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Declaración de principios

Caminar conmigo no es fácil porque un campo de minas puede ser un remanso de paz comparada con mi disconformidad ante el grito insolente y la solvencia de mi llanto. Soy titerera y lo sabes de lunes a viernes, como una pulsera de mercadillo. Y hacer ruido, y coces. Pero, los fines de semana los demonios que habitan dentro del bolso en martirio golpean mi cara, el pecho, las muelas. Convirtiendo mi cuerpo en un héroe vencido. Pequeña ratonera Pulga astronómica. Peso inalcanzable. Y muere aún más la parte muerta. Y quiero que me odies Pues del amor no soy digna. Y cojas tu crucero. Y sueltes rastro. En un dolor de tiempo. Con miedo y serenidad de noche. Y me dejes atada como un número de resta. Pero, tengo hoguera. Y planes para regresar cabina bajo el tiroteo procedente de la ventana azul. El fin de semana, soy hueso, y cable rodeando al cuello. Soy despojo. Y tu amor me revive. Te quiero con todas tus faltas Como faltas hoy. Y estás a mi lado. ...

Das balas o baladas.

Tengo un tristeza cocodrilo. Del tamaño de un cocodrilo. Una tristeza gigante de color trino. Yo quisiera que ella se encogiera con el tamaño de una lagartija. Sus dientes se grapan a las vértebras. Y me llevan al fondo del río. No quiero bichos portadores de pena. Tengo una tristeza cocodrilo. Un cocodrilo lorquiano. Y me hunde al barrizal porque ella también tiene derecho a comer, a devorar la alegría. Verde, de piel dura. Y colmillos como puñales. La tristeza, grande reptil, del romancero gitano.

Inocente

Me gustaría ser una persona normal, y no esta maraña de siete manos y cuatro piernas. Pensar en la superficie de las cosas. Y no ahondar en su núcleo. No creer en el sueño de la profecía. Y que de mi cráneo no nacieran nidos donde se aposentan distintos pájaros. Fumar aire, beber fuego. No ser este antro del metalenguaje y hablar al vino por su color, y a la mesa por sus manteles. Común, neta, sencilla. Cómo una pared blanca. Llena de agujeros por casquillos. No temer a la pesadilla. Qué vieran los que me arrojaron al mar, mi pena. El dolor que se clava garfio entre las cejas. Este poema de párpado. El parásito silencio roto por la coyuntura de los versos. Ser un mono Y no haber sido el resultado de una refriega. Ni la lágrima en el ombligo. Ni la purga materna. Ni el cuerpo trapo en una silla. Ni una imaginación hemorragia. Con el cuello horizonte por el tubo en la tráquea, episiotomías para otra cuna. Con siete manos y cuatro patas. No ser poeta. Y no...

Desbarajuste

Las águilas de peluche adornan las estanterías de los hoteles. Jacuzzi de cava y fulanas de vestido de lagarto presiden las portadas de revistas de retrete Cuando el corazón cree en la inmundicia. Y la sangre que corre por los canales padece la peor leucemia. Con fotos sin lengua. Con la ergonomía de la sonrisa de las hienas. Manipulación del ojo por el ojo. Aquí en la doble acera, con las pupilas dilatadas por el Martini. Los zapatos en la terraza esperando que la hierba crezca. Las manos de agujeros. La maldad chocolate y los candados de aquellos que tienen el frío de la noche, metido en un vaso. La calamidad de los que aman y topan la soledad por respuesta. El revólver que apunta al sol. El trueno de la soledad del prófugo. Para los exiliados de la niñez. Los cartones de vino. La caja vacía. El huevo roto. Y hotel con peluches de aves y una bañera por losa. Felices fiestas a todos los combatientes. De la nada.

Punto de mira.

Es necesaria la concordia en los funerales. En los campos de guerra. Dónde el soldado mata al enemigo en contra de sus creencias. Puede desempeñar el muerto el protagonismo de una película de segunda. Porque el diálogo es carente ante la pasividad del que no puede mover la lengua. De la tierra que es edificada sin miramientos. El agua verdejo. El cielo con su moho de queso irrespirable cómo las palabras que se encarnan entre las tetas. No hay nadie en la calle. Tal vez la gasolinera esté abierta. Cerveza y una lata de aceitunas. Rosario para los difuntos.

Dragón cojo

Te sacaron de la oscuridad con un foco cómo si fueras una cucaracha. De tu agujero con un palo. O unas pinzas. No recuerdo bien el trance de laboratorio... Luego te daban volteretas dentro de un bote de espárragos. Para que el mareo encandilara lo suficiente. Hasta que el alfiler te abría los ojos entre espasmos. Y hubieras preferido una borrachera en la calle. Y vomitar encima de tu vestido rosa. Qué acabar siendo un botón negro de un disecado taxidermista de insectos. Dar agua al sediento. Debería tener su castigo cuando una vez transcurrido el tiempo no eres más que la colección plagiada del que hace daño con sus tijeras y formol.

Vías

En las estaciones de las ferias hilarates las pantallas, el sol escondido tras la espuma. Una madre atraviesa con sus ojos, el cristal del  vagón. Cómo la lluvia que moja el plástico de los coches aparcados en doble fila. La madre se despide de su vástago femenino cáliz de melancolía. La adolescencia se mofa mientras se encarama las ganas por las cortinillas, butacas azules, moquetas de casas de lujo en pasillos de raíles. La madre ha reclamado tres besos. Tres besos. Yo también soy una madre con mis hijos dentro de trenes, pasan tan veloces que los leopardos son cojos. Y la cara apenas roza el latido de un beso. Ráfagas. Espumillones. Araña que se deja ser fagocitada por su descendencia. Trenes veloces en distintos espacios de tiempo. Y el traqueteo del daño en simiente.

Guardar secretos

Esta noche, los ojos tienen el color de la cafeína. Y en el sofá intento ganar el recurso al sueño. Mañana los abetos tendrán espinillas y guirnaldas que ocultarán las vergüenzas. Y estoy aquí desvelada con el ahínco de ver a mis hijos en el vientre. Y saber que este dolor de garganta llora más que habla. Llevo una ristra de excesos. Y las manos con manchas de culpa. Y es normal que no se relaje el alma, hace frío en esta noche de regalos, de carnes congeladas. De versos en escabeche. Un despiste a la madrugada de no entender las miserias de las lunas en cuentos. Si lo que más amo se haya tras el mar. Los mares. La montaña. La sed. Tengo un frío escogido. Un té. Os echo de menos. Os menos de echo. El orden no importa. Los besos duelen en ausencia.

Gasoil

A todos nos gustan las sorpresas. Soy un ferviente de las mismas. Regalos dentro de cajas. Papeles de colorines. Lazos mal hechos. Nudos marineros. Celos que no pegan. Precios dejados con premeditación o descuido. En fin, él sacó del maletero una bolsa insulsa y dentro una horripilante maleta de las que pesan un huevo, de las que no caben en las compañías baratas, de las de color pastel para que luzcan mejor la mugre adherida de los andenes, aeropuertos, aceras, trenes, paradas de bus, y aseos. Una maleta gigante... No juegues con fuego dijo mi voz cabrona dentro del cerebelo. Una maleta, puede viajar a muchas partes.

