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Mostrando entradas de julio, 2022

Paseo de los Tristes

 No hay mayor derrota que la retirada del cariño y la ternura.  Las calles sin salida y ser  el zapato de un pie pequeño, perdido en el arcén. No, no hay mayor tristeza que un estómago vacío, las manos abiertas esperando el rezo la lluvia cierre de la verja y que dormido el cuerpo busque la caricia nube, el pasillo redondo, los huesos en lumbre por la pena de andar entre las farolas del Paseo de los Tristes. No hay mayor tristeza... Diga: -suerte, mosca o tranvía. Que morir y que miren por la ventana como te marchas sin música, tristeza de pan duro, a la soledad que fue  de donde te sacó la noche.

Transformación

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Con el aire aún en los pulmones de una ciudad Lusitana. Me acordé de los momentos en qué uno pleno rechaza la vida. La vida simple  del abrazo. En esta escalada de calles. Aboque de temporalidad. Con los adoquines testigos  de una tristeza de viola. Porque allí la guitarra española, se denomina cómo si se tratara de otro elemento. Descubrí, no por primera vez, el océano Atlántico y mis ojos fueron lanchas motoras  cruzando de un extremo a otro. De una villa  que trajo la soledad a la mano, niño perdido en un zoo, de dedos cortos y palabras cerezas. Lisboa, es espectacular. Me amó hasta la saciedad. Igual que un famélico entre guirnaldas de flores. San Antonio y San Vicente porteadores con la luz del mirador que te hacen creer que eres una persona. O un bacalao. O un parásito del cosmos. Hasta el próximo viaje. Lisboa necesita una oración para que su relato sea el definitivo y se cierre para dar chispa a un nuevo capítulo. Aquí en una maceta. Hojas y brotes.

Tebas y otros dispares

Te has olvidado de mirar la cara del amor. En esta imposibilidad, refugio aéreo, de la cómoda imagen del que niega la arena en los ojos. Te has llenado de néctar por dentro,  aguardando la metamorfosis. Azúcar panal  de silencios que copan la aritmética del que sólo ve el amor de puntas a través de una pared alta. Te has cosido la pena y ahora en este estanque de paz que embriaga, deshecha del trébol. Niegas la hiedra y el musgo. Cómo un clon que huye del subterráneo. Te has perdido y no importa. Te has dado a seis puntos. Para saber que lo que se busca no rima. Y que el verso libre campa  por mi colmena serenidad.

Safo resucitada

Cruzar el centro comercial  ataviado de luces. Con los focos de ahogamiento  y la gente abanico de un sector a otro, regalías de ascensores. De repente, el cruce  de un joven con un libro  recitando a una chica unos maravillosos de Safo. Creí ver amanecer en mi tarrina de helado. Y sonreí, en la grifería de los grillos metálicos  para atestiguar que la esperanza existe en un comercial centro  de mano de dos enamorados entre las bambalinas y el vestido al por mayor.

La pólvora de la tinta

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Has percibido el estruendo del tiro del cazador. Viaja a través de la maleza y los botes de plástico. CapaTAz de herir la transparencia adopta similitudes, se reencarna en flecha. Descaro de sorna. Y llega con premura a perforar el tímpano. Tengo orejas, dos orejas en el corazón, insignia taurina,  que han reventado por la dejadez del que poderoso te lanza. La diana no es lo importante. El furtivo ha caído moribundo y un poema rojo fluye por su boca. Eres tú, la bala. De fogueo. El espermatozoide balístico. La gravedad de erigir el sino botulínico. La APP necesaria para extraviar el recuerdo. Y no desempeñar la función del que caza o tropieza (con la cairina). Eres el mensaje. Y no puedes detener tus pies ni tus manos. Las gacelas extintas. Abatimiento. Y este corazón micrófono que se desplaza a unos 1080km/h.    

Flama

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El incendio parecía una instantánea. Un cuadro de Goya en el prado (esperando la sentencia de los invasores), boca de dragón abierta = Anunciación hacia la puerta de un club de alterne. Infierno, infierno, infierno. El verde paralítico no podía correr al auxilio de la paz. De las ubres de agua. El mar, otra agónica  en la sequedad. Muerte que difiere de este crematorio visual. Sangre abrasadora. Especulación del demonio. Bajo la cúpula de humo que amparaba el desastre ecológico. El señor de la gasolinera riega con una manguera toda la estación. Riega, riega y riega. Qué ilusa la mirada de la fe internauta.  

Hubo menos tráfico

Claro que hubiera sido mejor contigo. El amanecer en dos copas. Y pisar los adoquines en cuatro movimientos de caballos. Sentir sed a tu vera. Y el sudor del descanso  enhebra de tu salvaje. Hubiera sido un rasca de la O.N.C.E.  en manos de un ludópata. Un beso de cartulina para la careta del desfile. Abrir el pecho de jazmín y el olor característico de la costa río. Observar la belleza con tus ojos. Y recordar tu historia  en el barrio y la vestimenta. Pero no estabas. Con mi ausencia encaramada  a un caracol en un día de viento. Y te eché de menos. Nacer en Lisboa. Sin tu permiso. Resucitar en Portugal. (Me hubiera gustado que estuvieras) Con mi cascabel pena, envuelto de tranvía, de ecos y filias. Y de "portugalamor".

