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Mostrando entradas de abril, 2020

Switzer

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Tengo tantas ganas de caminar, hacia ninguna parte, que la fuerza que debo ejercer para no salir por la portería representa la de un cometa metido en una caja. La necesidad de que los músculos recorran el estrabismo de los campos  en busca de la velocidad para atrapar todo aquello que supura en mi poética de transistor. Las rodillas imploran el verde de los parquímetros. Los tobillos, el azul de los delfinarios. Mis piernas, como juncos de un mural en un restaurante chino con el imperativo de todos los animales que me habitan. Loba córvida de la sociedad. Erizo en un terrado de barrio. Filosa comadreja y felina. Correr los tajos de las callejuelas para ostentar el título de un maratón de barrio y levantar los brazos como la cornamenta de una cabra en actitud triunfante. Atravesar escaparates, túneles de lavado, subir con sobresalto a las sillas del bar y continuar mi progresión por galerías y museos. Un instinto depredador del espacio para agotar la indíge...

El negocio de la pena

La próxima factura de teléfono será astronómica mas no puedo detener la necesidad misil de escuchar la voz de mis seres queridos. Cuando la tristeza me embarga, tomo el móvil y pulso el botón rojo de los números que me devuelven a la vida y pintan de colores los filmes mudos protagonizados por Harold Lloyd. Nunca un abrazo de cuerdas vocales fue tan costoso, y tan barata la manera primitiva en que nos comunicamos: -Tanto tienes, tanto vales. Adherida a un artefacto asiático que es un Hijo o una Madre. Doy rienda suelta a conversaciones insulsas para no derrumbarme y decir la verdad: -Lo único que tengo es miedo.

La excusa escribiente

Pido disculpas por mi hemorragia escribana pero es la neurosis de haber nacido libre porque me enseñaron a leer y a escribir Pido disculpas por esta convulsión taquigráfica, la tos cerebral que angustiosa pringa papeles y monitores de nieve. La tristeza que bucea por mi sangre como una ballena en un carguero para ser despellejada, vendida a cachos y acabar en botes de tratamientos de belleza, en sopas con aditivos de campos de concentración. Pido disculpas, porque es mi grifo afónico, la manera egoísta de saltar a la vista, el fogueo, del náufrago, la botella, con este mensaje, varada en la costa de Chile: -Pido disculpas. 

Flash gordo

Se ha congelado la rutina como en el fotograma de una pésima película de los años cincuenta. Los pájaros y los peces se suscriben a canales televisivos de abono y las plantas crecen lo acordado por las leyes de la naturaleza. Un grabado en su plancha de linóleo. Una captura de pantalla. El espejismo delante de nuestras retinas como una liebre frente a los faros criminales de un coche. Y tengo ganas de salir de esta metamorfosis. De esta recámara de revólver. Y desafiar al primate que llevo dentro trepando árboles, bebiendo de los arroyos y desgranando a los matorrales de sus píldoras. No debería existir la primavera sin gente. Ni la enfermedad minar las gráficas de los expertos de Harvard. Criogenización del entorno menos para los valientes y los repartidores de pizzas. Con el sentimiento común de unas campanadas de fin de año que comienzan en el hipoclorito amanecer y nunca terminan en fiesta.

Una bolsa grande de pienso

Tengo mucho tiempo para pensar, pensar en las cuerdas rotas que ni siquiera consigue el caos unir de nuevo. Voladura de la distancia de los que un miércoles amamos. La extrañeza de los colegas que bebieron cerveza en garitos con olor a fritura o la hermana que te mira como si fueras un espejo roto. Pienso en las playas de las calles, en la brisa de los huecos de los ascensores. De cómo arreglar un fósforo apagado y poner ruedas al radio de una bicicleta con excedentes de viaje en desiertos. Pienso con la marea del gentío que va y viene de nuestros foros cuando una, ciega de sal, añora las correrías infantiles, las tascas a deshoras, los ramos de novia, la fe, la amistad a cambio de la amistad. Los entuertos, por lazos. La segunda oportunidad de poder construir algo escandaloso. Rascacielos de manos atendidas que ni el más terrible mutante ha logrado remitirnos de los amantes cojos, de la parafernalia de las piernas partidas por la bajeza. Como estatuas que r...

