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Mostrando entradas de enero, 2018

Monterosa

-A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. -Oscar Wilde. Parecía que no habían transcurrido dos inviernos. Cuando mi vista se topó con el hombre que más significado en el diccionario de mi mente dispuso. Lo amé con la premura del poeta que puede vanagloriar a otro poeta. Y sin embargo. La tristeza de una marcha de cometa. Sedimentó el puzzle que conformaba mi bazo. Para sentir que me hallaba frente a un coloso marino, tras el cristal opaco de un acuario gigante. Le amé con tal pleura, engendro, pleitesía y el sabor de la hiedra en sus besos. Qué parecía el mismo hombre y no lo era. Un príncipe en su planeta con la amistad de la rosa, el zorro, el prestamista. Él en su propia órbita. Escuchando la traba de la corrosión. Mentira, cómo un transistor que clamaba. Le amé, pero, él siempre tenía prisa, la celeridad del astronauta. Él no sabe de mi padecer. De la pena homicida con el d...

Imprevistos karma

Un rayo ha caído en un avión, y todos los vuelos andan idos. Y me quedo como un anís de confitería con la maleta bostezando. Quería viajar. Lo haré mañana. No importa. A no ser que otro rayo le dé por atizar un alerón. Frustración de nómadas. Oyendo el viento aquelarre. Y con la paciencia por valeriana para que aminore la tempestad y pueda abrazar a mis hijos. Besarles en la cara. Charlar con mi madre. Y beber ese café especial con grumos. Y volver a casa de mis abuelos. Y presentir la presencia. Respirar el yodo. Amar la playa. Colmar los ojos de dicha. Pisar donde pisaron mis ancestros. Pero, hoy estoy aquí. Al otro lado. Por culpa del rayo, la alerta amarilla, el viento y sus caracoles en patrulla. Mañana esperanza. Hoy. Una tristeza azul que vira en el interior humano igual que una cobaya. Dando vueltas sin cesar, frenética, de la cabeza a los dedos del pie. Una cobaya que surfea con una palabra sobre un mar de aviones y rayos.

Los arcanos.

Tengo los pies dolorosos. Y en cada hueso que tengo una letra cribada. Criba de tanto enjambre, de las espuelas que en canal de parto ya se aposentaron igual que una mariposa sobre la llama. Llamar la noche y verla "luciérnaga" de conchas marinas. Es la negra que viene en el sueño y te mece, cementerio de temporizador. El cuerpo excremento. En el manjar de tela. Tengo la veracidad de la nada. Estrellas en el intestino. Burbujas de sal en la saliva. Me duelo toda. Con morse desde el cerebro hasta la tecla. Para agonizar la palabra que es pronunciada desde el foso, donde. Muere su gemido fluctuado, pies y no alas. Temo a la iguana. La redención. El cloro que expulsa el grifo. La mitología del uranio. Tengo pies y no los uso. Tal vez escribir fue de cobardes. Para recorrer mundos sin jamelgo. Tengo a Quijote en un pezón. Y a la caballería en forma de pecas en la espalda. Tengo doloso nudo. Y mi cuello, epicentro. Nacidos de mancha.

Metáfora del deseo

Cuál será el precio, de la holgura necesaria, entre el fruto y el tallo previo al desplome. La pera engreída por el viento. Oscilante ansiosa de ser liberada aunque ello signifique una muerte segura. El embrión de un árbol. Qué en brisa fue muñón de células. Cómo reverberar. La turgencia. El ocaso diario, reflejo de este crecimiento. Y padecer el frío en las extremidades. Y romper la madera para que una vez los pétalos separados, la semilla fuese semilla. Una hermosa, pera o durazno. Aunque ello signifique el destierro. Y absorber la luz. Y a la intemperie con la lluvia por brevaje. Saciada de oscuridad con el sol maduro experimente la huida. Que rompe la rama al guarecer el acecho. Desprenderme del padre. Romper el leño umbilical. Saciar esta sed ajada. El vilipendio de las horas. Pera o no pera. Milagro o ley de la natura. Con la embriaguez de caer al suelo. Y notar la tez amarilla. Y las rajaduras de la pulpa. Par...

