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Panorama

Y esta niebla, dama madeja, haciendo acopio de las vistas, en un cuadro de bochorno. Que respira y traga, en su nube de gases, y tú, cometa con pies de puntillas, vas descubriendo la verdad, el pico del cuchillo, la hebilla que te retiene, ante el desconcierto. De ser devorada por esta bruma con anhídrido y azufre, en la competición de dañar lo que da vida, como cucarachas idas que la emprenden a palos contra sus testas de vinilo. El amor, el único aspirante a beber esta niebla de las narices, que tapa al sol, a las estrellas. Y obliga al mirador a ver al cielo en un saco de cables, computadora espesa, ciencia de la asfixia, poema ciego, tirita en el párpado. Niebla oscura que entra por las ventanas, la boca de la inocencia, la carretera, la voz, la temeridad de un manto que seca las lágrimas de los ojos y nos hace cómplices de la niebla del iluso. Contemplando lo que no se ve, en una tele de plasma y hemoglobina.

Cigarrillos sin rutina

Oigo el runrún de la mañana con el trotar de sus yeguas levantando la ciudad. Y la lavadora lleva ya un par de vueltas en su coreografía rusa. Bailarina mediática, de los que lavamos los trapos fuera del horario laboral. Trapos que serían globos en forma de nube. Guardianes del azul, de los secretos. Que sumergidos nadan más que vuelan, bucean entre la pena de saber que la ley natural en un chip parece un perro sin identificar. En una gasolinera. Viendo los coches pasar veloces vestidos de fiestas. Y sentir los giros. Y no levantar los pies del suelo. Para recordar que la poesía habita en el silencio, de las piedras. De la ropa muda sumergida. En los ojos. En la mano sobre el muerto La carta leída. El libro en posición fetal. La lavadora que saca reluciente el uniforme para la guerra del IPCC. Y notar al vientre. Y sacudir a los caballos de un motor que busca y sabe que en la soledad nadie te protege. Del vacío, de la arruga, de la humedad, de esta colada q...

Comer del plato ajeno

Puedes lanzar granadas y quedarte tan impertérrita. De perita. De perrita. Cómo el que suelta un can rabioso. En un corral de gallinas. Qué desde mi reino de rimas fáciles cuento tus llagas tu cuento tu gas a medias, velocímetro de oportunidad. De esas con cara de ángel con vídeos para la detonación. Qué bonita es la vida, le dijo un botijo a una boca. Si alimentada de besos y no accesos. Vive de puertas sin lanchas. Y una bufón se cansa de este juego. De eternos adolescentes. Detrás del burladero. Porque en foto resulta que el cadáver no se descompone. Qué me llamarán mal pensada. Supongo que también el incendio cuando cruje al árbol no ve llegar a la ceniza. Y una que del hartazgo hace mella. Interioriza la parsimonia de la peluquera barriendo cada una de las palabras pilosas. Y pretende ser sencilla igual que el pan duro dos días después en la famélica garganta. Y dejar los días que tocan y no tocan para los que tienen los toros en casa. Qué "t...

Daños colaterales

Espina del rosal que emana el hedor, con los pétalos y tus hojas para el manjar del lobo. Te dijeron no cruces el bosque. No oses a pisar la vereda. Los traficantes de la muerte rondan y hacen acopio fango de la luz. Que tu pupila ha erosionado. Te dijeron no vayas sola. No oses a pisar la vereda. Y te comieron el hígado las alimañas en un país de leyes desiguales, de condena fugaz con el signo de la noche. Te profanó la indiferencia. La peste de un siglo, capaz de combinar la tecnología con el vómito. Tus flores arrancadas de ciudad niña. Oliendo a muerte. Porque has cruzado la línea. Y te has hecho santa sin reliquia. Nacida para ser alimento del ogro. con tu matriz que se ha dormido de silencio. No cruces sola el bosque. La abuela ahora trabaja en un restaurante. El leñador habla de política y traga orina de caballo. Con la mujer muerta que ya no tiene calles para ser gloriosa. Tanto sacrificio de falta formativa. Y un bosque con las fauces abiertas. ...

Lauromaquia

Hay quien busca al amor como a un pájaro, distribuyendo por los muros fotos de periquitos. Y tú, con la extrañeza del incrédulo miras al cielo y analizas las coordenadas; cuestionando cómo puedes reencontrar a un pájaro. Dónde se ha extraviado exactamente el amor plumilla. Se pondrán los ilusos damnificados en las azoteas con el cebo de un gusano rojo gigante. O subirán a los aviones buscando en un nube. Hay quien investiga con una esperanza al límite. Con colocadas misivas de lo inalcanzable. Fe no les falta, a los buscadores del amor o del pájaro. Porque averiguar afuera lo que habita en uno dentro es la misión más difícil. Por muchas recompensas quererse a uno mismo no es tan asequible. Quedando el ilusionismo lingüístico de los antiguos fotógrafos en la postura: -Mire, al pajarito.

El miedo de las fisuras

El viento tacaño de hojas, la ha aprehendido contra los árboles, esta noche. A balazos, de boca. Con temeridad agita lo inmóvil. Y la farola centellea ante la impotencia. De ver la enfermedad en quien amamos. La voz meteorología metida en una sintonía de Transilvania. Quizás mañana nieve y los niños parirán muñecos sin bufandas. Las bolsas en secreta conspiración, la hojarasca que desea libre el ciclo término. De un invierno rebelde. Rebelde con los espacios, existentes en su mutismo en las ventanas. Qué ahora lastimosos se cuelan como comensales de una fiesta blanca. Tengo un sueño. Y la ráfaga inquietante seduce al insomnio de las calaveras. Porque de la destrucción nace la belleza. Del abrazo al matorral. Para que de nuestras heridas los nombres cuajen en topos y raíles. Después el mar sacará el émbolo de saber que el despertador es un amanecer falso. Y que lo evidente se convierte en peligro. Amar tiene quejas.

Apósito

La palabra se queda huérfana. Cuando la infranqueable luz se retira, cuál marea. Y las algas de debajo de mis brazos, silban. Haciendo acopio de las máquinas de afeitar. Qué van desertando al cubo de la basura. En una época que tenemos que sonreír por correspondencia. Y las plantas de PVC se riegan con la lluvia anoréxica de los recuerdos, que adelgazan. Control de plagas.Y otros paracaidistas.

Meta-fora

La afonía de nuestros grillos evidencia entre de peces, nuestras manos. La llama de la diana del ascensor en su navegación. En un despropósito de estrés, colas de camaleón y ojeras con gafas. Tal vez la tos inoportuna. El dividendo del alza en un tablero de caucho bajo el chorro. Nos convierte en marionetas de brazos cortos e hilos. En jugadores de rol apostando la moneda más rara. En niños sin teta. Despertador ogro. Robots bordes cortantes. Con la encrucijada de llegar y no retrasar. De morar más verde que rojo. De vivir a trozos, como puzzles caídos desde la azotea. En este mareo de horarios. De atascos. De sueño de mal parto. Necesito tu ojo cayendo sobre mi ombligo. La tibieza de las zapatillas del coraje de arrimarse a la paz, de sentarse con un poema. Y una tisana de sombras aguamarinas. Y pensar lo mucho que extraño tu tez, que cada una de tus púas revientan en flores. Y en el abrazo como dos botellas después del concierto. Besarnos. Viviendo. Y...

Súper Style

Existen viernes, en que una ciudad cabe en un supermercado. Con los poetas de mirada ausente que se pierden por sus callejones y voltean como hilos pegados a su aguja. Poetas, con abrigos de norte, que se topan de bruces y sonríen, a pesar de los palos de las marchas, y de que los suavizantes que huelen a romero son microcápsulas que estafan al corazón. No te parece, con nuestras toses distintas, con los cuerpos abducidos por chaquetas antipoemas. Voces ahogadas por los látigos que conversan del nudo que habita en el cuello del cisne. Qué el cansancio viste de Diciembre. Y un amigo rescatado de la sección del olvido llena el carro aunque las ruedas nos lleven a los productos de masas. Un sorbo de campaña. Entre poetas en fase de espera. Remedios de cena exprés y mi café deshidratado. Los poetas nómadas entre los ultraportátiles y la cajera del coletero macramé. Se saludan. Se bendicen. Y buscan la salud por los bolsillos. Y guardan el cambio para comprar un ...

El lenguaje de las polillas

Y después del silencio qué se orquesta qué mote, ciudad o recinto no se atreve a aplicar un signo, la voz del relinche de la tormenta de dos ríos que conjuran de vías con sus adverbios de reloj parados y en movimiento y sentir y caer y resbalar hacia tu coraza de cartón pluma. Y después del silencio. Qué retórica se encierra dentro de las manos estrechas. Huida de fuga tapando la boca al amor. Para que el incendio hable sin palabras.

Instrucciones de lavado

Mi madre, druida y con olor a mandarina. Que menciona más a los muertos que a los vivos. Está cansada. Supongo que el estigma de los emperadores, los espartanos, los vikingos, los celtas, guarecen en el áurea sagrada que portea. Es sincera conmigo, y ejercer de psicóloga con la persona que te ha dado la vida, se hace duro. Pues ha sido mi sino de primogénita. La educación sin cucharada de azúcar. Y escuchar su voz de narcótico y azahar que me produce miles de latigazos, coces parecidas a este ostracismo. Me raja por dentro en un asesinato llamado: La ley de la vida. A veces hablamos de mis infortunios, lo hago para que me replique y se entretenga. Luego, aparece la verdad, su fatiga crónica y para una mujer de orgullo y ralea, verse tan convertida en un tallo de estío, enjuto, limpio de pelo, roto y a punto de ser humus. Es mayor castigo, que el hecho que pueda desaparecer... Qué terror, cuándo me comenta que ya no quiere luchar, ella que ha derrocado imperios, ...

Blonda y encaje.