Botón de madera de arce

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Me levanto a diario con el desdoblamiento de las páginas y una dualidad que articula momentos heroicos con otros de pesadumbre. A ratos envalentonada, a ratones quieta. Bajo las sábanas de Primark, una neumomia que abre sus ojos en el mausoleo para negar esta realidad cicuta y beber de su jarra, trago a trago. El cansancio de subir picos que siente este hueso y sin embargo, no rememora cuál es el atajo que lleva a los montes. La propulsión de borrar las cifras para ilusa cocinar viandas que ya no probarán la boca de los muertos. Izo el árbol de este sistema y elevo la música de la radio para no oír como llora (muerde) el mundo. Positiva, añadidura de aceite en las bisagras. Riego las palabras para que florezcan geranios sobre las piezas del baño. Negativa, alquitrano el gotelé de las paredes, rompetechos, almidón de la lágrima como un aguijón en la glotis. La abeja muerta en el patio. El canto de las cañerías. Y comprendo que el zoo debería estar prohib-ido...

Ignoro las coordenadas que miden la verdad del engaño

En esta carcelaria odisea de postulantes donde magnifican su dolor como el auténtico. Que se mofan de los que no ejercen la violencia o rehúyen de los que sentados en su butaca no venden libros a la burguesía. Prefiero el sarpullido de un buen corazón que la zafia risa del fariseo que tarifa su frase. Tal vez me he ganado la vida como he podido: fregando suelos o durmiendo en camarotes con gente anónima envuelta en una manta, en travesías con olas más pequeñas que su ego. He doblado camisetas; y mi voz trémula tronó con la despedida en estaciones de agorafobia. No soy nadie, no tengo más que un bote de legumbres enjutas que voy desgranando para nunca olvidar el camino a casa. Y pienso en las camas vacías, en los comedores repletos de portarretratos, en los animales que aguardan a sus dueños, en la piel mellada por las mascarillas. En el arte extinto. Cuando existen los intocables hilando la carne de cada ser humano, juzgando su hálito, el ranking que ocupan e...

Felices años 20

Y si fuera otro mal sueño que acorrala, y al despertar, la calle fuera de voces un torrente con niños de azúcar en los columpios. Un viernes con las carteras escolares  descansando en los hombros de las sillas. El trance que con un chasquido de dedos se desvanecería igual que una niebla londinense sobre el río. Para que los capós de los autos adornaran con sus colores golosinas la avenida de historias humanas con carmín en los labios, con tabaco en la garganta; los pies sobre tacones y los perros libres de bozal aullando a la luna. Prepararíamos guirnaldas para los toldos. Y leeríamos libros en terrazas con el fulgor del vino en la boca. Pero... andamos a dos metros de distancia. Con el cielo limpio de sol, de noches donde los roedores escarban en las bolsas y una sirena azul enciende la esquina al silencio después de su paso. La desconfianza del diablo que mece nuestra cuna, mientras los niños miran tras los cristales la precocidad de la muerte.

Bajalta tensión.

La felicidad obscena del destello de la premeditación, de aquel ser que admite que el medievo repta en la lobreguez. Pseudo feliz, sí, los ratos que olvido que muere gente en la guerra y en los hospitales y logro concentarme en tareas culinarias. Luego tocan el timbre y pienso que la familia ha acudido de visita en tropel, adornada con flores y besos de caramelos de regaliz. Al abrir mes la puerta contengo la emoción del neonato, porque no hay nadie... Ha sido la esperanza que con su silbato arremolina el tímpano en una ensoñación de seres oblicuos. Miro a través de la mirilla. Y observo la fotografia del hueco de la escalera. Parezco un ojo con la irrealidad virtual que ha minado su cuero de pústulas. Porque el capricho no es más que una metáfora de lluvia que cae en diagonal sobre los huertos. Con un kilo de harina, con un metro sin paradas a toda velocidad por un tramo en una ciudad de película. Sin actores sobreactuados ni actrices de moda. La muerte...