Intoxicación

Si a su boca pudiera. Y el veneno agudizara en su lengua. Crea que agonizar sería mejor pago a esta "infravida". Tocar la tierra. Con el cuerpo empapado. Beber y olvidar que es mortífero el néctar que el ansia clama. Cómo raspar este moho. Aún siendo estatua de sal y contener el tsunami. Mandamiento al volcán para que calle sin rumbo. Sentido de las heridas abiertas y de ellas emergiendo frutos rojos. Si él supiera el canje. Mi lanzamiento al abismo. Desde el tejado. Vería la noche mar que ahoga en tristeza. -"Creí que nunca volvería a ver el océano". Los ojos pensaron. Ante el oleaje platino de su forma. Ahora el corazón late. Y mi cuerpo adormecido. Aún huele la fragancia previo al maremoto. Besar y morir. Morar y escapar.

Reflexión cenácula

No hay mayor verdad que mi infelicidad zinc. De noches de espectros acompañada. De no tener vergüenza. Para admitir que el serrín ha llenado el alma. Qué si alguna vez, fui vil, el maestrazgo de los palos, los desprecios, el dolor físico. La guillotina del abandono. Igual que faisanes volando entre balas y matas. A veces uno nace bueno. Y  el escarnio, la vejación. El ultraje. Nos vuelve monstruos con olor a rosas. Te pido perdón porque no supe querer, desde mi egoísta ignorancia.

Tarima flotante

Después de la paz, antes de la guerra, una llega derrotada con el corazón salitre igual que el ave sobre el rocoso pantalán. Los vencedores y los vencidos, en comitiva regresan. Y las manos no llevan dedos. Y el tuerto añora su ojo. Se perdieron piernas. Y otros vieron su casa como un dragón que vomitaba ira. Cuando los poetas, regresan de la masacre, y agudizan la palabra como muletas, astillas, soportes para el fondo que munición asestó lo que se obra, se escribe o miente. De la guerra nadie llega entero. Pues quién se fue nunca regresa. Un submarino y dos soldados. Un búho,y la noche, cobijo de estrellas. Cuando vi su estela, ardiendo. Toda la energía milenaria de un dardo. Noté brechas en las paredes, en los techos, en el asa de una vasija. Noté como una pena emigraba. Y por fin caí al suelo de vuelta a casa. Los que vivimos una guerra. Jamás, de los jamases. Conoceremos la felicidad.

Huellas de mujer, Maria Antònia Salvà.

http://lastura.es/?product=huellas-de-mujer Participar en esta antología que recupera el arte femenino de distintos ámbitos y épocas, es una gozada. No sólo por la buena labor de recuperación, el compartir proyecto con unas excepcionales cordinadoras (Gracias Mila) y compañeras (algunas amigas) junto a la editorial Lastura, constante e implicada. GRACIAS. Mi granito de arena o tributo homenajea a la poeta mallorquina de Llucmajor, Maria Antònia Salvà.

Inflamación de la moral

Cuando su pareja le recomendó un amante. Ella, se quedó a cuadros escoceses. La cara desencajada sin pomo. Se sintió como un perro abandonado en una gasolinera. Un gato atropellado que cojo cruza la autopista. Que se buscara un amante. En una pletórica oda digna de un actor francés con implantes de pelo. Y además él lo repitió como el croar de un sapo. No fuera que el oído a través de la cobertura de la sesera. Hubiese padecido alguna interferencia. En la prerrogativa del amado bastardo en que la susodicha tuviese el quehacer de buscarse un puñetero amante. Desde ese día te vi amarillo. Olías a azufre. Me rompiste la valla de seguridad del abismo. Ahora en la soledad de este lado. Aún duele, y pienso como un perro o un felino. QUÉ SOY DEMASIADA MUJER PARA TI.

No quiero jugar.

