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Mostrando entradas de febrero, 2017

Aditi-viva

Flor de Pascua. Acacias. Madroños y uvas. Sansona . Herculasa Da vida contra Goleta. . Mi madre furia. Que colágeno ha edificado mis cimientos. Intempestiva del Atlántico. Destruyendo naves, quemando la maldad. Dobla las cucharas del viento. Acicala mis ojos de fortaleza. Lava-dura de perlas amasando panes. Re-buceadora en isla. Cazadora y manta en Borneo. Mi madre giganta. Brújula. Fuerta y Glorie.  Es ella, así, como todas las madres. Mi madre.

La llave rosa

Voy a mano descubierta por la vida, andando lo que se puede a contrabajos atletas de gente, para saber lo justo de la falta de tacto que no sobrante puede ser añoranza y en exceso asfixia. Por ello me quedo con la luna, con los viajes no resueltos, cuando con-quisté Granada sola por las calles mientras moría lo que fue un gran amor en un hotel del centro. He comido hígados varios, la profesión del poeta los colecciona, en homenaje a los dioses egipcios en versos licuados de alas tan gigantes que no existía término al caminador. No creo en los amores de amantes ausentes con la plática de un ajo metido en aceite, porque a mi anarquía le gusta comer con las manos, sorber con ruido, gritar lo suficiente para que con la expresión se avisten las armas. Con la felicidad ajena, y que la lluvia que acaricia el rostro en la telenovela dé re-bote. Necesito del amor como el algodón a la herida. Que apriete la brecha. La sanació...

Eso que mantiene viva la vela.

I La comedida palabra igual que un pasador de puerta, hacia los calabozos. II A veces sueño que soy una pistolera y con un violín voy matando sueños. Saludan a mi paso en reverencias y las flores se giran ante la magnitud de mis balas. Pero, solamente tengo la tierra que cabe en mis manos, el ansia del tulipán que aún es bulbo, la gula del que vive como una gota de aceite expulsada de su agua. Quisiera ser una mafiosa y tirotear folios a los que se comen mis dedos, sonreír al verdugo y que retirara de una vez por todas su capucha. Sacudir las pirañas de las sábanas, asaltar a los bancos de la melancolía. Pero, el aire me empuja al muro y mi cuerpo adolece en una termita que sin tregua agujerea la médula. Árbol de mujer, y dentro de este maldito crucigrama de ideas que cortan  mi pecho. La fe, la fe, la que chirría a partes iguales, la que grita: Tú eres una bandolera, empuja la puerta y salta, salta página, salta a la tierra. Con el paracaí...

Cebollestupideces de día.

Contigo cebolla y ...todo lo demás. Cebollino, cebellino, cebellina, cebolleta, cebo  lla  ce bolla encebollado cebollón cebadilla cebolludo cebollera cebollada cebolla. Hacer llorar no es buen canje.

Divagación

Vergüenza ajena. Si no somos más que simios en congregación adorando a un espejo, en qué nos hemos trastocado los poetas, algunos, no todos, o quizás demasiados, en ligas de futbolistas de diferentes razas, buscando copas de oropel, de alevines levantando sus fosas en pequeñas burbujas de agua. Tanto egotismo, segregación, mudez, barbillas levantadas, dedos acusatorios, folios que huelen a orín, bolígrafos para las chequeras. En qué soy y yo que sé en que me he trastocado. Panero, que está en los cienos, levante y hable, ponga un poco de orden, salve con su hálito de nicotina este descontrol que ha abierto la veda y construye muros de Trump entre los mi(s)mos poetas. Poetas que desnudos, en la hipótesis de los derrocamientos, acabarían juntos en la cámara de gas. ¿Por qué nos hemos olvidado de ésto, Señor Panero?

