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Mostrando entradas de diciembre, 2016

El deshielo del sentido común.

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Y resulta que existen jornadas laborales de conversaciones pendientes. Te da por hablar con los que se fueron, con los que se apearon sin notificación asintiendo el rasguño de la balanza, de aquella amistad que vestía de azul los momentos, siempre, con la palabra adecuada, con el ritmo de la justa vehemencia que no se puede descarrilar, el hierro que sabe a miga, el limo de todo trance con el papel de la mediadora de la brújula de los idos, en estas conversaciones de mutilada entre un cerebro de cata de vinos, para los que se fueron. Con el año, con el copo, con el agua vertida de los cubiletes. Y te da la espina por no dar la rosa que duele, la ausencia de los batalladores de los hilos hechos embuste, de la paz en tertulia, la malabarista de la experiencia, hablar por hablar, justo en el diapasón que emite la ola acústica de los que se fueron y aún están sentados cerca mirando como se desintegra la primavera de los poetas sin lecho.

Sin título.

Las misivas son claras y su tristeza asumo de notar arrancado el plumaje de las alas del ángel tal vez la hora pasó de largo en el tren y los momentos que ambos residimos se alquilaron por fotos a la expectación de un juego que mermó los alientos de los que nadan sin isla con los miembros mortecinos y que ahogan el agua de la sal hacia la orilla de oler su soledad prolija y no poder evitar las lágrimas al leer sus poemas del balido trabuco a la herida de la hoz que pule mi garganta con el veneno soporífero de las preguntas de si alguna vez amó más que a su futuro de burgués y si valió la pena apresurarse en el último momento a esta vida de calcio de fugitiva que se cansó de esperarle detrás del adjetivo. No puedo evitar llorar cuando leo su poesía. Ll.Ll.

La imperiosa necesidad de escribir,

Ha de entender que la poesía habita  en los malditos puentes  de la hermandad que vive  chocando sus coronillas  contra el sistema  de las rancias auroras, púgiles intentando taladrar a las palabras. La escritura se desliza igual que un ciempiés por la médula, vértebra a vértebra, te clama en el hígado supurando en sobredosis hasta la extenuación la sangre negra. En bandada de proyectiles  el alma entre los versos un  gallo de pelea que  lanza los ladridos a los soles, contra el pan duro, las manos del plástico, las flores huecas, la inmundicia del ser gusano. Filantropía homicida que necesita cacarear. Aunque sea debajo  de las aguas  de los barcos  para morir escribiendo después de la lluvia.

Lila casi rojo del mar que fluye.

He tenido una revelación con el firmamento de piedra cobijando a las aberturas. De las manos que danzaban sobre la carne, en la pereza del poro en el estómago por no haber luchado lo suficiente  y el abismo,  que se han cernido sobre él, como el agujero de los ojos de una máscara. Creí lampara, tostadora, borracho tocadiscos, que las manos eran tus primaveras, y el aroma a azahar invitaba a beberse, a estrangular el aire que cuidadoso nace de entre las plantas. Corriendo entre los naranjos, con los pies del verde, aniquilando los pasos necesarios para subir a la luna, con el pensamiento en el defecto de las máquinas, en las chapas alicaídas de las botellas hambrunas, de los sexos complacientes en los palmerales, de canes con costillas, de aparatos sin radio, corriendo ecos entre los naranjos hacia la boca del ahorcado. He tenido la revelación del poema que muere cuando está escrito.

