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Mostrando entradas de febrero, 2018

Sopa y ensalada

La soledad tiene sonidos. No es muda. Y emite una comparsa de instrumentos que empiezan con las tripas desafinando. Luego la ebullición de la sopa. El verde de las hojas dispuestas en el duelo orgánico del culo de una ensaladera. Hace ronroneos. Gritos sigilosos. El hervir del aceite en las venas del radiador. La lluvia aplaudiendo con su nariz contra el suelo. El zumbido de los oídos. Las tripas de nuevo. Una canción de ópera y al desconectar el ordenador el cantante se queda callado como las paredes. La cama, con colchón petrificado, sábanas tibias. Corazón de latidos perejiles. Como la foto de la noche, el olor de la ausencia, el muelle afónico. La lluvia que vuele a golpearse contra la humedad gris. La soledad habla demasiado. Y estoy taciturna. Él ha pasado una prueba de vida y en el fuerte no escucho ni un plan halagüeño. Suena el vaho. Se duerme el amor. Ll.Ll.

Colonia, número 13.

La chica con una trenza de medio lado, coloca los botes de tomate con el desorden de la fabricación en masa. Luego el cuervo altavoz la reclama en el puesto de cajera, enlatando en bolsas el pienso y luego insisto de barricadas de sueños que duran el instante de una calada de cigarro. A veces escribe rimas en una libreta de papelería de barrio sin tapas de cuero. Una cajera de Día, escribiendo poemas para salvar guerras, condenar fracasos, embalsamar novios de porros y calzoncillos de Calvino Klein. No conoce a ningún miembro de jurado, y las uñas mordidas, raspas de páginas, saben a la fresa del esmalte de tres euros. Le ha mandado una solicitud a su ídolo, la escritora que parece una modelo rusa con la pose de una lampara de flexo. Pero, jamás será aceptada. En este arrabal el apellido importa. Los botes de tomate en fila igual que una bolera, lacrímogenos paquetes de congelados, en sacos con peras que se atrincheran en la cinta y la inocencia de un Pr...

La esponja que absorbe el dolor.

Pasillos, desintoxicación en penumbra. Tonalidad musgo y el sonido raqueta, azote que engendra el espíritu. Poso poeta de vapores, y efluvios, llantos de respiración de costa, cuerpos salpicados de lilas, y más llantos, viento entre las puertas. Noqueada absorbe el vaso capilar el sufrimiento poeta. En la clínica de los pasillos ajos, con ahogos y ramificaciones adosadas a robots cuentagotas. Y el color de la ropa gastado. Cómo las miradas cómplices de las medicinas. He visto en este paraíso infernal el ruido de la vida. El gesticular de los miembros intentando descifrar al poema a un rostro vencido. El abrazo. El abrazo. El abrazo de tres minutos y una caída de ojos. Que me recordó que somos nosotros los que nos parecemos a los elefantes. Con la distinción que sólo duele la nacionalidad del amputado. Y ellos lloran por todos sus muertos.

Acelgas y espinacas

Qué vale un cuerpo, la necesidad de un auxilio, un montículo de revistas, el desodorante para pie, ropa sucia versus ropa limpia. Cuando un cuerpo nunca hace lo suficiente y ahora transporta y recoge, la colada, el parte, la máquina "quitapelos", las novelas y las no novelas, bolsas de plástico, calcetines, calzoncillos directos a la lavadora del purgatorio. Nunca es suficiente. El cuerpo no se castiga lo suficiente. Entre un sofá más pequeño que su talla. Con el pelo lloroso. La espalda gallina. El corazón gallo. No sabe ese cuerpo extraño que tiene que hacer para que no sea nunca lo suficiente. Bajar nubes, mascar silencios, tronar la verdad. Cansancio prolífico de guardabarros, protección de lluvia. Tengo sed. Me quedo en esta pequeña charca de poema. Pero, yo soy una mujer de mares y cabalgar un burro en una carrera de obstáculos. Te trae la sabia decisión. Qué hoy no irá tu cuerpo a visitarle. Qué le den, dentífricos, denteras, dentro, den...

Ese maldito olor del incienso.

