En el balcón un buitre, se ha posado. Y mira de reojo la estampa. De un cuerpo cubierto de felpa y un corazón que por sus orejas huye. Tal vez preferiría, salones de café y brillos de vasos, donde los novios se atan los dedos y sienten globos en sus bocas henchidas de lengua. La soledad compartida con un buitre, no es tan maligna. Sólo espera a que se muera la palabra en un trance para devorarla con ansia carnívora. Un pájaro esperando al cadáver. Un cadáver con vida que cuenta cada una de sus plumas azules cómo copos que caen de la noche desde los tejados. Ser comida por los pájaros, no debe ser tan penoso. El amor decide a su manera la forma de morir. Y yo lucho, ciega, y agotada. Y le engaño dando de comer mis manos. Pero, él es un "puto" carroñero. Y aguarda, como un viejo en una parada de bus. Que abra la puerta que protege esta casa de vísceras. Y vuelva a habitar sin niños la escuela. En esta enfermedad inútil de salvar lo que no quiere vivi...