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Mostrando entradas de julio, 2018

Paralelamente

Te cruzas con la chica de las gafas azules en la salida de su turno de trabajo. En una filial de Dublín ella dobla camisetas en la madrugada. Por eso su piel mortecina duerme a recaudo del sol y de la sal. Su gafas azules lo gritan al salir de la celda virtual de los que de noche doblan toda clase de textiles. Poemas, lenguas, ropa, carnes y corbatas. Y el frío de la galería es tan extensivo que una chaqueta de punto abriga en pleno fulgor de verano su cuerpo de obrera hormiga. Dobladora de tela. Abanicos para la manufactura. Filas de ropa. Como un araña tejedora sin sangre.

Desde la marea a los ojos

Cuentas de reojo al tiempo y arqueas esa ceja discordante. Te empapas de mar sin tocarlo y aborreces las gaviotas que vuelan hacia el verdadero. Esa masa de latidos de paseo nocturno sin Chopin. Y el ángel que cada uno ha elegido que se posa, rasurado de alas, a través de la lectura: Wislawa Symborska. La invoco mirando al mar. Con el derecho rebelde de etiquetar a dios con el nombre más convincente a mis pecados. Con el libro que rebela sus páginas con el viento. Traga-olas de amianto. La paz salina. Y el credo poético que me expulsó. De la gente que mira al sol sin gafas.

Aislamiento

He estado unos días perdida. Mi corazón era un lobo devorado por los pensamientos. Frases e imágenes que pesaban mil sacos de minerales. He encontrado cobijo donde no pensé jamás hallar su salvavidas. He analizado el barco ido que viraba en una corriente que me hundía hacia el impacto. He ido floreciendo. Cómo lo hace la noche con los astros. El aprendizaje de la dureza de las piedras.

Quemadura

EscOnderse tras la camisa TRISTE. Cómo un galápago de cobro y asueto. RetorcerSe igual que una sierpe en busca del agujerO que la pena ha tramitado. Debajo de la HOJA. Sin querer sacar la lágrima para que no te llueva enCIMA. Tienes el pecho lleno de ella. Pero el dolor es un gusano de arcillas. Y lo buSco y lo encuentro. Viaja en mi aTmósfera. Y sacude. Y no me muevO. De su habitación.

El orden altera el significado.

Le importas a tu familia una mierda. La vida te importa una mierda. Y me disculpo ante los académicos por el uso de una palabra con olor. No deja de ser una conjunción de letras de cuyas iniciales florecen otras menos peyorativas. Mar, isla, esperanza, rosa, dádiva, amor El prejuicio es el problema. El problema de qué no te das cuenta que les importas una mierda y que la vida si es vida te incomoda. Y que una palabra tiene tanta fuerza pértiga que a veces el pensamiento incurre a traición.

Piel mojada

Tenía una hoguera en mi pecho un mirlo con máscara un hueco de lluvia y empezó a tiritar la flama igual que un apátrida metido en un mar que busca la tierra prometida. Ambos, sujetos a un plástico con los pies que se escondían en la noche del agua. La hipotermia con su manera descocada de recordar que no somos más que trozos de carne sumergida en la nada. Animales descarrilados cruzando la vía entre los cocodrilos. Y pensé en el sistema absurdo del hombre. Qué se cree la divinidad de repartir el pan, el viento, las fronteras. Y a la deriva tu sueño será un sueño. Una hoguera que se apaga. Un mirlo a cara descubierta. Una lluvia que te bebe.

Ocre cansancio

Entre el desmoronamiento. Y la fe. Le han subido la dosis este lunes. Con los párpados que parecen de tela de Damasco. Y en el sofá, la fatiga crónica se ha sentado para ver la televisión con nosotros. No sé que aligerar para traer la primavera a sus ojos. Invento viajes. Excursiones al monte. Verborrea para animar y llenar de azules su paisaje. Ojalá pudiera arrancarme el corazón y darle mi espíritu de la batalla en el intercambio. Ojalá. Y meter fondo el órgano. Para que la apatía no le venza. Y salir héroe de esta puta guerra. Pero su voz me dice: -No me encuentro muy bien. Y yo me arrancaría el corazón mil veces rompiendo el tórax con una cuchara de plata.

