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Mostrando entradas de septiembre, 2015

El gran enjambre.

I Nadan las pirañas en el lavabo, y un dedal, que navegan entre escamas  en esta aceptación. II En círculos de agua el sonido dibuja sus pasos. Son las tripas de las aldeas en vigilia de difuntos. III Noto un cuchillo en la pierna trabado, pero, la asesina  bucea bajo sábanas para sentir que existen despedidas sin decir adiós. IV Dicen que los gallos y las jirafas no amañan encuentros en selva, te corroboro que jamás cosería tu mirada a una puerta. Abrir los embalses para que la galera te impulse lejos. Lejos de la desesperación, de aprender a vivir sin ti con retales de vela. V Este amor de silencio, de crispada cápsula de olvido, de aspirina en poso de veneno. No hablo ya de nuestros, el pronombre imperativo de la felicidad. VI Si lo que no puede ser se disfraza de cobardía, pesco la luna en un charco de aseo para que sepas que te amaré  en una eterna fotocopia. VII Hablaré desde la pecera, de los tapones mal en...

Olé

Cruza el mar tépido con la imantada frecuencia de no ser más que pequeños trozos de trufa expuestos en la coctelera, con una foca, un bigote, un pelo enquistado en la retaguardia. Así vamos echando polvo y grava a la costa de los uñeros y queremos tragar las persianas, la evidencia gusano que los cerdos van al cielo y las memas aritméticas en una cesión cobaltica apuran el afeitado de los necios, pues, cuando uno nace con la mala hierba ya puede aparentar que su olor sea el de la hierbabuena, pintar de azul el diablo su muda serpentina. Qué haces desnuda en la calle. Intentando arreglar con una pala de playa una balsa de aceite. Hoy he visto el trébol en la mujer más hermosa, los cuerpos doblados en trenes de itinerante gel de manos, de nariz y entrepierna. Ya perdiste una década con cada marido, estrella de ratón de ordenador, haciendo que lo oscuro sea luminoso. El que nace porcino muere lagarto, y yo en mi triste canción de hill street voy ruta aerof...

Manos libres.

Cuando escucho tu sonora voz de poeta tal vez no ose a expresar que piense en tus labios. Se quedó el gallo de los vientos mirando al sur en la acordonada zona de los arrecifes incapaz de trepar  por la erosionada cantera de lo que no respira  y en el tintineo continuo de lago  de aves sedadas: Cisnes de cuerda, patos flamencos y juncos encolados con la lengua que precinta el papel de liar, cada vez que te presiento apoyado en la barandilla de la cantina trece. Sé que en esa ceremonia te recreas con el poema, que cada trozo de árbol  donó su hoja para tus adentros. fumando nubes  que se perderán  en la oficina de los pájaros. ¿Qué ocurrió, o qué no debería haber sucedido? Traes esta amistad de cedro en una tarde de otoño, aroma de solo, a página, a tabaco. A paz. Y yo te pregunto con el ahogo por otro hombre. ¿Eres feliz?

Mirar desde el corazón. (Gràcies Eva)

Tiene la espalda del galgo capaz de sostener un tonelaje inexacto de tubérculos pisando las piedras del río seco sin zapatos . Pero la garganta no tiene mirlo. Manos excavadoras del lodo profundas rutas de bucles hacia el núcleo de Verne para sembrar el arroz y que crezcan tulipanes. Pero el mudo canto del ruiseñor no habita en la garganta. Los guisos saben a bisabuela, a madre, a las antepasadas mallorquinas de la Edad  Media  que curaban las heridas a los animales alados  con argamasa y romero. Puede retener la furia, traducir sánscristo, envainar un sable. Arder dentro del radiador de un coche y... Pero cantar como lo hacen las sirenas con gargantas atrapasueños , no, porque es una mujer de carne y palo con patas de silla y manos de mesa. Puerto, acequia y banco de vagabundos. Y entonar una melodía la garganta no es-puta. Será por ello la huida, la filtración de la tubería, el poro del techo. Será por ello el viaje como un maldito...