Prórroga

Has esperado estas palabras escritas buscando algún tallo o brote. No sé que decirte exactamente. Sabes de sobra que no te amo, y no sé poner nombre a esa comunicación cordial que nunca dejaste de tener conmigo. Le llamas amistad a lo que es una realidad. Y no soy libre. Ni de pecado ni de culpa Qué quieres que te diga que no hubiese tenido que suceder nunca. Qué tampoco repetir la misma escena francesa. Si sabes que por poco que rondemos el abismo vamos a despeñarnos. En lujuria, en caos. En versos abiertos y labios de garza. No entiendo muy bien lo sucedido. Quizás fueron las iguanas. El calor del matasellos. El hambre. Tus ojos. Mi cuerpo de piraña con bisturí y hacienda. Si cuando estoy contigo en masa, sólo disfruto de tu mentira. No tengo que imaginar otro cuerpo. Ni pensar en otra ciudad o barco. Nos ejercemos en el pecado exquisito. Amante. Y yo dando vueltas subida a un caballo vivo. No soy buena mujer Te comeré a pedazos como a un capricho in...

Madurez escribana

Tal vez ahora escriba en privado. Qué esté en la época más prolífica de mi vida Y sin embargo. Se queda en la hoguera ardiendo entre las ramas y los papeles rotos. Escribir para el silencio de los ojos.

Dispa-rates

La película se repite de nuevo. Reconozco el capítulo de paternidad emulando a un dios griego que salva a los grillos de morir atropellados en las vías del metro. Es todo tan idílico que emana un ambientador que de sobra conozco. Salvador del mundo en sintonía o en asociación marchante sabe bien que luego vendrá la primavera y como el copo de nieve querrá hacer gala de sus acuáticas correrías. Se volverá cedro, y le habrán crecido dos alas. En esa búsqueda de identidad repite demasiado el divismo y me sé el final de la tragicomedia. Deberá ir con las nubes volcánicas. Y abandonará la raíz, el fleco. Será bala que abate sin escrúpulos. Y los osos, las ardillas, los jamelgos, los arbustos, el madroño. El arroz en el bote. Los zapatos sin dueño. La mesa coja. El tendedero despojado de la colada. El rojo. El azul. Los batracios. Y el esperma seco. Se quedarán aguardando el regreso antes de su marcha. Cómo el polen que es. Y dejará al cuidado a su...

Titán

Los náufragos tienen el patetismo de la esperanza. Flotan cómo adoquines en mares de nudos. La isla, caricatura expuesta, con la compañía de los escualos de ronda, pellejo dentro de un barreño con la sal gorda a puñetazos.

El rey del rock ha muerto.

Llevas demasiado tiempo, te has acostumbrado a rodar por los pasillos y a guarecerte sobre la tapa de un váter. Escuchando las canciones, apaisamientos de ritmos de moda para hacer que la felicidad se mueva, el culo se mueva, la mano pague o reciba como en trueque apostólico donde la mercancía es uno mismo, cretina servicial, el enquistar de sobrevivir en un centro comercial. Foco tras hora, oferta tras semana. Llevas demasiado tiempo, rata de escaparate, emulando a la cadena de montaña, con el jersey en la punta de la lengua. Con hilo de cabello de mujer que duerme con su máquina de coser. En esta alcantarilla, los túneles rebosan estampitas, el pueblo se atropella uno con otro. El regalo: la fábula, el manjar, la restauración del Almax, de las revistas de famosos enseñando el lujo árbol como un exhibicionista de psicópata. Demasiado tiempo en la caverna. El miedo escénico se ha apoderado de ti, padeces fobias y la terapia te palmea sobre la espalda. La tos no te abandon...

Fe-cal-es

Somos los ilustres borregos que damos lana a los que del sueño sacan beneficio. Te sirven en copas la transferencia. Y a través del cristal vemos sus pulgares. Aplastante hormiga defecada de letra de imprenta viscosa. Y si emborracharse es un grado, para los elegidos me quedo con mis escombros con el olor a apnea y a cloaca Qué prefiero la soledad de una piedra, que el tumulto de los que hacen caja con la fe cuadrada para poner sus acciones. Porque el pez pequeño en el mundo silábico de las resonancias. Relame la escama al grande. Abusos y en alto la justicia. Pero, cuando asciende cae ante los ojos de su pedestal. Timada. Acomplejada. Moribunda y anfetamina. Hay quién confunde un pulpo con un calamar. Igual ocurre con la poesía. Déjame llorar esta noche escribiendo. No me quedan más lagrimitas de indignación. Iros a la...

Plas.

Ha terminado la jornada, de los que triplican la tristeza de los catálogos prisioneros en sus buzones. Y aquí, me hallo en la noche oscura del alma regresando con las mujeres que inventamos la necesidad de comprar para ser felices. Luciérnagas de la iluminación con papel burbuja: Plas. Plas, plas, plas. Pompas y mi voz. Una afonía combatiente para los que no compran y son vendidos. Ramas de manos petrificadas. La voz Plas. Plas. Plas. Porque yo no escribo para un hombre pertenezco a la escoria de mañanas dominicales con sirenas en fábricas de juguetes en Oriente. No escribo para un solo hombre. Escribo por la rendición de las aves. La sonrisa de mi madre. Los niños de papel en los anuarios. La bomba de la oferta y la demanda. La maldita demanda. Plas. Plas. Plas. Las mujeres en calles de brea. Y la noche. El alma se trafica en páginas de segunda mano. Con tanto frío que los ojos se nos han congelado en este circo de joder al prójimo. Es domingo, ...

Un átomo de tu bosque me saludó.

Esta mañana la calle despertaba con fragancias, procedían del llano. Pino , algarrobo y resina que en coral se manifestaron y me vistieron de verde-búho. Las esporas camparon libres por las azoteas, los coches fríos, la cara transeúnte con el indulto de la ventolera por despiste. Y sembrada recogí la certeza de que ya no todas las canciones hacen llorar. Que el amor se ha vuelto mercurio y fluctúa según el decreto. Los amores inmortales perecieron de inanición; la colonia, la espuma de todas las playas de porta retrato. El olor fresco que te arrebata. Y metes dentro como un sueño anhelante de salir afuera como las copas, los badenes, cometas de caucho, molinos felices en la sintonía anarquista de la ropa en el tendedero, los flequillos, los ojos: hemisferio a la tierra volátil Esta mañana, estuviste a mi vera. Y olías árbol. A madera verde. Un día te añoro como otro ya no sé tu nombre. El viento y su cuerpo. El viento Sobrevino. Y se fue.

Muchos más.

Últimamente olvido los cumpleaños, por el tiempo que conlleva al retraso de derrocar el cuerpo estrepitoso con la gangrena del cansancio. Las fechas ludópatas malabares dentro de los bolsillos del cráneo. Son los pies molidos, la boca pimienta, el terraplén de una campaña capitalista, con las piernas en capitel de viernes para los negros. Los negros augurios, de la gente que sopla sus velas en lavabos. Y el descuido de las copas de vino en Lisboa con la estrechez de las sombras. El poder sentarse en embarcaderos y pescar con las pupilas las esperanzas tísicas que no valen divisas. Que no fuman y llevan canciones de jazz para los enamorados de la fauna, de los que carecen del brío para con pasamontañas reivindicar la no violencia. Nos tienen acorbardados, en un país de sólo mujeres que miran al otro tiro independiente. Del olvido de lo importante. Del beso corcho. De las manos tibias. Del cumpleaños de los maestros con el baile de las ganzúas. Discu...

La observación de los cuerpos celestes.

Y te quedas pasmada en una hilaridad de segundos, observando en el punto impreciso el movimiento de los cuerpos detrás de la persiana; sombras a contraluz, en un baile sereno. Parecen llamas alicaídas de vela de sagrario. Que no huele a cera. Ni siquiera a incienso. Del olor de aceite sofrito, expiatorio que engalana la cocina. Me quedo atrapada en el voyeurismo, y sé que probablemente observada, por los ojos-alimañas de la noche. La noche cruzada. Y cromos porteadores de historias. Y en el testimonio de agitar a la cortina, como un ala nacida de la espalda. La gente vive. En esta red social de cuerpos de sombras y del ojo-aniquila.

Dar y recibir, no es sólo dar.