Él jamás sintió lo que podía cobijar dentro del páncreas. E inexperta quise amar a un gato. Qué cuando se siente atrapado, huye. II Cuando he leído en tus ojos los parajes más bellos de la tierra, los cielos, el karma, los trenes veloces, la comida copiosa, las noches místicas, el gozo, el temblor, el aplauso, la herida. He visto dentro de tu pupila tus interminables viajes de profeta. Moribunda tu cuerpo me devolvía a la vida, pero, es tan complicado levantar la losa en qué decidí encerrarme. Que a pesar de tu belleza indescriptible. El sonido amante y un temblor que desconcertaba el pensamiento. No me sumergí en un mar de amapolas. Ya no confío en ti. Tu silencio fue cruel y despiadado. Los cuerpos desnudos. Y el alma bajo llave.

A corazón abierto

Te amé con la sinceridad de los pájaros. Te amé con los cerezos rotos. Te amé. Nunca había sentido esa sensación de artilugios que rondaban a las arterias. No supe amarte. Y tú en la despensa las provisiones amatorias, hacían acopio de excesos. Te fuiste. Y me quedé vacía. Nunca antes había sido mujer siempre la hermana de su propio marido. Me quedé hueca como una peonza, con las articulaciones en revólver. Y la pesadumbre en un poso que con el tiempo se convertiría en una mancha de té. Fui despojada del recuerdo. Y la caricia fraternal hizo ecos dentro de un vacío existencialista. Morí a través del duelo. Y asumí que jamás regresarías. Convertida en un campanario bajo el pantano que para recobrar lo que en un ayer fui tiene un alto precio. Me he transformado en un zombie que sólo siente a traves del poema Y el día que dejé de ocurrir ya nada ni nadie podrá auxilarme de la pena de una marea sin música.

Confusión

I Y una sola gota de poesía la resucitó de entre los muertos. II Quién está en la disponibilidad de pecar si la única condición no acude a la hora disculpa. Si he caído cómo árbol destronado, una presa fácil con los puñales en remojo, con la incrustación entre las grietas de madera, sándalo y caliza. Defecada por los pájaros. Ruina de roedores. Líquen, moho, seta venérea sobre el madero que ha aprisionado a esta branquia de fruto sin latido. Si la lava fue despojada y la distancia ha convertido en una piedra. Tu olor sigue intacto. Y es una ponzoña.

Melóncolia

La tristeza hospitalaria en las fachadas de almíbar seco; de pasillos anómalos con transeúntes con el rostro encerado. La tristeza colgada de una percha, con sábanas, tejidas por las palabras que atraviesan los corazones de las mujeres de mascarillas y guantes azules. La tristeza de máquinas expendedoras, ángulos muertos en su medianía. De rasantes en los ojos de los que cruzamos los corredores como alfileres de hojalata. En el ascensor de las puertas autonómicas que te llevan al laberinto de los almendros, que florecen sólo en postales de cartón. La tristeza fría de la palangana, o el catéter anudado a las venas. De cigarrillos frente a la ducha. De televisores que funcionan con perras y platos aceitosos en menús de congelación. La tristeza. Y la ecuación de que antes del amor va la salud. Como comadrejas en rincones de esdrújulas de medicamentos. La tristeza que duerme en una cama. O finge. De fachadas de almíbar seco. Y poco más.

El idioma de los pájaros

La extrañeza del pájaro que previo al alba trina con el sigilo gato de entre. Ramas de chopo, mutación árbol de ciudad, que parco de frutos enjaula al canto matutino. Llevo una ristra de horas insomnes que van sumando cuentas hasta lograr la decrepitud del ojo. Ojo oído del pájaro. Qué en la noche adolece. A la ciudad que se ensaña con los sueños. El coche que traga su propio humo en la fragata isleña en que escucho el resquebrajar de la gota, del ramillete, de la pluma osada y pizpireta. Pájaros de voces distintas. Igual que el idioma filandés, a través de las cámaras. Me hablan, estallido de lo intangible. Les escucho. En un vespertino hacer que no ha conocido sueño. Qué especie será. Que acunan en el cerro de espuela. Y ronronea con su pico. El infierno frente a la burbuja. La pasión canta. Disponible para pecar. LlLl.