Resilente es mi apodo, baby.

En junio en la calle un cadáver fue abandonado a la corriente de una central térmica, él sin brazos nadaba. Me quedé sin trabajo. Y lloraba trinchando las acelgas. Metida en la bañera, cual tapón con la cadena cortada. Pensé monguer que el amor podría salvarme e inventé un príncipe de finales más que de principios Hasta que perdí la fe del amante por el desagüe  junto al vello rasurado  y una pompa. Hasta que la juliana verde de las hojas me llevó a la puerta de una escuela. Con pocas armas, tal vez una juventud con cuerpo de élite con la uñas mordidas aguardando un te quiero que nunca existió caminé escuchando Glommy sunday y supe mudar de piel sin órganos vitales de música eclesiásticas en parques con más mosquitos que palomas. Sí. Se puede morir. Resucitar, Y volver a nacer,  con cuarenta y cuatro años.

Sin título.

Tenía un modo bruto de lanzar la granada. Te arrancaba el corazón y lo estampaba contra el muro mientras su burla era agigantada al dolor de branquias. Pero, un domingo cansada de tener un corazón de cola de lagarto que se regeneraba para su aborrecido juego saqué un alambre de plata y le seccioné la yugular. Allí mismo, entre las salpicaduras secas de mi sangre lo abandoné de san gra do por su ver bo rrea.

Extraña manera de pedir sal.

Notoria impr en ta cuando brota la le pra ga jo a escama en tu rostro de Avignon en te que  espera la felicidad de los aviones  con alas de golondrina, la nieve perla cobijando la mano poeta, y en el frasco, número cuatrocientos, de verbenas de tique de caja; en los hilos deltas de la electricidad urbana, cuando dentro de tu paraguas ha llovido y he estado presente fila de estaño en las coralinas estancias en tu soledad y en tu acompaña miento. En los huecos de tu casa, sobre alfombras voladoras en ejercicio meditado he navegado ácaro ángel. El fetichismo poético y la pena de no saber ya ni quién eres, en este recopilatorio, la entrega fascitis de un hombre que se presenta con la credencial: -Tengo que marchar. Como una mancha verde en el océano. Y una, en el inconformismo se convierte en un paquete de arroz, en una tapa de inodoro cerrada, en una mujer dinamita escondida bajo tierra para explosionar con los canarios asfixiados por tu n...

Marejada es mareada.

Entre botes  no en un mar, si no en el armario de la cocina alimentos alienígenas Allí baba y los cuarenta bidones de gasolina que arden dentro de mi corazón sazón zorra idea ni puta de calamares calamidades y pulpo en salsa americana negra puesta en los hombros bróquil taquigrafía verde del esputo. Me dice, vete me has hecho daño ventrículo lata de machas y astro peras en el hábitat de esta torre mallorquina de defensa un meteoro pequeño, remoto, con olor a mandarina que puede derrumbar al hombre. No lo olvides, en verso femenino.

Paisajes urbanos.

Un sofá junto a un contenedor  puede ser mayor obstáculo que los Montes Urales. Igual que una piedra arrojada desde la cumbre  hasta la profundidad del río. Y del recorrido, la fuerza lanzada del beso, la locura de las ruedas de los carros, los ojos buscando en un pasillo conservas de aceitunas. La altura en la adversidad que usa distinta talla donde un otoño nunca fue tanta primavera con la lacra  devastadora de esta piel humana, en copas llenas de vino, zumbido de garganta de estrecha calle con carne latiendo. Canto a la vida, donde nacerán futuros nuevos con peucos, con amores que se alianzan a la O.T.A.N. y mira descarada al pan, mal colocado y lo rescato de su asfixia para alimentar a los pájaros. ¿Di tu nombre verdadero, antes  de qué sea tarde?

Exclamación.

