Vicisitudes amarillas

 

Esta pandemia, calibre de cada rincón de la sesera,
ha seccionado hasta el vínculo de Brat y Jennifer.
Ya no existen los amores eternos
(como cantaba Dúrcal) en el celuloide de los famosos,
cada día observamos la desintegración
de parejas musicales, políticamente hablando. Nadie, en su sano juicio,
moja con pan el huevo,
ni usa el tapón del bolígrafo.
Cuántos inspectores, notarios y poetas
lucen sus plumas decapitadas.
Ante tal desmembramiento
sé que en la ironía
está el remedio de lo parejo con acrónimos
y tarjetas de banco que sin pasta no funcionan.
Es el cisma de lo que presumía ser
de una sola pieza.
Tal vez la unión
resulte demasiado costosa
y ante tanta presión mediática
duran hasta lo que uno se deje.
Creer en la inmortalidad del sentido
se hace inverosímil
en estos tiempos que de epidemia hacia dentro
a más de uno se le secó su cola adhesiva.
Ahora toca ración de monólogos.
Cuando se pensó que ser periódico
servía para obtener un partido.
Pero, todo termina.
Y no sabemos quién ha tenido la culpa.
Ni siquiera la del virus del amor.
De Brat y Jennifer.

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