema, y quizás unos enseres  basten para expresar lo que siento. Salgo a la calle, cada día, en una propuesta de jornalera, a explicar lo que veo, del modo más sencillo, pero las frases viajan a sótanos y allí se alquitranan ponderosamente. El hombre que cambia la rueda a su auto refleja cansancios, y las aves son manchas de retina que adolecen el paso de los invernaderos. Quisiera que los rótulos de los edificios no hablaran en la jerga del que se vende o se alquila, en un amago contra la soledad casquivana que puede con todo. Un poema con pan y pan, con silla y silla. Pero, ellos viajan más allá del inframundo. Y cuando quiero decir lenguaje las espuelas arañan sin saber ni siquiera la forma en que mueren mis expresiones. Soy así, famélica de etimología subterránea. ¿Cómo entender el sonido de una piedra desde un noveno? Su...

La da-tos enmascarados.

En doble fila la ambulancia desafía al estacionamiento otoñal con la gente de visión saltimbanqui brincando a la expectación del ruido. Un señor de armadura de cal, izado como una banderola, se achica dentro del destino. Los guardias llevan guantes blancos. Los sanitarios llevan guantes blancos. Los porteadores de la procesión llevan guantes blancos. La edad barrida en una calle de las mascarillas del baile-disfraz de la vida. Un abuelo en recogimiento que se desfallece en la tabla, vehículo del índice al consumo. Con los huesos soportes a un jersey verde que pronto oleará los amarillos. Las manos inodoras que toman muestras de lo que nos hemos aleccionado, panes de molde en la ranura errada, igual que estadísticas  haciendo luces incendiarias  al nau           fra                gio.

Diálogos diáfanos.

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Pienso en sus muslos de aves del paraíso hechos de carne, la amplitud de su diá metro, el dia pasón,  dia mante- dia blo que entre ellos habitaba. Y me desmenuzo en trozos textiles, en avance a través del bosque  que sin boca ni razón alguna. En las dia gonales. Con la dia na del bulo del abrazo al olivo, a su anchura de madera de pájaro cuco, de estornino que se posa en el álamo de las ventanas. Dia grama escrito por el cáliz insostenible de la vida en los fósiles que vierten la palabra y desnuda de armas correr tubérculo  por los tálamos hasta el árbol como el que abraza a un ser querido que murió hace ya unos cuantos aparcamientos indebidos. Y no está. Y no regresará, más que con poemas convulsos. Día a día. Día a día .  Hasta  morir de abrazos intangibles. Miranda (La Tempestad), J. W. Waterhouse, 1916.

Estimat diari.

No hi haurà en aquesta terra un home estendard de la meva mar Mediterrània amb la delicadesa de l'albergínia arrelada, del capell alat entre els meus pits. Perquè encara que la meva llengua sigui estrangera, el cor batega amb el plor de la pedra caiguda, de la serra cap als torrents. Ocell sense pic que estima el que més calla del treball pagès desflorant l'ametller. No sabré de fang, ni el nom de tots els rius ni tots els noms dels pobles, però, conec les ones del teu cos nu valencià. L´animal que es mor, on no hi haurà dos amants que van ajuntar tant l'amor com l´odi de les seves dues sangs. Nostra passió afusellada de tanta cobdícia.

El riesgo del pájaro que no sabía volar.

El pecho emitió la sonoridad del esqueje,  parecida a la zanja de una semilla que abre sus paraguas a la tierra. Musitadora a través del silencio del trino. Abrió sus alas al coraje sin pretensiones para decir desde las cuerdas vocales de los tendederos. Qué llevo los bolsillos llenos de cerezas. Qué viene en marea un saco. Qué en las manos ya no dan abasto. De la sonoridad que del cuervo blanco apareció como un trino, habitante en el bosque de los pulmones. Le dije: -Amor mío.  Y se fraguó lo impredecible. Como una gota de tinta en el agua. Como una bala admitida hasta en sus consecuencias últimas.

Generaciones.

Juegan los primogénitos con los abecedarios en el cielo de la frescura del vaso de agua después del camino. Sus caras lavadas al viento aún sin nombre gritan. Y  me gusta escuchar sus voces de nácares contenidos que maceran. Ellos con sus brazos modulan con ahínco los cordeles de las cometas contra las embestidas de las estanques. El saber, que pueden del cincel a martillazos hacer la escultura,  es siempre un alivio porque cuando ellos dispongan de mi edad la sal  habrá caído en la playa y posiblemente yo estaré muerta para ver como miran a los nuevos sostenedores del mundo. Mientras desde las rocas las palmeras. Así es la vida, la ley, la concepción perpetua del poema y su gente de labranza.

Des-nudo de la pleura.

Esta noche volverá a llover y me gustaría que estuvieras conmigo con las incertidumbres de las masas que en la lejanía son cordilleras y de cerca nos permiten observar el nido de los pájaros. La lupa que todo lo abarca, en el sello de la caricias. El prismático de las mareas, el faro, que alumbra las huellas veraneantes que desfilan en hormigueros hacía la estación del frío. Nuestras manos que nos amarran fuertes con nudos de tres vueltas. Porque somos trapecistas y si tú caes yo demoro hacia el abismo de redes puestas en las carpas como frutas de invierno sacadas de sus ramajes para la bocas de las bocas. De nudillos prominentes de huesos de aceituna, y pepitas de uvas de la mujer andante, en la penumbra del poema que alto y espigado da la sombra de árbol. Amor con silencios. como hojas que caen dentro de nosotros. Con la disipación del pasado. Y un nudo de tres vueltas que nos trenza aún más si cabe donde echar raíces en mi isla.

Poema de amor en fa sostenido.

Leer de tus ojos. Mascar tu  lengua. Apuntalar la amistad a tu espalda. La plática argentina de la terapia. Subir a tu hombría. Bajar de puntillas por las baldosas. Compartir yogures. Saciarnos con besos. Leer y que tú yazcas desnudo. Desnuda caer presa. Dormir acaramelando al sueño. Pernoctar tumbados al piso. Ejercer por voluntad propia. Aprender la medida de los pétalos. Sentir el brotar de geranios por las axilas. Besar tuétano y miel de hombre. Cocinar el álgebra. Fluir. Existir. Vivir. Bracear amasando sentimientos. Llave rotar. Pulsar el silencio de la espera. Ser el pergamino verbal agitador de mi palpito. Dar fuego,  para arder juntos.

El folio, la falsilla y el topo.

La humildad de los objetos permanece oculta. Acaso un tornillo conoce su fortaleza,  la espiral que lo ata al roble, a tantos elementos como un sol pegado al techo. Las calzas, en sus formas lineales, sostienen la furia de las puertas como cerebros que no desean olvidar una vivencia,  un trozo, en fin, intangible porque de la nada no existen. Los sentimientos de las tuercas, de los anillos de ningún planeta sostenido, haciendo suspensión a los telares. Cortinas que descubren la timidez del hierro, clavos, parches, tiritas y otros alfileres. Que ocupan el lugar idóneo. Pero, que quieren crecer como el molino, la fuente, el corazón, la lengua, la lealtad. Así, son algunos procederes. Pequeñas chispas de microondas que anhelan la facultad de los hornos. Para crecer, en tachuela o en cinta. El amor, la construcción silenciosa de su propio mecano  que no se forja con falsedades sino con la humildad de las gotas de agua, la humildad, de la pala...