En ocasiones, el espíritu precisa un pan. La saciedad de un simple afecto que puede ser el mejor soldado para las defensas, almenas de cal, que nos protegen de los oscuros. Del goteo, del pesamiento, del ir y el venir de esta extraña agonía, que colma el suelo de mi cocina con el agua de fregar del cubo. Duermo mal, y esta acidez mezclada con temor no cesa en su contraataque. Y eso se traduce en un libro de cansancios. En el cuerpo oxidado. La cara henchida. Un plomo, un beso de uranio. Una toxicidad patente. Un churro. Un resquicio de resquicio. Y ya lleva tiempo hincando sus colmillos esta aparatosidad de monstruo con efectos secundarios. La tristeza. En ocasiones, me gustaría un abrazo. Y sentir que estás a mi vera, cerca de estas ruinas de mujer. Y dijeras: -Todo saldrá bien. No estás desterrada. Ni enferma. Y susurraras con olor a cerezas. -Todo, todo saldrá bien. Porque lucharemos juntos. Pero, tengo noches. Y noches en que despierto con ...

Vias crucis

A pesar del granizo y los soles cohibiendo a las azoteas. En mi fracaso de lentes y la atrofia del camino en GPRS. Tú, en el andén, tú en la soga. Siempre estás esperando que como el vencejo regrese con las manos, frutas de los punzones. Para alimentar este destierro de barro, y acompañar a la sombra entre los abedules de fotografías y una bola de cristal hecha añicos. Tú, el más, tú el menos. De enredaderas de cables, pinzas que guardan los secretos que mi lengua purga. Lisiada del yermo de los maniquíes. Con las horas cansadas. Y los pies, gigantes que no caben en los zapatos. Y amor, que es lo que sienten. Los sarpullidos. Las coces. Una bioquímica malsana. Tú capitán, trinchera. El amor, mi único.

Esthorninos

I Los invocaba, cómo un bien necesario. II Tarde dominical, y el estruendo fue de violines descorazonados. III La ventana entreabierta anunció su llegada, algarabía de trinos, ensordecedora banda de pájaros que colmaron de bienestar esa parte intederminada del ánima. Los estorninos habían aterrizado. Por fin el invierno consentido, había hecho acto de presencia. El invierno de impuntualidad. Los estorninos, orgía de formas proclamando su bienvenida. IV En el Mediterráneo, de mi infancia los estorninos preceden al frío. Este año ha sido angosto. El calor nauseabundo no les avisaba del retorno. En Praga, son los cuervos los que avistan las nieves. Me lo afirmó él. Yo no lo sé. Lo importante es que han arribado. Y tengo la paz del moribundo. Porque echo de menos la infancia esthornina de los pájaros.

Síndrome de abstinencia

Ser la pareja de una adicta no es fácil, y aunque no consuma el poso en momentos difíciles se revuelve entre sus tripas. Él, me dijo, de bueno tonto. Y en la abnegada beatificación reconozco que no me porto bien, en ocasiones. Ocasiones azules o bergamotas. Soy poeta, sí, es el diagnóstico parricida, de una neutralidad de extremos. Llevo un tiempo enferma y lejos de culpar al mundo, estrecho el cerco de las probabilidades que originan este estado disidente. La adrenalina, forma parte de mi equipo, y a veces cariño, me aburre la parsimonia de las horas. Sé que no coincidimos en nuestras labores. Pero, te prometo que eres mi única familia. Por eso perezco en coles de Bruselas, cuando no estoy en la lista de la compra. Sé que no soy fácil de leer, que las palmas de mis manos tiene varias carreteras y puentes. Necesito retos, continentes por conquistar y tu torso cubriéndome el miedo. Soy déspota. Te pido perdón como yo te absuelvo de tu "infedilidad...

Carta al tejo.

Querido amigo poeta: Sabe usted de los farolillos que prenden y alzan el vuelo, sobre el agua. Así es mi alegría el dicernir por sus correrías y desembarcos. En este insano país, la locura discurre por los tejados. Y ahora la política está de moda, y la moda está pasada de. Le echo a faltar. Como el pico del carpintero a su árbol. A veces paso por lo que fue su casa o nave. Y de reojo revivo la insolencia de qué me amó más como amiga que a ninguna. Los dos sufrimos la niñez aterradora. Y padecemos cuadros de ansiedad que ningún museo ostentaría. Le deseo tanto la buena estrella. Qué observando su júbilo, creo firmemente que el perdón es el tesoro más apreciado. Con más cansancio que tinta. Que las estrellas le den el cobijo necesario. Que arda cuerpos. Que halle el trozo de paz en tierra. No sea obstinado, y escriba en este tiempo un poema. Que las plantas si no se riegan, mueren. Un abrazo, la amiga que habla sola.

A espaldas de Damocles.

He creído en ti, con todo mi firmamento. Eresmuyimportanteenelecosistema. De mi casa. He confiado en la presa, en el prado. En tus aconteceres de luces fluorescentes. Te he cuidado en la agonía del renacer nuevo de tu propia piel. Si me amas. Que no lo haces. No impongas reglas a una salvaje poética. El viento. El viento. El viento. Recorre pululante entre las estrofas. Voy a partir de viaje. De normas estoy hasta, la abdicación de las hemorroides. El viento. Silba dentro de mi pecho. Soysalvajepoeticaacelerada. No ates lo indescifrable. En la sencillez de los geranios. Te amo. Pero tú me tratas como a un mueble viejo. Qué vive en el último piso y no hay ascensor. El viento. Puede. Y tú serás un muro derribado.

SecreTOciones.

Soy un hombre ahogado, y en un desafío a la medicación, no tomé la cortisona prescrita. Tengo que izar mi sistema inmunitario. Y desintoxicar los órganos alternos. El hígado está como un pantano en una riada. Y escucho al corazón sin límites de velocidad. Este hombre escribiente está seco, se enjambra en sus rizomas, epopeya e inhaladores. No puede cruzar una calle, la calle es falsa y se convierte en una sierra, que corta el hálito. Fatiga, náuseas y huesos de caramelo. Nostalgia de Byron. Pulmonosis de Kafka. Entereza de alienígenas en un cuerpo, campo de concentración  de hombre desnudo. En la radiografía el tumulto en decadencia. Pero nunca ven la flor marchita de morir por amor. Costilla arriba. Tosferina abajo.

Tu peor miedo.

Las manos enharinadas meciendo la masa, emanan la paz, el arpa, la solución líquida de las recetas. Parece una buena mujer, no aparenta ser de la estirpe asesina de la que proceden sus ancestros. Con la bata blanca, salpicado con agua y la levadura, va componiendo la forma de un pan circulatorio. Nadie sospecharía, de la presunción, ni del estrangulamiento a la monotonía. Sosa diría un pintor, la elegiría incluso más de ángel de misa, que de heroína bélica. La mujer de tan buena tonta, que trabaja en la cocina de luces fértiles. No te fíes. No presupongas su rol en el obrador. Interroga su duda antes de que la veracidad de la pupila sea arriera. Ella, aguarda, con el veneno la sucesión de los días en órbita. Para matar a las moscas atroces del abandono. Sus manos, se lavaron cinco veces. Y abrió la ventana para que la brisa escupiera el olor viril de las arrugas de sus dedos, y el cuerpo ensangrentado de la traición con otro hombre. Ella mece la masa...

