Invasión de los que no se puede salir

Me quedo frente a la costa observando el tira-buzó-n que el viento desempeña sobre el agua. Una caricia de filo de navaja que arremolina toda vida posible en su matriz. Esta paz de cronómetro, hay que aprovecharla como un saldo en una campaña comercial. Respirar su absenta de sal y espejos y llenar de algas todas las heridas. Me gusta esta tierra, yuxtaposición de la mía, con la deslealtad del pirata que bebe en vasos de plástico y su garfio sostiene la cortina del que empeñó su galeón. Tengo las manos llenas de granos de palabras. El ojo ahínco contra esta ráfaga con aquellos barcos que impolutos fondean lumínicos en la bahía sin el permiso necesario de amar en firme.