La humildad de los objetos permanece oculta. Acaso un tornillo conoce su fortaleza, la espiral que lo ata al roble, a tantos elementos como un sol pegado al techo. Las calzas, en sus formas lineales, sostienen la furia de las puertas como cerebros que no desean olvidar una vivencia, un trozo, en fin, intangible porque de la nada no existen. Los sentimientos de las tuercas, de los anillos de ningún planeta sostenido, haciendo suspensión a los telares. Cortinas que descubren la timidez del hierro, clavos, parches, tiritas y otros alfileres. Que ocupan el lugar idóneo. Pero, que quieren crecer como el molino, la fuente, el corazón, la lengua, la lealtad. Así, son algunos procederes. Pequeñas chispas de microondas que anhelan la facultad de los hornos. Para crecer, en tachuela o en cinta. El amor, la construcción silenciosa de su propio mecano que no se forja con falsedades sino con la humildad de las gotas de agua, la humildad, de la pala...