Aaaaaaaah

Somos frutas de distinto árbol, y por ello la convivencia es complicada. Cuando el amante duerme, no puedo hacer ruido en la casa. Y yo me aburro soberanamente. Todo debe ser un sigilo, andar con puntilla, toser con embudo, mirar sin pestañas. Este litigio de un hombre encarcelado en su neurosis, y la reina del ruido. Cocinar atizando cubiertos. Poner música y cantar como una rana después de la resaca. Pero, aquí, todo es de un orden mudo. Y yo sentada en el sofá. Me apetece chillar. Tan. Tan. Tan. Tan alto. Qué creo, que los cristales se rajarían. Que los niños se salvarían del hipo. Que a los libros las letras de salto en salto, saldrían kamikazes de sus páginas, palabras, rutina. Él es monacal, dice que es un chimpancé y y yo fui parida bonobo. Quiero lanzar la vajilla al suelo. Pegar un portazo. Aumentar el volumen de los enseres de esta casa vasoconstrictora, anticoagulante, insípida. II Un muro roto por la risa de los niños. Mi monstruo i...

La crítica de las bestias.

Noviembre se resiste con el combate musical de los grillos, grillos acrílicos, acribilladores del silencio. Los pies calzados de sandalias y el frío congelado que no llega. No llega, no llega el invierno, se proclama disidente de los calendarios romanos, de la soberbia de las estrellas y de la peor cuna: la del hombre que doblega a la climatología. Los grillos esclavos esta noche cantan afónicos, ya es largo el número de lunas ejerciendo de juglares entre sótanos y balcones. Miran a la colilla. Sudan la noche. Son poetas. Nos avisan de la agonía humana.

Estorninos, dónde estáis?

Puedo oler una ciudad que no haya conocido, porque el petróleo tiene el mismo hedor en todas partes. Revivir el paso con su sonido castrense, tanto en el gris como en la arcilla porque la subida y la bajada determinan al golpe, al martillo, al flash. Los pájaros, conocedores de países, que coronan olmos y vigas de cemento, saben más de la existencia porque han observado al hombre en su lascivo peregrinaje; de sus costumbres destructivas. Ellos, los pájaros, que huyen del terremoto. Y de las olas de infarto. Conocen a la humanidad como los roedores mamíferos que no aprendieron a volar. Ll.Ll.
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El miércoles 18 de Octubre presenté por segunda vez en Castellón, el libro El arca de Wislawa de Ediciones Torremozas. Fue en  la emblemática librería Argot, rodeada de gente noble dispuesta a compartir ese momento tan especial y a leer poemas del libro de una manera altruista e improvisada. Gracias por la acogida y por estar en la única tarde lluviosa del mes de Octubre.

Poema dedicado después de leer El arca de Wislawa, un poeta.

DÓNDE LA VOZ                   A Lluïsa Lladó "El don de la clarividencia", Lluïsa,                          sumergido, viene del mar, del aire, del salitre, de la quietud de horas sin palabra. Heredamos la fe del carbonero que sueña una raíz en las entrañas de besos submarinos,                  Lluïsa. Amasamos el pan inexorable de una edad                lentísima, poblada de burbujas y de gatos huidos de algún cuento de Cortázar. Y esperamos aún como el amante espera, nómada de unos ojos guardados en el fuego. Lluïsa, ¿dónde la voz, en qué mendrugos o rincones           del tiempo se nos ahogan el poema, los poetas? Guardianes del laurel, de la artemisa, "el don de la clarividencia" nos consume como un ojo de buey perenne- -mente asomado a...

Verdad procesador

Nuestro amor se ha convertido en nuez moscada. En piedra pómez para pulir al alcornoque. Y debe haber mudado un día de la semana de esos fósforos. En que prendes el paraguas y no llueve. Y cruza la calle el motorista de una pizzería tan veloz que crees que ha roto el sonido de la noche del alma de los cretinos. Húmeda y ruinosa, entre contenedores que han sido profanados y la delicadeza de los bares de copas que recogen las sillas y las mesas de las terrazas tabacaleras. En qué ha degenerado nuestro amor, si prefiero estar sola, si tu cara se oculta cuando toso. Si tu cuerpo me esquiva y el ardor se refresca con ginebra y dos cucharadas de sarna. No sé si puedo fingir más tus despropósitos, la neurosis, el sarro, los pavos reales danzando sobre nuestra cama. Tengo experiencia en muerte de alianzas, te tratan como a un plato frío, te ignoran mirando al reloj y comulgan con la necesidad. Y abro la puerta de tu casa. Me vuelvo a la mía como quien gi...

Postres y café.

La chica, número tres, sale de la cocina y sirve la hamburguesa grasienta. Sus brazos muestran quemaduras. Y no, no fuma. El joven de la camiseta blanca, dejó su casa tras los perros, tras el lago, tras la nube, exhalada por el viento. Le vendieron la moto, que tenía un trabajo asegurado del cuentakilómetros sin vida. En las uñas lleva los restos del cartón con grapas. La lima que otorga la libertad, que endurece los dedos, y las manos. II Tu corazón es el de una muñequita rusa. Colocada sin asambleas, la chica del tres tatuado en la espalda. Los camareros anegados en sus bebidas energéticas. La mano del que trabaja con sus manos. En huertos de escaleras mecánicas y una pirámide en la página de un magazine de datos, de cifras, sin vida, con los brazos quemados, y las uñas cortas de la producción en rampa. III Cómo va el tigre atacar si le abrasaron las patas Cómo va a luchar el puma sin papeles. Cómo va a reclamar la langosta dentro de un vivero...

Transistores

El punto inflexible de una carretera, entre dos poblaciones: el ejercicio de un antes y un después. El tiempo por kilómetro y en ese intervalo el poder de la decisión para tomar una iniciativa. En las carreteras de provincia si el auto se detiene, peligra la sucesión del viajante. En ese trozo, el asfalto guarece las manchas hematíes. Los escombros más diminutos. Los agujeros del cemento, con cristal plastificado y restos de animales que apenas manchas van apoderándose de la vida de los neumáticos. Una secuencia en el navegador, una mirada que se cruza, con el paréntesis de la transferencia. Veloces y apenas sentado en un balancín celeste contabas las estrellas. Has escuchado en la madrugada el sonido de un coche atravesando la autopista. Aulla una palabra imposible de entender para nuestra cabeza. En ese trayecto. Ningún pedazo de camino, lleva tantos pensamientos como el escándalo de romper el silencio. De la llegada.

Cola cao o Nesquick

La televisión enfoca la escena del repertorio de un dueto: Él está irritado. Ella, encolerizada. Las imágenes, se sucenden en la pantalla, parecen ambas dos películas de cine mudo. En el aparato, borrosas. Las de ellos, un film de tragedia, a lo mejor por una discusión de celos. Mientras él levanta la voz paralela a los gritos de la mujer con presbicia. Una almohada se ha estampado contra el sofá. Y la taza de café volcada regurgita el amargo café de la disparidad política. Ella puede fingir que piensa del mismo proceder que el hombre que ejerce el derecho a sabotear la libertad de expresión. Los fotogramas se suceden. Retrasmiten un desfile y el hombre lo adora como un adolescente a su primera prostituta. La mujer, se negó a contemplar la cabalgata de lo reyes. No cree en la Navidad. Una fisura en la baldosa. Un milésimo grano de azúcar, apenas, perceptible. Los corazones bombean la sangre en direcciones opuestas. Cuántas ...

Salud dónde moras

Lleva el asma jugando a póquer con mis pulmones y ahoga la palabra en la situación común de los artistas de cómo terminar la obra. La palabra queda entre los barrotes atravesada en la garganta de la poesía como la flema que enquista y al respirar se convierte en el fumar del oxígeno que circula por las ciudades, La tos impide dormir debajo del tejado, y la uñas azulinas ronronean una saturación precaria. Antes tenía la motivación, el duende, pero mulo calla, aunque sinceramente siempre amé la patética pose de las grandes actrices que morían a finales del siglo XIX, de tuberculosis entre los brazos de sus mayordomos. Ahora, no sé finalizar el poema. ¿Y si le quito vocales? Vcls l qtr. ¿O le resto las consonantes? Oae e uiaía. La maldita manía de querer sacar el conejo de la chistera en rúbrica para cerrar como si fuera una bolsa de fiambre. Todo un desfile de orgullo y de repente el latigazo. Pobre poeta que sube a lo más alto para c...