Mímesis

I La carne con carne, carne de carne de la misma fragua en moldes distintos. II Mi amor arritmia en delirio de campos, de este lleno que sobrevino en un que había rebosado el límite que podría enumerar, pero no explico en este turbio que causa la sordera. Con el corazón, en cama compartida, el olor de tu piel causa estragos a mi vena al alguacil corréografo de las mutilaciones. Sarna en dedos florecidos, moho de pan para nuestras bocas, que las mariposas existen en los cuentos, y es la vida diaria de dominicales, la que aletarga la llama para que no se anegue. Los abrazos impuestos, los anillos vaginales, los regalos en días de zirconio no son más que rediles de gallinas. Me quedo contigo, en la salud y en la enfermedad, lo percibí cuando las amarillas indicaron el parámetro, en ese instante de coz, de aullido, de súbita lanza, supe que morir no era más que la excusa perfecta para residir siempre a tu lado. Sin anillos, sin papeles, sin descendencia. ...

La sinceridad florecida.

Nuestros ojos se tropezaron y como en una fórmula de física, aparecieron las reacciones, adversas en el amor donde se construyen puentes y una cultura que nos enseña que nuestra pareja es el enemigo. Con las aradas la pregunta de que en la convivencia sobreviene el cambio, el amor de gestas que para los muebles pasan desapercibidos, pero, ahora, que me he lanzado en picado a la piscina de tus ojos, confieren la verdad. El olor de zapatos. La legaña en el ojo. La mueca inoportuna. El canal equivocado. El beso frío. El café y el azúcar frente a la estevia y la infusión. El abrazo a la almohada. La toalla con pelos. El sarpullido de la barba en mi mejilla. El eco de los ronquidos dignos de Neruda. El hipo, la tos, el gas. El bostezo para no mediar palabra. Para derribar la fortaleza de saber, que el amor viste rastrero y zafio y en la humanidad de los sorbos, la ropa plegada, el gato en vez del perro, la sonrisa en tres sábanas se han escrito para recordar ...

Dolor

Cuando el dolor acecha. Y la espalda se corrompe en contractura, los músculos claudican en la escápula haciendo de la vida lo más insoportable posible. Y en el aprovechamiento de la herida, una saca la libreta de las neurosis múltiples, de una paranoia de oficio para administrar al procesado acrónimo de sadomasoquista: la purga. Con el padecimiento del habla en el silencio, para emerger como Titanes en niños quejidos de poema.

Saciados por menos de una moneda.

La cola del Telepizza era madrugadora, apenas salidos los niños con la merienda del colegio, que variopintas personas enhebraban  por orden su comanda al chico de la gorra y la sonrisa de "Me tengo que pagar los estudios". Vivimos con el hambre resuelta, en paquetes de macarrones y botes incendiarios, para que no abordemos las calles. Ya se encargan de mitigar con el gas lacrimógeno las revueltas dentro del barril sumergido en un mar de cebada, con promociones de harina y agua, de un euro por carne prensada  igual que un papel, masticado de nuestra historia. Porque ellos lo saben. Pueden saquear, amortiguar, pescar el bien ajeno. Qué sólo la hambruna y las cabezas claras como huevos, estampado en las alineaciones de urbes, postales y fechorías. En el estómago con el eco del intestino. En el niño bramando a la teta. En las colas de los arenques, mientras que de pienso pensaremos más bien poco el gramo. De la libertad y de la justicia. Por menos,...

La congénita ecuestre.

Mientras sopla febrero por las calles me pregunto si sufre la pierna rota del caballo antes del sacrificio. Si en su doblez, el amo justifica las portadas de los diarios y el sudor que recorre su frente antes de encañonar a la criatura descompuesta. Tal vez un vendaje oclusivo. Una inyección salvavidas. El arrullo de los potros en tierras indias que podrá socorrer de la muerte al que fue su peana, su poso, su testigo. El disparo cumple las funciones anológicas, surte el efecto de la traición hípica de los que padecen el uso de las carreras. Relincha con murmullo, saborea el aire entre la saliva que purga el presente de una odisea que de tragedia parece un costumbrismo en los establos. -Cojo, quiero mi caballo, cojo. Le dije al hombre que apuntaba a la dirección de los vientos.

