La ligereza.
Él era mi amigo, porque yo quería que fuese mi amigo, y el tiempo lo había transformado en un mago. Su luz era prodigiosa y muchos meses de polillas habían dado lugar a una faz de chamanismo que le envolvía entero mientras encendía velas blancas hablábamos, o mejor dicho, sólo la verborrea de la que testifica. Cuando tengo tiempo, y en los últimos meses no tengo. Acudo a su sanación adquirida: reiki, y su seguridad convence, y eso, que siempre he sido una cafre incrédula.. La verdad que fue terrible la sensación que invadió el pecho y un alarido de pena salió libre de entre las costillas. Entonces mi amigo que ahora era mago, con su haz budista y las tenazas que te sujetan del abismo me abrazo muy fuerte, y dijo, saca lo que apresado yace en tu pecho, llora, saco todo lo malo, esta condena no se va ni escribiendo. Las palabras no la pueden liberar por mucho que escribas. Llora y no tengas miedo.