La dama de las bragas azules.

Se acercó la dama de las bragas azules, y me espetó en toda la córnea que mi poesía no le gustaba a todo el mundo. I Si decidiera escribir franco, y en plena pared del juzgado escribiese la siguiente nota: La mesa tiene cuatro patas. La silla tiene cuatro patas. El gato tiene cuatro patas. El estanque tiene cuatro patas. II Cuatro, todas y todos, tuvieran. III La señora de las bragas azules y la parafernalia que escondió el cumplido no sabrían el número exacto del arsenal enumerado. No, no lo entenderían. Porque leen con los ojos. Y yo, pobre diabla de bragas de encaje rojo, se la ha de leer con el corazón, los tallos, la esponja, el tobillo, la pleura, el útero, la rodilla, las coordenadas y un mapa. No, ni aún así... La mesa, la silla, el gato, y el estanque.

Brevas

Esta noche que me ha dado por leer a Gloria Fuertes, reviene a la memoria que de los sacos hacen sarna. Del poeta maltrecho: espantapájaros, y aguacero de esos jueves dentro del pensamiento programado. Me acuerdo de la miseria acordeón, de las pegatinas que regalan los políticos en campaña. Hacer acopio de Fuertes. De gloria en mitad del infierno. Esta noche de lectura sin lupa, con el Olimpo de la poeta sin correctores, ni aparato de ortodoncia que enderecen el camino.

Decisión pajarita

Un pájaro saltimbanqui ha volado hacia tu ventana. Un pájaro. Que ha rebotado contra el cristal. Y a pesar del impacto. No ha muerto. No ha desfallecido en la misión. Un pájaro ha entrado por la ventana. Y al salir. Se posó en el tendedero. El pájaro que cree que es uña, alambrada de una carretera interminable. Un pájaro gris, y negro, y blanco. Un pájaro de tela. Un pájaro que ya no canta pendiendo de un hilo.

18 de Octubre, Argot, 19:00. Presentación El Arca de Wislawa, Torremozas, Lluïsa Lladó

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 El día 18 de Octubre, a las 7 de la tarde presento de nuevo, en la veterana librería Argot que este año cumple ya 15 años, El arca de Wislawa de Ediciones Torremozas: Una editorial de una gran solera que siempre ha mostrado respeto hacia mi persona.   Deseo un evento sencillo, mi salud anda un poco revuelta, y pitando del trabajo me dirigiré, como una locomotora, hacia un encuentro con gente que sé que de verdad me aprecia. Y desearía que existiera la libertad de que si alguien le apetece leer unos versos del poemario yo estaré encantada. Que sea un acto participativo y honesto.  Como le gustaba la poesía a Wislawa Szymbroska, humana y sin molduras. Ante todo gracias. Tanto los que estaréis en mi corazón como los que seréis cómplices de un momento de paz, intimidad y poesía.

Ser o res

Mi quiromasajista dice que tengo los chakras bajos, tan bajos que creo que en un submarino, han emigrado de mi columna, y afloran lejos en otras urbes. Desde julio, mi salud se ha resentido. Abrieron la herida que tan coqueta tapo con maquillaje. Volví a escuchar su voz. Esa soga, sierpe de esperma, que tantas barbaries cometió arbitrario. Y las defensas empezaron a temblar, porque en esta historia de mierda, el verdugo lleva piel de cordero, y la víctima, las manos secas del abandono, los pies de callos por el camino que los avalan. Y el dinero empezó a ser un coro de Iglesia, y al final me he rendido como lo hice la vez primera. Por ello mis pulmones han enfermado. Mi piel se oxida como la llave en yagas de solsticio. Los huesos se hacen sordos cometidos en paredes que no abren ventanas. Inmóviles hacia ningún apeadero. He enfermado. Y un milagro es levantar esta almena, sitiada de recuerdos, de mis hijos cuando eran tan pequeños que nadaban en mi...

Hipótesis de centavos.

El amor ha mudado de plumaje. Y aún así al recordar parece un viaje a una bonita ciudad con la parada del autobús de un público animoso que parlotea. Tú, ya no eres más que una parada de una atracción de feria. Y en la nostalgia puedo hacer estadística. Pero, sin amor que no era amor. La felicidad retrata su bondad cerca de la entrada. Ranura de la correspondencia. Supongo que un animal cuando sabe que se extermina. Reza, y reza. Pues la oración es lo único que queda entre nosotros.

El declive de las rosas.

La salud, truhana que se escapa cada día de festejos, y que hace balance negativo. Miro el rostro. Y las pecas insurrectas exigen el pago a tanta guerra. Una sangra. Debería no tardar en ir al especialista. Son poemas. Son las palizas. Son los árboles derribados. Son los muertos. Son el cordón umbilical. Son el ostracismo. Son unas putas pecas cancerígenas. Me miro al espejo. Crecen cuando más triste es mi Adviento. Las debo de quemar. Crioterapia de bajos fondos. Dolor en fa sostenido. Lágrima muda Y receta de matasanos. Mañana, llamaré a Pitchard sin falta.

Artescopia

He vuelto. He vuelto. He vuelto. A la escuela que juré que no regresaría, masoquismo desangelado. Bajo un techo cubierto de inmundicia. Y las clases de artistas repletas, cómo si con un garabato se tasara la inmortalidad. He vuelto. He vuelto. Porque el arte engancha, sublime droga que corrompe: el ego con su ambición fornicadora. Tengo la sedación de los perdidos, la inmediatez de los tuertos, el letargo del ojo frente a un portátil. He vuelto. Sé que del mestizaje de la poesía, de la ilustración y ahora del fango, se gesta una fiera. Medio rata, medio perro, medio felino. Y quiere salir a la calle. Y decir a las puertas herméticas, con voz de retrasos. He vuelto, para amar.

Injusticia

En el cielo se disipa la nube, con los estorninos que no han venido a la fiesta. Los coches lucen impecables, y el sonido barullo de las aves no se evidencia. Quisiera creer en el amor, en el diálogo de los diccionarios que intercambia la palabra por definir. En esta incertidumbre donde las personas han mezclado sus dogmas, y siguen la filosofía de las redes. Nada es verdad, a la verdad suficiente para acallar el zoo. Zooconstumbrismo de una mente que come a la hora, que comulga en lo establecido. Religión de tarugos adorando su parafrasear. Ganas de purga a la indigencia, en un debate que no me interesa, tal vez porque existe un pueblo. Un pueblo que trabaja a destajo. Un pueblo exiliado sin país. Un pueblo de economía sumergida. Un pueblo que no es pilar, ni ladrillo, ni tuerca, ni grava. Es un átomo que come de la oferta de la semana  Que no piensa en su extenuación. Mientras la alta burguesía y los que no trabajan los domingos aplauden con sus nalgas. ...

Los dictadores.

El silencio al asunto ha sido la prescripción a tanto alboroto, la prudencia frenesí  a la fisura de una carretera con otra. Paso de trenes de alta velocidad con la lentitud de la barrera, de derechas amagadas en el izquierdismo. Ridículo masivo de un pueblo que no salió a los aparcamientos cuando la corrupción, y las casas fueron embargadas con la boca de los niños pidiendo el cielo en depósitos u hospicios donde reverdecen con la pobreza monetaria circense, declive de sanidad, docencia de barracones de un país que no es país, en una ideología que alimentaba a sus cachorros en las aulas. Quieren el apaleado por ambas partes, cobardes que usan al pueblo como escudo humano, mientras toman palo en sillones que huelen a plástico chino. Vergüenza del anacronismo de la divergencia, cuando la multiculturalidad es el futuro, que el planeta debe ser uno ante el cataclismo ecológico que se gesta en la tierra. Los estorninos aún no han regresado, y el agua sabe a l...