Sabotaje

Me pregunto si un maniático es feliz junto a mi vera, y si perpetuamente en tensión está. Le molesta que coloque la silla despegada de la pared. Y que algún pañuelo se haya precipitado contra el suelo. Le molesta toda yo. Y ya no sé que hacer con los malabares. Ni con mi nariz de payaso. Ni la corbata de fieltro. Me siento pequeña mota de jardín estúpido. He aguardado innecesaria un abrazo espontáneo. Un te quiero, un gracias. Un beso furtivo. Pero nada, sólo soy una sirvienta coreana. Un perro esperando su croqueta. Un payaso sin circo. Porteadora de recados. Y muda no ha llovido ni un cariño. Y en la pantomima me quedo quieta en medio de una calle clorada. Sólo le he visto sonreír cuando ha mirado el móvil y no sabía que yo estaba al borde del precipicio. Esperando su respuesta. Y toda llena de recortes porque su severidad es insostenible. Despierta, te toma el pelo.

Señora

Flaco, cuando lo sostengo sus huesos me saludan descarados. Y su corazón no me pertenece. Le gusta el orden. Que las reglas no se quebranten. Me ha reñido porque pongo los pies en la silla. Y aunque reconozco que estoy aquí porque quiero, cumplo cada una de sus peticiones. Ayer noche, la madeja a casquillos. Y la nostalgia me cosió a besos. Me pidió que le llevara cuatro libros. Cuatro, en concreto. Parecía un réquiem y yo un notario de barrio bajo. El lobo estepario. La náusea. El pájaro pintado. Y el último de la trilogía de Sabato. Los busqué en su librería. Entre cartas de su antigua novia. En esa vivienda moramos muchas mujeres. Ella, era o es, poeta presunta. Y nos parecemos físicamente. Ella quería ser la señora de. Yo soy una proscrita. Y nunca he sabido lo que anhelo. Le he traído las novelas. Me siento a su lado. Mientras me explica que en el jardín que divisamos desde el ventanal observa urracas y palomos fugaces en busca de sustento. Per...

Inmersos

Bebo tila. O la tila embebe mi persona. De repente, el vaso se ha volcado. Y senti lástima por el líquido que administro en la búsqueda de una paz momentánea. Ha desembocado en un charco, y la enfermera amable con gasas secaba la lágrima derramamiento del vaso de PVC. Ha sido gentil. Ha traído una tila por iniciativa propia. Tila, tila, tila. Una caricia, no sabe a tila.

Trajín

He cruzado una carrera de corredores con el peso de una escaladora. El don de la batalla siempre viaja conmigo. Y hoy aseé las dos casas. Él no quiere ni que me acerque a su cuerpo. Le incomoda y no lo entiendo. Tal vez sea por una revancha de la vida. Él ahora adormece la calma. Y mi garabato está en un tétrico sillón hospitalario. De él surgen las voces. Los llantos. Los crujidos de ósea. No puedo bajar la guardia. Y malvivo en una garita con vistas al Polo Norte. El día de los enamorados falleció la señora que compartía nuestra pared. Y los familiares colapsaron el pasillo. Yo huía de la verdad. Me escapo de la evidencia. Maraña con la salud en hemorragia, a cambio, de que él sonría a pesar de mi muerte.

El farol

Ayer, era sábado y amaneció árbol de ruiseñores repleto. Tuve fe y descanso, su tez era rosa, y no ortiga. Y la vitalidad rezumaba en la asepsia de un cuarto moho, de cristal tapiado. Aparatología de náusea. Me sobrevino una paz igual que un blanco al izar la. Pero, el frío aspero de los aguacates, trucó la noche por insomnio. La tregua había sido un farol. Y con la oscuridad la habitación del hospital se convirtió en la pajarería negra del vencejo. Su piel terca. El colapso de los organismos. Y el cansancio hiel se apoderó de sus ojos. Las dos de la mañana. Falsa alarma. Tengo en mi pecho un imperdible y estoy luchando para no salir corriendo por las calles. Con gritos y desesperación.

Avestruz

La niebla ha engullido a la noche recreando una estampa londinense que atraviesa mi cuerpo, mi rotura de cansancios, mi silencio bípedo, la envoltura de un abrigo que esconde un bulto de dolores innecesarios. La lejanía opaca de las calles y los peones de la nocturnidad haciendo un paisaje incierto. Parece que las nubes decidieron esbozar y almohadillar mi pena. De bolsillos con pañuelos de papel. De maquillaje desorbitado. De futuro relleno de espuma. Tengo una fatiga extrema. Sobre pico. Cabeza. Astilla. Rebaño de asistir a la imposibilidad de cuidar y parecer que sobras. Es tal vez una triquiñuela por sandeces que fluctúan en su barriga-seso. Cómo añoro el contacto físico. Cuánto daño enquista esta pose indiferente. Dónde descanso estás dando cobijo y espera. La niebla. La niebla me dice ven. Y yo voy a caer en cualquier momento sin red. El desplome del agotamiento. Y ser de nada.

