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Mostrando entradas de septiembre, 2018

#Niunamás

Cayó un pájaro negro y el tiempo se adueñó de un color piedra culpable. En los arrozales que alimentan a los idos, con las víctimas que deben enseñar sus vergüenzas a la tribuna. Por eso he inventado un país donde la condena es perpetua y el ángel que desea salir de paraíso es libre. Para coger su maleta y a sus hijos. Para tomar un puñado de tierra y la cucharada de sal. Señoría y su feudo. Porque los gatos y las personas No tienen siete vidas. Sólo una. Una y no siete.

La Inquilina

"Subí las escaleras y al girar la nuca observé el granulado que vestía las paredes" Los descansillos, las puertas, la mirilla cíclope o el interruptor son la naturaleza que acompaña al peregrinaje de los que moran sin ascensor en un edificio existencial. Las víctimas que sacuden con fuerza la temporalidad que golpea con su corazón los timbres o los buzones de rasguños, y pulsan los porteros esperando una palabra. Cuando una persona es sometida y tiene miedo. Vive en una finca donde no habita ningún inquilino. O es que los vecinos prefieren callar. Hacerse los muertos. Y que un reguero de sangre no ensucie sus televisores.

Uli

Y Joyce se ha marchado dejando a su musa en la barra libre. De un club de stripper en la carretera de Arizona. Y se ha dejado los grifos abiertos, las luces, las puertas de un particular Titanic. Joyce escribe de puta madre. Tiene tinta para un par de sepias Y es capaz de adoptar las posturas mas inverosímiles. Es un zorro hembra. Un principito que creció hasta la talla XL. Y como siempre desapareció del escenario sin remite. Podría decir que no añoro a Joyce. Que vivo mi vida de gusano enredado en la telaraña. Pero, él es inmenso, y se nota a faltar siempre el pedrusco que compensa la diferencia horaria. Le quiero y él lo sabe. He aprendido a amar dejando el espacio correcto de un par de continentes. Es mi mejor amigo aunque a veces no nos saludemos en público. La vida ha sido un poco venenosa con nuestros corazones mustios. Aprovecha el sol. El helado. Las botellas minúsculas de los geles de hotel. La noche cabría. Haz del rocío la estación ori...

Neón y luces

He vestido de lunares el trigal de tu tez para llenar de pájaros el vacío. Y he inventado en un coche diésel con mis ojos, los paisajes manchegos de tragos ocres en una radio, para ajardinar de trébol la tapicería y la gitana luna que bebo de tu boca. Qué el río trae el mercurio en sus sauces. Qué de la mina los gatos rugen a las poleas. Qué la mujer poeta lleva carga y dispara. Qué el campo seco, santo y neto. El amor en el retrete de una gasolinera. Y la hoz en la mazorca que ilumina la ciudad de mis piernas.

Aroy

El relámpago ha partido en dos el árbol que habita enraizado en mi útero. Que trepa salvaje por mis vértebras. En la hora del grito. De la estampida de las oraciones. De la incisión a la púa. De su tronco en que ha salido la mujer de los marchitos pies. Madre, me cuesta subir la montaña. Y que la pendiente sea una "A" mayúscula. Usted, me dice que aguante. Pero el rayo ha quebrado el bosque. Pedir sed si la garganta agua. Sentar el árbol y mostrar que el alimento hecho de cera no colma. Sí, ya sé que debíamos guardar la compostura. Sonreír al martillo que clavaba sus hierros a la madera. Nunca decir cansancio. Y subir la montaña. Pero quizás en el suelo de la lluvia no se noten las lágrimas. Un rayo, anoche, cayó enfrente de mis ojos. Me quedé un rato sentada mirando la fragilidad humana. La meta es no saber ni a dónde ir, ni qué hacer. El árbol ha caído.

El rancho

Te imaginas un poema a pecho descubierto. Qué género ostentaría? Sería macho, y sin pudor al cielo, bailarín? O mujer, con la venda fría para ocultar sus senos de soldado. Sí, si fuese lo segundo antes que lo primero, si el posterior antepone a lo otro. No será la voz leída igual detrás de las veladuras. Un gemido dentro de la gasa. Cuando en realidad el poema no tiene sexo, ni padre ni madre. Es el fruto, la inundación, el mortuorio, la peca, la infancia, el exilio, la tos y el tullido. La verdad de un ser sin miembros. Nacido del amor para las personas que cruzan los caminos de las autopistas. Poemas neutros. En una clase de chiquillos de cinco años, que con diferentes alturas y volúmenes marcan el orden sociológico. Todos en fila india colocados por la inicial del apellido sin la distinción de los sexos. Hasta que un capullo y no del rosal, dijo: -Poned al poema a pecho descubierto. Y empezó la revolución.

Canta al oído aquella canción portuguesa

Tenías que tomar un avión hacia Oporto, pero el cansancio ha mermado tus ansias de quemar el mundo. Estás como una figura de Lladró sosteniendo una regadera con el esmalte barnizado de reposar el alma que a cachos pulula por el riego sanguíneo. Oporto, debe ser una ciudad  fluvial llena de recovecos con amantes embriagados por el vino. Pero, estoy inmóvil, viendo los acontecimientos. Y si volar ya no te levanta de la silla. Pobre diablo eres con la necesidad de dormir.