Cortisona

En la sala de rehabilitación percibes las fórmulas secretas, del binomio de la vida. La paradoja de los verdes. La cordialidad destrenzada de los cuerpos. Esta aritmética, de eletrodos instaurados en lunares, pliegues y sésamos. Mujeres al borde de la... Con rastrillos en la piel, y logros de inercia. Levantar una pesa minúscula. Es para las mujeres al borde de la... Ganar la guerra. Cuántas cicatrices en sus huesos de fragmentos. Y sin embargo en el traje de soldado no han conseguido que los orificios de bala puedan matar al ruiseñor. Una mujer intenta abrir una pinza de tender la ropa. El espejo habla a una chica su medio lado, mientras su otro hemisferio es un rostro de piedra. En la sala de rehabilitación con un poema lisiado, y las mujeres que parieron hijos, que trabajan en la huerta, que nunca hicieron novillos a la asepsia. Al borde de la....

Un pimiento.

Me preguntó con grandes dosis de ironía. Si hablaba polaco. Ya que mi último poemario aterrizaba en plena Polonia. Pude haber contestado pero, sonreí al contemplar una velada provocación ante la ignorancia de esa gente que es menos humana. Los poetas. El poeta de China. El poeta de España. El poeta de Rusia. El americano. El argentino. El egipcio. El chileno. El polaco. El portugués. Y un largo etcétera de poetas de hospederías diversas. Conversa con el mismo alfabeto. Hay un lenguaje común y, a la vez disparado. Un idioma para todos que tiene tres orígenes con sus respectivos dialectos. La cabeza, el corazón y el culo.

Vicisitudes frente a un fogón.

La sartén lasciva salpica gotas de aceite sobre mis manos. Pequeños latidos que arden en su lanzamiento al vacío. Quemazón aislada. Recuerdo entre vuelta y vuelta, al muñeco de nieve. Lo revivo blanco entre las avestruces. Y me gustaría conversar con el descaro de unas copas de Oporto. Lo muchísimo que le echo de menos. Y que respirar con el disfraz de la normalidad me está matando. Si pudiera desenterrar a los muertos. Les diría que no soy buena persona. Que me parieron poeta como el que hereda la hemofilia. Les diría que les quiero aunque fuesen osamenta. La vida es como el pellizco que produce el aceite hirviendo sobre mi piel de mona. Nunca es tarde. Nunca. Y yo soy aire y debo volar.

Quiero largarme a Gibraltar

Y luego dicen que la poesía es patética, que pocos la leen y que de un trozo de tela se confeccionan fundas nórdicas y sacos de dormir. Qué la poesía no existe, que la narrativa impera y lo tangible, tochos de 300 páginas, constituyen a la propiedad del pueblo. Las novelas que entienden. Y luego exclaman el anacronismo de creer en la poesía. Los versos fecales. La rima de electrocardiograma. El ritmo encéfalo. El falo sin ley. Resulta que ahorita se ha mudado al pueblo. Con la metáfora aislante. Con la alegoría de la porra. Con el simbolismo acuífero. La poesía de un pueblo o dos, o tres. Capaz de exterminar en su empeño.

La incontinencia

El carro rojo que lleva el diablo entiende tanto de visual que las ruedas viran sobre los unicornios, con la conducción de reglas que moldean senos, cosenos y otros enseres del álgebra. Hoy, escuché que una persona sin sueños, se rinde. Qué las fábricas sin clientes son un burdel que huele a mosca. Tal vez entienda que la única vía de auxilio sea la globalización, del ser humano, con sus ratas, con sus líneas de expresión y llantas aleatorias. La globalización, el enterrar las ramas para que crezca el junco en las aguas, en el interior estomacal y otros procesos virales. Cruzar el semáforo en rojo garantiza un golpe inminente. Terremoto que nos conversa del poema de sus adeptos. Pido paz por Amazon, a ver si la venden por lotes y para todos.

Agradecimiento

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Dar las gracias a Vicente Rodríguez Manchado HW por su buena voluntad de hacer llegar la poesía y cualquier actividad vinculada a  ella,  a la calle. Su intención es generar un movimiento similar al ya existente en León "Ágora de la poesía" en un espacio público, el 27 de septiembre a las 21:30, en las escaleras del Palacio de Anaya en Salamanca. A través de carteles y folletos promoverá un micro abierto y deseo que congregue el máximo de personas posibles. También, dar las  gracias porque se ha usado  un verso mío, dentro de los cuatro principios de su buen hacer. Pues, ya sabemos, que son malos tiempos para la lírica.

El mudito de Blancanieves.

Un poeta no debe callar jamás, no debe, ni bajo el agua, aunque sea un narcisista y precise una escafandra. Un poeta improductivo no es un poeta, porque es obligado el ejercicio hasta para el atleta, para que sus músculos formen frases en la ciudad de las ratas. El agricultor sabe de la humildad y cuando recoge las hortalizas no priva de su alimento ni a los gusanos ni a la boca de los niños. Por qué privar de la lectura, por qué amputar la palabra en medio de la lengua. Que sus hormigas no circulen en el cristalino de los bizcos, de los tuertos, de los miopes. Un poeta debe enseñar sus heces al mundo. No guardar los manuscritos. Como si fueran joyas dentro de un cofre, con la pose de una estatua de barrio periférico, con litigios astrofísicos y existencialistas de que no le lee nadie, y quién lo hace no le interesa. Poeta, maldito poeta, haga el favor de hacer un clavo al mundo, hable y escriba: su pus, su ambrosía, su esperma, su influjo vaginal; taladre l...

Tránsfugas

Ahora que levantan los muros que en un ayer se derribaron. Y en las húmedas tierras berlinesas perros olfatean los coches traseros aparcados en doble fila. En un país anheloso de Rusia, con divanes en lista de espera, con gente que pasea sus brazos por la vía, brazos que ladran, a la luna, a la barra, a las canciones malditas, a los gatos, a la comida precocinada de una agonía que busca el mejor modo para morir. Con la rareza como forma involuntaria para desafiar al mundo. Ahora que arden los violines, que los libros se coleccionan y los cisnes del Danubio purgan su alas con éxtasis. Sé que te amo, a pesar de los cojos que menguan, y el olor de la olla quemada en un salón en los Balcanes. Y amarro tu voz a mi poema, porque ninguno pertenecemos al club de la lucha. Nuestro país es una cama.

Lapes-te

Cuando se transita en la invisibilidad más absoluta, semejante a la de un muerto. Y se aísla al ser humano, transformando al espejo en un leproso. Y no estás enfermo pero te convierten en el insano, un parche de la rueda de bicicleta, y tú sólo querías volar con el Concorde; soñando un compromiso con un banquero y trabajar de azafata desde niña, porque ellas siempre han sido bellezones vestidas de Nancy, como si fueran ángeles en el cielo para morir con santos y aparición. Morir cerca de la belleza. Qué importa la culpa. Pero, erraste. El fútbol cotiza más en bolsa debajo de los ojos del poema que rifa, el rastro del rímel corrido. Te matan y no te das cuenta. Y aún quieren tener razón mientras usan gasas para tocar tu ánimo. Y es que no hay peor muerte que la del pez con acera equivocada. El parado. Al dinero libertador.  Y no sé que más venéreas capitalistas entre guantes de goma y mascarillas por si el próximo que va a...