Nubes rosas

Me quedo a dormir en su casa. El olor de su cuerpo está impregnado en las sábanas. Y esa fragancia de él me tranquiliza. En el instante de poseer la estricta intimidad que le cuesta a mi vera proceder. Hoy me preguntó por mi higiene dental. Era lo único que aparentemente le preocupaba. Él y sus neurotransmisores que le impiden una oración de alma. No le interesaba mi pesadumbre. Ni los líos laborales. Si me había lavado los dientes. Si había usado el enjuague. Qué al andar libre la fechoría se antoja. Y no respetaría uno de sus dogmas. Le mentí. No me lavé los dientes. No quería que me preguntara dicho snobismo. Y con la boca de naftalina me importaba una mierda los preceptos. Tenía la sensación de que su hospedería le gustaba. Qué hasta le habían hecho un favor. En cambio vetada de horario he subido varias veces a la montaña a visitar un monje, demonio de su cadena de montaje. La cama sabe a él. Y en la mañana, qué es hoy. Volveré a su mundo perfect...

Pasilandia

Cuando entro en la habitación sus ojos se asemejan a dos flamas y ratifico la alegría pandereta de contemplar a este hombre que de sus brazos construyó un nido. En el hospital hoy el sol brillante encendía los pasillos. Corredores que ambos hemos caminado hasta la friolera de más de doscientos pasos. No íbamos a ningún sitio. Aún no hemos avanzado a ningún acuerdo. A pesar de dos años de rodaje. De desear ese viaje de ida y vuelta. Con puertas cerradas. Y la lejanía de la gente en las consultas. Siento que eres muy importante. Y me interrogo si fuese yo la baja, si tú te adoptarías cómo he aceptado este canje. De seres que protegen y se cuidan en la adversidad de los electrodomésticos. Hemos caminado, por la segunda planta. Con la misma sensación que abate nuestra vida. No vamos a ningún lugar. Soy la parte libre que se queda quieta por voluntad propia. Tú bebiendo del suero. Anclado en el pasaje. De tu cuerpo alimentado por un ayer que yo imploro que de...

Tentación tentempié

Yo no quiero. Pero hoy sentí lo que las lentejas sobre los algodones húmedos. En tarros trasparentes. Y el agua que se evapora con el calor del mediodía. Cuando sentí su abrazo. Noté la sinceridad de sus naufragios; igual que los botones  que se desabrochan. Y se abrochan. Las olas que empujan. El olor primitivo. Y me acordé cuando el deseo arrebataba la cordura. Lo mucho que lo amé. Y tuve miedo. Porque este hombre es un bosque con demasiadas Caperucitas de cobrizo. Y una ha decidido vivir del recuerdo. Sin arriesgar todo lo que daría por.

Medusa

Dicen que el amor sólo vive cuando hacemos las cosas sin ninguna intencionalidad. Será que no tiene país. Ni reserva para los indocumentados que necios creemos en la redención. Me importa poco la numerología. Si viste de rojo con tacones. Y si esta noche he cenado a solas con mis reparos y fantasmas una cena que ni siquiera saqué de su plástico. En el Renacimiento los humanistas creían que amar significaba cuidar al prójimo. El problema es el orden. Qué no quieran ser el objetivo de las atenciones. Qué una está agotada de ir sosteniendo el diagrama. Si él cambiara en su lenguaje. Si la ilusión se hospedara. No lo sé. Este día no deja de ser como otro. Y no hallo el lugar exacto para que aterrice la verdad. De que te desvives por un hombre pasado de vueltas, qué ni siquiera valora el sacrificio. Ni nota ni presiente el dolor ambiguo. Estoy cansada últimamente eres la reina de copas y echó a faltar los besos, el cuerpo húmedo del amante. Sentir que er...

A cien palabras de ti.

