
La buena escuela, la de caminar pegadas como chicles a la pared por los pasillos en orden alfabético con la cabeza gacha y mudas como figurantes de un corto de cine de gris. La buena casa, de no salir de noche de misa de domingo, de tacones a los quince y fumar en el patio. Meter algodón en sostenes de supermercado y compartir la calada con niñas hambrientas de anarquía. Del rosario al móvil del mañana, dos rombos y pantalones pitillos. Crianza malhumorada de reprimenda y traumas. De la buena escuela, de la buena casa, sal, vino de mesa y gaseosa te aseguro que todo lo que sale de ella, es rancio. Malo de cajones. ILUSTRACIÓN de Erika Kuhn