Trapoestético

Un poeta nunca debe confeccionar poemas a medida. Debe ser crudo carne y combustionar con el aliento de los días de la semana. En ocasiones, se nubla la propia estrella, y se abre en canal. Con su negrez perforada. Los poetas, mendigos. Los poetas, lápidas. Los poetas en carbono. En tila. En arcadas. En vestigio. En bomba de racimo. Oficio sin sustento cayendo en los diques de un mar de ríos, ríos de salamandras. De ahogadillas a las conversaciones. Y remar para resolver la aritmética de cada una de las treguas. Después del yeso fuera de la rotura. Del vino de olor en vaso. La humareda. El tanque. La fragua. Un refresco, una hogaza y una mujer nueva como tantas lunas caben en la centrífuga  y otra sed de espermatozoides.

El hombre de Redón.

He contado las lunas que habitan en tus ojos, ojos de Júpiter. Y en ellas ha florecido la mañana de las máquinas de coser, lo que lleva el repunte de mi corazón de trapo. Eres un hombre que tiene en sus manos los desiertos más plagados de vida. Mi compañero de color colibrí, de beso petirrojo. El espejo de la espalda, donde nadan los delfines. Hombre de libros y fetiches. De navas y jazmines. Del lodo hecho casa. Mi casa, mi refugio. Del nido de las culebras. Mi pareja de ases y cruces, de noveles impares, del renacer de las amapolas en las vísceras. Otoño, serrín de especias, amor lúdico de transeúnte. Te quiero. Sin filtros ni posturas. Te quiero en horas de vigía. Sin anillas de palomo, ni certificado de empresa. Como la desnudez.

Resin-a-cciones

“Estás triste, es cierto, pero tú no eres tristeza, tú eres alegría y serenidad y paz. No mires sólo un aspecto de ti misma, un accidente de tu propia substancia; tú eres todas las cosas juntas, y el mar y las estrellas y las rosas se anuncian en ti. No mires tu miseria, no te complazcas en ella; hazla a un lado, apártala, y cultiva lo que todos tenemos en divinidad adentro.” Jaime Sabines. El olor inconfundible del Avecrem se cuela por la ventana, mientras escucho, la danza que emite la lavadora con un bolero de sus correrías. Hace tiempo que te largaste. Tan largo como un teorema sin resolver; pusiste la pajarería en venta, con todas tus eyaculaciones, con tus sagrarios, las motas y los motes de los incautos que creyeron poder meter al cosmos en un bote de aceitunas. El Avecrem en forma de neblina levita con mis divagaciones, y el programa de lavado ha cambiado el ritmo. Sé que eres feliz. Que ganaste un premio al tedio, y que te han nacido botones en la azotea...

Hartrosis

Te crees hecho de estaño, y que todopoderoso aplacar el musgo es pisar bosques. Que medrar el dolor se esconde en fundas de gafas y los cartílagos auxilian el peso de las vivencias. Ellos lo acallan, a cambio de hueso, de sombra, de hienas que roen cada pilar de esta casa llamada cuerpo, saco de almatruces, de dientes de leche, de veneno bordado en el dobladillo de las esquinas. Te crees invencible, y la fustigación de los que te buscan bajo tierra pasa factura, y quiebra, y rompe, y rasga la "y" griega que fue un día un pájaro bajo la hipófisis. Me rompo. El embiste acontece. Como una poema mal escrito dentro de una bolsa negra, de plástico yyyyyyyyyyyy.

Nostálgica de los que ya no están vivos.

Ves como pasa la vida igual que el ruido de los charcos atravesados por las ruedas de un auto. Su sonido cortante en esta noche, divagación de una calle sin ratas, con los alguaciles lumínicos, y las ventanas de bocas calladas. Vigías de este cansancio sobre el sofá, la lluvia lacerando la atmósfera. Y en el reloj, los niños que ya han crecido y los que se fueron que nunca descansan en el peaje del tráfico generacional a la hora en que cerramos la mirada al techo. La costilla, la lumbre y la tierra bajo las uñas.

Simone ou est?

Las hembras poetas no somos muñecas recortables, a nosotras se nos han adjudicado por decreto el patetismo de las sirenas y otras locuciones latinas, se nos ha negado la entrada a la disco y tenemos que alardear con mayores piruetas. Que si me pongo de luna. Que si el zafiro me parte. Que si debemos membrillo. No puedes ser la muerta en la obra, pues, el menester acorde a nuestras precedentes femeninas es llenarnos la boca de capullos y abonar con flores nuestros poemas. Cuando somos guerra y nos hicieron creer que las princesas riman con vertedero. Hasta cuándo de encadenar el verso y decir que el combate no entiende al pulso. Escritoras que con cola de pez fueron la cena a tantos siglos de silencio. Ladro y escribo. Mi oficio es el poeta para el hambre, cuál es el suyo...

VHS

Carecemos de argumentaciones y sin embargo los árboles de hojas querellan unos con otros, como luces en consulta, lápices sin mina, en que nos ronda el pánico y dentro de coches en la autopista, los descampados albergan las manos que crecen entre las branquias. Cada día muere, y en su liturgia guarecemos la sonrisa dentro de una caja de márfil. Mudas barbillas cosiendo la noche de estrellas. Cuántos emigraron tras el muro, apolillados durmiendo de pie, acallaron la palabra por un sustento. El maquinista, el minero, la mujer de cola de caballo, el estudiante enrarecido de amianto y otros fósiles. El que duerma donde nació, el que muera donde la primera ola, que lance la primera piedra. Porque con tanta carga. El río se llenó de guijarros.

Cirrosis

Cazar nubes, y guardarlas en adobo. Son así los pequeños deseos. Salar con las lágrimas al sol, y tricotar el verso para alcanzar el abrazo, la bufanda amarilla de muecas. De lengua de boca. De posadera sobre la hierba. De libro sin tomo. De cuerpo sin latido. Cómo tanta fe puede albergar este tórax y rendir tributo al mármol. A la lápida esculpida de una jaula sin puertas. Cazar nubes y depositar sus cabezas como trofeos en las paredes de la calle. Nubes anestesia, nubes rechonchas, nubes de oxidación, de llaveros y de barrigas. Nube que tapa al sol...Merece tanto escarnio si al final detrás de las piedras ni las arañas, ni los escorpiones, ni las larvas, habitan. Nube. Tras nube. Un día me perderás y te darás cuenta de que no era una nube. Una alucinación. Era yo y todo un cielo de artificio para la grava y poco más. Lluïsa Lladó.

H

La belleza en tiempo de locura, con las máquinas apretando los sueños como si de una tuerca se tratara en el centro de nuestra frente, aliviando el dolor con fármacos, para mentir a la indigencia de un bienestar con truco, el número primo de la amistad indivisible, la educación de saldo, los soldados tras los cristales, los niños, los gatos, los abuelos, ollas incendiarias en las noches de frío, y el silencio, ante el deshielo de una colina que nos separa. Siempre he pensado que los ojos del animal herido, frente a la reja que lo separa del mundo. Encierran el odio de las flores. Ll.Ll.

Aprender a bailar.

Tengo los brazos de fuego de la peregrinacion, y en este encuentro, he sopesado cada uno de los arrecifes. Serà menester u oficio a que desempenyar de martillo duele tanto como ser el clavo, y en ocasiones la receta no funciona. Tal vez la pasion siempre presente litigios con lo inerte, la falta de destreza de los pies en el baile pero el amante en su discurso, debe recordar que una palabra vil quedara inscrita en los muros de estas ruinas. Y existen diferencias, lesiones en los tobillos, indiscretas torceduras, malignas metidas de pata. Un soso altavoz que los danzarines de la experiencia descubriran en multitud de ensayos. Caminando sobre adoquines, y capiteles sintiendo que los ojos luna trasmiten la embriaguez de una urbe poderosa, para otorgar a los suyos el peso de lo necesario. Roma, como un hotel de carretera, afinando las notas del desconcierto. Y una apuesta, y la luz entre las rendijas del aseo. Que ganar supuso caer en infinidad de veces. Que todo...