Ánade

Qué pequeño el corazón bajo los radios del recorrido divergente. Córdoba con su perfil de fruto abre de río en rama lo que de germen hoja renace de este hombre del cual enamorarse de su respuesta conducta inevitable es. Cómo no amar al remo. Cómo no venerar la raíz que lo sostiene. De conjuro de mudo. De nuez a su garganta. Del que repara y no agreste, pues,  nadie del cuidado sale indemne,  y por fin el amor se ha engalanado de rojo beso y las ciruelas que sanan del escorbuto a la soledad con sus esbirros.
Aguardó la palabra, pero, voló entre las gaviotas con el testimonio de la piedra que diseccionada no otorga a la chispa la oportunidad del incendio. Ha calmado el ojo que sostenía al zapato para no acudir a su portal y golpear su nombre hasta la extenuación  de los renos. Y miró la decimonovena mordiendo su mutismo de lengua que se hizo granate. Le esperó con el frío de los pájaros. Y tomó el billete de la prudencia del que abandona por profesión. La última palabra de entre las aves camino del vertedero de los magos y de los cobardes. Para dar las gracias a los que ganando pierden y usan prótesis para el miedo. Porque yo hubiese viajado  con  vos.

Hermes.

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Y me hizo volar donde las aves no existen y el cielo cierra en viernes. Cuando los paracaídas dormían en el terraplén y una caricia podía salvar la vida. Volar, o caer con las alas de los que nacieron malditos. Caer y pensar que flotando no duele la precipitación. Amortiguar el desastre con los apósitos de nadar entre las nubes. Sobrevivir y ver desde la cúspide la verdad, la pose de lo que era más que un hoyo. Escribir aterrizaje para salir con la escalera de las palabras. Para retomar el vuelo. Ll.Ll.                                                      Ilustración de Erika Kuhn

Las tortugas del país sin concha.

He hablado con vos, la tregua mediodía, la voz cantante. Me habla usted Madre, que la felicidad ha varado en el puerto, que los lirios florecen y los escualos se desecan en la playa. Ante todo Madre, decirla que la amo, en un mal poema reiterativo de amar a lo que nos ha dado la vida y que por ese designio la puede usurpar. Feliz no, Madre, no soy feliz. ¿Cómo puedo ser feliz? Nunca conoceré la felicidad de las iguanas, los fantasmas jamás abandonarán la línea del combate. ¿Feliz, cómo se siente un árbol? Los árboles lanzan sus frutos a la tierra, con el tiempo en comisión oportuna, sus frutos se caen, hasta pueden ser por infortunios del proceso o para el alimento de los pájaros. Cómo ser feliz. Si al árbol le han arrancado sus frutos, ha sentido el tallo verde, el crujido de la rama, la rotura de los ligamentos de sus semillas. Feliz, no Madre. Cómo puede ser feliz, un árbol que fue expoliado de sus frutos, antes de hora. Arrancados como ojos h...

La simultaneidad de los heridos.

Podría conversar de las sequedad de mis manos, del ligero temblor de la cortina en las ráfagas de la medianoche, de la riqueza del pensamiento, de las enaguas en almidón que mueren ahogadas en detergente. Podría..., contra la araña que soledad cuelga del techo, y los ojos de la impaciencia para beber la imagen de las cremalleras, del pan molido y las fresas que nacen bajo los escombros. De la pena rebozada, del sentir que lía y se fuma solo su desdicha, cruzar las piernas, observar los miembros, retener cada bocado y pensar que esta noche de sartenes pululando aceites refritos, no existiría mayor colmena que apoyar mi rostro y escuchar el latido, dormir sobre las ramas de la canoa dirección desconocida. Y despertar con las anacondas. Amar en estéreo basta con calibrar los tiempos del revólver.

Signo de aire con tendencia al caos.

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En algún que otro jueves me da por escribir el idioma de los besos, con la nuca dolorida, de dormir delante de la computadora como una flor sin agua. Las mañanas angostas, con  apenas el sol en la rendija. La acera en un papel calibrado con la velocidad de la luz en olimpiada de caminos, con la fatiga de abandonarse en un escalón de la vía, y llorar pergaminos rojos de las heridas que llagadas no dejan de fornicar. Sembrar en un eco las cosas que no podemos decir, lo prohibido a los ojos ajenos, a la mediocridad de las orugas que mueren en los radiadores de los coches creyendo que fueron mariposas. La letanía diaria, como en un suplemento  de solares en consternación arrebatando las historias de aquellos que visten trajes azules, y que con un vaso de agua se embarcan a la aventura. Miro la maleta. Miro la ciudad que despierta en negrura. Y entiendo dentro de la histeria la fortuna de tener nombre, zapatos y cama con los parachoques pujando al olv...

