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Mostrando entradas de octubre, 2015

Wislawa Szymborska y Lluïsa Lladó

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Vísperas, lejos, durmiendo en mi corazón.
La primera vez en décadas que volví a pisar las oficinas del paro, cardíaco impreso. Previo número sentada frente a una funcionaria, quemada foto del sistema, le pedí en su formulario el recurso para solicitar el perdón de la humanidad. Perdón por hablar de amor y no de pobreza. Perdón por girar la cara. Por temblar ante el patíbulo. Por no salir a la calle y rezar en pro de la gente sin etiquetas

Lágrimas de cocodrilo.

Las manos, sogas. Los ojos, semillas en cuello. Si tus manos cierran las sogas oblicuas a la esperanza, si el ojo si-miente atorada, en medio de la medianía de un esófago de penuria. Para qué hacer de la luz un dinamo, de mi fuerza un vestido roído  de Zara y monte. En esta batalla que sólo tiene un recaudo, al unir esta ceniza resultante después de la brasa, apiñando las sobras para los perros, y operar a corazón abierto en medio del salón la numerología de los estómagos de raíz, este tronco supurado entre gasas, bisturí y obra y gracia enfundada en guantes de látex. Qué no me quiere, y me lanza a la calle como una gata deseosa de selva. Qué no me quiere. A quién hablaba de los dos, a mí, o a su engreída constancia de almendro. Y lloré por mis muertos mientras él pensó que lo hacía por su hueso clavícula. Lloré un retraso de lágrimas, los abrazos de mis hijos en vientres-almohadas. Lloré por mi madre que desnuda su piel a la muerte. Lloré po...

La belleza de la rosa Stein.

I En el cielo existen personajes, vestidos con los uniformes del Mercadona, lejos de las bombas lapa, tortugas metálicas, que viajan por el ecosistema. Son los parapetes del aniversario, los que mueven la economía a base de cono, prisma, cubo en la merienda caducada y el plomo de la artillería en carritos de compra cada vez más transparentes. Imagino sonrientes a los ángeles de la cadena porque tienen un trabajo. II Los niños lloran cromos. III La política luce una minifalda sin bragas porque enseña las vergüenzas al pueblo a los viajeros que toman aviones al paraíso, donde se oyen los aplausos más bellos, la lluvia de las ofertas del demonio que yace en la cara de todos, amorfos de cejas depiladas, lápidas auscultadas por el narcosuicidiogubernamentaltestadoderajainmundicia. Votamos a los cuerpos no a sus ideales. IV Los niños lloran cromos. V Los empleados luciendo alas, y coronas de amianto, con las trompetas de Jericó que suenan de coro ...

La cuenta pendiente.

Y ASÍ, HASTA CIEN VECES. Siempre repetía él, que le hizo un favor casándose con ella. <Quién te va a querer a ti. Si tu ojo es araña inservible, tu boca ciénaga de palabras "descompositivas" con el hedor en vez de la fragancia. Un abrupto comatoso. Un perro abandonado sin familia. Me equivoqué de mercancía, tu hermana, hubiese tenido que ser mi esposa> Ella se levantaba del suelo a tumbos como las estrellas dibujadas en los tío vivos. Se levantaba inhiesta e izaba la bandera roja. Era un detritus, pero él cáncer que decía que no era nada, no la dejaba escapar.

El cuento de la pregunta.

Mi padre era de pocas palabras y  de más hechos. Y a veces cuando los sapos salían de las charcas de su traje de militar, e inocente me arrimaba a su cabeza llena de caracoles de campo; le preguntaba por cosas de la vida, de lo filtrado por la rana de mis ojos: -Papá, por qué las mujeres orinan sentadas. Y mi padre que en ese momento era hombre  y no juez, ni rector, me cogió de la mano mirando a  la rana de mis ojos. -Hija, la mujer sentada  espera, es la forma  con que la naturaleza os ha otorgado la postura donde debéis, en vuestras batallas, aguardar. Y después de su discurso poco convencida y curiosa probé a orinar de pié y mientras lo hacía  en la verdad sal-pica-dura nació una poeta con la rana de los ojos.