Observo tu incombustible belleza, y el modo irreverente con que me echas de tu vida. El pijama de la clínica está descolorido y con los dedos intento cerrar la tela que viste la piel que se niega a permanecer expuesta. Te noto candor, y el suero te ha amarrado a la templanza. De saber que te amo, desde mi reino de pastillas. Qué te amo lo suficiente y que no entiendo lo hija puta que es la probabilidad del matemático. Reposando en la cama, climatología de hospital. Deseo quedarme a dormir cerca de tu boca. Dormiría en la silla como un periquito borracho. En el suelo con la angustia ahorcada de mi costilla. No entiendo porque no quieres que te vea en escamas si toda tuya soy pez y las heridas empiezan fuentes a comerse las lágrimas. Te amo lo suficiente. Para no desear que te ocurra algo. Qué tu salud me acordona como un policía de aduana que de la maleta extrae los sueños. Dormir a tu vera. Con la calefacción y este tufo a mantequilla. Te echo de menos ...

Boomerang

La vida nos fragmentó en pedazos de pan y nos repartió del mejor modo que supo el destino. Quedamos mancos, añicos. Sin dueño y el aprendizaje  fue duro, una guerrilla dentro de un red trabados en la lucha de sobrevivir a la ausencia, al abandono, a la pesca. Cada ser se dividió, y las primeras noches fueron infernales. Y tuvimos que admitir que ese proceso era el inicio de un cambio. Él fue un nido, un peaje. Y el trueque costaba el propósito de enfermera. Me convertí en sombra, dejé mis aficiones para disfrazarme de puma. Acomodo presente de guerras clásicas.

Avuela razonable.

Mi abuela siempre hablaba de febrero como el mes de los locos. Y el haber nacido en él le creaba un malestar crítico. No le gustaba escuchar cómo hablaba sola, en mis juegos, dando réplica a los varios participantes de un personaje. Abuela, la soledad es mala Te confunde los parámetros y aletarga lo que para unos de entre otros. La vajilla también a su manera canturrea. Y en la cama te tapas igual que un bulbo en la tierra para que germine algo. Una idea. Una esperanza. Un algo. Hablar solo de adultos es distinto. El poeta continuamente incurre a ello. Hablamos a voces todo el día solos. Y crea abuela que a estas alturas de la vida. Duele el vacío. Y querer amar a un reflejo de ti mismo. Para afirmar que se está un poco más cerca, y ver que aquí no hay nadie.

La teoría de cuerdas.

 La teoría de  cuerdas no tenía salida, y aún así afilaba el viento de los demonios con esperanza vana de que algo o alguien mereciese la pena. Con guantes de fregar con algún rasguño. Y los ojos de canicas que iban del lado equivocado, a contrapeso, torcido, y a tumbos. Se escucha la música del pensamiento, tan alto, que es capaz de tropezar la cabeza con la luna. Galletas olvidadas en una despensa, con hormigas saciadas de escalinatas. La teoría de la hipótesis, de qué una esta hecha de pasta de ganso, que el agotamiento cabalga en un caballo de tío vivo dando vueltas a la misma palabra. Y cien noches sin sexo, sosteniendo las gasas de tus heridas, siendo el tétrico caballete de un paisaje sin café. No percibes, que tengo la piel de tanta diplomacia que parece sal y envenena. Que soy la flor desbordada que abrasa, y que con tu periferia, me has inutilizado el alma. El alma creativa, y ya no puedo más porque la teoría de cuerdas es como un...

Necesito descansar.

I En el día de mi nacimiento, mis matronas ungieron la señal. La marca que cada día de mi vida mi madre me recordaba. Cuando al caer no acudía al auxilio. Con las rodillas violetas y entre sollozos de hilos, me levantaba del suelo porque sinceramiente sólo el viento se dignaba a despeinar mi pose, mientras escuchaba el recordatorio perpetuo de que había tenido un trato diferente para poder la fortaleza formar parte de mi estigma. II Recuerdo la visión que enturbió la retina. Fue un mal presentimiento. Soy cuervo, y a nosotros siempre la mortaja nos ronda. La enfermedad se dislumbraba igual que un faro. Y sacudí las alas. En símbolo de aseo. ¿ Era cierto? La imaginación y su demagogia. III Una de las cosas que más admiro de la naturaleza, es su capacidad de regenerarse. Cómo los animales luchan hasta el minuto púrpura para sobrevivir a sus congéneres. Arañas devoradas por sus crías. Escorpiones envenenados en el fuego. Baile de cornamentas. Salmón, ch...