Salmificación

Vivimos en un mundo que es más fácil tirar bombas, que decir: te quiero. Calumniar al vecino. Atropellar al lenguaje. Disimular las ojeras. Un mundo de jactarse y la empatía en desuso. De tolerar lo injustificable. De venerar lo artificial. De manchar el agua. De vomitar en vez de abrazar a la sombra. De radiación con bombas informativas y químicas que corrompen. El prejuicio, la xenofobia. El iris protegido del ojo. El hacernos daño de un modo gratuito. El hecho audiovisual. De un mundo. Que no quiere admitir que con el poeta huérfano en un recital cosechamos campos de minas. Te quiero. Atragantado en el área de la preferencia a lastimarnos, a ensuciarnos, a desproporcionarnos. Sin egoísmo. Decirlo. Pero preferimos pisar al caracol antes que esperar un segundo su paso. Qué nadie nos detenga en nuestra autodestrucción.

Confinamiento

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Convivir con nuestros monstruos, la distorsión, la coz astral de las paredes. Se hace ameno, si dejas de huir, y compartes bocadillo con la paranoia. La tesitura peor, es las noche donde las pesadillas emergen famélicas y me despedazan en un juego acrobático. Hoy...cómo siempre escapaba de un asesino, de un algo con quinina y enjundia que me trasformaba en un pez, una ova, un residuo en un caudal de fábricas en el extrarradio. Nunca había conversado tanto con mis terrores con ese hálito que necesita que abra la ventana al frescor huraño del alba porque la asfixia acontece. Soy capaz de recorrer hectáreas, países, cambios de equipaje, de colores de cielo, de gente y de caras con el dulzor amargo de la hierba. Fugitiva errante con el ritmo cardiaco que se acelera, con la suposición corpulenta que convulsiona, con los párpados que titilan como estrellas sin quilla. El agotamiento se entremezcla con la luz que entra por la persiana: He estado haciendo agujeros e...

Los molinos de viento

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Todos los coches se detuvieron, en una sangría de propósitos insostenibles. La situación novelesca de Don Quijote luchando contra los molinos, y la conciencia lacrando la salida al exterior. Ya no importaba si de la comanda los zapatos azules llegarían al almacén el viernes. O si la lluvia reventaría la zanja de la excursión al campo. Un muro se había construido en nuestras calles aislando a los vecinos, a los perros y a los cubos de basura. Con fobia a la tos, la de aquel pavor que heredamos de la tuberculosis y que reprimimos como la orina virgen en nuestra vejiga. Tenía los billetes de avión sin imprimir cuando los bombarderos asolaron Alepo. Un trabajo para remontar la niebla de los huecos de un futuro con cuatro años de enclaustramiento que cayeron por las escaleras. Quedando inmóviles, boquiabiertos, con el reguero de sangre de un bordado novicio entre las comisuras. Entonces, sentí el abatimiento de los castillos de arena cuando la ola goza en su combate...

Botines de terciopelo

El amor tiende a lucir muchos atuendos. En las salas de cine. En el restaurante belga con langostinos insertados en un tenedor. E incluso en la boda de otras o en las campañas navideñas. El amor. Pero...qué le ocurre si de repente le quitas la fécula, la trampa, el boato, la tiña agazapada en un traje de lentejuelas. Te quedas con un cuerpo desprovisto de focos, un cuerpo frente a otro. Y es allí, en la marea del arrastre con la adversidad mundana que descubres al perro abandonado que ladra dentro  cubierto de hojarasca para ocultar la desnudez de las curvas. Es en este amor. Cuando nada ni nadie puede tapar sus vergüenzas. Encerrados al vacío, reflexiono, la fortuna que en este páramo tú seas mi compañero de cama. Por eso cuando cruzas la puerta, con el sesgo precinto de la voluntad, para musitar al amor que ruina sin fiestas: -Quédate. -Sí, quédate por siempre. -En la casa que has construido.