Granadas y moscatel.

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Enamorada malandrina con corriente de agua hacia las ciénagas colmo de ti remolino del tallo que guinda escoge tu mano en mi cintura. Y las bocas broches de ligereza en regreso sentido intacto de tus ojos que de la oscuridad ilumina las candelas. Miente esta noche en el paraíso de la compuerta de los veleros en el tímpano que sufragan esta brisa de labio  con labio  de espira que difumina a las luciérnagas. Di que en esta tuerca de destino, tu y yo, en ejes maniobrados viramos anclas hacia la locura de apurar los cuerpos como prenden las amapolas  en el infierno. [Aubrey Beardsley (British, 1872–1898),  Isolde , n.d. Line etching and printed color. Courtesy of Landau Traveling Exhibitions.]

La odisea del traspapelar: Trainsportting

Las cartas que colocadas demoran bajo los portales y esos anuncios televisivos que siempre refriegan a Diciembre como el peor mes de los dioses, lo comestible se triplica y en la avenida, esta mañana, la gente viajaba en micro-obuses con caretas de amianto. En carteras en marroquinería y niños que flautistas alegraban los recovecos habitados por ratas la noche del minuto once en que justo pasando el camión de la basura una botella se descorcha en un Concorde que cruza el cielo sin faros antiniebla (maldita economía sostenible). Podría desfallecer, y ser la papelina que intenta usurpar la puerta, y me quedo catatónica, parada, en caricatura felina esperando el imperativo desigual. Decir, ven. El cigarro que se consume.

El malabarista que arrojó al suelo sus bártulos.

No ha sentido alguna vez la flexibilidad de los momentos de los tubos naranjas  que oxigenan al butano, o la rigidez, de los milímetros en las reglas para medir el corazón de las personas. Ese abatimiento del ala metida en piedra, como una luz cegadora que impide leer la quiromancia del vino, del desbordamiento del embalse que en ola avanza hacia citas que nunca mojan la interior. Y ha desprovisto los anteojos al miedo y ciego ha avanzado hacia el hilo de una navaja que abre la piel madura en cronología para recoger los cristales de los amores que a quemarropa descosieron las etiquetas. De los que no aprecian la maleabilidad de las palabras.

Esponja Marina

Me he quedado con toda tu tristeza envuelta en una bata polar después del café de los tiempos pisados. Soy una osa que ha perdido sus cachorros, que bebe Coca Cola para arrimar el frío con ginebra, y se apodera de toda tu pena para liberarte. Es el problema de la empatía, de los años que te amé en desuso. Hablas aún de tu padre en presente, no eres real de todo lo transcurrido. Yo ya no te amo, se me fue el amor por el canal del parto. Naciendo una porción de nosotros no mismos. Hoy te afeitaste, no querías que te viera gastado como un billetero de ferrocarriles, hemos sorbido de la taza los momentos que ya ni siquiera sabemos qué comentar. Te refugias en la sección de deportes, en buscar la lotería y murmuras la mala racha. Tu brazo se ha quedado con la tensión de todos los veranos. Y te doy instrucciones de cómo afrontar el estado gaseoso de la muerte. Me he llenado de tu sufrimiento para que aligeres en nuestros peajes divergentes....

Sin título.

Sí, el encuentro está próximo porque mi corazón late como un barco metido en una botella de vidrio. Y mis labios se asemejan a las anémonas en tregua marina para ser letra de carta, de la mancha de ropa, u ojo bizco en cara oportuna. Sabe que el peligro acecha en la cola de las urracas, en el collar de oro que fue pago a Celestina, en los surcos de los ojos, en el leve temblor de manos empuñando el arma de fuego. Si el encuentro está próximo que puede el rocío del nido de las plantas, y de los dedales que cobijan a la huella en el set de la costura. Tiemblo de emoción, como un ninfa que besa en las manos a su verdugo.