Eres mi isla. Mi único. Lo todo. El aire de Formentera. La sal en el labio. Astro. Gen. Silicona. Pimienta, costra y gelatina. Un lugar donde sonrío. Donde me asomo desnuda y tu me barres como el oleaje al malecón. Yo te quiero, es evidente. Y vivo metida en una bolsa de basura. Tal vez tu bonanza provenga del altruismo más absoluto. Pero, el mío, es la encarnizada lucha de una poeta hemofílica. Una drogadicta delante de la aguja. Cuando nos amamos en síntesis. Y una flor ha nacido en África. Y tu saliva, tu sémen. Van escribiendo torrentes de palabras. Somos especiales. Igual que las hamburguesas de nombres raros en restaurantes de comida rápida. Tengo un sueño dentro de esta guerra. Y es que tú y yo pudiéramos salir de la incógnita. Dar tanto, y hablar tan poco. Tu sonrisa vale más que mil minutos de cine. Tus ojos. Tu mariposa de la muerte. Me acuna entre sexo, perdición y duda. Y me recubro de ti. Y huelo a tu raza. Y desconozco la causa ...

Cartel

No existen yugos en el mercado, ni la fuerza suficiente para que los grifos... Rotos que van fluyendo la herida sientan esta tos como un mensaje Porque el dolor también necesita salir del armario y embadurnar sus manos del aire que filtra cable, en el cuello la promesa. de parecer un cuadro, mal colgado en un salón de ogros. Pedir más humo de tabaco. Si la inocencia existe en sus fraguas. Y coleccionar conchas de cala. Y abrir los envases después de su caducidad. Y comer antenas. Y saciar la maniobra de creer. De estar de pie como un borracho en la cola de un cine. Para mirar a la ciudad. Y afirmar que tus pies son dos pliegos de periódico. Mojados sin cama. Y llorar espuma. Para escribir otro verso neumococo. Y sentir el hilo que va a perder su botón.

Pienso en ti

He llorado porque una parte un desconche. Te ama. Porque esa parte llora tu peso. La lengua enroscada. Tu cabello asfalto. Tu ojos de máscara. Y a veces no entiende la causa, de que a estas alturas de la vida. Hagamos el amor como bestias que cobijan las puertas del infierno. Contigo y sin ti. De carne y en el pensamiento. Lloro. Porque te sigo queriendo. Con la pesadumbre de las grullas que no son amadas por el estanque. Basta una palabra de poeta. Para que mis manos caven la tierra lo suficiente, para que del foso lata tu hermosura. Tal vez seamos hermanos de traumas. Y el incesto sobrevuele nuestras cabezas. O qué simplemente sea una sardina de zoo de tus variedades. He llorado, qué idiota. No me amas esa es la respuesta. Y cada vez que hacemos trinos con la desnudez. Un alambre cose mi pobre corazón

La tierra apaga al fuego

Sé que parezco un ciprés a tu vera, un árbol espeso con la sombra tan larga como un domingo laboral. Y que mi ímpetu asusta, nubarrones y tracas, a cualquier caballo sordo. En la cocina asientas la mirada con la réplica de las sillas para con tu humildad nogal decirme que mi voluntad corona el destino. Sé que convivir ( con mis ocho tentáculos, los ojos de araña, el pasado de orquesta y el zumbido de mis estorninos) no es fácil. Para un hombre de raíz café y manos palmeras de nido, por arropar en su seno la vela rajada. Del barco que manejas y el peso del colibrí de la decisión mundana. Yo te admiro. Soy yo, la que te admira, y te venera. Porque sostienes mis sueños, y haces que el verde brote de mi esperanza. Me he convertido en un Centauro. En ti, y apropiada te cobijo. Árbol alto hasta el satélite 2467-Z. Pero no olvides Amor, de vaso, y hombro. Qué no hay árbol que resista sin la tierra, mina de pez. Tú, Amor, eres el espacio de una raíz que te pertenec...

La puerta prohibida

El fuego cazo dentro de ti, porque eres una esquirla de cometa. Toda, el despliegue de tu herejía, ardiendo eterna, con cada grito y sección de tu carne. A veces piensan que las poetas volamos unidireccionales Nosotras que freímos croquetas cómo cosquistamos mundos. Sabemos del dolor aguado de la helada y del repudio en menesteres escritos. Retorcemos el mocho. Sacudimos la alfombra. Cogemos el metro. Y hay hasta quien dona sangre. Tenemos perros, gatos y peces. Hijos  e histerectomías. Las poetas que llevamos la genética del cruce entre el no poder y saber Que algunas trabajan el triple y cobran una mísera parte. Poetas detrás de gafas Y abanicos. En deportivas o en tacones que superan las pretensiones de vivir del arte. Somos tan sencillas, Y durante giros de noria tan injustamente obviadas. Qué también (aunque les pese y sonrían al estrechar nuestras manos). Sabemos orinar de pie.

Las falsas expectativas de la vida familiar

A veces uno del camino se va voluntariamente. Demasiada zarza acordeón. Y socavones que lastiman las rótulas. Te quedas coja, como una pata sin pico. Y prosigues esa especie de calvario hacia fuentes sin agua y árboles de frutos invisibles. En realidad, estás rotando sobre el eje de tu cuerpo, la columna ver te mal, de aplastar el reloj, subir hacia abajo, y un saco extra de improperios y muñecos sin ojos. En el mareo peregrinas. Pero, tú sigues feliz y contenta. Porque quien ha nacido con la melancolía en el infierno de las computadoras. No distingue a la calabaza de la piedra. Hasta que un día revientas contra el suelo. E inmóvil eres un seco. Un lánguido. Un alambre. Y voluntariamente aparcas tu corazón en batería. Y sales de la trayectoria que tiene todas las calles tapiadas. Abandonar la carcasa, explorar la quietud. No creer más que lo malo nos beneficia. Descansar. De los que no se cansan de hacer daño.

Poema dedicado a Carcigoma.

He sacado de los ojos tu desprecio. Extracción espinosa. Colmillo de PVC arrancado, en la inutilidad del felpudo en una tienda en venta. De la tarjeta SIM y un móvil de otra compañía. Porque sólo el que ha sido gen del destierro, con el cuerpo bajo las embestidas del agua helada, ha notado las vértebras convertidas en piezas de mecanismos. Traducción del idioma de los gatos. El frío de la noche. Ese frío negro e hiriente. De hilos traviesos. Que hace que sea visionaria. Quisiera que después de contarte el viento de sacar la basura, dejarás para el careo tu primer plano y leyeras con voz de ánade tus necedades palmípedas. No quiero la ropa vieja de tu recuerdo. Y con dos gotas de colirio, he visto mejor tu huella. De los que caminan de lado y sólo se unen al interés. Dejemos. Seamos. Himnos.

Monolidades

Tener los brazos más largos que las piernas. Así se supone que el corazón de carne ostenta en la idiosincrasia amatoria. Hay que anudar al máximo con los extremos, y andar lo suficiente para no alejarnos de la hoguera. Un orangután es nuestro corazón, de ojos prominentes y mandíbula abierta a la lluvia, al festejo, como una canaleta que recoge en las estaciones ferroviarias. Los avisos del zoo, que implica el mazo del devenir de nuestra monacal manera de latir. Monólogo, monolito, mono y mano. Un primate colgado de su rama, hoja de parra, bola de árbol navideño. Colgajo, pendiente de la oreja. Tan fácil de ser rasgado, de pillarse con las puertas automáticas. De ahogar. De amar demasiado. Y correr escaso. Qué extraña esta anarquía de nacer con la medida descompensada de poder retener con la memoria café, besos y llagas. Y nunca poder llegar al último libro del estante. Porque eres menuda. Y en tus brazos de monita caben montañas.

Cheque

Tú, de la mano a la espalda, como un tren recorriendo las vértebras. Entregado al musgo, a la tragedia del tirano sin cátedra. Estás a mi vera, cacho de ángel, hombre elefante de corazón malva. Hombre del amparo. De la cruz en el ruego, y de la calma sin blíster. Cuando me cuidas igual que el rocío sobre el azulejo. Y coges mi pena y la vistes de encaje. Mi hombre ratón, que con sus ojos mora los agujeros de la tapia que sostiene mi casa. El hombre puerta. El hombre ventana. El romero en el lavabo. Riel de todas las causas pendientes. Porque el amor no es la mejor pose de Playboy, ni los asaltos al vagón trece. Ni el torso depilado. Ni la cena de conchas vacías. Es que estés cerca en mi desventura, y cures la herida con lengua de gasa. Es tenerte cerca con la anestesia nublando aún mi mente. Y hallar tus trozos para asir la incertidumbre. No necesito un héroe. Tú, de la mano a la espalda. Recorriendo mi fe, el aullido de la salvación. Eso es amor y lo demás...

Baja de la moto Ricky

No me hagas elegir del bosque a un pájaro. Ni blandir el corazón para causar herida. Si mi cuerpo cicatriza con la noche la noche a trizas con el alba. Agravio, los justos, cómo la verdad en estandartes colgados de farolas, de balcones dentudos, de los cobardes que se esconden detrás de la pasividad inmóvil de un letrero urbano a las afueras. Del bosque, un trino, la hoja más perfecta, la línea del árbol. El caer alado de las sombras. Tú, en tu despiece, has hecho zanjas al tablero. Y has huido con la sirena coja de un remolque con su circo. La rareza de la acción provoca risa. En el bosque relleno de pájaros en sus cálices verdes. El daño gratuito. El pavo o la oca. Pero, no olvides, que para reptar uno aprende a volar con la nariz pegada al suelo. No te equivoques, la elección de hace tiempo estaba echada. Sobre un matojo. De más de mil pájaros estrellas. Caer y reirse del golpe.

El pez fuera del agua

Has visto alguna vez como un pez muere por su boca con el vaivén de sus branquias y el ojo clavo sin mar. Así siente el sexo tu partida de hipocampo atravesando mi tálamo, la corteza, el seto coral, la esponja de sal y vinagre. El recuerdo de los valles verdes y la inutilidad de la vida. Jugada a tragos en una partida de póker. El pez nauseabundo de esta infelicidad poética con el alga de tu boca dando aire a esta melodía de reloj de cuerda. Cuerpo a cuerpo en la batalla, acariciando las rosas de tu tez, pensando que tal vez nuestro error es el silencio. Para hablar de entregas a domicilio. Y bebernos las palabras. De galgos sin dueño en eclipses de sofá. Este delicioso olor a brea. La fornicación más absoluta en el jardín. Del ánima reencarnación del pez que muere por su boca. Y yo ya más pasos no doy. Y muero por tu boca. Más pasos y menos "espezranas". En devorarnos. En suplicarnos. Enteros y a escamas. De la profundidad ahogada. Despert...