Alcachofa.

He de ser franca con ustedes de él sé el páramo de los cinco sentidos de su cuerpo. Tal vez en un acto paternalista hacía meses que no compartíamos los versos de la bañera de Charles, pero, qué importaba llevábamos las heridas lustrosas, la memoria del camino de la vuelta a casa de nuestros sexos  no necesitaba brújula. Por ello, detrás de la opaca mampara en mi cabeza aún tibia construía el poema mientras el tigre hacendoso no chapoteaba y en silencio aseaba su cetro. En un momento la desnudez en el precipicio, la lluvia por el desagüe  y el contorno gris anómalo  de un paisaje lejano  que ya se repetía demasiadas veces.

Coleccionista de canciones.

Tú, que eres una mercenaria con hiedra entre las ropas del malquerer de un hombre  que no era más que un extintor colgado en el décimo piso de un hotel de lujo. En los tiempos de la incertidumbre,  de tiros en la nuca y cadáveres en los maleteros, cometas y el olor de la colonia que usaba Nietzsche en ráfaga para salvar la vida. De la chica del vestido azul con el muñeco de cristal-rompa-en-caso-de-emergencia que prefería morir asfixiado  por la luz de los ojos. Apoyada moribunda en esta farola fumando el último crimen  mientras cantan los unicornios dibujo con mi sangre corazones, recordando todos los que cayeron a mi paso en la tierra de las tumbas cavadas. Ahora que la faca vive bajó el océano y que he sido ejecutada por encargo, con las gaviotas bailando  sobre la cumbre del vertedero y soy, una vieja gloria del homicidio que recoge la piel  abierta en canal del que hace justicia a tanto crimen. Por la hemorragia de ama...

Salmo para dar fuerza a la guerrera.

Te veo en el ayer con el descanso dominical mientras los cigarros humeantes nadan dentro del café como ballenas dormidas. En Edimburgo hace frío, lo veo en el témpano del reflejo en tus ojos, Gloria, lágrimas de pollo y vino dulce de naranja en el ayer te veo en Sevilla bicicleta, capital de barrio.

Antitetánica.

Hay que salvar el poema convertirlo, trasmutarlo, exorcitarlo en un gran musical de Broadway. Le metemos perros, niños, algún androide y... ¿De qué precariedad salimos a flote? El poema aplaude, pero, no puede con honra ganarse la vida cuando todo lo rimado choca contra la piedra de nuestros ojos. Legañas sin salario.

Antítesis.

Apóstrofe fue la desdicha el venerar sobre la mejorana que nacieran de entre las ingles anémonas de cables mal cortados. Cortocircuitada transparencia ejercí de medusa entre las aguas para bombeo continuo del aire respirado por el fuego gel. Ego fui, y caí de la pared, naciendo tablas de entre las vértebras y ardiente Ángela de bares nocturnos, en la copiosa maría fumada con los ojos rojos por bombillas y la mano sosteniendo un libro de Pessoa como la llama del Zippo, trémula gelatina, abriendo la cremallera de un pantalón infierno. Y qué hace en este buzón océano envuelta en papeles publicitarios. ¿Qué hace? Subir al cielo piso de nuevo.

Dehesa bahía.

Él desnuda toda la capacidad. Decapita la letra para que los verbos: Ablar, acer, abilitar, ornear, desalmados corran como pavos sin cabeza. Hermética del suelo recojo las prendas, visto con prisas colocando la ropa interior en el cesto de su boca entonces, en los retablos de bueyes: horo, hamo, habrazo, holvido... y con la vergüenza tapó con mis manos la aureola, el descampado de Venus. Pues, un amor de hombre de pié y mujer de rodillas se merece todas las haches del mundo. Vherhdhad Ahmhohr mhího. Como un amor sin puerta.

La palabra de dos sílabas.

