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Mostrando entradas de septiembre, 2022

La revista La Libélula Vaga

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https://lalibelulavaga.com/2022/09/26/lluisa-llado-la-metralla-que-llevo-en-las-vertebras/   Muchas gracias a Aleisa Ribalta Guzmán por compartir mi poesía 

Neptuno

Uno de los placeres mayores de la vida es, zambullirse en la piscina. Notas el cuerpo en la gravedad al amparo del descanso, en cada poro y hueso. Este sábado, como siempre a primera hora, he acudido a la piscina, donde ha sucedido una situación realmente cómica. Existe un usuario que se niega a compartir su carril con el resto y al acercarse un nadador le ha invitado directo a compartir mi carril. -Regidos por una costumbre los hombres usan uno y las mujeres otro, desde un punto de vista imparcial-. Ante la negativa de cohabitar espacio, el nadador indignado no le ha quedado más remedio que meterse por el tramo en que yo nadaba. Le he advertido que no se enojara porque el susodicho no quiere compartir con nadie un lugar que es de todos los abonados y que él, ya por el modo que mueve los brazos, limita reduciendo el movimiento colindante a otras personas, para advertir que el corral acuático es suyo. La verdad, he reído una barbaridad, con el nadador que incluso imitaba al dueño de la ...

Flotadores

La lluvia aporta benevolencia.  La calma, con su teclado. Ante la aspereza  para convertir en un concierto, la noche. El musitar de los monosílabos que ahuyentan a los malos espíritus  y te recuerdan aquellas cascadas  que de niña veías en el cine de barrio. Sí, la limpieza cinematográfica para asear los ojos ante la hipocresía. Por ello, agradezco que esta fuente del cielo  cobije la humedad, del que resbala. Para bendecir a los que en la caída  aprendemos que lo negro por mucho filtro es zaino y que la gente de corazón naufraga, pero sale a flote. Siempre a flote.

Principios

Esta mañana, el anuncio del otoño  se coló en el desayuno. Me lo apuntó la luz ausente    para dar paso a la bombilla. Y un extraño paseo hacia el coche, donde el silencio a destiempo  correteaba entre las farolas. De camino, la contabilidad  de las enmiendas  de mi vida: -Llamar a quién amamos y no responden. -Perdonar, de nuevo, lo que habita bajo tierra. -Y conseguir un abrigo verde que proteja de la lluvia y de las mentiras.

Tras el Atlántico

A veces un salmón puede explicar la voluntad férrea. Y un peldaño mecánico, en su bucle, la jornada laboral de una vida que crece y se desintegra. Tal vez, la necesidad de sentirnos vivos  a través de secuencias, que nos mortifican  en el ascenso y en la caída. Un salmón de piscifactoría, desconoce el color del campo. Y la escalera muere en la encrucijada de la dependencia operaria. La historia no nos separa mucho de lo que nos acontece en nuestra enmienda. Luchar a contracorriente. Depender de demasiados recuerdos.

Estrafalario

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Al lado del container había una silla azul. Varios enseres, mobiliario de formica, que de pie aguardaban el camión de la basura. Regios no miraban directos a los ojos. Su guardia nocturna bajo el sopor  exponía su frente a la desidia de la humedad septentrional. Saqueo de entuertos y cojos, echados de su domicilio. Habían olvidado el cansancio del cuerpo,  la mano que los limpió  con Centella. El niño que se arrimó al estante. Y la primera fractura  por la mudanza de un divorcio. La silla azul y su escenario. Igual que a un viejo escritor.

Dolor ante el desprecio

Niebla que perdura en cada sorbo de café  que bebes esta tarde, preludio de caspa. Tú qué te hallas lejos  en la inmundicia del que olvidó su nombre. Que segó la felicidad del hogar  y mudó su traje por un despecho órbita. Que celebras con los muertos tu aniversario en la mediocridad del daño fortuito a los que te quieren bien. Tú, que eras arrecife. La última cosecha de trigo  mientras los temporeros agrietaban sus manos con las zarzas, para recoger la fruta más hiriente. Desconozco el origen de ese infierno que se entrometió en tu mirada. Tal vez no olvidaste a una expareja que más que doctora parecía tonallidera  de la lástima. O qué simplemente fui para la eternidad víctima  que necesita un préstamo. Siempre el mismo patrón  guiándome al palco de los narcisos.  Con la bombilla fundida  en el alma  y con medicamentos para una cosa u otra cosa, ya jamás sentiste ni el dolor ni la inquina que la saliva  despuntaba en tu marcaje. Y ...

Modas pasajeras

No voy a hablar de septiembre. Me apetece más ir a contracorriente y añorar el mes de mayo. Bautizo mensual de poética como si tuviéramos que pintar un abanico por cada encabezamiento. La persona se hace árbol y se confiere la misión universal de dar un fruto de oportunidad u oportunismo. Siempre a la vanguardia del tema nos convertimos en pájaros carpinteros tallando el texto en la rama. Qué si ésto.  Qué si lo otro...

Ginebra

En ocasiones, la vida te atrapa en un ascensor que no lleva a ninguna salida. Por ello, con la melancolía de los gatos, una observa la intermitencia. Las manchas de los dálmatas que en el abismo saltan. Los hurones en chaquetas de franela girando sobre hombros descosidos. La corrección del trampolín  para retroceder seis pasos. En un mundo de criaturas abocadas a piscinas de ginebra. Podría ser clara como esta parafina. Como este brebaje con rodaja cítrica. Pero no es preciso definir esta embriaguez. Me duele tanto el alma. Que los quesos rallados del supermercado están más enteros. Y las cenizas parecen moles. Subir y bajar  De aviones, de barcos, de escaleras mecánicas. Puede el corazón: compungido abatimiento, luchar contra la gravedad. O se rebota de un lado a otro. Como una lágrima que se ha secado. y no existe.

Oda a David Bowie

Descubrí lo efímero cuando David Bowie falleció. Pensaba incauta que la inmortalidad era un genio con una voz capaz de detener el movimiento de las hojas. Los ídolos deberían tener el beneficio de la eternidad. Sí, ser como las momias  de constantes vitales  a merced de los que adoramos el arte. Sospecha presunta cuando descubres la caducidad en los yogures y la huida al ciberespacio de Bowie con el falso pensamiento de que vive en un barrio de lofts en Londres.  El ojo bicolor  no distingue a un río de un torrente. Y su cigarrillo electrónico chispazo de tecla  está componiendo la última canción que jamás escucharemos.