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Mostrando entradas de marzo, 2020

Terrados agrónomos

Las azoteas con tigres humanizados que voltean con la caligrafía de los círculos. La ciudad, ahora, en un piso con ventanas con la aflicción del cautiverio. Y la certeza oblicua de que mi Amor por ti sigue intacto igual que los pájaros frenéticos y el cielo azur que corona a los tendederos libres. Mi Amor, pequeña vacuna, de harina y arroz y lentejas, de las manos curtidas por la lejía con caricias de látex y besos de tejido. Congelados por la circunstancia de ser dos polizontes en un buque. Cuando puedo apoyar la cabeza en tu torso y escucho la niña voz que corría por las calles. Y cortamos el pan y la saña, y tenemos el miedo del cachorro abandono, y cruzamos los bordes de la habitaciones tajando cada imagen de nuestros seres queridos en el alma que pulula en un vaso. Amor en difíciles comisuras. De datos y esperanza nacida entre las cocheras. De la gente que arriesga la latitud, su enjambre, la locomotora de su vida para salvar a los otros. El Amor, pequeña...

Iluminación radiofónica

Tengo vergüenza por desempeñar cada palabra al abismo, porque aprendí que la mejor cara poética no es la pixilación. No entiendo como la poesía se cocina a dos fuegos ni la chapa que reluce bajo la lluvia con su óxido puede cortar bocas en los foros. Si del circo hacemos una fiesta. Si de la llama un crematorio. Si parecemos cavernosidades agrarias con púgiles rimas y colores iluminando las fauces por una plataforma. El poema tiene que ser como el pan-fleto que alimente a demonios y a benditos. Si juglares nos quieren, pues, nos bajaremos los pantalones (o las enaguas para los finos) y haremos calvos en directo. Para en nuestro menester agotar las reservas de la pan-ciencia. Labios hematíes y pecho lobo. Que de poetas a bufas sólo existe un pasillo. Y prefiero ser el hierbajo que crece entre las tejas . Con el convencimiento de que la cita panificadora espeta: "El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen".

Reno mística.

Me quitaré los guantes para acariciar tu cabeza de reno, rascando con las uñas menguadas las astas. Y te daré las caricias más dulces para que cuando cierres los ojos regreses de la jaula a la bahía, y sientas el musgo entre tus pezuñas y bebas del riachuelo de la tonalidad de la etiqueta del cloro. Esbozaré dibujos con mis dedos insertados en tu pelaje de Marte y olvidaré la correa de cuero para que pastes libre por las arrugas de mi vientre. Siempre serás un salvaje irremediable: vestido de hombre, con el galope viaducto de una tundra. Con la fortificación bendecida de la humanidad cuando tu cuello se trenza entre los arbustos. Sin domesticar nuestro amor, corriendo cerbatana al encuentro del instinto, la cautividad que merma el ala de los pájaros. La ciudad, tú siendo dueño. Porque eres toda la verdad y siento la primavera que con su megafonía nos impulsa a correr por las calles. Como cachorros en un sofá, sedientos y pisando veredas  el día zoo qu...

Lluvia con rímel

Treinta y cinco años han pasado...de tu ausencia. Abuela querida, que pasabas las tardes sentada en una butaca cereza con tus piernas de paquidermo por la fagocitosis de la poliomelitis de la posguerra española observando la eternidad de los pájaros que mudaban su pluma. Y de repente vino a la memoria la tinta imagen de todos alterados registrando el dormitorio, que aún con tu olor permanecía en las sábanas de algodón. El dinero, ahorrado tras el silencio. Dentro de una caja de medicinas. Treinta y cinco años han pasado...de tu ausencia.

La guerrillera y el camuflaje de líquenes

Parece la estampa de un primero de año con las somas de resaca y los establecimientos cerrados con el hedor del vinagre. En este páramo de piso con el privilegio del pájaro en que puedo tutelar la trashumancia de las nubes. Paso horas tocando el piano, recitando a Hamlet y sumergida entre mantas de Ikea sobre el sofá escenifico a Ofelia con la oclusión televisiva de una mujer flotante sobre el mullido. Y tengo la suerte, del que no ha poseído ni un centavo: al acariciar la piel de las vacas en los libros, bucear pinzando con las manos paticortas piedras y asaltar los folios con tremendas armas de tintura de yodo. Parezco un péndulo casero que recorre los espacios en una nave para pintar las paredes de palabras y hacer que este encierro de estómago en la ballena parezca una sucesión de eventos donde tuve que cortar mi lengua y volver a nacer. Lo has hecho en tantos conflictos que tu condición de soldado agujerea el tímpano.