Quizás nos lean más nuestros proyectos de amantes, o amantes pasados por nuestros; las manos que corrosivas sirven el placer en taza de plata y muerden nuestros apellidos. Tal vez sea una molestia el intento frustrado de arreglar el mundo, un sacrilegio de Vulcano y Venus. Acaso ponernos sociales no tiene la suficiente poesía para poner calenturientos al personal. Hablar de guerras, de barbaries, de hipotálamos en extinción en el zoo urbano, no es engendrada raíz de tuétano. Hablemos de penes y vaginas, de las veces que me lames los pechos con psicopatía o yo trepo hasta tu central nuclear a sabiendas de morir electrocutada. De tus embestidas de bisonte y las veces que mojo tu cama. El cambio climático. La memoria histórica. Los refugiados de guerra no estimulan las áreas valladas de los sin precio. De peces y vaquillas, no mola. De guerras y exiliados, no mola. No pone a cocción los invernaderos periféricos. Es nuestro estigma, car...

Vigilia social.

El transportista reclamando al aire con lengua equina y un polo red prolongación de la marisma  de su sudoración  trae los regalos del cielo. Ya no hay seres irreales en la manipulación momentánea del Nescafé, dando vueltas con la cuchara mientras la tierra habla, habla de cansancio, de la mancha axila del empleado, que trae un bulto o dos: corazón y cerebro. Bulto astronómico del transporte con su uniforme color vino tinto, con las manos estelares igual que un portal de Belén, qué digo de Internet. Y entre la mesa y una silla resplandece la caja meteora con el papel burbuja sin mar destripando esperanzas, documentos reflexivos,  con el olor rancio aún de la explotación salarial en mis narices de putipoeta, Abriendo, como una amante desnuda deseosa de ser el buzón de la carta macho. No hay nada. Nada. Las estrellas se evaporan en las hélices de los aviones. Y volverá el fútbol, las finales de las voces huecas en los mitines políticos o...

Torrent Gros.

Nací a la vera de un torrente por eso en mi rodilla derecha tengo la cicatriz de los guijarros. La mandrágora vestía de simiente mi pelo que siempre junto a los cardos fueron mis flores favoritas. La noche me daba miedo y la miel en tregua con la leche de manos de mi abuela fueron el sabor que se quedó hospedado entre la faringe y una traquea que no sabía pedir abrazos. Nací al borde salvaje de la naturaleza, los ríos son para los poetas, los niños nadan peces en los vertidos residuales, será por ello que veo estrellas en las arañas y que mis gatos me voltean como si fuese una bruja de piedra. Soy torrente, esa es mi cuna. Seca y angosta, arrastra ramas y colchones viejos. Seré cúmulo de rocas y hierbajos que ni sirven para curar un catarro. Pero, protege de ti, que si la lluvia arremete puedo perdonar la vida al náufrago. Nací, en lo que hoy es un centro comercial.

Nací a la vera de un torrente.

Absurda necesidad imperiosa esta que deslenguada habita bajo una camiseta con tachuelas, porque decir amor, es quedar, a un alpiste del pico de un avellano, amor es demasiado escueto, precariedad laboral de esta bestialidad que como una gran alimaña se enerva, se reduce a la mancha de lejía de cualquier vaquero de mercado. Te amo, sucede sin ningún avistamiento, en forma de herpe mora bajo la piel, leucoucitaria manera de ser más tuya. No entiendo, si soy torrente, si no llego a mar, como puedes del cuerpo hacer una filigrana, porcelana de escaparate, cómo, di, lo pido por el cromo que nunca encontré de niña, por los besos que no recibí en mi infancia; borrar esta secuencia, esta rabia de perra, este trigo que crece en mis caderas; cómo puede doler tanto el amor. Quemarán hectáreas, decapitarán a las farolas y todo será un petrolífero pensamiento. No hay ni un minuto, que yo no te ame, es cierta pues, que la muerte no será en mi caso desventaja. Fiel rept...

