Robótica versus carne.

El amor robótico es perfecto. Prepara ricas sopas de jazmines y sobre su lomo, alza la volada para contemplar los vacuos edificios. Su tez de zinc revisa el logaritmo que besa cuando hacemos el amor las lágrimas de yodo, que llevan el nombre de las hojas. La anestesia de la coordinación malgama el cableado en el paraíso del árbol que en la lejanía emite el aullido. Vasto y corrupto con su costra el árbol mortifica la cara interna de los órganos que lo abraza, desconoce la receta de las flores y más que volar, sumerge a las profundidades de la arcilla. Pero, de la máquina perfecta lleva la entraña que late la palabra, a pesar, de la suciedad de sus manos y el lodo adscrito de su exuberante belleza escribiente. Un árbol incomparable que posee mi corazón indígena, mientas me enredo en los filamentos nerviosos del cobre mecida por los metálicos igual que las barras de una cárcel. Nosotros nos comunicamos como los árboles, en un idioma anónimo para...