Taller de escritura

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El reto

Tengo un delantal bordado con cada vivencia, manchas de moca de estanques con tierra húmeda. Y la sangre de un BIC de instituto. Será que se cocina el oficio a fuego lento. Y las manos en el ajetreo con la harina fina de maíz, niños salados de juegos de playa. Sabotear el sentido y poner el sabor a cada palabra en su.punto o con descaro: pimienta, trufa, sardina, perejil o cordero. Pan duro mojado en leche Pan tostado y una lágrima aceituna. Mi delantal, que igual que una sábana sacra envuelve la ternura del fuego. De torres que con bombillas se convierten en faros con el mar fil-osófico siempre de material biodegradable. Porque hay que ensuciarse las manos. Y la quemadura. Y el agua. Y guardarlo como una reliquia obrera para la boca de los viernes.

Fatigalátiga

Tal vez hubiera bastado con un "no te vayas". Quitarme los zapatos después de una jornada de trabajo y estudio. Donde tú habías cazado moscas. No entiendes que es mucha montaña narrada con los pies descalzos. Y tú desde tu teleférico pareces ausente. Me voy a casa, mis fantasmas me hacen más compañía.

La protuberancia

Me gustan los picaportes, los pasamanos, las orejeras, las manoplas y los mondadientes. Pelapatatas. Embudo. Vid y de (la preposición). La extrañeza de la natura. Lo amorfo. La disparidad. Porque de sus moléculas han hecho el cosmos Un pedazo de carne con seso. Me gusta lo peculiar. Son extranjeros en cada poema. Ciudades no encontradas. La cifra indivisible. El asocial La armadura. Me gusta y no lo puedo remediar.

Revista Ámalon

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https://www.editorial3k.com/revistaamalon Contenta y agradecida con la labor del editor y director Rubén Verdugo Terminel por la edición digital de la revista, trimestral y gratuita, de poesía amorosa "Ámalon" donde me ha dado la oportunidad de ser un poquito conocida desde México con otros autores en otros países de habla hispana.

No es lo mismo que ser el centro de atención.

Oficio del poeta árbol que sostiene a los hijos de la locura, en su inmediatez. Al poeta mudo los ojos le sangran ante la impunidad del verbo no pronunciado. Y sólo hablara por dentro como un loco perdido entre sus órganos. Un poeta encerrado en una alcantarilla. Con las ratas por audiencia. De lengua cortada, de dedos nudos. Árbol poeta en el centro de la diana.

Furtiva degeneración

He cenado espinacas y dentro de mi archivo de rarezas rememoro la lectura de libros no aptos para niñas de diez años. En el pasillo de casa de mis abuelos recitaba la poesía mística con voz desgarrada y trágica, mientras la familia presente ladeaba la cabeza pensando que de París llegué con carromato y no en cigüeña. Charlatana sigo siendo ahora y en particularidades aéreas a veces en mi aprendizaje poliedro pienso que sólo conocemos las capitales de las grandes ciudades. ¿Y los pueblos? Con sus riadas inocentes que se pierden en la carretera del mapa de los célebres nombres. Así que no está de más visitar la poesía rural, del ayer, de la biblioteca, del mercado con ocas danzando lejos de las luces urbanas de los apremios y otros títulos que impiden ver la galaxia extraordinaria de un bar maloliente y un mozo, semilla de leves trazos, bebiendo el primer verso de la copa de tempranillo.

Apoteosis atmosférica

La meteorología es un iracundo cornudo. Se enoja con los árboles, fuerza a los paraguas e inunda de saliva las calles. Entonces viene la penitencia, el cerrar marcos y ventanas. El pedir disculpas por carta. Mirando al termómetro como acuna al mercurio, infiel por naturaleza. Que campa por el agua. Que nada por el fango. Aún no hemos inventado coches con alas. Y el bosque ese que la tala carcome, es el único capaz de ser escudo a tanta rabia. Qué no es lo mismo una casa de paja ni de madera resistiendo el soplido, lobezno del calentamiento engendrado. Un cielo cabreado y las personas como moscas. La promesa de no volver a caer en la tentación. Pero, lanzarás la colilla. Y este mundo que no es nuestro nos abandonará por adulterio. Tu plástico más valioso. Y tu CO2. Y tu basura. Y tu aceite en el fregadero.. Siempre repites que no volverán a engañar al cónyuge pero ni los satélites podrán medir la desesperación del afectado. Tal vez nos hay mayor engaño que...

Juego biliar

Al él, le la, oír la la la lluvia. Contra los cristales les. Con su cuerpo de mar y poso abrazado a un trozo de tela, un navegante ante la so so so soledad so so solo lo. La brea, el cloroformo. La la la lluvia. Y un cristal al ino. Sal picado do do do de mí de de miles. Gotas de lluvia. A él le gusta escuchar el zigzag de la lluvia. A mí, el de las palabras y hacer cer lluvia de las sí sílabas. Siempre, silencioso, siempre hombre. Le miro y construyo yo un lo co poe ma. Le amo y no necesito toc toc. Qué la la la lluvia lo diga. Él escucha. Cha cu es. Yo le le miro. Astronomía. Marino. Sombra que escribe. Llu, llu, lluvia.

Punto de sutura.

Da el embrión que reviste al poema la papeleta las papelinas de un oasis papal donde viramos sobre nosotros mismos fiebre apoteósica araña germen postizo de ser que alberga igual que una fuente de barrio. Para qué sirve escribir sin el amor al prójimo. Cemento Guerra química en la jerga de los electrocutados. La existencia de la amistad entre rima o arrima en la tisana del corazón en el libro que arde en el accidente automovilístico. En la sexualidad rítmica de la palabra con sus semejantes los adverbios, el adjetivo la necrosis. Recordar campaña a promoción que eres una empleada de hipermercado hipertensa, hipertextual hipérbole de la sencillez del que trabaja sin silla con el dolor en las piernas Recordar y escribir para la gente como una buena lluvia. Tú, amputada de tarifa plana. Malformación de la prosa. Araña. Y hallar la palabra más chula entre los que levantamos los pesos invisibles igual que el olor del puerto pesquero y la fresa macha...

Instante

No parece extraño este otoño que con su montura sega los trigales. Tórridas estampas de cielos vestidos de cofrades y el libro, con los ojos arrancados, de mostaza. Edificios de seísmo en plantas. Arroz pasado de cocción y la lucha de la llama de un termo de fabricación vietnamita. Detenerme y preguntar por la crueldad matemática de la otoñal forma de arrancar las hojas, al transeúnte de esta cronología. La tristeza castaña, de la luz apagada desde la ventana. El piloto de la nevera. El faro de la costa. El foco de la cocina. El alumbrado de la ciudad. Una pantalla con Windows. El tren, la ventanilla de la aeronave. La lágrima en ojo. La última luz.

La balsa de las medusas.

Debo escribir más poemas de amor, sacar hoja de la palabra, raíz, florecimiento. Y dejar que su fruta se convierta en desayuno. Escribir más poemas del beso y de la confabulación de la hormona. De la oreja pegada al piso de tu tórax. De tu olor a hierba de campo. Un poema de amor, al mar, a la carne unida por el apellido. De la gente que trabaja y acoge al rebaño con la actualización de su libreta. Un verso, pequeño y valeroso, de la caída de mi fortaleza... y lloro con vistas al váter y oigo el paso calibre de tu sombra. La sombra que abraza y ama, y da cobijo. Un guisante en la vaina. Una monda sobre la pulpa. Un hombre y una mujer O qué más da su litografía. Tú, sosteniendo la pared para que no me derrumbe. Y susurrar "Tengo miedo" y dejar la noche con su tintura. Y pensar que desde este colchón balsa, mañana divisaremos tierra.

Reseña

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https://www.slideshare.net/anabelma751/corredor-mediterraneo   Agradecida por la publicación de una reseña de la poeta y escritora Isabel Rezmo en un medio literario en Argentina.

Negativa pesimista

Harta de las cimas en los vertederos. Los cúmulos. La tiritona. Harta de las listas. De los listos. Harta de la autopsia poética. De la no tolerancia del mestizaje. De los enlaces con spam. De la espuma carente de mar. Harta de los cacahuetes sin boca. Del estrés, el pos traumático. El laboral y el hartazgo del menstrual inventado por un inquisidor. Harta de la poesía sin el pueblo, endogamia de transmisión sexual sentada en cátedra. Harta de la definición. Del genocidio. De que no sepamos ni dondequiera está Ávila. Dónde está Ávila. De las ciudades trampa, los amigos trampa, las trampillas y el tráfico de órganos. Harta de tener que demostrar. Del canibalismo rítmico. Harta de las glándulas sin saliva. De los supermercados de libros. De no entender mi idioma. Harta del verbo con capacidad de oportuno. Harta, coño y con mucha honra, de mi propio yo. Ego hartos veneratatus.

Positiva optimista

Al final, siempre, te quedas con el buen pan. El abrazo sin ahogo. La luz del camarero cuando disimula el exceso de horas. El paseo por el infierno de una ciudad extraviada y los transeúntes que te indican el regreso a la estación. Te quedas con el respeto de los pájaros, la mañana de la gente que saben que vivir de la poesía es una utopía. Con el ascensor de viaje compartido. La espera en el baño. La patata del plato ajeno. Las voces, la verdad. Una niña leyendo un libro. Los hostales para gente trabajadora. Que abren sus puertas a los que no están empadronados a la vida. Te quedas con el buen pan de la honradez. De la botella de agua a medias. Con la poesía humana. Un pan tan escaso. Que una miga es un mundo. Y maldices la jerarquía. Y piensas en la sanidad que cuida a la enfermedad. A tu madre con su post operatorio. A la gente que me mira desde el autobús. Con los libros igual que panes del pensamiento lorquino. Con la bondad. Y aún piensas que el ...