Cambio de periferia.

Y rodeada de la extrañeza, las sudaderas cuelgan de los garfios, los logotipos que hablan, pero, prefiero que sean los colores los que se conjuguen conmigo. Hay demasiada suciedad en la silla de los locutorios, teclas que encadenan sucesos escritos, y la terminal de este cúmulo de tiendas me lleva a la ternura infantil cuando cruzo por el lugar donde trabajé tantas lunas y que ahora se ha trasformado: en el cristal, en la sombra, en el rótulo, en las imágenes adverbiales que caben en el jersey amontonado y entre el perfilado de los pantalones. Nostalgia dicen unos que se llama, yo, en mi egolatría de humanoide denomino que quedarse sin trabajo: Una putada. Sí una P U T A D A por causas reorganizativas, pues, creo que usar una metáfora o una alegoría sería inmolarme en el exterminio.

Erosiones.

Hay tardes resueltas como un conejo en libertad que a pesar de escuchar canciones de Robin, Young o Lauper una resignada descubre que no puede recuperar el tiempo oxidado sólo revivir que con esas melodías nunca la sacaban a bailar los mozos. Tal vez ellas fueron la capa de una escritora en boceto, o de una mancha de hollín, o de un año sin vida. Atravesar de tu mano un campo de girasoles. No es pedir mucho o quizás es otro estribillo para seguir esperando.

La estrella del mar.

I Tres estrellas negras guían mi camino. II En una sartén el pescado se cuece lento, aunque la humareda sea rápida en salir de su vientre. La cocina se convierte en un bazar con el olor de bahía, y un gato, con el pecho de mancha de nieve, se relame y empieza a ser saltimbanqui. Cuando la nostalgia se cobija en la tripa,  de agua bendecida dos marinos como tortugas que buscan el mar en una silla  sobre arena vitrificada. Pienso en el instante del ruido de cuchara  caída en el suelo. III Que ambos habitamos en nuestra propia barriga  de cetáceo. Comiendo a olas nuestros anhelos..

Primer día de clase.

Cuando viene la visita, y nos convertimos en salvajes costumbres y las puertas bostezan y mi estado de emergencia se cuela por las rendijas como el agua del alcantarillado y la humedad creciente entre las pieles de los naranjos va lamiendo el azogue; la mediana de las autopistas desaparece, las glorietas acaban en salmo y todo ello puede parecer un proceso de cierre por inventario capilar. Tu boca, reliquia, de silueta en caballo a sintonía con los autobuses que frenan para no atropellar a la petunia y que escriben poemas en el asfalto de modo ilegible. La visita que me obliga a renunciar a la adjetivación explotada de decir que me siento como la tela rasgada de Verona, la roca vuelta lava, apertura de abismo que hambrienta espera tu miembro para entregarnos a la barbarie. Las fotocopias enloquecen en las impresoras de los rascacielos, para levitar pájaros en los parques de bomberos que se quedan a oscuras y todos los folletos de los buzones que son cartas...

Cuadro de Monet.

I Hacer el antipoema de cada uno de nosotros, arrastra el animal de celo que ha roto la cadena. II Podría empezar en plan glorioso y escribir: la torre, el faro, el mástil, la antena de telefonía móvil. Pero, por una vez mi corazón hará caso a alguien, o a algo. Podría enumerar sus hazañas: el hombre torre, el hombre faro, el hombre mástil. el hombre repetidor de señales telefónicas. Octavio, sabía de este utensilio  y otros educados protocolos del lenguaje, Por eso, en guerra léxica, afirmo que no eres torre, ni faro, ni  mástil ni nada que se asemeje a su sexo. No, no somos ni torres, ni faros, ni mástiles ni ninguna acción copulativa de costa o de montaña. La desnudez del  poema es un hombre y una mujer.      Metidos          uno  dentro de otro.