La escuela de mamá

Mi madre nos ponía el vestido de los domingos. Y sin ser invitadas íbamos a la mesa servida para otros. Tenía yo vergüenza, pero, ella con la barbilla alta y la majestuosidad de herencia tocaba el timbre tres veces, o un número indeterminado, hasta que la familia política nos abría la verja. Entonces, ellos aún con las manos grasas. Y las gargantas llenas de despropósitos nos cedían sillas para contemplar desde una vitrina un triste espectáculo del medievo. Luego al volver a casa, con los grillos por pistoletazo nos adoctrinaba: "Hijas, nunca tengáis temor a la verdad. Y descubrir por las acciones cuando no seáis bienvenidas. Iros con clase. En silencio. Cuando no acepten vuestro linaje. Buscad la tierra que os ame defendiendo la voluntad. La lección ha tratado de la vida que hallareis en el camino. Gente que aún en la endogamia reniega de vuestra ralea. Sed libres. Y volad."

Nonoche

La ilusión se ha sentado en el vagón al lado de un chico con gafas. La esquivo en cada beso que el tiempo obsequia a la vida. En los niños azarosos como cohetes de feria, y en los autos de colores en el semáforo, emulando a peceras con conversaciones de vaho. Luego viene el obelisco, la soledad absoluta, escuchando desde una nota en el pentagrama, a los que exorcisan en gestos airosos la dicha en las mareas de los adentros del poeta. Del ruido estrófico, desde un pequeño retrete de esos de cerámica. El endiosamiento que se auto-escucha en el comedor de los vientos alimentando al carnero con flores. Con el vinilo, que emite el canto de la dinamita para las paredes que caen con el efecto de la resiliencia. Porque tal vez, es hora, de salir del aseo y cruzar esta casa de habitaciones independientes. No entendiendo las flagelaciones poéticas, ni el oír la voz propia mirándose el narciso. No soy nadie en este anfiteatro, más que una vagina que canta en una Ítac...

Sin títulaciòn

Y después de la ira. ¿Qué nos queda? De la lluvia ácida sobre la lengua. Después, el vacío, la sensación ridícula de la contenida llama debajo del metal. De la peor, en que no nacen golondrinas de alones cuadrados, ni partituras de bohemia. Me queda un cadáver entre el esófago y el alma parida en páncreas. Me queda  el cráter de la viruela en la última caricia, los garbanzos secos en latas con óxido recordando su sombra. De la ira, no nace nada bueno porque no es tormenta sino un cirro sis-temático dentro de un cuento para adultos. Ya es hora de la pirata, de reconocer que ha ganado, que paralítico el viento no cabe en un tubo de escape. ¿Sentirá algo la piedra, los electrodos, músicos ambulantes para el barbecho de mi vértigo? Después de la ira, tal vez, exista algún médium para conversar con el niño vivo dentro de un hombre muerto. II Le deseo una buena estancia entre carnes que no olerán a naranjo, y que cada palabra sea fértil. Ya no rest...

Perno

¡Si me llamaras, sí, si me llamaras! Lo dejaría todo, todo lo tiraría: los precios, los catálogos, el azul del océano en los mapas. PEDRO SALINAS De siempre el peligro me ha gustado. Entre dos vagones subida al encaje. Noto la velocidad  convertida en burbuja y la alegoría decapitada por la inestabilidad del recorrido. Pienso, en altramuces y avispas, que fueron en un ayer lanzados contra el túnel. Y en la posibilidad del descarrilamiento. Donde mi cuerpo se rompería en hojas y saldrían a borbotones las miserias  y otras callosidades humanas. Sería tan fácil, desafiar, a la nada como los poemas que acaban en papeleras, descuartizados con las piernas rotas de las palabras. Esos poemas moribundos que nunca vieron la luz, que acabaron en vertederos siendo el alpiste de las gaviotas. Como las revoluciones, o las cartas de amor. De siempre me ha gustado el peligro. En vías que tuercen su cuello cam...