Manceba la nomenclatura  de las papeletas insulsas de cuerpo pegado con otro, llamado también fornicar, atesorar placer libidinoso en el infinito tío vivo de morir, morir, rememorar y absurda de nuevo caer al cadalso, para comenzar el deleite y convertir el lirio en una tuerca de taller mecánico y en providencia atornillándolo a tus quehaceres, se podría el hecho definir que en la fusión fortuita que un hombre de plenas facultades letradas y una mujer con los vacíos cóncavos empiecen a escribir el poema de ritmo veloz, con el traqueteo del mueble en el terremoto, dando brío a la arcilla que se moldea en arco de pérdida y en sinalefa fogosa apresurada presa  como el cebo en la punta del lenguado; medio desnudos, húmedos de calima y savia, acaramelados como las patas de los insectos libando el germen de la adherencia, descubriendo en una enciclopedia esta adicción "ginefálica" de tu trece de copas, en mi trasformación de herradura, la diéresis que falta...

En esta apartada orilla.

Laminada envoltura, capa a capa, milhojas de ingrediente textil opiáceo, la narcolepsia del sueño de la protuberancia al existir el amañado eslógan de que si la vida es somnolencia abrazada a alguien debe ser más llevadero, en esta ciudad cuadra de sábana, reliquia de cuerpo en un pijama verde manzana árbol horizontal que dormita en esta soledad de grillos auditivos sobre esta balsa de colchón viscoelástico, muelle sin pasaje, soledad de crisálida para izar un peso para la estadística de un país que pernocta polis embriagado, en un barrio de frío que ahora, escribe un reverso de ninfa al algodón, al petróleo procesado en una mano gigante caricia de cama. En este vespertino, donde las estrellas son las flores inodoras y me siento guarecida pero no amada, donde el poema es otra prenda de Zara Home con rasgaduras por un gato sin bautizar, aquí, acurrucada hebilla, nudo de cabos, acróbata parapléjica varada, mujer de  más de cuarenta, en charco, en un ascens...

El aroma de la mariposa número 245.

Puedo soñar en esta encrucijada que el barco, el avión, el tren, el carro de niño a la intemperie, no son los adecuados embalajes para mediar con el tiempo; podré sacar la metralleta y a ráfagas grabar en las paredes tu nombre, es así, como lo siento escrito dentro de esta costilla enfundada. A veces mi obstinación salobre no me deja ver las palabras llovidas que tanto mal han hecho a la cantera de mis oídos, ver el adjetivo carbonizado, la hemorragia de la nariz que mancha la colcha, las manos, los óculos, como un afluente interno de un amor desvanecido, no sé, no puedo, no entiendo el idioma de un hombre que falló tanta veces el pliegue terremoto si su corazón no latía. Otro papel, trabado en el parabrisas esperando el aguacero; en este momento que las ganas de ti me despertaron, el olor sibilino del café del vecindario, tu poema martillo que remueve la película cada vez que asomo a ese espacio infranqueable de tu hermosura maldita. Te amo en esta ...

Alevilla.

El verano en el centro de la ciudad era arenoso, sólo las calles estrechas mirando a Mistral  daban un respiro al caldo. Ellas, igual que farolillos de verbena, iluminaban los zaguanes, mujeres de edades complejas, vestidas como las señoras que van a comprar al supermercado, las señoras de la vida que aguardaban a los cortesanos del amor, del sexo explícito sentadas en sillas de enea, de cocina. Las veteranas, auspiciadas por un chulo de piel moca, con abanicos de periódico olían a almizcle con medias y rostros enteros, no eran jóvenes, llevaban años en esa esquina de aquel hostal viejo de Palma, colindante al Palau de Sant Felip Neri. Fumando, esperando el jornal con la piel lustrosa por la nívea o con las uñas pintadas de vino. Ellas, nos saludaban, a las que con paso rápido llegábamos tarde al comercio de explotado grano de mijo. Un día encontré a una de ellas fuera de su corral, era la rubia de pelo de púas, llevaba una adolescente, flor...

El cuento del hartazgo molecular.