El deseo colmillo

Puerta con mirilla de ombligo. En esta quietud de medusas. La calle pajarea según el devenir de las cifras en un hemisferio de sordos (tapia) tajados ante la magnitud. Una regadera. Hubiera deseado reencarnarme en un objeto valioso de lluvia para dosificar por cada ojo providencial la gota que una cara necesita s i m p l e m e n t e al expulsar una lágrima. No puedo llorar, estoy bloqueada mientras él dice: - Lo que sucede es el argumento de una libro de Lovecraft. Una regadera roja de plástico comprada en Leroy Merlin.

Nada

nado sigilosa en acto marsupial abro paso con las extremidades a través del líquido con forma barca que rompe la superficie y coordina el movimiento de rana arácnida con la gravedad cloro azul hoja estrella en ese momento de agua el peso se troca burbuja y el eco húmedo musita en su foro interno canciones de susurros cigarras motor y batería como una culebra en el pantano queso de regresar a la base del ser mecido por el mercurio en un polígono de mosaico destentado y gel arritmia de buzo sal de costra y ligereza de pelo en un cuadrado que feliz ansío como un cigarro a su boca. Nadar. Nadar. Nadar. Con la escritura diviendo la piscina.

El paraguas

Nina Simone canta en el salón un himno al sobreviviente de maremotos, de ataques químicos, de la vi da. En un sábado plomo con el jazz artillería dentro de este cuerpo luto. Canta porque es el único pájaro que habita con corbata en el reino de los desparasitados. Para qué en la entremezclada sesión de cine cuerda el reloj la dramaturgia del veneno adiposo. Y no pensaré en los asuntos pendientes porque sería caer como una maldita roca en la rampa de un garaje. Ni por qué no estoy en este preciso informativo a tu lado. La razón de que el amor fuese un guante desechable, una silla con respaldo reclinatorio. Si pudiera ahora recorrería la playa. Y le pediría por enésima vez perdón a la pared. Limpiaría mi sangre con tinta y convertida en sepia cruzaría el mar para besar los pies de mis hijos. Has corformado una ruta, la estrategia voraz en este canto afroamericano: la piel que conoce el látigo en la membrana prodigiosa de su costa. Mientras lees a Sexton con...

Amadeus

He roto el confinamiento, gracias al egoísmo de algunas personas, pues, nunca aprenderé que un trato debe darse por escrito, para que luego Diego no te dé por el cu- bo o la cucacaracha. Me levanté pronto para evitar el tránsito de personas, pero, la cola tanto del mercadillo como de la sucursal bancaria era un rizo negro de  un gigante de leyenda. Resignada, seguí instrucciones, ante la situación nueva y parecía un recién nacido en busca del canal del parto. Con guantes de látex y una mascarilla he ejercido de autómata para luego como una lombriz regresar a la tierra. En los momentos límites conoces a los individuos, a quién es un borde en la ida y en la vuelta, a los otros que no paran de emitir ruidos o generar descargas. Me siento sola muchas franjas porque le doy la espalda a mis demonios. La pesadilla que me ha despertado a las cuatro de la mañana. La intuición presencial de espectros. La sorna insana por los que te jodieron alguna vez. Y la botella de gin...

Espíritus

Por la noche los fantasmas se hospedan en los muebles. En este hogar de ladrillos. Serena aterriza la manta sobre mi fondo de arena con el pensamiento de que en mi mundo, no existe la diferencia entre una hecatombe a otra desgracia. Hace tiempo que mi ombligo es un túnel de niñez volátil, bombas y argolla con el dolor de la privacidad melosa come uñas y el sentido de no tener un rumbo. Mi casa se ha vendido. Mi sueño se crioniza. El ojo que en somnolencia presagia y sabe inerte que ya no es alcohol sino bálsamo de lavanda. Vivir sin vivir. No necesitaba extras. Me gustaba la extradición caravana. Mi casa se ha vendido. Mi sueño tiene precio con esta vigilia de espíritus que precisan almanaques. Y una calle de perros intangibles de frutos.

Desde la ventana.

Desde mi ventana observo las azoteas, en un festivo que ha dejado que el sol baile entre las nubes. Por eso, la lavadora gira, sin tregua, después de tres grises de bote. Pienso en las personas que viven recluidas por distintos motivos: las monjas de clausura, los presos, los enfermos, los agorafóbicos, los astronautas... Las semillas necesitan para crecer el espacio más mínimo, y la humanidad nació de un útero mudado en matriz con el ambito de un abrazo materno. Sigo también, pensando en mis hijos, es inevitable en este encierro. Les envío tareas de escritura y de dibujo, y sé que tienen miedo, aunque uno lo exprese más que el otro. Nuestra vida fue de zanjas e incisiones, y nuestra escuela de boxeo nos adoctrinó a la separación y al sacrificio. Como vivo en un piso alto, ahora, observo como juegan al balón en un terrado comunitario, considero que aunque sea un alivio no predican ante nuestros ojos con el ejemplo. Sobre todo para el vecino que vive abajo... Est...