Diván di todo

He perdido la cuenta de las noches que no duermo. Del miedo a la anestesia. De la fobia mascando mi cerebro. He perdido la espera, la espada, de todos mis combates. Y en este retroceso de marea es imposible no dejar al descubierto el sonido de las ratas. Si hubiera sido sincera... Pero, las alimañas nadan sobre la superficie líquida. "Te extraño tanto" Qué supuso un doble golpe el contemplar la belleza de tu cuerpo haciendo costa a mi soledad de poeta. Empecé a convertirme en serrín. En vaciar la cuneta de flores. Presiento tu soledad a voces a través del Mediterráneo. La oigo. Y la hermano a la mía. "Sálvame de este desconcierto. De mi corazón metido en un guante". Estoy a un lado de nada. Con todo el hervido. Necesito verte cuanto antes. Y acariciar tu lengua terciopelo. Y ser una x. O una w. Qué nadie apenas usa. Y usa te fuiste. Y morimos de tristeza en la colmena.

Sombrillas

No olvide que andar a oscuras, o por la obscuridad, nos ofrece la desventaja de tropezar con el mobiliario de la vivienda. Y a continuación luxaciones, cardenales y sobre todo el impedimento de observar la claridad de la vía. Deje lo negro a un lado y hágase por adquirir una lámpara de Ikea. Qué ilumine angustias, torceduras del pasado, y algún céntimo en el alquitrán. Se lo aconseja una luciérnaga que se extingue por exceso de luz. Tal vez era usted la sombra que necesitaba. Y no se esconda. Salga y cómase el sol.

Ánima-les

De cada piel un puente. Y de la culebra un hálito en Missouri de dibujos trenzados sobre la espalda besada que volátil cruza a vaivenes la cantina. Los forajidos toman las riendas de la situación, con la tristeza de los expulsados de los certámenes. Solitarios que con la edad pierden a balazos, la poesía. El morbo. Recuerda amigo indio en esta tierra de conflictos, de clubes y cárcel sin sheriff. Que la tristeza es el último niño que sale del colegio. Y nosotros nos hemos hecho viejos en el patio de una ciudad sin ley.

Objeto cortante

El poema, o semilla, cortés puede crecer alto, tan alto, que de su sombra mata. Semilla del filo-alfabeto de palabras cortantes. El poema que dio de fruto un cuchillo, y que entre las manos resulta un peligro inminente. Jugando con él, la herida, porque piensas que eres intocable semilla o poema. Un cuchillo de oficio lector. La lengua, hermana mortificación, de la verdad y del desprotegido. El poema de la naturaleza que está en la medida de la mujer creciente. Aunque unos escriban con navajas sobre la piel de las flores. Y unos sean los árboles que sostendrán la cuerda del ahorcado. Pensando en la moda pasajera de quién exige usar un arma blanca para cortar las cuerdas y no herir. Y no herir. A las que lavamos la ropa con la fragilidad de los ojos.

Migas de granito

Cuál es la herramienta para comunicar. Ser rucho. Ser villeta. Ser piente. Para trinchar al sustantivo. Y que no se pierda el significado al anochecer. Sus trato. Sus piro. Sus tento. Simplemente leer y prensar. El escupir sílabas como cáscaras usadas S l h x l i h p  w l o h p c m para que no se pierdan por el camino de regreso a casa. El significado no hace al poema. El poema lo hace la gente. Que acompaña a las letras de camino al hogar.

Pesadumbre volatilidad

En la azotea con el barreño a rebosar de ropa para tender. Y sin previo aviso  cruzó la              mirada                un pájaro. Fue una gota. Un timbre. Un toque, una tecla. Un chispazo de tiempo. Pasó tan rápido que percibí que ese vuelo era un aviso. Mientras giraba la cabeza él llegó antes que yo en la soledad de los áticos. Fue ávido, veloz, en línea recta. Y yo apenas podía sostener las pinzas y las prendas que plomos arruinaban las alas. En ese segundo se detuvo el aliento. Y entorné la vista. Un puñado de vuelo de pájaro y decenas de actos consagrados a la vida. Vuela paloma. A mí me pesa demasiado la colada. Y las manos. Y el pensamiento.

#Niunamás

Cayó un pájaro negro y el tiempo se adueñó de un color piedra culpable. En los arrozales que alimentan a los idos, con las víctimas que deben enseñar sus vergüenzas a la tribuna. Por eso he inventado un país donde la condena es perpetua y el ángel que desea salir de paraíso es libre. Para coger su maleta y a sus hijos. Para tomar un puñado de tierra y la cucharada de sal. Señoría y su feudo. Porque los gatos y las personas No tienen siete vidas. Sólo una. Una y no siete.

La Inquilina

"Subí las escaleras y al girar la nuca observé el granulado que vestía las paredes" Los descansillos, las puertas, la mirilla cíclope o el interruptor son la naturaleza que acompaña al peregrinaje de los que moran sin ascensor en un edificio existencial. Las víctimas que sacuden con fuerza la temporalidad que golpea con su corazón los timbres o los buzones de rasguños, y pulsan los porteros esperando una palabra. Cuando una persona es sometida y tiene miedo. Vive en una finca donde no habita ningún inquilino. O es que los vecinos prefieren callar. Hacerse los muertos. Y que un reguero de sangre no ensucie sus televisores.

Uli

Y Joyce se ha marchado dejando a su musa en la barra libre. De un club de stripper en la carretera de Arizona. Y se ha dejado los grifos abiertos, las luces, las puertas de un particular Titanic. Joyce escribe de puta madre. Tiene tinta para un par de sepias Y es capaz de adoptar las posturas mas inverosímiles. Es un zorro hembra. Un principito que creció hasta la talla XL. Y como siempre desapareció del escenario sin remite. Podría decir que no añoro a Joyce. Que vivo mi vida de gusano enredado en la telaraña. Pero, él es inmenso, y se nota a faltar siempre el pedrusco que compensa la diferencia horaria. Le quiero y él lo sabe. He aprendido a amar dejando el espacio correcto de un par de continentes. Es mi mejor amigo aunque a veces no nos saludemos en público. La vida ha sido un poco venenosa con nuestros corazones mustios. Aprovecha el sol. El helado. Las botellas minúsculas de los geles de hotel. La noche cabría. Haz del rocío la estación ori...

Neón y luces

He vestido de lunares el trigal de tu tez para llenar de pájaros el vacío. Y he inventado en un coche diésel con mis ojos, los paisajes manchegos de tragos ocres en una radio, para ajardinar de trébol la tapicería y la gitana luna que bebo de tu boca. Qué el río trae el mercurio en sus sauces. Qué de la mina los gatos rugen a las poleas. Qué la mujer poeta lleva carga y dispara. Qué el campo seco, santo y neto. El amor en el retrete de una gasolinera. Y la hoz en la mazorca que ilumina la ciudad de mis piernas.

Aroy

El relámpago ha partido en dos el árbol que habita enraizado en mi útero. Que trepa salvaje por mis vértebras. En la hora del grito. De la estampida de las oraciones. De la incisión a la púa. De su tronco en que ha salido la mujer de los marchitos pies. Madre, me cuesta subir la montaña. Y que la pendiente sea una "A" mayúscula. Usted, me dice que aguante. Pero el rayo ha quebrado el bosque. Pedir sed si la garganta agua. Sentar el árbol y mostrar que el alimento hecho de cera no colma. Sí, ya sé que debíamos guardar la compostura. Sonreír al martillo que clavaba sus hierros a la madera. Nunca decir cansancio. Y subir la montaña. Pero quizás en el suelo de la lluvia no se noten las lágrimas. Un rayo, anoche, cayó enfrente de mis ojos. Me quedé un rato sentada mirando la fragilidad humana. La meta es no saber ni a dónde ir, ni qué hacer. El árbol ha caído.

El rancho

Te imaginas un poema a pecho descubierto. Qué género ostentaría? Sería macho, y sin pudor al cielo, bailarín? O mujer, con la venda fría para ocultar sus senos de soldado. Sí, si fuese lo segundo antes que lo primero, si el posterior antepone a lo otro. No será la voz leída igual detrás de las veladuras. Un gemido dentro de la gasa. Cuando en realidad el poema no tiene sexo, ni padre ni madre. Es el fruto, la inundación, el mortuorio, la peca, la infancia, el exilio, la tos y el tullido. La verdad de un ser sin miembros. Nacido del amor para las personas que cruzan los caminos de las autopistas. Poemas neutros. En una clase de chiquillos de cinco años, que con diferentes alturas y volúmenes marcan el orden sociológico. Todos en fila india colocados por la inicial del apellido sin la distinción de los sexos. Hasta que un capullo y no del rosal, dijo: -Poned al poema a pecho descubierto. Y empezó la revolución.

Canta al oído aquella canción portuguesa

Tenías que tomar un avión hacia Oporto, pero el cansancio ha mermado tus ansias de quemar el mundo. Estás como una figura de Lladró sosteniendo una regadera con el esmalte barnizado de reposar el alma que a cachos pulula por el riego sanguíneo. Oporto, debe ser una ciudad  fluvial llena de recovecos con amantes embriagados por el vino. Pero, estoy inmóvil, viendo los acontecimientos. Y si volar ya no te levanta de la silla. Pobre diablo eres con la necesidad de dormir.

Lluvia ácida.

Intolerancia de tela al agua-azufre que arrastra la suciedad de las bocas de las fábricas. Y que limpia la cara de los niños, de patios rusos. Con el amonio de las nubes germinadas. El entorno que ladea. Los lobos que padecen alopecia. Y los niños que sacan la lengua a una lluvia que entinta la piel de soles enfermos. He lavado la ropa. Pero el pecado permanece ocre. En fundas de móviles. De besugos pintados en platos de feria. Tan difícil es pedir amor para el mudo como arrojar el mismo a las ocas. Excedente de amor. Parquedad de besos. Anzuelos en el corazón de los vivos. Lluvia amarilla. Y el demonio que se transformó en bolsas de plástico. Unas manos secas por falta de crema hidratante. Y una espalda vacía de vértebras por el abrazo nulo. Llover no siempre calma al río.