Sólo quería ser su amiga. La flor nacida en el despeñadero quizá viva de su propia soledad contemplativa, el cielo y la cumbre sean los mejores compadres que vivir con el resto en las jardineras  del barro. Sólo quería ser su amiga. Pretender la amistad del silencio, de la oscuridad de los armarios cerrados, de la mancha del rotulador en el babero, es, en ocasiones, una tarea dificultosa porque dentro de su centro nunca ocurre nada. Sólo quería ser su amiga. Agotada empresa, un día, una pastora se enamoró de un puente, lugar de paso, donde las espuelas y los viajantes grababan el peso coeficiente y la mujer no podía evitar el sufrimiento. Quizás al puente le guste notar la historia de las ruedas circulares haciendo trillo a su estómago de castaño y no desee saber nunca lo que ocurre desde su nada. Sólo quería ser su amiga. El viento molesta  a la brisa más liviana,  enharinada al molino que le produce un sinfín de irritaciones fluviales. ...

Mal de la hamburguesa.

La belleza sin ningún miramiento servida en cristal fino siempre atrae cósmica e irrefutablemente. Qué te la den en un cartón o en un vaso de óxido, dedal, sobre de carta, o jarrón de jacarandá putrefacta. La belleza semejante a la juventud se sirve en hoteles con esferas de Murano y cisnes con arrugas de periódico que no permiten ni reír, ni llorar, ni vomitar. Esta enmienda no conviene, invendible el beber agua por muy sediento que esté el convenio colectivo sin el paquete adecuado porque aborrece hasta el apéndice. Así que hablemos en el poema de la vianda a láminas, carpaccio de lunas, de astros, de corazones, devoremos caníbales la carne cruda y dejemos de chismorrear de la fea verdad perdida en mil gotas, igual que un orgasmo en tu cara sociedad.

Colirio pez urbano.

Ayer leí que un estilo debía imperar en la retórica y titubeando escuché el batir sucio del realismo. ¿Existe en el volar, del gorrión en un charco de petróleo? Y en las gasas rojas del último legrado que duermen con el material quirúrgico? ¿Y en el colchón enquistado? En un terrado tomando el sol con estampaciones  arcillas; las manchas eyaculadas del cloro que dibuja nubes dentro de una barriga con la estaca. El pasillo de la verde oncología semejanza del prado, en los hospitales del paraíso de los guisantes sin retorno. Niños con caries. Lavabos de carretera atravesando el alambre políglota, desiertos bajo el mar ahogados, un calcetín cadáver de niña entre la ropa adulta y las toallas amanecidas por la lluvia, que aprovechan para llorar la ausencia del cuerpo. Mi realismo sucio. ¿Cuál es el tuyo?

Capital de Grecia.

He cenado espinacas y dentro de mi archivo de rarezas rememoro la lectura de libros no aptos para niñas de diez años. En el pasillo de casa de mis abuelos recitaba la poesía mística con voz desgarrada y trágica, mientras la familia presente ladeaba la cabeza pensando que de París llegué con carromato y no en cigüeña. Charlatana sigo siendo ahora y en particularidades aéreas a veces en mi aprendizaje poliedro pienso que sólo conocemos las capitales de las grandes ciudades. ¿Y los pueblos? Con sus riadas inocentes que se pierden en la carretera del mapa de los célebres nombres. Así que no está de más visitar la poesía rural, del ayer, de la biblioteca, del mercado con ocas danzando lejos de las luces urbanas de los apremios y otros títulos que impiden ver la galaxia extraordinaria de un bar maloliente y un mozo, semilla de leves trazos, bebiendo el primer verso de la copa.

El amor debajo del felpudo.