Si volviera a nacer. Sería soplo. Azúcar, boca y nube. Sí, solicitaría un franqueo urgente para que mi cuerpo fuese una misiva de paz, de amor, de mar. No sé sostener apenas mis sueños. Y voy rodando igual que un guisante en una fábrica de congelación. Si volviera no partiría. Y jamás hubiese pisado el destino de hallarme en un lugar extraño. Tocar a la puerta del corazón. Después de la segadora. De la sequía pertinaz. Del tétanos. De la parálisis del sollozo. De aprender a respirar sin raíces metida en un cuenco con el agua clara en su superficie pero en el fondo turbia, y de dolencias. Mirando hacia el interior mental. Con el alma que se ha quedado sin dientes. Como un amor postizo. Si volviera a nacer. Con menos muertes y una tortuga marina. Sería aleta, ojo y buzo. Sí, poeta. Y volvería a errar y tener humedad en la puerta que tocas del corazón. Y que es cáscara, trigo y tristeza.

Liber

Poetas ilustres, que gozan de bolas de pelo. Tal vez haya que ser académico. Ostentar un diploma cojo. Porque si no tienes electricidad como auto-r no sirves para nada. Hacen falta contactos. Enchufes. Lo de siempre en todas las correrías desde el medieval o el barroquismo. Pero, quién osa a predecir los elegidos o los andantes. Si la raza determina más que el peso. Y los poetas ganan por hedonismo. Son del buen bebedor. Del manjar exquisito. Con la empatía suficiente de masticar con el dolor de los que padecen el hambre. Ese es el verdadero heroe. El que patea aseos lúgubres. Pierde la voz por la carretera. Hasta tiene un tercer ojo injertado en la frente que observa lo que los compradores compulsivos de bollería y frituras no distinguen. Poeta que trabaja en la gasolinera. Poeta que barre calles Poeta que canta con una guitarra de saldo. Poeta que lleva bragas. Poeta en el club a dos manzanas. Poeta mago. Poeta que no fue a la escuela. Poeta virgen. ...

Tú también pati-todo

Quedamos el viernes por la tarde. Y aunque su lenguaje corporal, se asemejaba a la danza en celo de un dálmata. Intenté lidiar los malabares y al final, cedió a la pacificación del encuentro. Era mi amigo pato Es mi amigo pato. Siempre, lo será. Compartimos diálogo y el rocío húmedo de los coches. Me arrojó gasolina sin miramientos con la palabrería. Cuando me habló de su novia multiorgásmica. Multifunción. Múltiple. Y muchas cosas más. Pero no prendió ni un desnudo sentimiento. Me alegré por él. Nos alegramos todos por él. Las relaciones a distancia siempre fueron su horma. Y que conste que al besar en los labios, el amor mudo que desprendía se secó en una piel de gusano. No me escandalicé. Pero, yo estaba vacía por dentro. Los golpes te practican una histerectomía que al cerrar la puerta del coche. Caen igual que las hojas de los arrecifes. Un árbol. Te amé con la inmadurez consagrada que quedó dentro del auto. Con tu sonrisa forzada. Co...

Tila y manzanilla

Me hace sentir bien. La calma aparece con traje blanquecino. Y desde siempre me ha cuidado. Él, espera este poema (Se vuelven adictos. Y me buscan creando escenas. Para que su ego quede inmortalizado) Qué peligro silencio, el de mis ausencias con olor a caos. No obstante, él me hace sentir bien. Con su medida del calor homínido. Donde siento la playa arenosa. La sal que muerde los labios. El mar ahogado de luz. Turquesa y vainilla en flor. De lo que ocurrió (el encuentro o fogonazo sexual) no hablamos. Desconozco su estrategia. Sé que espera el poema. Como un mendrugo flotador de pan en un estanque. No debería volver a verle. Ni donar mis carnes a sus manos. Me haces bien. Pero, yo a ti, sólo te haría daño.