Metadona

No sé la fórmula de remendar los pedazos. Quizás, un poco de lágrima de pegamento. Rellenar los huecos de papel. El recuerdo de cal igual que un maestro japonés en una tarea milenaria, aprendida en un tutorial de YouTube. La falsedad de las apariencias. El veneno de la palabra mojada en leche. El amar al monstruo de la noche y que se convierta en tu guía. Los cangrejos alimentándose de tus branquias. El celo, la cola, la masa para juntar lo que jamás familiarmente estuvo unido.

Vicisitudes

Las cosas que no tienen nombre deberían existir en el apartado de los objetos perdidos. Los tumores, la bilis, el oxígeno revelado de la imagen donde la vida no respira. Este callo que afecta a la rotonda que lleva esquivando mucho tiempo los golpes. El tórax que luce su espolón. El olvido que te lima en los acuíferos al no reconocer a la madre en su cuerpo. Ni sentir el alivio obsceno de las sanguijuelas. Lucir un título, burdo y necio, sentada en un instante de madera de chapa. Dónde si nadie reclama su propiedad. Mirarás (como el objeto perdido sin nombre que eres) al poema de puntillas. Y pensarás al sonar el timbre que un dueño con su escritura vendrá a salvarte. Vivir en la oficina. Y no saber el precio de tu casa.

Amor a la vida

Qué extraño ser anida en este itinerario que como una luz de pulsión dicta cada verso. Si en este sofá no llega la marea, y los murciélagos ladran a los mosquitos en el parking del supermercado. Mientras los ambulantes lanzamos el abecedario en gestos acróbatas. A            R  a             d      M  O          lA  VI                                          A. Para el poeta que cuece el arroz del mar con sus hijos. Al poeta que duerme anaconda. Al "barredor" de calle hospitalaria. Conductora de furgonetas. Mujer de las veinticinco horas de la casa. Amor a la vida. Mujer acróbata. Tigre de Blake. Poder hablar en la lengua poética sin ser la muda ciénaga de los siglos. El poder de la escritura. De la mujer al mundo.

Nueva reseña y apoyo incondicional de Nina Peña

https://ninapenya.wordpress.com/2018/09/13/acercamiento-a-la-poesia-de-lluisa-llado/

Reseña del libro El arca de Wislawa. Y próximo recital.

https://www.ubeda28.es/2018/09/11/el-arca-de-wislawa-lluisa-llado-el-poder-del-simbolo/

Próximo recital

https://www.ociojaen.es/el-arca-de-wislawa-lluisa-llado-el-poder-del-simbolo/

Estepa o Estepona

Me dejó con un revólver cargado de munición desechable. Palabras insulsas, punzones que disparados bordaban en las paredes las frases que los cobardes van fabricando. Con un ir y venir, de teleférico. Y un vestido azul reflejado en la puerta de un hotel de provincia. Luego llegaron los vuelos, la amnesia. Y los pájaros que procreaban cada primavera. Y nos hicimos más viejos y sabios. Y olvidé donde había guardado el revólver, el recuerdo de  los vasos vacíos en la barra de un hotel de provincia, la educación y el protocolo para no mandar a Siberia todo aquello que nos aniquila. Matar lo muerto. Qué complicado menester.

El sensor de las moscas

No hay manjar sin mosca ni mosca pertinente. El que descarguen sobre tus paletas: Una ráfaga de fracasos con el hedor del whisky, las novias paralíticas que perdieron el paso en los altares. La piel escamosa. Los billetes con huellas de almizcle. Los rebuznos en bares bajo la calidez de los focos, igual que una mosca escalando la bombilla. No soy un barreño. Ni tampoco la diana ni el dardo. Sólo un ser de helechos y alambre dibujado en la mente. Un abrazo. Un beso temprano de uva. La mosca que vuela dentro de tu cabeza. La mosca aleatoria de mi corazón. Una mano en el hombro. Un café hecho con la medida de la paz. Un bosque con cabaña. El pañuelo blanco de mi sonrisa. La mosca que nos jode y no te das cuenta.

Hartazgo

Has observado la llama como consume el papel, mientras lees poemas de Pizarnik. El fuego invisible que acicala la hoguera con tu carne dentro. Cuando te queman con láser, porque huele tu piel a pollo quemado. Y te acuerdas de los poemas de los que fueron expulsados de los cielos. Por eso Alejandra mitiga a los demonios de septiembre. Ella a través de la pupila sabe expresar mi dolor con sus poemas. Tal vez por eso fue en este mes cuando viajó y me dejó una maleta de versos y un guante de pie. Espejos, y alas. Jaulas con anestesia local. Y un agujero. Del infierno okupa.

Océano zoo dreams

Y si te dijera que estoy muriendo de pena que vivir (o malvivir) con la sombra paterna me está lapidando. Sin el sexo que lidie las piernas. Y la maceración cardiaca dentro de una cubeta de hielo. Que pienso todopoderosa tu presencia. Y que lloraría hasta el último clavo la podredumbre que mi piel supura por la selva mortífera que se adueña cada noche de mi sueño. Qué aún te amo. Pero el orgullo o la necia dignidad no perdona esa particular manera que usas al mundo a tu imagen y semejanza, a tu criterio de salvación. Poner los pies descalzos en un barreño e ilusa juguetear con el pez de tu corazón. Eres un escualo. Y las sirenas no pueden amar a los tiburones. Cómo te clamo en silencio. Que fatiga la de este yelmo acuático. Y que bien sé fingir el desdén, la indiferencia. Y que mal se subsiste sin agua, varada en la arena de un tipo que es un Times New Rome. Te amo. Pero también sé que tú no.

El insomnio de la soñadora

Esta sucesión de noches, de bajar a la mina. De dormir y no dormir en la asfixia. Con el hollín cruel que te ensucia las manos. Entre la sábana y la armadura del hueso y el viaje. De oscuridad cucaracha metida en la retina. Y los roedores mordiendo el tuétano de la fe. Todo tranquilo y abatido. Como el susurro después del abandono. El tiro dentro de la carcasa. La suerte de la guerra vecina. Y un habitáculo hilado en este vacío. Lleno de líquido poético. Alcayata. Silabeador. El insomnio del proletariado de la ensoñación.

Angustia no es un.nombre de chica

No puedo evitar la decadencia del mundo en el balanceo de la doblez del cuerpo como la bailarina que vive en una nube. No puedo, con esta informal oscilación. De poesía a poesía. En el émbolo de letras que amalgamadas impiden el aire. Con el movimiento paralítico del trapecio que se queda como un descosido de cal en el muro. Si escribir suponiese caminar. Si el reflejo de ello fuese avanzar. Y en el avance con las palabras remar para salir del río. Quieta, suspendida en la incertidumbre. Caminatas del escribiente. Para andar con los ojos de piedra. Y darse cuenta que la tecnología nos ciega. Que no se puede amar por decreto. Y que los columpios del parque vuelven a estar solos. Lluïsa Lladó.

Excursión

Imagen
Sed-tiempo lleva un catálogo de moda de regreso a las escuelas. De café y leche con aditivos que no conocen ni los pastos de vaca. Por eso busco el preludio en el otoño parturiento, abierto de piernas, del bosque. En el algarrobo con sus lágrimas negras del trato de los matorrales con frutos tintos y la granada picoteada por los pájaros. En el descansillo del Río Millars cuento las hojas de estrellas verdes que en su caída repentina por esa ráfaga de verano que dimite. Licitan el deseo concedido: La salud de la raíz para combatir esta fatiga de oruga dentro de mis piernas de árbol.

Bicho

Lo que nunca sucedió es un insecto metido en una urna con conservante. Y hay quien osa apurar dicho animal asfixiando el limón hasta la última gota de su cerebro. Vivir de puertas hacia afuera construyendo castillos para los náufragos. Y en el nido tus auroras adolecen en rampas que tu espalda forma echando carbón a un sueño: Robo del beso al actor de la película. Por qué no sueltas el hilo de la cometa. Y dejas de mirar tras la pared. Que los primeros amores son como una chaqueta de niña de ocho años. Ya no te cabe. Y cerrar puertas ayuda a quién sigue escuchando las voces del arrendatario. Para que pueda volar aunque le duela la caída.

Descebrareda.

Siempre tuviste el alma de cebra, difícil de domesticar, con la tinta suficiente en tu piel para escribir en los espacios calvos. Y tu corazón galopante con las extremidades fuertes como aguaceros atadas al árbol equivocado. Tú que sólo tienes pavor a la mancha negra de la oscuridad. Al desdén propio de tu sangre. Que en la noria dispensa la vocal cerrada de una ola que te abraza y ahoga. Tal vez la salud te come y la pendiente se sujeta al fruto de tu oreja. Escucha al viento. A los camiones de la basura por la vereda. A la tirantez noctámbula. A la nube callada. A tus ganas de seguir luchando aunque tengas que sujetar el cuerpo dormido.

La disolución

Y si existiera una solución a todos los problemas. Agazapada mirando de reojo. Los desagües trompetas y la lentitud de las palomas con el código de seguridad para abrir la cripta. Caja registradora de momentos tránsfugas del día que amamos y perece. De la música transistor en nuestra azotea. Poner un poco de yodo. Aplicar la gasa resuelta. Y soplar según los remedios. Una solución a partes iguales diluida en un vaso para besarle el rostro tan suave como el trasero de una mula. Que de lado observa. La verdad coja que nos patea.

Roma arde bajo los focos

Tiemblas al acecho de lo innombrable y ciernes sobre tu pelo la delgada corona de la victoria. Dócil el laurel que bajo el peso de un montacargas "riegaluvión" las preguntas y las respuestas. Un poco de paz y dos hielos. El sumidero de las lamentaciones exhortando todo lo que somos: Cáliz borracho. De vello púbico. De costra claustrofóbica. Morir de amor fue la razón. De moteada sal dentro de un vaso de vino. Resucitar. Y morir cada instante en que la voz peregrina se instala. Igual que un neón donde guardamos los extranjeros los hilos para pescar las penas. Y no ser nada dentro del musgo. Y saber que empezaste a morir el día del abandono. Y llorar. Un velo a base de gárgaras. Con el olor del vodka, crecen las flores. Con olor y un poema caníbal alimentado de palabras. Tengo miedo.