Abrazada a la sabina. Sentía que mis extremos se unían al hombre-puesta de sol que jamás contemplaré en mi lacra existencia. Mis brazos eran vocales que se aferraban a su pecho, y escuchaba el latido  de cada gota del reptil desde los más obscuros retos del ánima. Me posaba como una manta mora sobre su arena bramando al océano el rugido. Abrazada al alcornoque. Mis piernas eran las que conseguían hebillar su sexo, a horcajadas la hache muda se abría paso a la tundra de las palabras desde la nota musical indígena-oda-de pentágramas, me decía vete, qué haces aquí en mi corazón, y desenvainada con disimulo sostenían mis dedos un poema colgando subterráneos hacía el océano y su arena. De pozo, de amor que no es amor como un murciélago porque no vio la luz nunca y fue un sarpullido de corteza de árbol, brazos y piernas pares. Abrazada.

Gracias Maestro.

La historia la escribe el vencido por eso, en la dirección única y en hábito episcopal, éxtasis de Teresa sacra, reconozco las perspectivas del quinto elemento. Él me salvó, fue en su inmersión submarina el que de entre las zarzas tomó el cuerpo de Ofelia, fiambre gélido, mórbida iracunda. De entre los infiernos él me salvo. Engendró la simiente remendando las heridas, en la construcción de una capa para esmalte del duelo. Limpió las plumas de pájaro. Limó las garras de Grifo, para concepción del aroma a la manzanilla. De la joroba a la meseta tiznando el pelo con el colibrí. Él me salvó, inyectó la fe, la piedad. Elevó mis senos, masticó la carne pariendo una mujer nueva, luna rota de noche de pegamento. Con astucia domesticó los dos gramos de la bestia, la hizo débil para percibir los motores de los pétalos, derribando de la almena las puertas. La lluvia del vencejo. Fumigador de amantes. Deshilachador de la hebra del capullo para retratar en l...

La dalia negra

Quise salvarle, como una engreída profeta, quise andar sobre sus aguas, pero, su artículo, su caja de abismos, rítmica maleza de garriga estaba atestada de selva con demasiados juncos, anfibios lodosos compartiendo espacio en su corazón de tinta. Y caí buzo. Y manché la cara y mientras con más ahínco quería auxiliar a Ofelio, mis pertenencias de brazos, de textura epitelial verso gestante biplaza de harturas se llenaron de la única profecía del azul titánico mar acabando exhausta en una empresa imposible; toda mácula, toda poro, flor metida en vaso con el color del recipiente, boya de platanal. Le quise hacer semilla, salvarle de la cebada fiebre del heno, y lo único que supuraba era una mujer negra convertida en pantomima a la luz zócalo de sus ojos. Mi silencio no es porque ya no te ame, me he ido con ellos, viajando en el reverso de la hoja en una decisión de no morir por desprecio intentando resucitar al dibujo, yo que soy cardo, aguja de pino, veneno, qui...

Querido mimo.

Nunca olvidaré el día de septiembre que vi de la mano adulta alejarse a mi carne, miraba a través del retrovisor mientras mi pié aceleraba y trémulo el cambio de marchas dibujaba en el espacio la negación momentánea de que aquella fisura sería circunstancial. Llovieron sapos, las orcas se desangraban parturientas y ciega amontonaba cerrillas usadas para construir una balsa. Cuando desperté del coma, de esa muerte en vida, era demasiado tarde... las mazorcas llevaban bridas de otra plantación y mi cara más vieja observó un montón de restos de placenta vacía, medusa costra, calvario de púa en el ojo, dolor de madremalgia las uñas decoloradas de pegar sellos en una tripa que adolece en largos cordones de áncoras. Quisiera tener una vida normal, que Pizarnik tomara té con pastas y fuera una anciana sentada en una plegable viendo jugar a la selección argentina. Que no se hubiese suicidado, le lanzaría el cable que sostiene al moribundo antes de estallar su poema ...

La niña, de la moto, cierra.