Dónde estará mi carro...

Supongo que un antagonismo soy pletórico o existencial con mi hueco en mi estructura metálica o de PVC. Una cesta trenzada; mareo de un lado a otro, "guía-sacias", con tú "me-colmas", "me-saturas" y "me-olvidas" igual que un aparcamiento cuando la feria finaliza y los vasos de plástico ensimismados voltean con el vómito del último borracho. En la geometría puedo contener la variedad humana y del hartazgo, pues, quién más puede...más rentabiliza mi disposición. El carro del Mercadona es el hit de los modelos con ruedas. Y aunque parezca un colador y no tenga bueyes, que tiren de mi estructura mesuro la rotación planetaria. Insertados unos con otros con tú "me-colmas", "me saturas" y " me-olvidas". Hulk del extrarradio. Píldora para la ansiedad. Caverna de la economía doméstica. ¡Manolo, el carro qué gran invento!

Sinfonía

Siempre quise ser astronauta, por eso construí con la plantilla de un programa preconcebido y un batallón de letras, el cohete volador. Y nunca la necesidad fue tan imperante cómo la de este momento, diezmada como un átomo de mercurio, con la familia tan lejos y a la vez tan  cerca cuando la lágrima resbala tobogán. Vivimos como si siempre hubiese un mañana, con el pudor de mostar las manos, incomprensible, ¿y qué daño hace en este momento la sorna parapléjica? del que precisa cantar, porque el que lo hace, sus males espanta. Imagino en este encierro voluntario, las personas que convivirán con ogros, acostumbrados al bar. O los niños separados por convenios de divorcio con padres que tienen su hígado covertidos en paté de dolencia. Pienso mucho en mis hijos, lo mucho que los amo, y lo mal que encarrilé las cosas, sin culpa. Este mundo sin el hombre continuaría perfectamente, habría más bosques y la desolación urbana sería un estampa gris de una serie de Net...

Inflexiones, reflexiones y flexiones

Qué debe sentir un cuadro en el Louvre o cada trazo de Goya en su lienzo. En esta saciedad construida para ser devorada por la visión. Ayer que por las calles deambulaban los pasos y ahora la lluvia soltera transita. Un aroma, a tierra húmeda, por la ventana ha saltado, para que el latido no se gangrenara con su óxido. Escucho la tos (de bajo) de la vecina por culpa de su tabaquismo, o la cisterna arroyo en los cimientos con el piar de las ratas. En esta ciudad bosque con pájaros libres de cargas de hipoteca, observando a la bienaventuranza, de crisis de identidad, por qué no sé si es una crónica o un verso   La presidenta de la comunidad grita, y parece la líder de una secta, al afirmar que hay demasiada gente en el mundo. Y yo reflexiono "de qué gente marmita". O habla en términos generales. La vida ha dado pruebas de su ludopatía macabra, la cual, supongo que tediosa ha fichado a más jugadores. Hace tiemp...

Reseña del Arca de Wislawa del escritor y crítico literario José Antonio Olmedo

https://www.todoliteratura.es/noticia/52477/poesia/el-arca-de-wislawa:-la-poesia-de-wislawa-szymborska-como-salvacion.html?fbclid=IwAR0RKakhndb9XaGKTZS7pNcYPIbpdHQWNV8PyMDwEEUJYw_dHvJcQHr7EVQ   Lluïsa Lladó (Mallorca, 1971) nos ofrece en El arca de Wislawa (Torremozas, 2017), su cuarto poemario, una analogía lingüística del arca de Noé pero utilizando figurativamente la poesía de Wislawa Szymborska como elemento aglutinante de lo bello para su posterior salvación. Para dimensionar una aspiración así es preciso que nos hagamos una idea de cómo Lladó debe venerar la poesía de Szymborska. Tras leer este libro se nos hace evidente que la poesía de la autora de Preguntas a mí misma (1954) llegó a la vida de Lluïsa Lladó para cambiarla. Ocurre pocas veces, pero cuando sucede, es difícil explicar el porqué de una comunión así. Ser deslumbrado por la poética de un autor del que no sabíamos ni su existencia es —casi— equivalente a volver a nacer, a observar el mundo de m...