Sopa y ensalada
La soledad tiene sonidos. No es muda. Y emite una comparsa de instrumentos que empiezan con las tripas desafinando. Luego la ebullición de la sopa. El verde de las hojas dispuestas en el duelo orgánico del culo de una ensaladera. Hace ronroneos. Gritos sigilosos. El hervir del aceite en las venas del radiador. La lluvia aplaudiendo con su nariz contra el suelo. El zumbido de los oídos. Las tripas de nuevo. Una canción de ópera y al desconectar el ordenador el cantante se queda callado como las paredes. La cama, con colchón petrificado, sábanas tibias. Corazón de latidos perejiles. Como la foto de la noche, el olor de la ausencia, el muelle afónico. La lluvia que vuele a golpearse contra la humedad gris. La soledad habla demasiado. Y estoy taciturna. Él ha pasado una prueba de vida y en el fuerte no escucho ni un plan halagüeño. Suena el vaho. Se duerme el amor. Ll.Ll.