Visto desde la acera da hasta gracia el haber habitado en más casas que osamentas. Qué el amor de antaño con música de película italiana fuera todo lo inimaginable en un mechero a punto de encender la tarta, en la actualidad, que sea, la reencarnación de un zombie con los globos oculares de mármol, con la piel cetrina, dedos lagartos, con la lengua chorreando gemidos rojos, exaltando en su plañido espasmo de maniquí. -¿Qué te pasa, tú que eras la sangre que saciaba las arterias? Y los monstruos se mueven en danza chicle como si tuvieran los pies pegados con zapatos de enterrador. El hígado es un sol de tarde que asoma por el horizonte entre sus molares. Me dan asco, no soporto su naftalina. Reviento la mirada en su patética servidumbre con extras que se repiten cien veces en la secuencia y trapo, que quieren alimentar la ameba de mi cuello y hacer de su secta la artemisa. Pero, yo policíaca ya no los amo, los maté con mi coche en la senda del h...

Sin título.

Cartas desde Manhattan escuchan a Chopin desbarajadas  Ayer en una red social colgaste el cartel, de que habías ingerido una pistola rusa  de aire comprimido porque ese amor tatuó  hasta la exterminación, hasta que no quedó ni un trozo de tu piel cuerdo. Desde septiembre el ocaso había sido precipitado, y ya desde el ocho no más hablé contigo, paisano de tierra isleña. El amor loco como dicen los franceses, y yo que no tenía tiempo para escribir más que un abrazo. El egoísmo del ser humano incapaz de leer la palabra auxilio escrita en los pupitres de las escuelas. Ayer, lo tiraste todo por la borda yo que conozco el sabor de los caramelos de la muerte. No fuiste consciente en la cúpula extraña encerrada de tu ojo. Qué un amor que te destruye, asesina. Y queda como una tira cómica a merced del gallinero, un Poeta de tu valía que se convirtió en estatua de mármol y perdió su cabeza por una corona vaginal Lo siento. Vive.

Comida sacra.

I ¿Qué haces? Más que encharcar tus sueños,  merece la pena algo que te ve  como un fósforo siendo granado. II El domingo con sus liturgias  haciendo oes de humo a las cocinas sagradas en su cónica estructura las ofrendas, los huevos parásitos en los repliegues haciendo que frente a un fregadero  la añoranza murmulle  la fonética del lavavajillas.  Sube el crepitar oleico el tufo de sofrito sobre culos requemados  que extinguieron su adherencia. Las paellas se llenan de besos  y la comida familiar tiene limones  y rodajas de amargo.  Yo les oigo hablar bajito,  con las sobras en las juntas de los platos,  con las cáscaras vacías de los crustáceos  en mares de barrigas obscenas.  Costillajes con acentuación en llana, y niños, y peras, y no sé cuántos cuentos de hadas. Aquí con mis tres mariposas negras  afanándose en su aleteo de buche sin tregua.  Escucho el recuerdo con...

Abadejo.

Una palabra escrita a veces es un claraboya, como una mano altruista que acaricia desde la distancia. Si fuera un mar le diría mece, si fuera un pez, exclamaría nada. Entonces continúe, no demore que lleguen antes de la hora Porque las redes que pescan las sílabas en el amanecer de neblina en las islas dan costumbre a los días con más vatios de sol. Si fuera el mar. Si fuera un pez.

Sol.

No habrá en esta tierra un hombre estandarte de mi mar Mediterráneo con la delicadeza de la berenjena enraizada de sombrero alado entre mis pechos porque aunque mi lengua sea extranjera el corazón late con el lloro de la piedra caída  de la sierra hacia los torrentes, pájaro sin pico que ama el que más calla y el remar de las galeras es el trabajo del campesino desflorando el almendro. No sabré de macetas, ni el nombre de todos los ríos ni pueblos pero conozco las cuerva de tu cuerpo desnudo de valenciano. Llull en la cueva escondido enciende una vela por un amor que se muere,  donde no habrá dos amantes que juntaron tanto el amor de dos sangres. Nuestra pasión fusilada de tanta codicia. No hi haurà en aquesta terra un home estendard de la meva mar Mediterrània amb la delicadesa de l'albergínia arrelada de barret alat entre els meus pits perquè encara que la meva llengua sigui estrangera el cor batega amb el plor de la pedra caiguda de la serra cap als...

El plan de Alicia.