Apego

Qué hacer cuando el amor se vuelve un castillo infranqueable. Una como pelusa se vuelve frágil. Al principio, que piensa que cerrar puertas evita las corrientes de aire. A todos, un rato, nos agrada la soledad. Como una pelusa de una bufanda vieja. Y entiendes la separación de las sílabas, la boca que no ríe, el sexo inmóvil. Y afuera te quedas esperando en una parada intransitable. Nieva, las codornices comen de tus ramas. Y los pies adoptan el pasodoble de las brújulas. Día tras día. Mutas en harina, en radio, en eco. Y vas sorteando las piedras. Y te cuelas por los poros. El amor ensimismado. Ahuyenta al ser vicio. Y la caricia emigra. Para que a base de cal selle las únicas posibilidades de comunicación, de entendimiento. Te has encerrado en ti mismo. No me dejas ayudarte. Me quedo afuera. Esperando la marea. La nube. El ave de noche. Consumidor. Y tú te has alejado sobre tu montaña. Llevo varias leches amargas. Huesos y pinzas. En la calle. ...

Marieta

La primera fórmula inquebrantable es que caer no nos debilita. Camino. Debes aflorar tus miedos como ojos de árbol con los puños para abrir costuras a la vida, del baile de las flores. Camino. Habrá días que la oscuridad se apoderará de tu lado, pero, ante nuestra herencia, debemos mostrar que tenemos pies atletas, manos para espantar moscas, paladar para el cántico, pupilas en páginas. Camino. Empezar de cero, es la colega de la natura. Un pelo mal cortado que nace después de fracasos peluqueros. Una uña que golpeada cayó y tímida asoma. Camino. Proyectar. Sentir el renacuajo y abrir las alas. Depender de uno mismo. Porque sólo admitiendo la derrota, sin tabúes, podremos sanarnos. Y qué más da si el invierno no llega. Si tuve y he perdido. Camino. Nadie dijo, hija, qué fuese fácil convivir con el dolor de las mariposas. Cariño. La clave está en el camino. En la lluvia, en la sonrisa, en el cielo. En la manta que nos da calor cuando trémulos aceptamos su...

Antología Huellas de mujer.

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Gracias a Mila Villanueva y a Elena Torres por contar con mi poesía para la antología "Huellas de mujer". La poeta mallorquina Maria Antònia Salvà recupera su voz.

La amistad del sordomudo

Si la amistad fue la tregua usted no degollaría al silencio, pues, existen teoremas de Grecia. Qué narran la estupidez despectiva del que ignora, veta, olvida en el mejor personaje. Ya no hay torpedo en el latido. Y si habla bien. Y si no habla también. La angustia voló con los ángeles de las abejas. Ya no debía nada, había conseguido los papeles. A base de la ignominia. La petulancia. La negación de las almas en trueque. Una poeta que no tiene tiempo para dibujar. Eso, es, exactamente, lo que rebuzna mi discordalopatigénesis. Una gallicebraenamoradalodo. Un martilloceroaladereyalaiz. Un gametofito. Un lente. Un autillo. Un. U. n. Cómo resolver el enigma. Si  el tiburón nunca fue un pez. Si el harén no es tiempo verbal. Déjese de mímica y comprenda, que muy a mi pesar, los poemas fornican sin amor.

Nodriza nova

Habitar en el agujero negro domar a la bestia esa que fue alimentada en nuestra niñez de esputo. Colmar agrio el retroceso si mi cráneo vocifera la imposibilidad del ser, hasta cuándo. Bucle contaminante de no poseer el ahínco suficiente la anestesia al enfermo el aire circulatorio de nuestros bronquios. Jugar, a usted siempre le gustó jugar. Cómo un poderoso titán, científico, diente, aro, verbo. Si este corazón anda amarrado de pies y muñecas y el único mensajero legítimo nada en el cauce del poema. Para convertirse en la nieve. En flor de árbol. Amarillo de troncos. Pájaros epiteliales. Frío de enero. Frío de febrero. Frío de marzo. Y luego los patos izar. El lago anidar de la montaña el afluente. Y mi interior agujereado por las termitas de su oratoria. Qué desea usted de mi alcance. No soy la misma mujer. Tengo una bahía y barcos dispuestos a la guerra. El poema aún duele.