Té sin azúcar
A los bomberos les gusta la poesía. Y al otorrinolaringólogo, y a la secretaria de un ejecutivo de Arizona. A la psicología. Y al enterrador. Al taxidermista. Y al circense. A todo el mundo le gusta la poesía. Los oficios, las cátedras, las colas humanas de cualquier foco que dispense algún cachivache, sustento y divisa. Aman la poesía. Pero la poesía es experta apagando fuegos, de oídas y sin sangre cerrando cuentas y baúles en el diván o en la pista. El poema: el único sin cobertura social. Usado como eslogan. Para ser de todos y el don de nadie.