Lluvia ácida.

Intolerancia de tela al agua-azufre que arrastra la suciedad de las bocas de las fábricas. Y que limpia la cara de los niños, de patios rusos. Con el amonio de las nubes germinadas. El entorno que ladea. Los lobos que padecen alopecia. Y los niños que sacan la lengua a una lluvia que entinta la piel de soles enfermos. He lavado la ropa. Pero el pecado permanece ocre. En fundas de móviles. De besugos pintados en platos de feria. Tan difícil es pedir amor para el mudo como arrojar el mismo a las ocas. Excedente de amor. Parquedad de besos. Anzuelos en el corazón de los vivos. Lluvia amarilla. Y el demonio que se transformó en bolsas de plástico. Unas manos secas por falta de crema hidratante. Y una espalda vacía de vértebras por el abrazo nulo. Llover no siempre calma al río.

Metadona

No sé la fórmula de remendar los pedazos. Quizás, un poco de lágrima de pegamento. Rellenar los huecos de papel. El recuerdo de cal igual que un maestro japonés en una tarea milenaria, aprendida en un tutorial de YouTube. La falsedad de las apariencias. El veneno de la palabra mojada en leche. El amar al monstruo de la noche y que se convierta en tu guía. Los cangrejos alimentándose de tus branquias. El celo, la cola, la masa para juntar lo que jamás familiarmente estuvo unido.

Vicisitudes

Las cosas que no tienen nombre deberían existir en el apartado de los objetos perdidos. Los tumores, la bilis, el oxígeno revelado de la imagen donde la vida no respira. Este callo que afecta a la rotonda que lleva esquivando mucho tiempo los golpes. El tórax que luce su espolón. El olvido que te lima en los acuíferos al no reconocer a la madre en su cuerpo. Ni sentir el alivio obsceno de las sanguijuelas. Lucir un título, burdo y necio, sentada en un instante de madera de chapa. Dónde si nadie reclama su propiedad. Mirarás (como el objeto perdido sin nombre que eres) al poema de puntillas. Y pensarás al sonar el timbre que un dueño con su escritura vendrá a salvarte. Vivir en la oficina. Y no saber el precio de tu casa.

Amor a la vida

Qué extraño ser anida en este itinerario que como una luz de pulsión dicta cada verso. Si en este sofá no llega la marea, y los murciélagos ladran a los mosquitos en el parking del supermercado. Mientras los ambulantes lanzamos el abecedario en gestos acróbatas. A            R  a             d      M  O          lA  VI                                          A. Para el poeta que cuece el arroz del mar con sus hijos. Al poeta que duerme anaconda. Al "barredor" de calle hospitalaria. Conductora de furgonetas. Mujer de las veinticinco horas de la casa. Amor a la vida. Mujer acróbata. Tigre de Blake. Poder hablar en la lengua poética sin ser la muda ciénaga de los siglos. El poder de la escritura. De la mujer al mundo.

Nueva reseña y apoyo incondicional de Nina Peña

https://ninapenya.wordpress.com/2018/09/13/acercamiento-a-la-poesia-de-lluisa-llado/

Reseña del libro El arca de Wislawa. Y próximo recital.

https://www.ubeda28.es/2018/09/11/el-arca-de-wislawa-lluisa-llado-el-poder-del-simbolo/

Próximo recital

https://www.ociojaen.es/el-arca-de-wislawa-lluisa-llado-el-poder-del-simbolo/

Estepa o Estepona

Me dejó con un revólver cargado de munición desechable. Palabras insulsas, punzones que disparados bordaban en las paredes las frases que los cobardes van fabricando. Con un ir y venir, de teleférico. Y un vestido azul reflejado en la puerta de un hotel de provincia. Luego llegaron los vuelos, la amnesia. Y los pájaros que procreaban cada primavera. Y nos hicimos más viejos y sabios. Y olvidé donde había guardado el revólver, el recuerdo de  los vasos vacíos en la barra de un hotel de provincia, la educación y el protocolo para no mandar a Siberia todo aquello que nos aniquila. Matar lo muerto. Qué complicado menester.

El sensor de las moscas

No hay manjar sin mosca ni mosca pertinente. El que descarguen sobre tus paletas: Una ráfaga de fracasos con el hedor del whisky, las novias paralíticas que perdieron el paso en los altares. La piel escamosa. Los billetes con huellas de almizcle. Los rebuznos en bares bajo la calidez de los focos, igual que una mosca escalando la bombilla. No soy un barreño. Ni tampoco la diana ni el dardo. Sólo un ser de helechos y alambre dibujado en la mente. Un abrazo. Un beso temprano de uva. La mosca que vuela dentro de tu cabeza. La mosca aleatoria de mi corazón. Una mano en el hombro. Un café hecho con la medida de la paz. Un bosque con cabaña. El pañuelo blanco de mi sonrisa. La mosca que nos jode y no te das cuenta.