Oír de usted

La gente necesita tanto ser escuchada. Tomo nota de cada sustancia para comprender la sucesión de acontecimientos. En la cola del Mercadona, la gente necesita ser escuchada. Se miran monos oclusivos trastornos en sintonías. Mengua de latitudes. Mirar a la pupila parque  y expresar la foto vida  mientras que mi gesto asiente a la voz que me expresa  su desatino. Necesita la gente ser escuchada. Te hablan sin conocimiento. Y uso mi oreja de medalla. De auricular. Forma laberíntica. La señora de gafas de sol. La chica que quiere abandonar su trabajo de quince años, la que con su carro rojo repleto de hogazas se despide de una situación anecdótica. Escucho. Y tomo nota. DO, RE, MI, FA, SOL. Os llevaré a mis poemas, caleidoscópica. Os prensaré y traeré la soledad, la duda y la risa. Os peinaré con la púa. Y daré cobijo de la tormenta que supone renacer después de la cárcel.

Vive y perdona

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He contemplado la personalidad de esta ciudad. Cómo cada día rompe el horizonte para seguir luchando. Si el sol dudara, cuántas noches darían cobijo a los ojos. Por eso, los términos medios son los más deseados y a la vez los más difíciles. VIVIR Y PERDONAR.

Mirador

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 Deja que todo se impregne de ti, para que su vacío sea ocupado por cada espora, invisible de esperanza. Lluïsa Lladó

Noray

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 No te parece raro, que algo tan nimio como un amarre sea capaz de retener a una embarcación. Algo móvil e impredecible, sujeto de un anclaje. Tal vez, una mano sea suficiente para detener el tiempo, brindar esa ternura necesaria para exhortar el dolor. Una mano que cuida a un ser impredecible y móvil. Lluïsa Lladó.

Fado de Lluïsa

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  No sirvió el empeño pero los árboles florecen en este saudade de Faro. Ver el correteo del agua adoquines abolladuras del camino de amor ocaso naranja y la fortuna de izar el cuerpo cada vez que la caída ha sido de arena y yugo. Lluïsa Lladó

Ensayo

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Es un honor formar parte del ensayo "Dimensiones de la terapia poesía" de la psicóloga y artista María Rojo. Fruto de su experiencia realizó un estudio y entrevistó a diez poetas para constatar su función terapéutica y la conexión con la psique humana.

Vistas al mar

La evolución, asignatura obligatoria. Al peota no se le permite el estancamiento. Parece que debe ejercer un progresivo. La exigencia de habitar en un ático con vistas a la bahía. Y qué caro resulta  la subida en el ascensor. El pisar cada uno  de los peldaños de la escalera, hacia arriba. Siempre. Lo peotas viven en madrigueras. Les importa un pimiento  los dúplex de colinas verdes. La realeza del pasamos. Los enteros de la ley del que sentado encima  se goza por partida doble. Los peotas moran en subterráneos. En la boca del metrobús. En heridas. En cualquier abertura de chaqueta maltrecha. En los orificios carnales. Dejen de exigir al personal  la cima de Everest. Somos llanos. Mal nombrados peotas. De alcantarilla y ciénaga.

Choco-late

En la calle  un estruendo ha acontecido. Dos coches chocaron  con la violencia del metal  cuando crujiente se queda mudo. Un espanto  sonoro. El portazo de un antes y después. Era previsible. El cruce. Que parecía que la tarde intuía. Dos perros enmarañados se atacaron a las cinco con rabia. Sus dueños, fuerte de sus correas. Pero las mandíbulas se cernían en sombras de carroñeros sobre la tierra. El calor asfixia de almohada ocultando la boca. La pesadez del coche alistamiento. Era previsible. Que la noche terminara con el zarpazo de dos vehículos en prensa. La gente espectante y una chica grabando con el móvil.

Análisis

Me alejo rezago de miel  a las entrañas del que sufre  un amor dopamina. Inútil esgrafiar sobre este yeso cutáneo un hombre cera. Y empecé mi peregrinaje a la espuma de los lavados de coche. A la fruta cortada a rodajes. A no esperar más que el impulso pértiga de los que proclaman  una programación fallida de Internet. Virar la pestaña y coger un estropajo  para desinfectar de rodillas  la vereda que fue repujada por la suela de nuestros zapatos. Ahora, puedo respirar. La fe de seguir hacia los demás es evidente. Ya no espero un milagro. Ni pan de molde inmortal. Ni una canción que sea un poema tártara. Telaraña. Cabecera. Humus sobre una tostada y una copa de pecho.

El caballero titanio

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Camina de un modo aristocrático  con la voluntad de los pájaros migratorios. Tiene media pierna amputada  y usa un curioso artilugio que la suple. La prótesis ortopédica  de última generación. De un material que procede de la luna. Es un hombre apuesto y sus manos palmeras  se aferran a los utensilios. Cojea. Un socavón en el asfalto. El hombre se acomoda en la silla  y cruza su carencia tan bien apuesta. Nadie diría que le falta una palabra. Un beso en la rótula. Me causa una admiración ante los que caminamos por el hormiguero con los dos pies desnudos. Que jamás llegamos a tiempo a retirar el cazo de leche del hornillo. El cerebro es una divinidad poliforma. Le sonrío  y desaparece.