ANÓNIMOS III
En la cena de las vanidades. El escote en uve que vestían mis senos mutó en "B". Ante tus ojos de diabético celoso interrogando la geometría de mis pezones. Luego volví a cruzar la puerta y en el rellano fui presa de un páramo en llamas. Tu brazo con una mano-araña profanó el tejano, el encaje, hasta que pulsó la orquídea viva del sexo mandamiento. Rompí mi tregua lacrada por culpa de la ginebra sin Lancelot de tres euros. El agua de Tristán e Iseo. Estremecí de placer mientras fumaba tu respiración, no me importó asirme a las barandilla cuando caí igual que las hojas secas del árbol. Cabellos húmedos, penumbra, el sonido de una piedra en medio del Coliseo con el benedicto de que los vecinos nos excolmugaran por romper el descanso del terrazo y las cristaleras. Y fui tuya barrida por un rastrillo como la noche que tiñe la aurora y estrellada jadeé lubrificando la comisura de mi carne. Sin promesa de ar...