Cohete Bowie

En esta nave parezco un astronauta, que se comunica con los seres queridos mediante la tecnología que lanza besos como meteoritos, que al entrar en la atmósfera se funden como un helado de coco. El planeta a explorar no ha sido un territorio desconocido, pero sí rocoso e inhóspito, ya que me visito en una introspección con la cautela de una hormiga en un alambre: Dunas de caos, altibajos en la superficie. Un Marte rojo de cráteres de ausencias y decisiones que total hubieran teledirigido a la inflexión de un punto. Supongo... que otros viajarán a sus temores con un submarino nuclear, o en un globo de fabricación canadiense, observando más lo que hacen los demás que el buscar un sentido espacial al confinamiento (de los personajes) en las incursiones simultáneas. Siempre fui un ente de la mortificación así que en este cohete me siento una mística arañando la puerta. Arriesgar la vida con oraciones semánticas para qué los niños tengan que soñar. Escribir la bi...

Sabotage

Tengo una lista de cafés pendientes y el convencimiento de que una parada técnica te obliga a descansar de una forma extraña. Nada es más importante que el bienestar de la familia, de la gente que quieres e incluso de la que no conoces. La fanfarria ha quedado en una esquina del salón. Y la poesía, desempeña la metadona que en el súper luce como la levadura agotada, necesaria para amasar los órganos. Y sin ella, cómo puede subir el pan que alimenta las pestañas, el timo y la barriga. No se trata del espíritu de saldo. Sino del que aún en la miseria de los otros encuentra ganancias y se llena la boca de lombrices. El miedo a que no podamos cumplir con lo prometido. Y buscar la respuesta de mover el coche sin combustible. En el verso lo aparco con infracciones o como manda el código. Pero, en la realidad, por mucho que el entrecejo apriete, no circula con la sangre, el oxígeno... No existe país para emigrar. Y considero que ser benevolente engañará a una existen...

Termosdato

Ejercer de poeta es un estado intermedio, entre sólido y gaseoso... La grapa que en la lengua con su lucidez no transpira, de caminos poco habitables. Para renegar de un oficio que escala montañas con picos de acero y corazones en muñecos con sondas. Quisiera que el ardor de su lava al humo, del hielo al estruendo fluido de un desmayo. Pudiera medirse con la altura de los ascensores de un don convertido en un timbre. Temblor obsceno. Trípode de amanecer. Con chuletas entre las carpas en un matadero de megafonía. Quiero retener su elixir entre las manos pero no se deja atrapar, liebre hiperactiva, entre las ruinas de mi estatura de microbio. Poeta que como el mercurio esparce éxtasis y liendres. Y que busca su carné de conducir cómo un gato convertido en gaviota.

Diapasón

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Prometo viajar de nuevo donde la vid prospera en los parrales. Nadar lo suficiente para devolver la perla que robé del arrecife. Sí, me absuelvo, amorfa de penitencia, de todas las calles que crucé sin permiso. De andar al revés, de no recoger del tendedero la sábana del firmamento y sacudir sus estrellas contra los bares de copas, para mis adentros arrojar poemas etílicos. Seré mejor que nunca. Y en el amor jamás. -¡Ay de mí! Cuántas misiones en un cuarto con una mesa de cuatro patas. Perdonar, bueno...ahora todo es permisible. Me disfrazaré de hipocampo. Y saldré al acecho de las salamandras. Aún, en este globo, quedan libros por leer e igual que un roedor explora las cañerías, no me cansaré de exclamar: -Te quiero. Dejaré la lectura cuando el ánimo esté sosegado, a la hora brújula, durante estas vacaciones de granja. La duda entre Lorca y Machado. Cocinar tres veces un "mancho y limpio". Y tricotar, como Penélope neurótica, con lana invisible ...

