Entradas

Mostrando entradas de junio, 2020

Cansancio

Dicen que la muela, número 36, simboliza el hogar, la tierra. Supongo que por eso me costó, tanto, arrancarla de mi boca. Con este sufrir que atraviesa como un pico cuervo que derrotado dibuja lo innegable. Por qué siguen doliendo las ausencias, el aceptar la histerectomía raíz que te fragua, te aletea, te eletrocuta como un mortero que se niega a desprenderse de lo perenne. Parece una ceremonia de despedida, y la encía añora la ropa que no supiste guardar cuando a nado, cruzaste el mar de yodo. Eras tú, ese mar que de fracturas se enquistó en una palabra. El dentista la arrancó de cuajo, con la anestesia de un niño que ha perdido su ojo. Y tuerta, en una fragua ala de corriente te varó en esta playa de Levante.

El litigio de la humedad

Si pudiera en el abismo cruzar el puente. De volver la vista atrás a las horas donde la marea cubre cada pieza de la rotura. Podría entender la ceguera de las bocas que tras el papel autista murmuran el eco de las bisagras, la tristeza que ha rellenado cada hueco de la calle, con caras de simio. De un telón que abre la ventana al mundo. En este cerco que estrecha la faringe y que muere no grito en la melena de los coches. Añoranza del mar que narra ola arriba la imagen de un océano, con las manos de sal y el rostro cosido del ayer en que lo evidente fue arrebatado por el diablo. En esta silla, contando la lluvia no caída, acusando los viajes que fueron de regreso. Me troco anémona de lápiz y busco un diente bajo la almohada. Tal vez es el cansancio del que recorre atado al fusil de un recuerdo, el ancla que nunca llega al fondo. La espera de los moradores de otros injertos, como desertores de azucenas. Tras la mascarilla. Y la pantalla. Besar se ha conve...

La diálisis de la nostalgia

Recluidos en el arca hemos lidiado con diversos canales de tormentas y embestidas. Los cetáceos de la incertidumbre o la ola de la lalopatía de no articular aquellos temores. La lengua quería reptar por los días felices con el abrazo familiar que aún parece una tierra prometida, prometida de madres, de caldos y besos mudos sobre la frente, cuando el cuerpo tiembla como un niño mojado y el espejo te retrata en un abultamiento de patas de gallo con pieles de gallina. Supongo que envejecer en el cautiverio es un tiro certero en la sien, las voces no bastan a través de hilos de alambrada. Y te consuelas porque la enfermedad pasó de puntillas por tus despojos. Recuerdas tu primer paseo en bicicleta, un amasijo de hierros bajo la lluvia. El contorno lazo del niño recién vivido que ahora te sostiene con tenazas de titanio para no tropezar en la proa, y escupir el tiempo en una frase de abordaje. Recluidos en el arca, contando los soles para los nuestros que aprendieron...

Molar

Extrañeza la del dolor de muelas. Pues te lastima, algo, que realmente no existe. Cómo puede sentirse el perjuicio de un trozo de diente que no está y sin embargo, se manifiesta plenamente. Una luna nueva. Un hueso de tornillo. Al fin y al cabo el recuerdo con la maldición. Lo que duele no es su nula presencia, es el vacío, la carne abierta al mundo. Intérprete de una víscera ideológica. Aprieta su puño contra la encía en un atisbo a reivindicar el espacio que usurpado ya no le merece. El dolor, viejo conocido de barricadas y de desahucios. Que desvela a la comidilla muda. Triunfante en su osadía fantasmal. En la madrugada, como no podía ser de otro modo. Igual que una espina en la almohadilla de un gato. Agria, madera, aguja conífera. El balazo de los que se fueron y no volverán. El dañino del que aviva lo imposible.

