Aroh oibmac
Tiene el cambio de hora un pésimo arrebato de asma. La asfixia del desconocimiento del punto donde confieren en un brik de abril y cerrar de ojos; del almacén con las batallas, los comas, los plásticos vacantes. La palabra que quizás hubiera roto un cuajo de marzo. Previa a la pasión y a la espera de quitarnos un hueso como expolio a una parcela de relojes. Sí, realmente el vacile constante del tiempo tecnológico abruma cada minuto de nuestra cara. De luces y de ahorro. Por eso tomo el café con sorna y reclamo el canje perdido. Del amor, de la vida, del trébol, de los poemas de cárcel, del tren varado y de todas las cosas qué hubieran sido posibles en ese intervalo. La gallardía incapaz de prevalecer fuera de horario comercial.