Mascarada

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Los árboles florecen sin tribuna mientras los caparazones duermen en colchas de poliéster. Y sé, en este convento metalúrgico, que a los pájaros les importa un bledo si salgo, o no, a la calle. Con el cielo sin aviones, que parece la piel sanada de un leproso. Tal vez, los impacientes sean los paseos, largos de cabellera, con el silencio incómodo de los bancos. Y de las botellas de vino de aguja que quietas soplan al cristal para reventar de una vez el corcho y llorar por las cosas que planeamos y que hemos pospuesto en un ejercicio de humildad, como la lluvia en el hormiguero que naufraga. Quisiera pedir perdón estrechando las manos. Recoger el ancla que perdí en un aeropuerto. Para colmar la parte del alma avestruz que reside vacua, con una semilla de fe, de chicles mascados, de fotos en escala de grises. Los árboles diseñando el próximo fruto. Y las piedras expectantes que deberé sortear en esta encrucijada de bolsas de empleo, de proyectos tetrapléjicos, ...

Selvática aflicción lunar

Como tigres domésticos sin dientes pululamos por las habitaciones masticando fotogramas. Bestias urbanitas en un proceso de reciclaje conviviendo con fantasmas, trajeados de Primark y cazando los ratones melancólicos de recuerdos con ojos botones. Añoras la naturaleza cuando jamás la has amado. Has vertido el aceite por el fregadero como un mosquito que pica la piel más dulce. -Nada importa. -Si sólo es un momento. Y quieres correr por el monte, pero, el pasillo queda cortito. De repente, la infancia te traslada a un mundo donde la tecnología era una televisión de dos canales, Venecia chica, de manos con harina de maíz, sábanas con los extremos imperfectos, y la primera hamburguesa americana antes que la sexualidad en las escuelas. Sigues en esta selva de cemento con el camuflaje animal de monos hilarantes, colgados de apliques. -El amor, todo lo cura... Pelaje de aguas subterráneas con la alevosía del que desea trepar por las paredes y ha olvidado sus almohadilla...

Primos

Nunca destaqué en la asignatura de las matemáticas, porque no entendía que contaran cien panes para cinco bocas. Ni que un solo corazón tuviera la capacidad de mil vivencias. Que en una casa el vacío se hospedara. Y que lo intangible de un beso a través del móvil sume lo suficiente para colmar un alma seca. Las matemáticas construyen. Y restan. Con sus raíces de factores exponentes de un sol global y una tierra para pocos pies. De familias sin miembros. De estadísticas por países si la condición humana viaja en el mismo tren de vida. Esta gráfica de alambre. Y hoteles de camas sin deshacer. De una vacuna que puede salvar a muchos. Como un dictador no salvarlos. La aritmética de la palabra amable que sana. O de la poesía con el peso de la polisemia, de la paja y el plomo. Es verdad, siempre he sido una ignorante de las ciencias exactas. Al no entender el idioma de los números y observar la injusticia de ser de un recuento u otro. La inexplicable diferencia...

LA BOLSA AZUL

Saluda la bolsa azul trabada en el cable de la azotea mientras los perfiles fuman en sus barandillas. La imagen trágica del amago que la vida nos ha sometido con su pesadumbre de plástico y la nicotina en las gargantas. Siempre quisimos ser pájaros de aguardiente naciendo con alas de fieltro en cada proyecto y viaje a las bombillas. Sacar el corcho al sino y leer parco para escribir en adobo. En este instante que el munda gira, y existen cuerpos de morfemas en morgues del color de la cal. Que voltea y estrangula el eco de la jauría que despedaza a la marioneta. Y cobra sentido lo banal: el paseo abuelo, la pértiga del cojo, el beso no dado por orgullo y lanzas a una pantalla como un chicle clínico de proyectil. Quisiera que los abandonados volvieran a sus casas, hogueras de memoria, y que recordasen nuestros nombres, la leche rebajada con agua, el pavor a la sirena, con el pan, duro náufrago en el plato, en los templos antiaéreos, al besar el mendrugo...