Vicisitudes

Un camión de la basura ha roto el silencio, de una calle que naranja da un paso entre la paz ambigua. Las mascarillas reposan en sus cuadras, del hurto a la mueca para los navegadores que no sabemos sonreír con los ojos. La palabra susurro que atraviesa el tejido como una aguja de suero. Esta extraña virtud de ceder ante la nocturna piel de los habitantes. Protagonistas de una novela por entregas, a la vida, a la ciudad que oye como un búho de graffiti. Es tan extraño este episodio. Que hambrientos de capiteles nos hemos convertido en pasajeros de un libro vírico de paja. El de la historia de siempre. El débil frente al bisonte. En una madrugada de ascensor donde mañana volveré a tachar mi rostro. Rodeada de seres que tienen tanto miedo como tú. El camión de la basura acaba de tomar la avenida

Y no son de galletas.

Cuando los monstruos visitan mi casa, sé que mi corazón amarrado a una vía está. El tren lo cruza, y cada cacho de mí, espera en la cuneta, adherido a un matorral; en el asfalto cerca de la barrera. Con la imposibilidad de coser ese engendro del pánico. Antes abría una botella de vodka del súper y en el andén daba al latido una vida. Ahora, que en esta dificultad ni una gota calma el desamparo. Aprieto el jugo de los ojos. Cierro la espalda a la velocidad del atropello. Para ejercer de parachoques a los pedacitos estériles. Nunca se marchan. A veces demoran su percance. Y me quedo en un crujido de sobremesa. Hasta la próxima visita. Porque ellos saben muy bien dónde habito y tiemblo.

Disfruta de temporada

Cuando un ser inicia el tránsito, una mandíbula alienígena muerde tu costilla. La cojera del tórax con el dolor de la mordedura llena de limo, con el corazón descubierto que mira al mundo sin ningún amparo. Los recursos de la memoria se agolpan y te advierten que mejor recordar la impunidad antes del descenso a la morgue de la mujer frutal. Acatas en medio de la vorágine esa estúpida orden de vuelo con la visión hermosa, cobarde de ti, en que deberías correr hacia la sierra. Y adorar un cuerpo que precisamente por no tener cama, necesita más abrigo que nunca. Malditos traumas de botellas vacías y rascacielos de golpes de ascensor. Con fases que aprietan tu yugular y unos pies que quieren aterrizar en el nido. Cuando muere una persona que te ha hecho sentir querida y ha cosido recuerdos de lonas al circo astral de tu mísero. La cobardía hace añicos, con el desconsuelo de los que protegen sin escudo y se marchan a un nudo de morfina. Por ello, haz esa llamada q...

Mechero

Las piedras, tienen una utilidad prodigiosa, pueden herir y adornar los ríos. Tan extraña es la sintomatología de la piedra, que tiene hasta edad. Y quedarte de...o cotizar con el adjetivo preciso lo inalcanzable. Piedras "castiformes" . Dunas volcánicas fusionadas al motojo. Yo quisiera ser una gravilla. Un guijarro incapaz de sentir el golpe. En los arrecifes soportaría el oleaje más infernal en mi impertérrita alianza la erosión fuese la caricia de los buitres. Pero, tengo un corazón de sal. Demasiado débil, los martillazos de las probabilidades lo menguan en abolladuras de carne. Y apenas se sostiene con los ecos de su pálpito de infortunio. Decían que los avatares de la vida te lo secaban hasta convertirlo en cuero. Pero, no es así, cada noche plañe una palabra, se inflama del duelo, expulsa el fluido de un aguijón de tortura. Cómo ansío que no duela más que lo justo. Que de su esponja se cure la zanja. Para que la marejada pueda mecerlo en vez ...

Estimada Antònia Petita.

Dona de mans, herbes, padrina jove, d'ulls d'olives i el teu riure de torrent de Son Servera. Lladó d'ofici, de cames convertides en  gladiols i pols groga de "liliums". Marxes per la porta petita. I no puc evitar que el cap ploga moments de joia. Padrina jove, encara guarde el mocador de pagesa. De la teva Mare, Roca de llinatge, que tenia els ulls d'olives. Fa tant de dany viure en una terra, on sents que el ventre no té la sang dels teus,  mires la mar, i vols que d'una ona la veu torni al cor de tot allò que ja no sura. Et vas . De flors. Lladoner d'arrels. Amb els teus ulls d'olives. I no puc dir-te adeu amb el llavis a la teva pell de pètal.