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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Muchos más.

Últimamente olvido los cumpleaños, por el tiempo que conlleva al retraso de derrocar el cuerpo estrepitoso con la gangrena del cansancio. Las fechas ludópatas malabares dentro de los bolsillos del cráneo. Son los pies molidos, la boca pimienta, el terraplén de una campaña capitalista, con las piernas en capitel de viernes para los negros. Los negros augurios, de la gente que sopla sus velas en lavabos. Y el descuido de las copas de vino en Lisboa con la estrechez de las sombras. El poder sentarse en embarcaderos y pescar con las pupilas las esperanzas tísicas que no valen divisas. Que no fuman y llevan canciones de jazz para los enamorados de la fauna, de los que carecen del brío para con pasamontañas reivindicar la no violencia. Nos tienen acorbardados, en un país de sólo mujeres que miran al otro tiro independiente. Del olvido de lo importante. Del beso corcho. De las manos tibias. Del cumpleaños de los maestros con el baile de las ganzúas. Discu...

La observación de los cuerpos celestes.

Y te quedas pasmada en una hilaridad de segundos, observando en el punto impreciso el movimiento de los cuerpos detrás de la persiana; sombras a contraluz, en un baile sereno. Parecen llamas alicaídas de vela de sagrario. Que no huele a cera. Ni siquiera a incienso. Del olor de aceite sofrito, expiatorio que engalana la cocina. Me quedo atrapada en el voyeurismo, y sé que probablemente observada, por los ojos-alimañas de la noche. La noche cruzada. Y cromos porteadores de historias. Y en el testimonio de agitar a la cortina, como un ala nacida de la espalda. La gente vive. En esta red social de cuerpos de sombras y del ojo-aniquila.

Dar y recibir, no es sólo dar.

En ocasiones, el espíritu precisa un pan. La saciedad de un simple afecto que puede ser el mejor soldado para las defensas, almenas de cal, que nos protegen de los oscuros. Del goteo, del pesamiento, del ir y el venir de esta extraña agonía, que colma el suelo de mi cocina con el agua de fregar del cubo. Duermo mal, y esta acidez mezclada con temor no cesa en su contraataque. Y eso se traduce en un libro de cansancios. En el cuerpo oxidado. La cara henchida. Un plomo, un beso de uranio. Una toxicidad patente. Un churro. Un resquicio de resquicio. Y ya lleva tiempo hincando sus colmillos esta aparatosidad de monstruo con efectos secundarios. La tristeza. En ocasiones, me gustaría un abrazo. Y sentir que estás a mi vera, cerca de estas ruinas de mujer. Y dijeras: -Todo saldrá bien. No estás desterrada. Ni enferma. Y susurraras con olor a cerezas. -Todo, todo saldrá bien. Porque lucharemos juntos. Pero, tengo noches. Y noches en que despierto con ...

Vias crucis

A pesar del granizo y los soles cohibiendo a las azoteas. En mi fracaso de lentes y la atrofia del camino en GPRS. Tú, en el andén, tú en la soga. Siempre estás esperando que como el vencejo regrese con las manos, frutas de los punzones. Para alimentar este destierro de barro, y acompañar a la sombra entre los abedules de fotografías y una bola de cristal hecha añicos. Tú, el más, tú el menos. De enredaderas de cables, pinzas que guardan los secretos que mi lengua purga. Lisiada del yermo de los maniquíes. Con las horas cansadas. Y los pies, gigantes que no caben en los zapatos. Y amor, que es lo que sienten. Los sarpullidos. Las coces. Una bioquímica malsana. Tú capitán, trinchera. El amor, mi único.

Esthorninos

I Los invocaba, cómo un bien necesario. II Tarde dominical, y el estruendo fue de violines descorazonados. III La ventana entreabierta anunció su llegada, algarabía de trinos, ensordecedora banda de pájaros que colmaron de bienestar esa parte intederminada del ánima. Los estorninos habían aterrizado. Por fin el invierno consentido, había hecho acto de presencia. El invierno de impuntualidad. Los estorninos, orgía de formas proclamando su bienvenida. IV En el Mediterráneo, de mi infancia los estorninos preceden al frío. Este año ha sido angosto. El calor nauseabundo no les avisaba del retorno. En Praga, son los cuervos los que avistan las nieves. Me lo afirmó él. Yo no lo sé. Lo importante es que han arribado. Y tengo la paz del moribundo. Porque echo de menos la infancia esthornina de los pájaros.