Vostalgia

Necia soy por pensar. Que las cuerdas vocales de mi boca no echarían cabos para tu regreso. La añoranza que se rasca el cogote mirando la puerta por la que no regresa nadie. Del caldo de tu cuerpo. Y la espesura barba que como una arboleda esconde la voz soporífera de tu ausencia. Y el ánimo a que los nudos se aprieten. Para cerciorarse de la fórmula atómica de que la naturaleza nos unió por algo. Que yo no preciso de casorios ni morar el mismo techo. Compartir un libro puede ser nuestra verdadera declaración de amor. Envuelve cuanto antes que te extraño con cada una de tus púas.

Relativos

Quejica el clavo que sostiene a la madera de la cual cuatro patas ejercen el rol de columna, sobre ellas: un poeta desastroso lucidez con la moratoria de su cabeza. Si hablamos del amor somos como la imitación del Nescafé. Si hablamos de guerrilla parecemos portavoces de canales de pago. Y más que hablar escribimos cada uno en un pie de lámparas de nuestra sombra al techo. Y encima un sofá y dos muebles reiterados hasta la azotea. Y un par de nubes y un sol. Saliendo recto de la atmósfera hasta la galaxia.

Poema bonito para Anne

Entiendo a la mujer al abrigo materno con un vaso a los abismos. Se fue. Pero aprendimos del Sexton mandamiento. De lo que siempre intentan limpiar con gasas. La fuente roja que nos une a los animales. Y nos hace más fuertes. Y nos hace más bellas. Y nos hace más personas. Con nuestras amputaciones. La prohibida palabra.

Sucia

Los poetas deberían tener finales poéticos. Después de arar el diccionario durante la clonación. De los significados. Moscas sin miel de una artillería de huesos las emociones mineras de recorrer el bosque. Salvar al renacuajo. Indultar al árbol del fuego.

Salvoconducto

No concibo la vida de otra forma que no sea mediante la voz renal de mi cerebro. Llora a partes iguales. El azúcar y la sal de un buen guiso.

Mácula

Qué valor tienen las mujeres. Qué huerto es el que tiene el árbol para el ahorcado. En Argentina la mujer debe parir bajo la condición de las bestias. Tal vez no fue tan buena idea papal mezclar el fútbol con la botella en una madrugada que quizás se ha abierto una brecha mayor a la desigualdad de los que tienen divisas o se desangran en un cuarto de baño. El problema de la mujer es secundario. El dinero es la absolución. Recuerdo mi cuerpo tullido, manzana trinchada de eco, con compresas gordas entre mis piernas. Estaba sentada en una silla de playa. En un habitáculo tapado con una cortina de ducha. No sé cómo pude sobrevivir a esa guerra.

Un azul luza nu.

Tú qué sabes de mi dolor, de la jurisprudencia que regula al latido. A mi angustia sanguínea intentando devorarme sin anestesia. A la risa entraña cuando estoy nerviosa que me da por carc-ajada en vez de obituario. Tú qué sabes de luchar no contra el mundo sino con uno mismo. Guarecer a la fiera. Ser un cuadrado nacido en la familia de los círculos. Una letra en el bloc de matemáticas. Un aullido en la boca de un gato. De estas ganas de mandarlo todo a la mierda. Todo. Y dejar de buscar un asiento a mi mal culo. Buscar hueco en la foto. Aceptar que tú eres una luciérnaga de vacaciones. La risa es lo que me queda. En este cementerio de hostilidad.

Temporada de fruta

Cuando el aire revuelto se bebe el verano y tintinean las hojas, el pájaro calla atónito a la meteorología. Los grillos tragan sus lenguas en sótanos estrellados de insectos. Y la humanidad se encierra al alivio del espejismo de la borrasca que etílica se equivoca de hemisferio. Parece que esta noche el sueño será gentil con los pobres del puente. El mar revela fotogramas. Y ladra un medio perro desde una terraza de mármol y palmeras de plástico. Es inherente. La calma que hipócrita ha traído la lluvia tacaña de dar vida a los rosales. Como si alguien no llorara una herida. Como si la herida no fuese alguien.

Postura.

Te quedas pequeña abriendo con pausa las puertas de los armarios. Miras a la pereza de la ropa, las perchas deformes, el silencio oscilante de la entramada luz que viene de espaldas. Y el color vira gris, vira andracita. De cara a las elecciones difíciles. El río siempre sabe su camino, pulga sin boca, dentro de la depredación.

La imperiosa e incorregible necesidad de escribir.

El portavoz de la palabra. Prensa de sótano que bucea hacia el foco igual que un cefalópodo de carne y hueso. Aunque los poetas, en época de cría, ostentamos jibia. Ni siquiera en época vacacional hibernamos. Mudanza de tez escribientes de sombrillas playeras en la pausa lectora de dos tomos. Porque somos chulos tan que los libros nos parecen livianos. Y los cogemos a pares. Hasta en el ambulatorio, pendientes de la cura de una medusa adherida a la tibia contamos sílabas; y el pareado picante brota de nuestro sufrimiento edema. Y es que el poeta no para de caer. No descansa. Es imposible la pasividad en el estío. Como un pájaro carpintero encima de una cómoda. Pica, pica, pica para gusto de los colores recitando bajo los olivos a cuarenta con la fe de los que odian a la poesía y por eso la premian. Con mi jibia a cuestas y todos los libros que me quedan por leer.

Bula papel

Pido disculpas por mi modo de desalmar las cosas. Por la mirada perdida en un bazar de Arizona con la puerta del frigorífico abierta a una dimensión ignorante. Y tu voz réplica zarandeando al espacio-tiempo con la garra huraña y mi cuerpo entre la cocina con vistas al vecindario y unas parrillas que blancas despiden la frialdad de un electrodo. Disculpas por mi alarmante, la colocación inoportuna. El abrazo no resuelto de la niñez. Y toda la artillería que los idos hacemos acopio. Barrer el trauma hasta acumular un monte. Por la habitabilidad de mis fobias. Y el goce cangrejo de ir de un lugar a otro. Pero, pienso, con aguja y vinagre. Qué el amor de las piedras más negras. Es el más preciado. Porque amar también se aprende. Y en la vacante tuve que leer de los libros. Así que te entrego este carbón. Qué contiene la honestidad más pura. Mi diamante creció del desgaste. Y en mis dedos existen cortes extranjeros igual que una puerta reabierta entre...

Una silla

Si hay una silla para dividir, y una calla jazmín por las cloacas. De ver tras el cristal la resignación que te mira, cuando en realidad tú quieres romper las señales del tráfico. Qué el semáforo se quiebre. Y poder ir de donde te repudiaron por la ley de los ángeles del limo. Abrazar y no beber de este brebaje. Y mover las agujas del reloj. Para arribar a la hora en que el volcán hizo de su lava un muro. Tener el zafiro de una piedra de una horda que presume de verdad. Y sólo hurgo en el silencio. Para comprender lo que está en otro idioma. Y tirar la silla por la ventana. Del recorrido del páncreas y mi pesadumbre.

Palomitos

Mi casa tiene muchas habitaciones. Y en una de ellas guarece tu madre derrotada. Hace ya mucho tiempo que no existe. Es un compendio de fármacos y locura. Y me quedo sola en la carretera. En ese maldito sueño en que me abandonas. Hace tiempo que la corrosión es saliva de tu lengua. Y estos brazos adolecen de remar contra las palmeras. Yo, ya no puedo sostener lo que odia a la vida. Mi casa tiene muchas habitaciones. Y en ninguna hallaré la paz.

Fuerza radical

Llegas con las flores frescas de tu pecho en la posible cavidad que tu presencia disponga. Con las extremidades de tus hojas y la espalda a un tallo de la rendición. Te marchitas, cabizbaja. Dentro del agua de tus pies en remojo. Óxido de cuerpo. Que vas encogiendo en el trastero que sobrelleva tu pena en la sequía, del te vas de palabras. Porque regresarás como la flor nueva del árbol. Aunque los pájaros. Aunque los pájaros. Te picoteen sin piedad.

Paralelamente

Te cruzas con la chica de las gafas azules en la salida de su turno de trabajo. En una filial de Dublín ella dobla camisetas en la madrugada. Por eso su piel mortecina duerme a recaudo del sol y de la sal. Su gafas azules lo gritan al salir de la celda virtual de los que de noche doblan toda clase de textiles. Poemas, lenguas, ropa, carnes y corbatas. Y el frío de la galería es tan extensivo que una chaqueta de punto abriga en pleno fulgor de verano su cuerpo de obrera hormiga. Dobladora de tela. Abanicos para la manufactura. Filas de ropa. Como un araña tejedora sin sangre.

Desde la marea a los ojos

Cuentas de reojo al tiempo y arqueas esa ceja discordante. Te empapas de mar sin tocarlo y aborreces las gaviotas que vuelan hacia el verdadero. Esa masa de latidos de paseo nocturno sin Chopin. Y el ángel que cada uno ha elegido que se posa, rasurado de alas, a través de la lectura: Wislawa Symborska. La invoco mirando al mar. Con el derecho rebelde de etiquetar a dios con el nombre más convincente a mis pecados. Con el libro que rebela sus páginas con el viento. Traga-olas de amianto. La paz salina. Y el credo poético que me expulsó. De la gente que mira al sol sin gafas.

Aislamiento

He estado unos días perdida. Mi corazón era un lobo devorado por los pensamientos. Frases e imágenes que pesaban mil sacos de minerales. He encontrado cobijo donde no pensé jamás hallar su salvavidas. He analizado el barco ido que viraba en una corriente que me hundía hacia el impacto. He ido floreciendo. Cómo lo hace la noche con los astros. El aprendizaje de la dureza de las piedras.

