Switzer

Tengo tantas ganas de caminar, hacia ninguna parte, que la fuerza que debo ejercer para no salir por la portería representa la de un cometa metido en una caja. La necesidad de que los músculos recorran el estrabismo de los campos en busca de la velocidad para atrapar todo aquello que supura en mi poética de transistor. Las rodillas imploran el verde de los parquímetros. Los tobillos, el azul de los delfinarios. Mis piernas, como juncos de un mural en un restaurante chino con el imperativo de todos los animales que me habitan. Loba córvida de la sociedad. Erizo en un terrado de barrio. Filosa comadreja y felina. Correr los tajos de las callejuelas para ostentar el título de un maratón de barrio y levantar los brazos como la cornamenta de una cabra en actitud triunfante. Atravesar escaparates, túneles de lavado, subir con sobresalto a las sillas del bar y continuar mi progresión por galerías y museos. Un instinto depredador del espacio para agotar la indíge...