Lectura radiafónica

La cocina en su quietud con el menaje igual que gacelas pastando en la sabana. Y mi curiosidad previa a la ola. Que trasteó en la panera donde las medicinas se guardan. Los platos, los vasos. El mantel de hule. Un paisaje antes de que el tsunami venciera a la calma. Efecto secundario que no taquigrafía los síntomas a que estamos aleccionados: mareos, náuseas, somnolencia, dolor de cabeza, sequedad de boca, urticaria,etc Ese río, hijo de puto, desembocaba en 4 ó 6 tipos de cáncer. Qué veneno administrativo para curar presuntamente. Volver la sangre en agua. A eso se le llama sanar. Él no quiere luchar. Yo me consumo Y guardé el prospecto. Y me prometí no llorar en presencia de los unicornios.

Ley de purgatorio

Cada persona tiene su destino, aceptando el karma. Y podría lanzar un cubo de agua y a palazos alejar los cangrejos de la incertidumbre. Pero, me quedo con la amiga marea. Con el flash. Que tuve nada más conocerle. Tengo la enmienda del cuidado al enfermo. Él me necesita. Seré su ángel de anillos púrpuras. Tampoco, tú, abandonarías al impedimento en medio del Sáhara.

Ironía a raudales

Esta noche, la temática del poema trata de los amores antiguos, antidisturbios de la memoria. Que igual que una mancha de nacimiento. No desaparecen ni con aguas calientes. Ni lima ni lija, ni nada. Se pasan el día dando golpes al muro de su espejo. Porque aunque nombres a siete hortalizas. Piensan que en vez de berenjena quisimos decir ven ajena, o ajeno mío. Al corazón de este extraviado mero, memo o merma. Qué si alguien quiere estar con alguien lo está realmente. Lo otro, sucedáneos. Trufas a destiempo. Luto, morado berenjena. Patetismo cansino de que las canciones nos unen..., de que si un verso de Neruda me mata. En ego satélite dando comba. Gravilla golpeando a los cristales de una casa que te dejó a las afueras. Creatininas. Proteinarices Y carbonos o cara bobas. Que se consuelan en el estribillo de verbena de Molinos de agua pasada que no bebe nadie. Ya se sabe: en el taller del herrero los fantasmas y los clavos. Y mientras haya quién viva ...

Grutas

Si esta noche, el cuerpo se zanja con el paso de la hormiga entre nuestras quimeras. Que tu mano sea mi pilar, el gancho que aguante los dedos, libres de cargas y anillos. Palomas de carne estrella que en la oscuridad ascienden a la cima de sentir el nido portuario. De la soledad pintada de alquitrán y el hormigueo de que siempre velará el uno por el otro. Da igual si la riada nos engulle. Si el sol quema sin permiso. Si la hormiga come las manos cruzadas al litigio de tu cuerpo. Cómo un árbol extraviado. Pero, con la fuerza tanque de los que aprendimos a levantar el miedo. Volamos azores a nuestro instinto. De proteger. De cazar. De asir hasta que aprendas a volar. Y entonces yo me iré con la bruma. Moteada con las hormigas que nos ahuecaron cavernas por dentro.

Somos lo que comemos

Odioses capitalistas que adulteran el agua. Veneno aditivo, que nuestras madres atrincheran en su grasa materna sagrada para que de su materia el dinero se transforme en enfermedad. Merodeando en la fruta igual que moscas dentro de su carne. Las viajantes se instalan en tiendas de campaña sobre nuestros organismos. Y de qué sirve este folleto de letras. Si el dolor se disfraza de almendra y como una china cruza el cristal de nuestros ojos. Y te da una pena epidemia. Y las ranas lloran. Y la palabrita biopsia abre la veda a un campo de concentración tan común que nadie puede remediar el ocaso. El miedo con pantalón de campana. Toca a la puerta del corazón. Te quiero madre.