Quemadura

EscOnderse tras la camisa TRISTE. Cómo un galápago de cobro y asueto. RetorcerSe igual que una sierpe en busca del agujerO que la pena ha tramitado. Debajo de la HOJA. Sin querer sacar la lágrima para que no te llueva enCIMA. Tienes el pecho lleno de ella. Pero el dolor es un gusano de arcillas. Y lo buSco y lo encuentro. Viaja en mi aTmósfera. Y sacude. Y no me muevO. De su habitación.

El orden altera el significado.

Le importas a tu familia una mierda. La vida te importa una mierda. Y me disculpo ante los académicos por el uso de una palabra con olor. No deja de ser una conjunción de letras de cuyas iniciales florecen otras menos peyorativas. Mar, isla, esperanza, rosa, dádiva, amor El prejuicio es el problema. El problema de qué no te das cuenta que les importas una mierda y que la vida si es vida te incomoda. Y que una palabra tiene tanta fuerza pértiga que a veces el pensamiento incurre a traición.

Piel mojada

Tenía una hoguera en mi pecho un mirlo con máscara un hueco de lluvia y empezó a tiritar la flama igual que un apátrida metido en un mar que busca la tierra prometida. Ambos, sujetos a un plástico con los pies que se escondían en la noche del agua. La hipotermia con su manera descocada de recordar que no somos más que trozos de carne sumergida en la nada. Animales descarrilados cruzando la vía entre los cocodrilos. Y pensé en el sistema absurdo del hombre. Qué se cree la divinidad de repartir el pan, el viento, las fronteras. Y a la deriva tu sueño será un sueño. Una hoguera que se apaga. Un mirlo a cara descubierta. Una lluvia que te bebe.

Ocre cansancio

Entre el desmoronamiento. Y la fe. Le han subido la dosis este lunes. Con los párpados que parecen de tela de Damasco. Y en el sofá, la fatiga crónica se ha sentado para ver la televisión con nosotros. No sé que aligerar para traer la primavera a sus ojos. Invento viajes. Excursiones al monte. Verborrea para animar y llenar de azules su paisaje. Ojalá pudiera arrancarme el corazón y darle mi espíritu de la batalla en el intercambio. Ojalá. Y meter fondo el órgano. Para que la apatía no le venza. Y salir héroe de esta puta guerra. Pero su voz me dice: -No me encuentro muy bien. Y yo me arrancaría el corazón mil veces rompiendo el tórax con una cuchara de plata.

Lectura radiafónica

La cocina en su quietud con el menaje igual que gacelas pastando en la sabana. Y mi curiosidad previa a la ola. Que trasteó en la panera donde las medicinas se guardan. Los platos, los vasos. El mantel de hule. Un paisaje antes de que el tsunami venciera a la calma. Efecto secundario que no taquigrafía los síntomas a que estamos aleccionados: mareos, náuseas, somnolencia, dolor de cabeza, sequedad de boca, urticaria,etc Ese río, hijo de puto, desembocaba en 4 ó 6 tipos de cáncer. Qué veneno administrativo para curar presuntamente. Volver la sangre en agua. A eso se le llama sanar. Él no quiere luchar. Yo me consumo Y guardé el prospecto. Y me prometí no llorar en presencia de los unicornios.

Ley de purgatorio

Cada persona tiene su destino, aceptando el karma. Y podría lanzar un cubo de agua y a palazos alejar los cangrejos de la incertidumbre. Pero, me quedo con la amiga marea. Con el flash. Que tuve nada más conocerle. Tengo la enmienda del cuidado al enfermo. Él me necesita. Seré su ángel de anillos púrpuras. Tampoco, tú, abandonarías al impedimento en medio del Sáhara.

Ironía a raudales

Esta noche, la temática del poema trata de los amores antiguos, antidisturbios de la memoria. Que igual que una mancha de nacimiento. No desaparecen ni con aguas calientes. Ni lima ni lija, ni nada. Se pasan el día dando golpes al muro de su espejo. Porque aunque nombres a siete hortalizas. Piensan que en vez de berenjena quisimos decir ven ajena, o ajeno mío. Al corazón de este extraviado mero, memo o merma. Qué si alguien quiere estar con alguien lo está realmente. Lo otro, sucedáneos. Trufas a destiempo. Luto, morado berenjena. Patetismo cansino de que las canciones nos unen..., de que si un verso de Neruda me mata. En ego satélite dando comba. Gravilla golpeando a los cristales de una casa que te dejó a las afueras. Creatininas. Proteinarices Y carbonos o cara bobas. Que se consuelan en el estribillo de verbena de Molinos de agua pasada que no bebe nadie. Ya se sabe: en el taller del herrero los fantasmas y los clavos. Y mientras haya quién viva ...

Grutas

Si esta noche, el cuerpo se zanja con el paso de la hormiga entre nuestras quimeras. Que tu mano sea mi pilar, el gancho que aguante los dedos, libres de cargas y anillos. Palomas de carne estrella que en la oscuridad ascienden a la cima de sentir el nido portuario. De la soledad pintada de alquitrán y el hormigueo de que siempre velará el uno por el otro. Da igual si la riada nos engulle. Si el sol quema sin permiso. Si la hormiga come las manos cruzadas al litigio de tu cuerpo. Cómo un árbol extraviado. Pero, con la fuerza tanque de los que aprendimos a levantar el miedo. Volamos azores a nuestro instinto. De proteger. De cazar. De asir hasta que aprendas a volar. Y entonces yo me iré con la bruma. Moteada con las hormigas que nos ahuecaron cavernas por dentro.

Somos lo que comemos

Odioses capitalistas que adulteran el agua. Veneno aditivo, que nuestras madres atrincheran en su grasa materna sagrada para que de su materia el dinero se transforme en enfermedad. Merodeando en la fruta igual que moscas dentro de su carne. Las viajantes se instalan en tiendas de campaña sobre nuestros organismos. Y de qué sirve este folleto de letras. Si el dolor se disfraza de almendra y como una china cruza el cristal de nuestros ojos. Y te da una pena epidemia. Y las ranas lloran. Y la palabrita biopsia abre la veda a un campo de concentración tan común que nadie puede remediar el ocaso. El miedo con pantalón de campana. Toca a la puerta del corazón. Te quiero madre.

Pez espada

El poema pez renacuajo de agua que fuera de ella se vence en espasmos para vol-ver-de su estado líquido. Entre las manos escurridizo y con los ojos grises sacado de su libro se muestra indefenso al mundo. Quizás una frase, no sea más que pulpa en la boca. Y llenamos de pececitos de colores las pantallas de la cotidianeidad selvática. Lunares, manchilampas, atrapasueños, cobayas del pensar, crías que necesitan su establecido tamaño para que no caigan en la efímera veneración. Pescar, para la demagogia. Leer de cabo a rabo. Sí, gracias.

Escurrir el bulto

No creo, que sea los más propicio dejar el bulto en la vía. Así el alma acometida es por los infortunios, exiliados de patera. Que se sienta frente a la adversidad. Colocada. Inmóvil por el miedo. Oyes cómo se acerca la locomotora. Y deseas que no te suceda nada excepto. A veces te deslomas para levantar al que tropieza. Hasta la extenuación. Y te acabas rindiendo porque hay quien le gusta habitar en medio de la vía del tren. No levanta los brazos nunca al sol. Cose las piernas al hierro. Y aguarda con la quietud el percance. Me duelen los brazos de sostener. De bregar el aire. De silbar más alto que la sirena de los pasos a nivel. Del grillo aventurando la quiromancia. El problema es cuando te quedas fría delante del bulto. Y los dos sois arrollados por la desesperanza.

Vence Jones

Los vencejos, acróbatas, vuelan convulsos y perpleja observo cómo frenéticos crean un ovillo imaginario. Su trino punzante. Rompe el paso. Y no puedo evitar que su tumulto aéreo. Me recuerde a un grupo de adolescentes bajo el influjo del Red Bull y las hormonas en un Macroconcierto. Qué peculiaridad la de no poder tomar tierra. Así me lo explicaron... Un poeta también es esclavo de la neurosis de la escritura. Necesita manchar hojas con el hábito de no poder poner los pies en el suelo. Pequeñas patas para unas extremidades muy extensas. Libros en pleno vuelo. Y llegar al descanso. Igual que los vencejos toxicómanos. Todos caóticos. Desnudos de palabras. Evitando la caída. Porque remontar para los que dormimos en el cielo. Se hace crudo y ocre. Rebotando. La muerte con la vida. Los vencejos, acróbatas, poetas de la esquizofrenia heredada.

Bochornoso

Extraño trabajo el del mes de Julio. Con su desertización en las gargantas de la gente. Sol a partes y dos de agua en piscina municipal o en un hotel de estrellas a pares. Hace tanto sofoco. Que el verano nació para los que invocan al infierno. Para los enamorados de la parrilla. Exhibición de un país que alimenta a los televisores de rifirrafes a mandato. Y escuece la quemadura. Y sin aire acondicionado no se obtiene el cielo. Pero, embadurnados de sudamina anhelamos la mano helada del invierno. Como guisantes que cayeron de su paquete en los congelados.

Fe

Los muros podrán desplomarse, que mis manos sostendrán la pesadumbre. De los que vivimos con el alma impuesta. La cuantitativa de los besos y de los puñados de sal que no hay más necesitad que la luz a cachos entrando por un desagüe. Y mi hombro guardaespaldas para cobijar las herraduras que incisas no dejan marcas No tengas miedo. Qué el camino de ángulos se hizo para las botas pesadas de mis ojos. Toma mi mano, madera de lima, que te ata fuerte a la perspectiva de las zancadillas que el oráculo nos depara cojo. Un café incierto de paquete descomprimido. Tu sentido del humor paupérrimo. Y trozos de nosotros en fotos de cine. Qué necesitamos. Si somos pájaros. Si al caso la salud. Y un vaso de agua. Un vaso de agua. La riqueza del viajero. Del nómada. De la garganta de niño. Bebamos. Y brindemos por la salud. Que la maleza también necesita de ella para crecer dentro de nosotros. La suerte, está echada. Y ahogarse no sirve. Cuando lo que te apaci...

