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Mostrando entradas de diciembre, 2017

Declaración de principios

Caminar conmigo no es fácil porque un campo de minas puede ser un remanso de paz comparada con mi disconformidad ante el grito insolente y la solvencia de mi llanto. Soy titerera y lo sabes de lunes a viernes, como una pulsera de mercadillo. Y hacer ruido, y coces. Pero, los fines de semana los demonios que habitan dentro del bolso en martirio golpean mi cara, el pecho, las muelas. Convirtiendo mi cuerpo en un héroe vencido. Pequeña ratonera Pulga astronómica. Peso inalcanzable. Y muere aún más la parte muerta. Y quiero que me odies Pues del amor no soy digna. Y cojas tu crucero. Y sueltes rastro. En un dolor de tiempo. Con miedo y serenidad de noche. Y me dejes atada como un número de resta. Pero, tengo hoguera. Y planes para regresar cabina bajo el tiroteo procedente de la ventana azul. El fin de semana, soy hueso, y cable rodeando al cuello. Soy despojo. Y tu amor me revive. Te quiero con todas tus faltas Como faltas hoy. Y estás a mi lado. ...

Das balas o baladas.

Tengo un tristeza cocodrilo. Del tamaño de un cocodrilo. Una tristeza gigante de color trino. Yo quisiera que ella se encogiera con el tamaño de una lagartija. Sus dientes se grapan a las vértebras. Y me llevan al fondo del río. No quiero bichos portadores de pena. Tengo una tristeza cocodrilo. Un cocodrilo lorquiano. Y me hunde al barrizal porque ella también tiene derecho a comer, a devorar la alegría. Verde, de piel dura. Y colmillos como puñales. La tristeza, grande reptil, del romancero gitano.

Inocente

Me gustaría ser una persona normal, y no esta maraña de siete manos y cuatro piernas. Pensar en la superficie de las cosas. Y no ahondar en su núcleo. No creer en el sueño de la profecía. Y que de mi cráneo no nacieran nidos donde se aposentan distintos pájaros. Fumar aire, beber fuego. No ser este antro del metalenguaje y hablar al vino por su color, y a la mesa por sus manteles. Común, neta, sencilla. Cómo una pared blanca. Llena de agujeros por casquillos. No temer a la pesadilla. Qué vieran los que me arrojaron al mar, mi pena. El dolor que se clava garfio entre las cejas. Este poema de párpado. El parásito silencio roto por la coyuntura de los versos. Ser un mono Y no haber sido el resultado de una refriega. Ni la lágrima en el ombligo. Ni la purga materna. Ni el cuerpo trapo en una silla. Ni una imaginación hemorragia. Con el cuello horizonte por el tubo en la tráquea, episiotomías para otra cuna. Con siete manos y cuatro patas. No ser poeta. Y no...

Desbarajuste

Las águilas de peluche adornan las estanterías de los hoteles. Jacuzzi de cava y fulanas de vestido de lagarto presiden las portadas de revistas de retrete Cuando el corazón cree en la inmundicia. Y la sangre que corre por los canales padece la peor leucemia. Con fotos sin lengua. Con la ergonomía de la sonrisa de las hienas. Manipulación del ojo por el ojo. Aquí en la doble acera, con las pupilas dilatadas por el Martini. Los zapatos en la terraza esperando que la hierba crezca. Las manos de agujeros. La maldad chocolate y los candados de aquellos que tienen el frío de la noche, metido en un vaso. La calamidad de los que aman y topan la soledad por respuesta. El revólver que apunta al sol. El trueno de la soledad del prófugo. Para los exiliados de la niñez. Los cartones de vino. La caja vacía. El huevo roto. Y hotel con peluches de aves y una bañera por losa. Felices fiestas a todos los combatientes. De la nada.

Punto de mira.

Es necesaria la concordia en los funerales. En los campos de guerra. Dónde el soldado mata al enemigo en contra de sus creencias. Puede desempeñar el muerto el protagonismo de una película de segunda. Porque el diálogo es carente ante la pasividad del que no puede mover la lengua. De la tierra que es edificada sin miramientos. El agua verdejo. El cielo con su moho de queso irrespirable cómo las palabras que se encarnan entre las tetas. No hay nadie en la calle. Tal vez la gasolinera esté abierta. Cerveza y una lata de aceitunas. Rosario para los difuntos.