Con la astilla sacada de mi corazón, quiero escribir un cuento.

Y yacerán en frecuencia modulada cada uno de los electrodos y enchufes mirando hacia el techo sobre sus armaduras esmaltadas con ojos por teclas por pestañas con manuales para entender las distancias, allí rodeada por el émbolo crecer de ello se trata torcida vid entre los arrecifes de un sofá meteoro, así, en letargo nupcial entre grandes mastodontes me hice pequeña y al verme pulga, polilla, piojo sentí que este corazón de lavadora, de mueble acondicionado roja pelusa, hilo de hilo, amianto de puerta de nevera, sentí que en la pequeñez estaban los lagos más gigantes, que en la sombra de la montaña los arboles florecen motores, cables líquenes, generadores de pilas cardiólogas, páginas, páginas, páginas. Que el mirar atrás se traduce en esconderme entre el horno averno y la vitrocéramica purgatorio. Y yo quiero volar, ser libre, un avión dentro de un cuento para niños de tres años. Mi pequeño sueño bajo el microscopio.

Fabricante desconocido

Para escribir un poema al revés el sujeto debe desnudarse con las costuras vueltas de regaliz y los botones mostrando su apéndice. Una estrofa con los bolsillos hacia el extrarradio con el riesgo de que escupa unas monedas. Ponemos los versos de pies a cabeza con las diminutas lenguas de tejido, etiquetas políglotas reiterativas con la instrucción de lavado o su origen carcelario todo girasol y al descubierto. Así se escribe un poema zurdo, un espejo de poema, sin zapatos, descalzo sobre la página lunar un poema ido a la contraria, expuesto en el tendedero  mirando hacia la uralita  de la vecina Moldava. Empezar este poema al revés, afirma que de nuestro trance amoroso, sexo de zulo, conocerte al fin y al cabo, fue para convertirme  en una mejor  persona.

Burdeces nocturnas.

No me quiero casar. Ni poseer el término novio. No entiendo la morfología de esas sílabas, a ellas voces le sobran, prefiero casa sin erre, anhelo ver más que ceguera de la orbe. No quiero seguir siendo un coyote cruzado con zorro, escarbando hoyos para no ser más que un grillo trepando por tu manos. Me basta un tiempo. Las risas desvestidas de pijama y camisón. No necesito cadenas, ni cerrojos, ni saber la periferia de tu radiactividad. Es un gesto de nobleza igual que cuando la luna se pone toda mona para salir en la foto postal de una red. Un almíbar de tu lengua. Un verso de tu ojo estrábico. Un quejido de la madera de tu médula. Un... no es necesario vernos, estás en mi alma. Tu eyaculación masculina puede hablar de revistas de motor y de migraciones cutáneas. Pero yo quiero al hombre, al sabio, para la diminuta mota, (yo quiero al final lo que queremos todas por muchas extensiones, aros nasales y tatuajes en la avenida de Venus) No deseo la ca...

Libérate.

Me quiero lo suficiente para romper el ancla. Este oficio de caléndula de invernadero donde el sol es una pantalla de plasma y mis manos, gatas furtivas, que buscan llegar a una cima donde los árboles hace tiempo fueron abrasados. Tu torso desnudo me recordó a un cuadro de Picasso con esa belleza extrema de aniquilar mis ojos. Con la última manía de cantar por nada, como decir a las paredes que eres poeta. Más ávida en tragaluces, puedo escribir un soneto con la vista vendada pero arrimar al simple ejercicio de una verja  para que escape el niño que sigue prisionero, tarea ardua. He logrado romper la rima, y te he mostrado las peores flores del mundo. Es lo único que nace después de la fumigación, pero te aseguro que sus raíces son sanas. Cómo poder pensar que tú puedas marcho por la puerta  oliendo mi fragilidad de hallarme descubierta, pobre Ofelia de saldos: Eres libre, soy libre, somos libres. No deseo controlar un puma, ni aletargar el inv...