Amatista

Tuve un amor que duró una vida, por suerte, la quinta de siete ganadores. Era tan jodido el condenado. Que parecía una piedra. Sí, un pedazo de estalactita, insertada en el zapato. Callado, el minúsculo, se clavaba por todas las partes, especialmente, en la planta del pie... Dañino, acabé hasta varios caminos de pendientes y de cuestiones. Y fue tan fácil, cómo coger la amadísima piedra. Y lanzarla a un campo de gravilla. Tuve un amor que no era un amor. Qué duró la ceguera de tres Martini's. Y descalza. Topé. Con otra piedra. Pero ésta. La llevo colgada del cuello muy cerca del corazón. Qué una no sabe... cuándo podrá aniquilar a un sistema inmunitario y retrógrado. Goliat. Y los secuestradores de sueños. Esos que se declaran feministas y llegan a casa con la mesa puesta.

Leche agria

Tengo usados los pies de tantos caminos. Y la nevera escuchando el gorgorito de su motor con más decibelios que estrellas. Agotada la batería de sofritos con la cebolla. Esa que te hace llorar el caldo justo. Siempre por dentro. Como la termita enquistada en la mesita de noche. Tú quisieras escribir como Ángel, sí, González. Pero no llegas ni a fuertes ni a glorias. Barbitúricos de sílabas haciendo chispas sobre periódicos viejos. Hace falta más amor. De ese que tarda dos minutos en macerar dentro de la tetera. Émbolos pistachos. Perchas de vestido con antipolillas. Creyendo que al caer en el desierto, uno cobija al otro Se cuentan los radios de las bicicletas. Y si llueve cogen el agua formado cuencos con las manos. Pero el mutismo conduce a la sequedad más absoluta. Y sólo crecen las plantas. Y aguardo que una serpiente corte nuestras huellas. Ser el caballo de carro, fatiga. Y encima si quieres escribir igual que Ángel González. Te sientes la tira...

Trampilla

Cómo un pájaro cantar puede en la jaula si su cuerpo es el de un niño que no distingue a la muerte del juego. Qué aberración puede soportar la inocencia en alambre. Si los ojos no conocen más que el camino de vuelta a los principios de los que hablan de libertad presa de la infancia rifada como alimañas del proletariado. Meter niños en jaulas. Como el que caza gorriones. Meter carne en el microondas. Para comerse las tripas. En qué mundo vivimos. Dime, en qué nos estamos transformando.

Delito converso

Cuando era niña todo era pecado las monjas voladoras nos araban la mente mientras aprendimos a cerrar las piernas al sentarnos encima de nuestras conciencias. La libertad vino con el verano y alcohólico pasamos de sólo mujeres a los pabellones mixtos. Poder expresarse. Tal vez sea un capricho. Mas muchas han quemado sus bragas para que su luz fuera el pan de nuestras hijas. Qué sucede cuándo se transgrede la frontera. Te meten en escaparates mediáticos. Te liberan a los minitauros impunes para que otros sigan su jerga. Estela de sangre. Corrupción beatificada, tan usual en los páramos de Quijote. Que parece un tinto de mesa en todas las canciones de moda. Que el dinero compra permisos, certificados, pelotas, mausoleos. Y hasta devotos. Cuando era niña todo era pecado. Y la justicia era quedarse antes de las ocho en casa. Ahora no llevan el verde textil de la guerra pero siguen atacando en esta bélica basura a las incalculables rosas. Trece más mi...

Mar

Soñar con un delfín gigante que se acercaba hasta el dique. Tal vez es la añoranza salina de las ganas de volar sin alas. En la cocina con parsimonia limpié los calamares. Con la tijera seccionaba su viscosa fragilidad de vida. Ellos ya estaban muertos, como los amantes que un jueves fueron lava y ahora petrificados ni hablan, ni miran, ni respiran. El ojo del calamar, que me transporta a las aguas que una vez fueron canal, dentro del problemático laberinto que los sucesos nos traen, como invitados con el día erróneo sin silla. He soñado un delfín. Tan grande que parecía una ballena. Ha venido a saludarme. El arroz está casi listo. Y cierro el fogón.

Lectura poeta

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Mañana martes, día 19 de Junio, a las ocho de la tarde estaré compartiendo poesía en un nuevo local llamado Pull & Mar, situado en la calle Maestro Ripollés, 5 de Castellón.  Me gustaría contar con vuestra presencia y hacer un tiempo ameno con la ilusión de que no sólo lea yo poemas míos. Me gusta escuchar la voz de la gente amiga. Me gusta su compañía.  GRACIAS!!!!!! Gracias Bosko Beuk por pensar en mi persona.

Ciática lumbalgia

Dicen que cuando enferma una parte del cuerpo. Algo no funciona en nuestra vida. Y la columna masacrada justo a la altura de la cadera, emite un dolor insoportable igual que el bramar de los delfines. Tengo un sonido agudo del spray paralizante delante de una cucaracha que canta bajo la piel. Entonces sucumbes al chantaje y vas llenando de piedras tu mochila. Porque hay quien cree en el derecho concedido por las circunstancias médicas. Y me voy llenando la espalda de hilos rojos y nudos. En la tarde convaleciente de no poder despertar del sueño. Una mezcla alcohólica de cansancio y fracaso con dos gotas de sufrimiento. No sé cuántas horas he dormido. Al amparo de las hormigas del verano. No podía despertar y he aplicado calor en la zona catastrófica. Ahora escribo un poema mientras los brazos se duermen.

Alabastro

Vivir en una caja de cristal en Alabama. Museo despensa de tu alma pendiente de los ojos. Con el aire justo. Y sin embargo poco equitativo. De mirarnos con el impedimento de una superficie. No poder atravesar la rigidez de su tela. Y resistir a la añoranza de las joyas expuestas y una chica devorando un croissant mientras su mirada también reside tras la muralla de unas gafas negras. El cristal con huellas y mosquitos secos. De Alabama. Y saber que escapar de su ninfa. De su morada transparente. Sin intimidad. Y muda. Ocasionará heridos. Rotos fragmentos de palabras que pueden seccionar la yugular. Y te quedas como una mona. Viendo el observatorio del mundo. Y tú ala, baja mayor. Ya no quieres y si sabes.

Hasta el cono.

Otra noche de hilera de hormigas. Otra noche de filo de cualquier. Otra noche nicho nacho... De caca. De miseria. De soportar a la mariposa enferma. De pies rallados. De proseguir el helado de la desesperación. De que no observes por el agujero de tu culo, el egoísmo exacerbado. Que modera mi vida a tu necesidad corporativa. Con este desprecio llavero. De paseos de bata por los hospitales. Con el pijama impecable. Y despedir a las celadoras y otros parámetros como si fueras Jean  Dean con camisa de cuadros. Servicio y atención asegurada. Y yo un ciruelo y el laxante perfil de llegar exhausta y no tenga ni un ápice de misericordia. Cuánta rabia decora el ala. Si te preguntas si estoy cabreada. Responderá la luna.

Descomposición verbal

Un tiro a bocajarro, la ola intestinal del vacío en medio de la panza. La consecuencia de tu abandono. Perplejidad de sondas. Un dolor sin muro. Y un órgano mutilado que jamás hallazgo fusión entre las manirrotas y un suspiro troglodita. La foto de una mandíbula desenfocada. El ojo tuétano. Y un millón de pulgas, defecación de poemas. Abono de mortaja. No, no Penélope. Más bien Lope de Berga. El favor de Verlaine resultante. Que males de flores. Ni favores de amante esporádico. Andar con un hueco. Llenarlo de poemas y ser feliz. Feliz. Con ausencia y todo. De tu abandono.

La actionscript de mercurio

Esta noche no sabes si la cabeza o los pies duelen más una con otros. Si los infiernos que he ido encontrando a cada bar de esquina era un pueblo en llamas o un baile de disfraces. Noche de las iguanas francesas. De helado penitente. De ampolla de dedo. Del cansancio de ir saltando rejas para llegar a la mitad de la casa. De no entender el lenguaje de los tornillos cuando apretados sostienen maquinarias pesadas que van albergando corazón y sistemas linfáticos. En resina de pino verde. El betún de la sonrisa para ocultar el daño. Qué puede más la universal manera de cuidar, el altruismo escarabajo que la pasión más desenfrenada. Uno te lleva al cielo sin salir de la cárcel por buena conducta. Otro, al averno. Pero viva. Vivita y coleando.

Fausto contraataca.

El silencio igual que un corcho es imposible de ocultar. Nos habla en remojo y nos relata historias que sólo pueden ser oídas con el runrún del agua. Si me dieran a elegir. Y de ti para ambos. Fuese el trabajo o la salud. Creo que honestamente preferiría el stop a una zanja insalvable. Viviríamos bajo un puente con nidos de ratas y yo te guiaría con los mendigos al portal de los techos. Y si el dinero, para el caso lo mismo... Sabes que tendría la paciencia naranja y con poco saldríamos adelante. Un euro con la enfermedad. No me compra la sonrisa. Tal vez en el canje del karma. Me pedirían la salud o el amor. Y yo te prometo que te quiero tanto que mi alma en subasta, exposición de tendederos. Y en un coche te vería con otra con los cristales empapados de lluvia. Mientras camino con el chorro de la distancia. Y triste no tendría el recuerdo. Qué en preferencia. Prefiero perderte que te ocurra algo malo. Lleno de salud en un coche bajo la torme...

La estratosfera de las huchas azules.

Nadie dijo que el amor fuera fácil. Que si dan a elegir: una dirección se abandona. Y créame que no fácil es el meliar lo ácido. En un sofá barco que a la deriva fondea en transparencia. Este pedido a pulso, con sellos flanqueados. Y el insomnio de bata azul tras borrar el último historial de búsqueda. Y aquí la parada propulsa y pan tostado a deshoras. Y frío de sueño conejo. Para ahogar la estafa de una persona que elude. Y es que me vendieron la moto. En la salud y en la enfermedad. Pero del sexo se olvidaron los alguaciles la llave. En un taller. Con ruedas de reviento. Oruga cosida. Gama gamo. Moka mono. Espejo sin radio. Dormir en un sofá tiene esas cosas. Y yo sigo pensando en ti. Aunque te hable como un veneno salpicado en la piel.