Tetralogía

Las gabardinas guardan trozos de lluvia, y la lluvia seca ya no es llanto. porque la herida se troca en parche. Y los delirios crecen en macetas azules. El recuerdo de recorrido. Del tren, del trin, tron, trun. Un tranquilo esbozo. La instantánea de los hijos entre los brazos en árboles que dan sombra a la espalda. El amor, un renacuajo voraz. Y temido asiento. El barco de derivas, pensamiento crucigrama. Tal vez con las ideas que varen en las ganas. De los besos vainillas. De la fragilidad de los móviles. Con el olor de acetona limpiando el esmalte que cubre el sueño de los poetas. Quisiera parar de escribir. Que la almendra tuviese la flor inexacta. Esta compostura de fingir boba para colmar la arrogancia. Con una página de libro donde puedo construir un barco, las malvas. Y seguramente jamás veré volar a un colibrí. Ni de lejos ni de cerca. Renacuajo amor. El colibrí. Pintado de palabra. Tren, tron, trun, trampolín.

Zafiros y rubíes

Que extraña proeza la de la muerte de un ser amado que se escapa de hurtadillas. Valoración de tasa de los besos capicúas, en maderas de poso y miradas obscenas. Porque no existe peor muerte que la de la hermandad. Que el piema estrellado en el tórax, como una bala. De tornero, de cornamenta. De reyes sin princesas. De desidia en protesta. De mujeres con sombras de hombre. De monedas por. De la rubia víbora. De caucho. El alma de corcho que adolece. Nunca puse precio a la amistad. Y el dolor se propone persona. Cuanto silencio parlanchín. Mi maestra llora. Y yo remo con el témpano. Piemas con piernas rompiendo versos. Y las yagas llenas de pulgares. Volar siempre fue castigado en el gremio. Lloro. Lloro. Por la muerte de tantas y tantos.

Sacrificio

Le pediría que me rompiera las medias. Pero, él prefiere limarse las uñas en una contenida homosexualidad. Ya sabía que iba de cabeza a la neurosis. Qué el taxímetro cobraría sin compasión la temeridad. Duermes abrazada a la noche. Y la oscuridad envuelve tu sexo. Hermanos de la caridad que comparten sábanas de franela y el permiso de obras para iniciar trámites a un amante. Cuando él lo dispuso. Yo tenía tréboles de diez metros de altura. Y no, no existe el remordimiento. Si los dormitorios encogen sus agujas. Y fría la leche se sirve en otros cazos. Tengo ganas de verte. De qué hagamos el amor De bañarnos desnudos en el Mar Muerto. Mi piel agoniza por los cuatro costados. Tú sabes que tenemos horario de trenes. Sola, repudiada, te aguardo en el andén.

Clases de costura

Los poetas bordes no pertenecen a la ralea aria. Viven al límite de las circundantes. Al borde del abismo. Y caen. Sí, con sus adicciones diversas de la bebida estupefaciente. En los charcos. En las clínicas de desintoxicación. Y zoológicos de top ventas amalgamados de canciones llamados poemas. Los bordes, mestizos, con boca de vino. Cojera andante. Van de purgatorio en vela para colmar su sed borracha. En soledad, se quitan el sombrero encima del cadáver escrito. Analítica al borde del infarto. Indio en la reserva. Acupuntura de letras en el hígado. Son bordes. Somos bordes. Soy borde. Nuestra piel, de manos, esparadrapo. De lata oxidada bajo la luz del apremio neón. Tanatorios, urgencias y fosas comunes. Bordadas.

Azotea

Los que moramos en el último piso tememos pisar la tierra, tal vez, engreídos ya que pensemos que somos aeronaves o pájaros que divisan desde su altura la cabeza, de todo ser viviente. O quizás, habitándolos. Desafiemos al vértigo, o a las fobias. Nunca te molestarán los tacones del vecino, si al caso los ruidos que se oyen de lado. Voces de niños, lavadoras agitadas, y puertas. El silencio gana. A la lluvia, en tendederos desnudos. Olvidando que solos no nos sostenemos, faltan los miembros que ejercen de pilares. Las piernas, las raíces. Los órganos internos que determinan si es un nido o un cementerio carcelario. Los pisos altos. De muchas escaleras como una torre. De ajedrez. No sirven para huir de la noche. Chimeneas con habitación. Puzzle visto desde el cielo. Porque desde mi cama no puedo ver las estrellas. El techo me separa. Y debajo hay vida. Un pasado que existe y también soy yo.

