La goma de borrar.
Nos ponían con los brazos en cruz, pero, no aviones éramos. (pero, no batíamos las alas) Un vía crucis con bocas, contorsionista herradura, invertidas. Nos ponían y derechas como avena en barrizal, el tirano prendía la manguera e iniciaba el ocaso. Con los brazos en horizonte, con la cabeza sol. Él agitaba con fuerza con un utensilio de jardinería sobre las pantorrillas, los gemelos, las juntas de las rodillas, pero en sus manos se convertía en saña, en llanto. Como espigas de trigo con grano lágrima, nos atizaba sin tregua, hasta brechas rubíes con forma de labios heridos, sierpe tubular que estrangulaba, con los vasos capilares que sollozaban por nosotras grabados de su sorna. Nos miramos a los ojos, nos reconocemos en planetas. Sin presentaciones. Conocedoras del color del infierno con cada viaje de noche, el alcohol purga y mata verde oliva. Y espero que nunca vendan un billete de vuelta.