Se mueven los garbanzos en la medianía de las cosas remando con la espátula dentro del puchero, componiendo la lustre a la sartén, en inmediata melancolía y una aprende, de los malos poemas, las soluciones. Un poema tuerto, con prótesis, un poema de mariposa vuelta al gusano, de esos de días de lluvia que dejaste el impermeable en el cine Sol. O confiada llevaste tu vestido  para la boda interna del barril y justo un minuto antes del recital engordaste y se te quedó pequeño. Una que insiste más en las palabras que con los sueños, que necesita acordeones sentados a la vera otoñal del que crea, y destruye vagamente las bombillas a pedradas del cielo. Malos poemas, sí, tan imprescindibles como la caspa, la tos perruna y Torrente. Y te ríes, y los doblas en trapos de cocina, y los pules ebanista con lija de coqueta. Poema. ¿Un buen poema? Gatos armónicos que olfatean el viento con su víscera como tacones de feria y un botón desparejado en una camisa co...

Ducados y la marquesina.

                                                                                   Noches de ronda es el modo poético                                                                                      de salir, huir, infringir. I Con el cuello despintado en la blusa del color marfil; con el pelo de almidón por la calima de los aires acondicionados muertos a la hora del baile y una lengua de gamuza con el poso de haber bebido más de la cuenta: 1,2,3. Lancé mis botines al aire igual que meteoros soviéticos, desnudándome amoratada del helor marital; para...

Cobre y azucenas.

Destrenzando el cable paralelo  parecíamos informáticos en una animada conversación sobre la entrada del USB. Un ruido de moto por la línea nos aisló subiendo una pregunta por la garganta como una bilis rebelde después de un concierto de jazz decapitando los enchufes. -¿Qué nos Pasó? -No pudo ser. Y volví a conectar el router y las ondas emitieron fallas en nuestra letanía de imanes. La única electricidad que existía en nuestros sexos era la amistad.  Por eso entre el primer fascículo de la vida y el bricolaje, no seremos más que mecánicos  que conversarán animadamente hacia el camino de salida. guardando en el disco de memoria los besos equivocados.

Sin título.

I Estúpida la enmienda de pertenecer a una fuerza gravitatoria para desplomar el estómago sin número como una manzana contra las losetas. Porque en mi desespero corro, nado las cien islas, apuro los labios en el desfiladero y le hallo en cada brote de la azalea que crece en las esquinas de una rotonda. Sentir esta libertad desplegando mis alas de murciélago a nubes y a picos, en el recorrido de trenes, de copas llenas de ginebra con el tabaco acunado, sometimiento vespertino del retorno al paraíso de su sexo. II Rueda el ovillo y florezco entre sus carnes, maraña de los hilos invisibles en las tuercas, en la lengua, en las barrigas que oleajes crean e iniciamos desnudos un trayecto de anillos en manos abiertas, de afluente de absenta que baja por mis paredes, esa seguridad espumosa de quemar la iglesia del credo, de abrir puentes con el volumen de su tórax sobre mis senos, mordiendo la víbora lengua, y muriendo ciega para escribir que le amo a la vera del...

Felicidades emperador.

La ciudad amaneciendo revienta en un ejercicio gimnasta a la gente de un sueño en ruedas; deten-idos  en los semáforos florales: La médium y el cirujano, el animal de fieltro y la sombra autómata. Cruzados escribanos como balín de piedra, andan algunos, trotan otros a rastras. Y de repente diviso a un poeta que cabizbajo camina, en el paralelismo de la constelación aún no descubierta, con esa tristeza del salto, de la hija recién adoptada, vestida con el color de las fundas de las gafas. En una exclamación, le digo: -Felicidades Emperador. Sí, es un poeta, se le nota en los andares, en la manera cristalina de observar las palabras que zafias van escritas en el suelo. Y pienso inequívoca en los antiguos hornos de puertas con bisagras de mariposa, de panaderías con bandejas repletas de ensaimadas. Humeante huele a miga de buena pasta, a pureza de harina sin refinar, a la masa que toma la forma del equilibrista entre la técnica y el rimado gris. Las nueva...