CMYK

La concha en naufragio se entierra, aguarda la parsimonia  de las redes haciendo prisioneros a los delfines. La embestida del oleaje en espirales confusas en una marea  que saturará a sus fosas nasales, a los ojos del colirio, y a tanto chisme molusco. Atrapada en el arenal desea que la marea la engulla, quieta con miedo, convencida que será una  de las muertes más saladas. La concha sin extremidades, que espera que venga el mar y la salve, de la monotonía del que pinta con un solo color.

Los momentos revividos.

Me gustaría que fuese franco, y si malvive la posibilidad, de guardar en botes herméticos los besos y el sonidos de las alas de la risa campaña a través  de las fracciones, en el espacio como un collar de cuentas que nos hizo dichosos, a pesar de las cicatrices y de los transportes que descarrilan una vez pasado el aire por el pulmón perforado de las ruedas. 

Los crisantemos naranjas.

1. La soledad. Colmar de vaho los cristales  del consumo rápido donde los grillos han muerto de silencio y la intemperie de los andenes se abriga. 2. El enigma. Que de mi vida, tú, eres el desorbitado, el tumulto, el colosal enjambre que hurga mi sexo en escuadra  para sed y viento, pero en ganas y molino, de desaparecer dentro tuyo buscando el recodo inscrito de lo que uno no planea y vuela,  vuela lejos con la salamandra. 3. La fe. Que me has llenado el vacío. Que en mecanografía viertes sendero. Que tu mano mece y yo caigo a los abismos del grito poético entre tus carnes. 4. El nido. Anacoreta de ojos de mares de Lorca, de pecho alféizar en la casa de tu casa, abre las alimañas y deja que esta hiedra, que este geranio roto, que esta mujer de vendas,  de avatares y de pasillos  con tacto, con risa, contigo por siempre como un tatuaje de inicio abra las ventanas de la torre. 5. La verdad. Par...

Flor de almendro.

Amar, todas las ramas la flor el bulbo el vértice. Amar, cada uno de los esquejes el fruto la hoja el pétalo la semilla. Amar si amas debes. Amar, las raíces sucias las espinas los nidos abandonados la termita, la larva de la termita, el musgo la corteza húmeda los árboles retoños del árbol grande. Si me amas debes amar la descendencia de mi genealogía.

Triquinosis.

Maldeciré mil veces los harapos de la piel para darla de alimento al repudio, juraré en falso cada documento y los murciélagos colgarán como lamparas conyugales. En esa costilla rota, en el diente de león que vuela alpiste con la mentira de que no amo lo que si amo, y pretendo en ecuación intermitente cazar las esperanzas de todos aquellos animales que acorralados buscan la brújula en esta nueva colocación del zoo, para desmentir la verdad y acallar la sincera por trampa. Comer sin hambre, tragar las luces igual que poros en la tela del circo, cortar todos aquellos sueños donde las palomas recitaban versos ocultos tras las lunas. Y sus picos se encorvaban al ritmo del cacareo del corazón cuando late deprisa y no debe y muere en un chasquido en las estancias de los murciélagos colgados en el techo. Si ya no puedo, decir, y en ese amo de no amo, de dueño sin hostal y de caballero sin caballo. Voy a morir en mi mentira, de flamencos rosas en lagunas metidas e...

La liberación de Sísifa.

La profecía del hombre que sostiene la egregia piedra, y cae, y la remonta, y cae, y cae, y la levanta, y de nuevo la sube sobre sus hombros. Carga prolija, del hombre que es una mujer, que gesta en su columna una roca latente. El agotamiento que se crece río, y el bulto entre las carnes del amasijo de metal en un desguace preñado que expulsas y vuelves a recolectar. Mujer  que sostiene la egregia piedra, y cae, y la remonta, y recae y la levanta. Tú siempre en la acción de ser tu propio peso.