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Mostrando entradas de agosto, 2013

LA BANDEJA Y LA TIJERA.

Rallado dejaste un pan de corazones y  queso sin ratón  con gato. Con su lluvia gratina hasta que el crujir se vuelve  la costra que separa el agua del cielo. II Allí de nuestro amor solo dos hijas: Aloe y Vera sobreviviendo encima del tapiz higiénico de la lavadora. Me las distes llenas de tierra con caracolillos que medraban su hermosura. No era más que basura, escombro de contenedor y yo  en mi abismo les regalé la vida que me falta. Inválidas no hablan solo sienten el traqueteo de un centrifugado que le sugiere un hacer el amor. Les cambié la maceta, la que regabas en exceso. III No sabes las mujeres cactus vivimos con poco cariño, la gota de saliva de un beso es la lluvia torrente y un mimo ni más  ni menos. Difíciles de florecer. Difíciles de acariciar. Clavamos espinas, no somos bellas pero sacíamos la locura y habitamos en el infierno. IV Difícil nomenclatura, fórmula de átomos. ...

CEREZAS Y GUINDAS

Con los brazos hacia el cielo pido tu nombre. Levantados arriba como buscando nube. Me convertí en cactus. Salieron verdes ideas con púas y en una pecera la cola se enredó entre las algas. Piernas crecidas en el desierto atraparon tu silencio en un sobre electoral de esos color sepia. Añoranza es la casilla adecuada, entre tantos candidatos: Pena, orgullo, traición y ecosistemas. De noche me llamas a horas donde los muertos velan a los vivos, escuchas mi voz y harto guillotinas la esperanza. De día te llamo y una señora-robot me cabrea  sobremanera, los muertos ahora duermen y viva vigilia son mis ojos. Nos buscamos y un celular en el corazón, la batería. ¿Por qué me habla tu silencio? ¿Y mi  "diga" se deshace radio con codo? Nos amamos pero tú en el cementerio y yo duermo en una sábana. Con los brazos colgando de la rama. Picotea y deja florecer lo que has negado.  Lluïsa Lladó.

FELIZ DE NADA.

Si mudar la piel convirtiera el melocotón en salamandra. Y con sombra de ojos turquesas volver a la polilla una mariposa de copas. Voy de un lado a otro como la canica de la expendedora de tus sueños. Me afilaste como a un lápiz y los usaste como tope de una puerta. Hasta que desencajada rodé escaleras abajo, ruleta moscovita. Sabes soy incontrolable, no hay torre aérea que medre mi vuelo. Soy la serpiente que escama para ser nectarina de postre. Es inútil escapar, la retina ha inmovilizado a la víctima y la tiene  atada a su cama. Da tu olor, conmueve mi sexo. Mata esta noche de nuevo, rodaja a gajo, enrosca la peladura y deja que oscurezca las heridas de una fruta prohibida. En mi paraíso las manzanas no tienen  cabida, tu lengua serpentina me derrota, me engulle y expulsados cierra el portal el que dejó que se pudriera antes de ser comida, la espera la ilusión de ser una hormiga con el hueso ...

GRIS MÁRMOL

Se fundirán los polos y allí dos pilares sostendrán los talones vencidos. Después de la guerra viene el amanecer, pero aún unas horas quedan para que el farol expire su lumbre. Derrotada bandera naranja, trémula. miro la paloma henchida en el asfalto gris de grava de noche. Atropellada me mira y defeca postmortem la vida que la troca ceniza. Las dos cruzamos ojos muecas y mudez. De repente tu coche cruza la avenida y mal aparcas, ave huye malherida, un paso tose y con arcos por brazos clavas mi silueta . El aire de tu mirada invistió para también morir en ese instante. Y te pregunté como la loza rota de un plato: -¿Qué le pasa a la paloma?. Y tus cuerdas vocales afilaron el arpa: -Le han dado un golpe, se muere Luisa... Cómo nosotros.

MASCARADAS

Yo. Vivo en un hemisferio dónde tener aire acondicionado y una plasma con torrente sanguíneo te aleja de la verdad. Trabajo en el centro de la tierra de metal con imágenes de flores dónde anhelo una hoz, un martillo. La visita inesperada, a mala hora, de una señora de vestido de cuadros, toca el timbre se sienta sobre la caja torácica a pesar de su obesidad mórbida, el ahogo constante, el ritmo acelerado, y un dolor  entre la costilla y una hebra de recuerdos. Así es la pesadilla. Me levanto en el paralelo  exacto para no perder el equilibrio porque después del trance vuelve el sueño. Una gota de sudor llora por tu  muerte no me subestimes que la planta puede ser carnívora y pisotear. Vivo en un submarino. Trabajo en un núcleo invernadero de focos con pistilos y estantes difusos. Acaso pensaste que era tuya, incrédulo, vestido de mago escribes en las losetas: No te hagas ilusiones. La respuesta con traje d...

GAZPACHO Ó SALMOREJO

De vez en cuando me prendes como a un lazo  de esos de raso violeta.  De vez en cuando besas sus extremos y con cuidado salvaje  anudas mis piernas  en un vértice. De vez en cuando regresas al surco de mis poros inundado con la lluvia nacida de tu barbilla,  viajamos al pasado  y me traes un ramo de hortalizas. De vez en cuando  atas mis cabos a tu árbol fálico,  fumigas mi huerta,  aras mi sexo  y concibes con tu semilla calabazas y sangría de colores  en la nevera que deshilachan la cuerda atadura. De vez en cuando  espantapájaros  y mudo de pluma.  De vez en cuando  me sueltas  estirando la soga y me anclas al estribo de tu miembro agrario.

PERJUDICIAL VICIO FUMAR A MEDIAS

Dicen qué  el Triángulo  de las Bermudas existe, pero  usa pantalón  pitillo. Siente predilección por el misterio, y se transviste en la bola blanca del billar a tres bandas. A veces se cuela sobre el tapiz dentro  y rompe el "pool 51" en un estallido hasta  huir como ratones  despavoridos por los huecos. En la base lo halla a él planchando la blusa adultera, la perfuma  con agua de azahar y aún tibia sobre sus senos le abrocha  los puños con ojos  de calamar. Y en la cúspide el otro con túneles por vista, él mismo que con su humedad moja  la prenda rea e inserta  en sus manos dos pequeños  botones de cuatro agujeros, de nácar, con un hilo deslenguado. En el pico o la meseta, nada, bucea, emerge y su camisa de seda rasgada sale náufraga al rescate de un amor que no prende ni con pastillas  de barbacoa y otro  que la incinera en un ritual porque el...

VEINTE MINUTOS.

Sin sirena salen a deshora sentadas en un bordillo pendientes más largos de la cuenta, perilla y un brillante en la curva peligrosa de una fosa nasal. La muchachada del centro comercial, veinte minutos de descanso en un párquing de bancos metálicos apurando la última calada bajo la solana que huye del aire refrigerado y la luz del topo, unos en silencio y otros, como una servil espectadora, buitres almorzando móvil. Son los chicos las chicas, la gente chica, que trabaja en las minas de las urbes, amontonan ropa, zapatos y cada mes es una campaña sin más vida que decorar los rincones veinte minutos al día de un espacio temporal. Jardineras vivientes sacrificadas  para el consumo con más horas y menos ingresos, con el pago único de ser libre veinte minutos por jornada.