Dragón cojo

Te sacaron de la oscuridad con un foco cómo si fueras una cucaracha. De tu agujero con un palo. O unas pinzas. No recuerdo bien el trance de laboratorio... Luego te daban volteretas dentro de un bote de espárragos. Para que el mareo encandilara lo suficiente. Hasta que el alfiler te abría los ojos entre espasmos. Y hubieras preferido una borrachera en la calle. Y vomitar encima de tu vestido rosa. Qué acabar siendo un botón negro de un disecado taxidermista de insectos. Dar agua al sediento. Debería tener su castigo cuando una vez transcurrido el tiempo no eres más que la colección plagiada del que hace daño con sus tijeras y formol.

Vías

En las estaciones de las ferias hilarates las pantallas, el sol escondido tras la espuma. Una madre atraviesa con sus ojos, el cristal del  vagón. Cómo la lluvia que moja el plástico de los coches aparcados en doble fila. La madre se despide de su vástago femenino cáliz de melancolía. La adolescencia se mofa mientras se encarama las ganas por las cortinillas, butacas azules, moquetas de casas de lujo en pasillos de raíles. La madre ha reclamado tres besos. Tres besos. Yo también soy una madre con mis hijos dentro de trenes, pasan tan veloces que los leopardos son cojos. Y la cara apenas roza el latido de un beso. Ráfagas. Espumillones. Araña que se deja ser fagocitada por su descendencia. Trenes veloces en distintos espacios de tiempo. Y el traqueteo del daño en simiente.

Guardar secretos

Esta noche, los ojos tienen el color de la cafeína. Y en el sofá intento ganar el recurso al sueño. Mañana los abetos tendrán espinillas y guirnaldas que ocultarán las vergüenzas. Y estoy aquí desvelada con el ahínco de ver a mis hijos en el vientre. Y saber que este dolor de garganta llora más que habla. Llevo una ristra de excesos. Y las manos con manchas de culpa. Y es normal que no se relaje el alma, hace frío en esta noche de regalos, de carnes congeladas. De versos en escabeche. Un despiste a la madrugada de no entender las miserias de las lunas en cuentos. Si lo que más amo se haya tras el mar. Los mares. La montaña. La sed. Tengo un frío escogido. Un té. Os echo de menos. Os menos de echo. El orden no importa. Los besos duelen en ausencia.

Gasoil

A todos nos gustan las sorpresas. Soy un ferviente de las mismas. Regalos dentro de cajas. Papeles de colorines. Lazos mal hechos. Nudos marineros. Celos que no pegan. Precios dejados con premeditación o descuido. En fin, él sacó del maletero una bolsa insulsa y dentro una horripilante maleta de las que pesan un huevo, de las que no caben en las compañías baratas, de las de color pastel para que luzcan mejor la mugre adherida de los andenes, aeropuertos, aceras, trenes, paradas de bus, y aseos. Una maleta gigante... No juegues con fuego dijo mi voz cabrona dentro del cerebelo. Una maleta, puede viajar a muchas partes.

Prórroga

Has esperado estas palabras escritas buscando algún tallo o brote. No sé que decirte exactamente. Sabes de sobra que no te amo, y no sé poner nombre a esa comunicación cordial que nunca dejaste de tener conmigo. Le llamas amistad a lo que es una realidad. Y no soy libre. Ni de pecado ni de culpa Qué quieres que te diga que no hubiese tenido que suceder nunca. Qué tampoco repetir la misma escena francesa. Si sabes que por poco que rondemos el abismo vamos a despeñarnos. En lujuria, en caos. En versos abiertos y labios de garza. No entiendo muy bien lo sucedido. Quizás fueron las iguanas. El calor del matasellos. El hambre. Tus ojos. Mi cuerpo de piraña con bisturí y hacienda. Si cuando estoy contigo en masa, sólo disfruto de tu mentira. No tengo que imaginar otro cuerpo. Ni pensar en otra ciudad o barco. Nos ejercemos en el pecado exquisito. Amante. Y yo dando vueltas subida a un caballo vivo. No soy buena mujer Te comeré a pedazos como a un capricho in...

Madurez escribana

Tal vez ahora escriba en privado. Qué esté en la época más prolífica de mi vida Y sin embargo. Se queda en la hoguera ardiendo entre las ramas y los papeles rotos. Escribir para el silencio de los ojos.

Dispa-rates

La película se repite de nuevo. Reconozco el capítulo de paternidad emulando a un dios griego que salva a los grillos de morir atropellados en las vías del metro. Es todo tan idílico que emana un ambientador que de sobra conozco. Salvador del mundo en sintonía o en asociación marchante sabe bien que luego vendrá la primavera y como el copo de nieve querrá hacer gala de sus acuáticas correrías. Se volverá cedro, y le habrán crecido dos alas. En esa búsqueda de identidad repite demasiado el divismo y me sé el final de la tragicomedia. Deberá ir con las nubes volcánicas. Y abandonará la raíz, el fleco. Será bala que abate sin escrúpulos. Y los osos, las ardillas, los jamelgos, los arbustos, el madroño. El arroz en el bote. Los zapatos sin dueño. La mesa coja. El tendedero despojado de la colada. El rojo. El azul. Los batracios. Y el esperma seco. Se quedarán aguardando el regreso antes de su marcha. Cómo el polen que es. Y dejará al cuidado a su...