Hartazgo

Has observado la llama como consume el papel, mientras lees poemas de Pizarnik. El fuego invisible que acicala la hoguera con tu carne dentro. Cuando te queman con láser, porque huele tu piel a pollo quemado. Y te acuerdas de los poemas de los que fueron expulsados de los cielos. Por eso Alejandra mitiga a los demonios de septiembre. Ella a través de la pupila sabe expresar mi dolor con sus poemas. Tal vez por eso fue en este mes cuando viajó y me dejó una maleta de versos y un guante de pie. Espejos, y alas. Jaulas con anestesia local. Y un agujero. Del infierno okupa.

Océano zoo dreams

Y si te dijera que estoy muriendo de pena que vivir (o malvivir) con la sombra paterna me está lapidando. Sin el sexo que lidie las piernas. Y la maceración cardiaca dentro de una cubeta de hielo. Que pienso todopoderosa tu presencia. Y que lloraría hasta el último clavo la podredumbre que mi piel supura por la selva mortífera que se adueña cada noche de mi sueño. Qué aún te amo. Pero el orgullo o la necia dignidad no perdona esa particular manera que usas al mundo a tu imagen y semejanza, a tu criterio de salvación. Poner los pies descalzos en un barreño e ilusa juguetear con el pez de tu corazón. Eres un escualo. Y las sirenas no pueden amar a los tiburones. Cómo te clamo en silencio. Que fatiga la de este yelmo acuático. Y que bien sé fingir el desdén, la indiferencia. Y que mal se subsiste sin agua, varada en la arena de un tipo que es un Times New Rome. Te amo. Pero también sé que tú no.

El insomnio de la soñadora

Esta sucesión de noches, de bajar a la mina. De dormir y no dormir en la asfixia. Con el hollín cruel que te ensucia las manos. Entre la sábana y la armadura del hueso y el viaje. De oscuridad cucaracha metida en la retina. Y los roedores mordiendo el tuétano de la fe. Todo tranquilo y abatido. Como el susurro después del abandono. El tiro dentro de la carcasa. La suerte de la guerra vecina. Y un habitáculo hilado en este vacío. Lleno de líquido poético. Alcayata. Silabeador. El insomnio del proletariado de la ensoñación.

Angustia no es un.nombre de chica

No puedo evitar la decadencia del mundo en el balanceo de la doblez del cuerpo como la bailarina que vive en una nube. No puedo, con esta informal oscilación. De poesía a poesía. En el émbolo de letras que amalgamadas impiden el aire. Con el movimiento paralítico del trapecio que se queda como un descosido de cal en el muro. Si escribir suponiese caminar. Si el reflejo de ello fuese avanzar. Y en el avance con las palabras remar para salir del río. Quieta, suspendida en la incertidumbre. Caminatas del escribiente. Para andar con los ojos de piedra. Y darse cuenta que la tecnología nos ciega. Que no se puede amar por decreto. Y que los columpios del parque vuelven a estar solos. Lluïsa Lladó.

Excursión

Imagen
Sed-tiempo lleva un catálogo de moda de regreso a las escuelas. De café y leche con aditivos que no conocen ni los pastos de vaca. Por eso busco el preludio en el otoño parturiento, abierto de piernas, del bosque. En el algarrobo con sus lágrimas negras del trato de los matorrales con frutos tintos y la granada picoteada por los pájaros. En el descansillo del Río Millars cuento las hojas de estrellas verdes que en su caída repentina por esa ráfaga de verano que dimite. Licitan el deseo concedido: La salud de la raíz para combatir esta fatiga de oruga dentro de mis piernas de árbol.

Bicho

Lo que nunca sucedió es un insecto metido en una urna con conservante. Y hay quien osa apurar dicho animal asfixiando el limón hasta la última gota de su cerebro. Vivir de puertas hacia afuera construyendo castillos para los náufragos. Y en el nido tus auroras adolecen en rampas que tu espalda forma echando carbón a un sueño: Robo del beso al actor de la película. Por qué no sueltas el hilo de la cometa. Y dejas de mirar tras la pared. Que los primeros amores son como una chaqueta de niña de ocho años. Ya no te cabe. Y cerrar puertas ayuda a quién sigue escuchando las voces del arrendatario. Para que pueda volar aunque le duela la caída.

Descebrareda.

Siempre tuviste el alma de cebra, difícil de domesticar, con la tinta suficiente en tu piel para escribir en los espacios calvos. Y tu corazón galopante con las extremidades fuertes como aguaceros atadas al árbol equivocado. Tú que sólo tienes pavor a la mancha negra de la oscuridad. Al desdén propio de tu sangre. Que en la noria dispensa la vocal cerrada de una ola que te abraza y ahoga. Tal vez la salud te come y la pendiente se sujeta al fruto de tu oreja. Escucha al viento. A los camiones de la basura por la vereda. A la tirantez noctámbula. A la nube callada. A tus ganas de seguir luchando aunque tengas que sujetar el cuerpo dormido.