Entradas

Mostrando entradas de enero, 2021

Pacto entre caballeros

Imagen
Deseo darte la gracias por compartir el frío, de aligerar el peso de esta pandemia marejada. Gracias porque has sido mi sombra y yo tu cayado. Y yo tu reflejo y tú, mi flexo. Porque me has resguardado de las noticias, de los índices y los sarpullidos. Porque te he velado desde el ángulo  del mueble que da a la cocina y a la sala. En la papiroflexia de la vida del que es débil los lunes y los miércoles. Y fuerte los festivos. Por el transcurrir navideño mojando pan con aceite. Y bebiendo del mismo vaso. Somos convivientes de inconvenientes. De atrasar el reloj a mi locura para no huir corriendo igual que una mujer en un cuadro de Goya. De adelantar tu sueño con una sonrisa de dedal y una comisura en el retrovisor. Gracias florecidas en la guantera durante el camino al trabajo. Gracias del mercurio solícito para que nunca llegara a la cima. Del estofado caliente. De que leas libros en voz alta para ocultar el ruido de la noche. Por estar ahí como un pájaro bajo la nieve. Por estar aq...

The Mist

Este azul del cielo es un mago.  Porque hace creer que puedo a la calle salir con los labios pintados de rojo. Y reír vulgar sal-picando las paredes. Es un embaucador... Saldría corriendo hacia el hangar con una bolsa de plástico y dos semillas de pino. Trepando en un avión cruzaría polizonte el mar de tuétano para besar a mis ramas hijas de olivo. Contaría chistes en el mercado. Y recitaría resucitada poemas en esquinas de metro. Un cielo que te observa tras la ventana. Un parásito de las ensoñaciones. La televisión de la natura. De pensar que no quiero coprotagonizar una novela de Stephen King sino una de culebrones mancos de veneno.    Este cielo azul donde viven los demonios.

Ácido

Que no te engañe este azul del cielo ni la sonrisa trémula ni el folleto que vende la jarra dos por uno. No creas que de la comidilla estás a salvo. El miedo campa como una margarina sobre tus ojos y enciendes velas para honrar a los que no supimos amar en vida. Nunca es tarde para que los cisnes se pinten de ocas, ni construir bosques en aceras. El desahucio de morar en un país de glaciares, cerrar la boca a las cinco, deglutir cuentas de pan para vencer el arco que nos propulsa a la mendicidad del amor al prójimo con un corazón de grasa de coche. Mantenerse callado a pesar del hueso que anuda tu velocidad. "Tengo miedo". La frase más elocuente en el reino de los farolillos.

Return to order (retorno al orden)

Imagen
Prometimos no movernos cuando el tsunami de la incertidumbre cuajó entre los orificios de nuestras penas. Quietos como gacelas gansas de cobre frente al ataque de los felinos. La estaca de un presentimiento. Una i latina en medio de una página nevada. Qué difícil mantenerse a salvo de lo intangible, la enfermedad del contacto. La represión animal cauce que anida las selvas homínidas. Besar, abrazar y reír sin veladuras. Supone un bosque árido en un mapamundi. Pero, hemos prometido obediencia, bajo la cúpula de lo bélico. Y estamos quietos, a merced, de todas las alimañas de la vida.                                                 Marguerite Kelsey (Meredith Frampton, 1928)

Puntos blancos sobre las paredes

Esta costra blanca protegiendo la herida. No soy la única que a esta hora de la noche, levita en un insomnio cáustico. Lámparas de fincas cercanas como ojos de insectos, guardan la vigilia. El trance de los combatientes para adolecer a todo aquello que despierto muele semillas y revisa las gasas de la resistencia. Mientras los ojos escuecen de pena, el cielo parece un toldo oculto a la fe. Demasiadas películas repetidas en la televisión. Un helor de alambrada que recorre el halo de los cerebros fluorescentes que no conceden la paz al somnoliento. Busco la medida para la lluvia. La estufa de electricidad  que mate los gérmenes. Bichos palabras que rondan a los espectros de cicuta y que obligan a escribir o a mirar por la ventana a los otros que tampoco concilian la celda y el castigo. Esta vida de miedos átonos. De coche lápiz vistiendo calles. De gente, que como yo, recoge su frío e intenta mover la ola al mar antes que gallo cante borracho de luz.

Amor en-callado

Imagen
Sé yo, que te quiero, porque mis manos saben a pan de primavera. Aunque en mi silencio barra cada uno de mis anhelos como la nieve que encharcada refleja el bosque ciudad. Tanta natura metida en un poema,  en la postura incorrecta junto a tu cuerpo invicto que hace que el brazo se encalambre de polillas. Hermética con la mirada que se pierde en un plato precocinado, mientras en la televisión se escuchan los pájaros de metal que sólo vuelan en las pantallas de plasma ( El QLED 8K) . Tuétano mío, que adolece, con tu sosegada pértiga, como un paisaje que construye del rocío el hielo arenal, gasolineras ocultas tras la niebla de las morgues acicaladas de flores y paritorios con gritos de porcelana. Sé que te quiero, porque sigo en pie frente a tu abismo, comedida esfinge de árbol, fuente precintada, la uci de cortinas traslúcidas enseñando el sufrimiento de las especies en extinción. Por eso, sé que amo. Porque continúo metida en esta caverna de hojas. Y vivo, de la desesperación cután...

Deriva

"Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar. Paca Aguirre". No existe algo tan efímero que abrir y cerrar la luz del baño. Una milésima de tos, un movimiento de semilla. El ardor de un estómago. Un faro de coche bajo la nevada. Una torcedura de viento. El soplo, la última respiración de los dioses. Porque ser hija de ellos, en cierto modo, el aurea estigmatiza  a una existencia de un viaje  a merced como un trozo de papel prendido sobre el hielo, el agua de charco, la luz que par pa dea en un aseo de alicatado blanquecino. Qué gran sentido toma la muerte, la marcha sin preaviso como una mácula roja, de un jilguero que guardó en sus cofres la palabra que jamás ninguna máquina descifrará con su centuria. Duele la mesa del mercado, verde de criterio impropio.   La muerte de un poeta debería ser luto internacional, nadie como él conoce la espada del mundo, las noches de insomnio en las salas de urgencia, la orfandad de los dioses, como un interruptor que acciona y apaga l...