Pez espada

El poema pez renacuajo de agua que fuera de ella se vence en espasmos para vol-ver-de su estado líquido. Entre las manos escurridizo y con los ojos grises sacado de su libro se muestra indefenso al mundo. Quizás una frase, no sea más que pulpa en la boca. Y llenamos de pececitos de colores las pantallas de la cotidianeidad selvática. Lunares, manchilampas, atrapasueños, cobayas del pensar, crías que necesitan su establecido tamaño para que no caigan en la efímera veneración. Pescar, para la demagogia. Leer de cabo a rabo. Sí, gracias.

Escurrir el bulto

No creo, que sea los más propicio dejar el bulto en la vía. Así el alma acometida es por los infortunios, exiliados de patera. Que se sienta frente a la adversidad. Colocada. Inmóvil por el miedo. Oyes cómo se acerca la locomotora. Y deseas que no te suceda nada excepto. A veces te deslomas para levantar al que tropieza. Hasta la extenuación. Y te acabas rindiendo porque hay quien le gusta habitar en medio de la vía del tren. No levanta los brazos nunca al sol. Cose las piernas al hierro. Y aguarda con la quietud el percance. Me duelen los brazos de sostener. De bregar el aire. De silbar más alto que la sirena de los pasos a nivel. Del grillo aventurando la quiromancia. El problema es cuando te quedas fría delante del bulto. Y los dos sois arrollados por la desesperanza.

Vence Jones

Los vencejos, acróbatas, vuelan convulsos y perpleja observo cómo frenéticos crean un ovillo imaginario. Su trino punzante. Rompe el paso. Y no puedo evitar que su tumulto aéreo. Me recuerde a un grupo de adolescentes bajo el influjo del Red Bull y las hormonas en un Macroconcierto. Qué peculiaridad la de no poder tomar tierra. Así me lo explicaron... Un poeta también es esclavo de la neurosis de la escritura. Necesita manchar hojas con el hábito de no poder poner los pies en el suelo. Pequeñas patas para unas extremidades muy extensas. Libros en pleno vuelo. Y llegar al descanso. Igual que los vencejos toxicómanos. Todos caóticos. Desnudos de palabras. Evitando la caída. Porque remontar para los que dormimos en el cielo. Se hace crudo y ocre. Rebotando. La muerte con la vida. Los vencejos, acróbatas, poetas de la esquizofrenia heredada.

Bochornoso

Extraño trabajo el del mes de Julio. Con su desertización en las gargantas de la gente. Sol a partes y dos de agua en piscina municipal o en un hotel de estrellas a pares. Hace tanto sofoco. Que el verano nació para los que invocan al infierno. Para los enamorados de la parrilla. Exhibición de un país que alimenta a los televisores de rifirrafes a mandato. Y escuece la quemadura. Y sin aire acondicionado no se obtiene el cielo. Pero, embadurnados de sudamina anhelamos la mano helada del invierno. Como guisantes que cayeron de su paquete en los congelados.

Fe

Los muros podrán desplomarse, que mis manos sostendrán la pesadumbre. De los que vivimos con el alma impuesta. La cuantitativa de los besos y de los puñados de sal que no hay más necesitad que la luz a cachos entrando por un desagüe. Y mi hombro guardaespaldas para cobijar las herraduras que incisas no dejan marcas No tengas miedo. Qué el camino de ángulos se hizo para las botas pesadas de mis ojos. Toma mi mano, madera de lima, que te ata fuerte a la perspectiva de las zancadillas que el oráculo nos depara cojo. Un café incierto de paquete descomprimido. Tu sentido del humor paupérrimo. Y trozos de nosotros en fotos de cine. Qué necesitamos. Si somos pájaros. Si al caso la salud. Y un vaso de agua. Un vaso de agua. La riqueza del viajero. Del nómada. De la garganta de niño. Bebamos. Y brindemos por la salud. Que la maleza también necesita de ella para crecer dentro de nosotros. La suerte, está echada. Y ahogarse no sirve. Cuando lo que te apaci...