Síndrome de abstinencia

Ser la pareja de una adicta no es fácil, y aunque no consuma el poso en momentos difíciles se revuelve entre sus tripas. Él, me dijo, de bueno tonto. Y en la abnegada beatificación reconozco que no me porto bien, en ocasiones. Ocasiones azules o bergamotas. Soy poeta, sí, es el diagnóstico parricida, de una neutralidad de extremos. Llevo un tiempo enferma y lejos de culpar al mundo, estrecho el cerco de las probabilidades que originan este estado disidente. La adrenalina, forma parte de mi equipo, y a veces cariño, me aburre la parsimonia de las horas. Sé que no coincidimos en nuestras labores. Pero, te prometo que eres mi única familia. Por eso perezco en coles de Bruselas, cuando no estoy en la lista de la compra. Sé que no soy fácil de leer, que las palmas de mis manos tiene varias carreteras y puentes. Necesito retos, continentes por conquistar y tu torso cubriéndome el miedo. Soy déspota. Te pido perdón como yo te absuelvo de tu "infedilidad...

Carta al tejo.

Querido amigo poeta: Sabe usted de los farolillos que prenden y alzan el vuelo, sobre el agua. Así es mi alegría el dicernir por sus correrías y desembarcos. En este insano país, la locura discurre por los tejados. Y ahora la política está de moda, y la moda está pasada de. Le echo a faltar. Como el pico del carpintero a su árbol. A veces paso por lo que fue su casa o nave. Y de reojo revivo la insolencia de qué me amó más como amiga que a ninguna. Los dos sufrimos la niñez aterradora. Y padecemos cuadros de ansiedad que ningún museo ostentaría. Le deseo tanto la buena estrella. Qué observando su júbilo, creo firmemente que el perdón es el tesoro más apreciado. Con más cansancio que tinta. Que las estrellas le den el cobijo necesario. Que arda cuerpos. Que halle el trozo de paz en tierra. No sea obstinado, y escriba en este tiempo un poema. Que las plantas si no se riegan, mueren. Un abrazo, la amiga que habla sola.

A espaldas de Damocles.

He creído en ti, con todo mi firmamento. Eresmuyimportanteenelecosistema. De mi casa. He confiado en la presa, en el prado. En tus aconteceres de luces fluorescentes. Te he cuidado en la agonía del renacer nuevo de tu propia piel. Si me amas. Que no lo haces. No impongas reglas a una salvaje poética. El viento. El viento. El viento. Recorre pululante entre las estrofas. Voy a partir de viaje. De normas estoy hasta, la abdicación de las hemorroides. El viento. Silba dentro de mi pecho. Soysalvajepoeticaacelerada. No ates lo indescifrable. En la sencillez de los geranios. Te amo. Pero tú me tratas como a un mueble viejo. Qué vive en el último piso y no hay ascensor. El viento. Puede. Y tú serás un muro derribado.

SecreTOciones.

Soy un hombre ahogado, y en un desafío a la medicación, no tomé la cortisona prescrita. Tengo que izar mi sistema inmunitario. Y desintoxicar los órganos alternos. El hígado está como un pantano en una riada. Y escucho al corazón sin límites de velocidad. Este hombre escribiente está seco, se enjambra en sus rizomas, epopeya e inhaladores. No puede cruzar una calle, la calle es falsa y se convierte en una sierra, que corta el hálito. Fatiga, náuseas y huesos de caramelo. Nostalgia de Byron. Pulmonosis de Kafka. Entereza de alienígenas en un cuerpo, campo de concentración  de hombre desnudo. En la radiografía el tumulto en decadencia. Pero nunca ven la flor marchita de morir por amor. Costilla arriba. Tosferina abajo.

Tu peor miedo.

Las manos enharinadas meciendo la masa, emanan la paz, el arpa, la solución líquida de las recetas. Parece una buena mujer, no aparenta ser de la estirpe asesina de la que proceden sus ancestros. Con la bata blanca, salpicado con agua y la levadura, va componiendo la forma de un pan circulatorio. Nadie sospecharía, de la presunción, ni del estrangulamiento a la monotonía. Sosa diría un pintor, la elegiría incluso más de ángel de misa, que de heroína bélica. La mujer de tan buena tonta, que trabaja en la cocina de luces fértiles. No te fíes. No presupongas su rol en el obrador. Interroga su duda antes de que la veracidad de la pupila sea arriera. Ella, aguarda, con el veneno la sucesión de los días en órbita. Para matar a las moscas atroces del abandono. Sus manos, se lavaron cinco veces. Y abrió la ventana para que la brisa escupiera el olor viril de las arrugas de sus dedos, y el cuerpo ensangrentado de la traición con otro hombre. Ella mece la masa...