Farina

Ha abierto el mueble de la despensa. Y allí boquiabierto un paquete de harina se había contagiado de la plaga de los bichos que nacieron de su impoluta inocencia de motas, motas, de millones de motas. Insectos horripilantes que yacían por fuera, por dentro, apabullados en la esquina del armario. Eran muchos, un millón, o dos, una marabunta que dio paso a un asco contenido. Cogí la aspiradora. Y pude contemplar ese nauseabundo espectáculo, que con estupor absorbía la imagen. De la podredumbre que había infestado a la harina. Una mentira basta para corromper. Hasta el agua más limpia.

Raso

No levantas cabeza de entre los adeptos, y larga la cabellera se lía en un carrete de tantos peces pensantes. Que llevan diferentes océanos en sus pulmones. Y gozan de la temeridad del pulso cuando observas al amado como un extranjero conquistando la hipótesis. Tengo un trozo de barba oculta detrás de la memoria. Y la lengua más mortífera de la tierra, pero, es el miedo con traje caoba y medias canela que se transfiere en el desván de la congoja. La locura de herencia escrita en los ojos. Y el croar de este corazón rana. Amar. Quién puede realmente amar. Si el soldado muere por la tierra que se le paga. Si a un caniche le hacen más caso. Penitencia abierta con surtido de gasolina. Porque no levantas cabeza. Y tu mayor salario. Flota de entre los abedules. La sonrisa congelada. La lismosna de un beso. Necrosis de aire que forman buñuelos de garras. Que te matan sin cuchillo. Y una ya no sabe a donde ir. Sin que le cierren las puertas. Por qué no levantas...

No voy a cambiar nunca

No hace falta que corras porque aunque regreses ya nada será lo mismo. Tu ausencia no ha sido el detonante. Hace mucho que fui yo la que cogió las maletas de los empeños. Y disfrazó su sombra de serpiente. Me entregué a otro hombre como la tela que veloz es troquelada por la aguja de una máquina de coser. En cada repunte la nada navegaba en contra, en contra de los principios, de los rayos de estanco, de las rémoras en agua decorando el jarrón de las horas muertas con sus flores. Me he vaciado. Y mucho. Soy un pantano seco. Tengo en mi cuerpo cuatro manos, marcadas al sexo. Y ninguna vergüenza de sentir el trópico de capricornio de retozar con el amante. Él que en secreto, también, es mi compadre. Sentir el verano en diciembre. Y darme cuenta que realmente he sido yo que con mis bragas y miserias la que se sentó en un bar de esquina. Y gozó la plegaria porque el abandono huele a muerto. Y entre sus pliegues me siento viva, mujer, la marisma de Flori...

Antologada

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Participar en Voces del Extremo fue un experimento inolvidable.

Presagio del último día del año de que la poesía estará en mi vida.

http://revista.poemame.com/2017/12/31/18-libros-de-poesia-para-empezar-2018/ El arca de Wislawa  de  Lluïsa Lladó (Torremozas, 2017) La obra de Wisława Szymborska resulta clave para comprender mejor la creación y trayectoria poética de Lluïsa Lladó. En el cuarto poemario de la mallorquina se produce un constante redescubrimiento. Como bien apunta una cita de Szymborska incluida en el libro, «mis señas personales son el entusiasmo y la desesperación». Bien podrían ser también las de la autora, señas que viven en los poemas junto a otras como el ritmo, la frescura y un lenguaje sencillo, rico y eficaz lleno de imágenes y símbolos. Y el ser supremo procedente de otro hemisferio de planetas tomó la caja hembra y el cajón hombre, y creó a su imagen y semejanza el futuro: el mueble. Armario, cómoda, mesita de noche, consola, ménsula, escritorio, archivador, librería, tocador, secreter, plumier, joyero, instrumento musical, cohete y mujer.