Titán

Los náufragos tienen el patetismo de la esperanza. Flotan cómo adoquines en mares de nudos. La isla, caricatura expuesta, con la compañía de los escualos de ronda, pellejo dentro de un barreño con la sal gorda a puñetazos.

El rey del rock ha muerto.

Llevas demasiado tiempo, te has acostumbrado a rodar por los pasillos y a guarecerte sobre la tapa de un váter. Escuchando las canciones, apaisamientos de ritmos de moda para hacer que la felicidad se mueva, el culo se mueva, la mano pague o reciba como en trueque apostólico donde la mercancía es uno mismo, cretina servicial, el enquistar de sobrevivir en un centro comercial. Foco tras hora, oferta tras semana. Llevas demasiado tiempo, rata de escaparate, emulando a la cadena de montaña, con el jersey en la punta de la lengua. Con hilo de cabello de mujer que duerme con su máquina de coser. En esta alcantarilla, los túneles rebosan estampitas, el pueblo se atropella uno con otro. El regalo: la fábula, el manjar, la restauración del Almax, de las revistas de famosos enseñando el lujo árbol como un exhibicionista de psicópata. Demasiado tiempo en la caverna. El miedo escénico se ha apoderado de ti, padeces fobias y la terapia te palmea sobre la espalda. La tos no te abandon...

Fe-cal-es

Somos los ilustres borregos que damos lana a los que del sueño sacan beneficio. Te sirven en copas la transferencia. Y a través del cristal vemos sus pulgares. Aplastante hormiga defecada de letra de imprenta viscosa. Y si emborracharse es un grado, para los elegidos me quedo con mis escombros con el olor a apnea y a cloaca Qué prefiero la soledad de una piedra, que el tumulto de los que hacen caja con la fe cuadrada para poner sus acciones. Porque el pez pequeño en el mundo silábico de las resonancias. Relame la escama al grande. Abusos y en alto la justicia. Pero, cuando asciende cae ante los ojos de su pedestal. Timada. Acomplejada. Moribunda y anfetamina. Hay quién confunde un pulpo con un calamar. Igual ocurre con la poesía. Déjame llorar esta noche escribiendo. No me quedan más lagrimitas de indignación. Iros a la...

Plas.

Ha terminado la jornada, de los que triplican la tristeza de los catálogos prisioneros en sus buzones. Y aquí, me hallo en la noche oscura del alma regresando con las mujeres que inventamos la necesidad de comprar para ser felices. Luciérnagas de la iluminación con papel burbuja: Plas. Plas, plas, plas. Pompas y mi voz. Una afonía combatiente para los que no compran y son vendidos. Ramas de manos petrificadas. La voz Plas. Plas. Plas. Porque yo no escribo para un hombre pertenezco a la escoria de mañanas dominicales con sirenas en fábricas de juguetes en Oriente. No escribo para un solo hombre. Escribo por la rendición de las aves. La sonrisa de mi madre. Los niños de papel en los anuarios. La bomba de la oferta y la demanda. La maldita demanda. Plas. Plas. Plas. Las mujeres en calles de brea. Y la noche. El alma se trafica en páginas de segunda mano. Con tanto frío que los ojos se nos han congelado en este circo de joder al prójimo. Es domingo, ...

Un átomo de tu bosque me saludó.

Esta mañana la calle despertaba con fragancias, procedían del llano. Pino , algarrobo y resina que en coral se manifestaron y me vistieron de verde-búho. Las esporas camparon libres por las azoteas, los coches fríos, la cara transeúnte con el indulto de la ventolera por despiste. Y sembrada recogí la certeza de que ya no todas las canciones hacen llorar. Que el amor se ha vuelto mercurio y fluctúa según el decreto. Los amores inmortales perecieron de inanición; la colonia, la espuma de todas las playas de porta retrato. El olor fresco que te arrebata. Y metes dentro como un sueño anhelante de salir afuera como las copas, los badenes, cometas de caucho, molinos felices en la sintonía anarquista de la ropa en el tendedero, los flequillos, los ojos: hemisferio a la tierra volátil Esta mañana, estuviste a mi vera. Y olías árbol. A madera verde. Un día te añoro como otro ya no sé tu nombre. El viento y su cuerpo. El viento Sobrevino. Y se fue.