Centuriona.

En Roma  los taxistas cantan operetas mientras conducen, y las piedras sostienen a las mismas piedras que otras manos dispusieron entre amos y esclavos, entre uva y ricino. La cosmopolita ciudad, que contrasta con la humedad veneciana, porque aqui el fragor del sol te cuece, te cuece cada uno de los filamentos hasta convertirte en estatua. Cae la solana y en la deseperacion nos guarecemos en la sombra proyectada de las farolas, sorteando carromatos que ofrecen bebida a precio de ruedas. Pero, Roma, ardiendo, y de fisuras te da de comer de su buche, alimentada loba que nos estimula, como gladiadores en sesiones de rayos ultravioleta a morder la arena, y a descubrir que el amor es el primer latido que acontece enredado de hiedra. El coliseo abarrotado. Y aun escucho la jarana del martir. Para acabar llena de vida despues de dar muerte al verano. Lluisa Llado.

Lánguida

Algunas personas nacieron para volar, son libélulas que ejercen de ave rapaz en los estanques. Observan la quietud de los árboles como los peatones entre señales de tráfico y edificios petrificados en cadenas montañosas. La tristeza les hace crecer alas, y cazan sin la necesidad de aterrizar en tierra. Soñar diría el maestro, la imaginación de cantera. A la libélula la tristeza le hace crecer alas, y vuela, y caza al vuelo. Sabe que una burbuja en una ola no significa el mar. Para qué la fe nómada. En gente. En diversidad de albufera. El coleteo y el zumbido de las máquinas. El color trasvestido de sus extremidades. No te engañes parece una ninfa pero es un código de barras de ronda y depreda como todas las personas que les fue robado el corazón con una cuchara.

Alicates

Cuando uno marcha un bulo puede resultar un bonito vestido, la añoranza que lleva estampada la elocuencia. De que en mi caso si que le echaremos de menos, las múltiples personalidades, mi cicatriz, la cuenca de los ojos. La mano que huele a su sexo, mi sexo que muerde y maulla. En pintar de rojo los labios a la tristeza, en llenar de agua lo diques, los barreños en tarde de verano y separar dos cuerpos como un muñeco que le arrancan su cabeza. En campos de regadío, poner cemento a los zapatos. En soltar la cometa y aguardar disfrazada de gata, qué los pájaros no se coman las vísceras y que la espera sea azucarada. Como una gata sin alicates en la primera acera hacia el infierno.

Sol

Esta noche he soñado que compraba una casa. Y lo que más me impresionó fue que desde el balcón, el mar con un enorme sol lucía y fue tan grata la sorpresa que sentí un gran alivio y una paz de dormida. Qué hace muchísimo tiempo no sé si existe.

Corazón de alabastro

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La fricción de lo importante, salinos cuerpos amados mármoles de rúbricas de todo lo que en el ayer fue recibido, la donosura del temblor ante la sustracción del primer beso. Y una jauría de lo anónimo que entre muslos recorre la vereda del ciego sin bastión. Tus manos sujetando la escultura como un abismo que precede a una forma, el trote, el látigo del sustento a que un hombre y una mujer ocultos tras las sábanas enciendan la chispa del motor de un coche. Como dos mendrugos al azote de las palomas. El sueño de volar,Begemott.

Descubrimiento

https://www.instagram.com/p/BXS7c6sDHrT/?r=wa1 Gracias Elixir Poètic.

Respetar la memoria de los muertos.

Nunca fue fácil caminar con las piernas rotas, caminar de lado con una cicatriz en la cintura, que el dragón viviera en el espejo y que el miedo fuese un ancla que me hiciera bucear en un delfinario público. El legrado de los hijos, el dinero como la excusa más fácil para sabotear y  meter la larva del pesar en cada bocado de manzana. Tal vez la necrosis acompañe a la médula, y las rodillas sean los ojos del cansancio. Tal vez me haya tumbado de nuevo con la boca roja de vino y la posición fetal del que espera la guillotina. El derrumbe, la ira de los dioses, el veredicto, la sorna, el telediario de la sobremesa de los que comen sin dientes. El error, pero, le aseguro que saldré de la colmena y volveré a caminar, entre los trigales, y miraré los golpes que nunca se fueron y lloraré plata y me volveré de aire y por fin seré libre, y libre seré y usted no podrá hacerme daño porque aunque esté sin fuerzas, siempre, con el estigma de la batalla, siempre caminaré bajo el trueno.
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La buena escuela, la de caminar pegadas como chicles a la pared por los pasillos en orden alfabético con la cabeza gacha y mudas como figurantes de un corto de cine de gris. La buena casa, de no salir de noche de misa de domingo, de tacones a los quince y fumar en el patio. Meter algodón en sostenes de supermercado y compartir la calada con niñas hambrientas de anarquía. Del rosario al móvil del mañana, dos rombos y pantalones pitillos. Crianza malhumorada de reprimenda y traumas. De la buena escuela, de la buena casa, sal, vino de mesa y gaseosa te aseguro que todo lo que sale de ella, es rancio. Malo de cajones. ILUSTRACIÓN de Erika Kuhn

Galápagos

Tal vez seamos cuerpos enterrados en la playa aguardando que suba la marea. Ingenuos deseando un sombrero que no es de la medida, añoranza de un puerto cuando resides en la mina de las vanidades. Tal vez cabezas expuestas a la primera ola, engreídas tortugas que desean el agua de la redención. E inmóviles son cebos para las aves Añorar la imperfección de la vida. Bailar melancólico. Acariciar a los gatos. Coger mi maleta y subir a una aeronave. La añoranza de lo imposible, de los árboles que crecen como dagas prostitutas: subsistencia, sobrevivir malviviendo a una vida de casillero de Monopoly. Abeja asexuada, rutina de desgarro la normalidad te mata. Lobo que aulla, gota que jamás salpicó de su agua. Café, sangre y mucha mierda disfraces que con hipo causan un aborto de enjambres. Está claro que hay silencios negros que hablan, que mi cuerpo adolece tu tórax. Deja que moribunda plañe el amor que jamás sintió tu raíz hacia mi isla Esta quimera es l...

De verdad

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No hay mayor tristeza que te retiren el cariño y la ternura. Que las calles no tengan salida y ser el zapato de un pie pequeño perdido en la acera. No, no hay mayor tristeza que un estómago vacío, que las manos abiertas esperando el rezo, y que la lluvia te cierre la verja, y que dormido el cuerpo duela y busque el abrazo, la caricia de nube, el pasillo redondo, los huesos en lumbre, la pena de andar por las farolas, no hay mayor tristeza, diga suerte, mosca o tranvía que morir y que miren por la ventana como te marchas sin música, tristeza de pan duro, a la soledad que fue de donde te sacó la noche. Con cariño y ternura. ILUSTRACIÓN de Erika Khun.

Deshoras y respiras.

A las tres de la mañana pueden ocurrir vidas paralelas, mientras unos concilian el abismo otros como llamas de gas nos consolamos con las redes, las redes metafóricas en luna menguante. El insomnio nos une en carnaza de luceros que nombran al sueño en conjuros. Apretamos fuertes las mandíbulas para que no huya la transición de las horas. Con la boca en cepo devoramos a todos los rebaños en cautividad. Y entre los que parece que la cafeína hizo trance existe el diálogo poético de los que leen, escriben y piensan. En Barcelona truena. Y un despertador ha sonado inoportuno. Musitamos a regañadientes la nana de los que despertó de golpe una mágica frecuencia. O fue un vómito carmesí que ha mojado mi camiseta con olor a polilla y los senos mojados por el pantano de mi estómago. Son la cuatro de la mañana. Y me siento una hoja bajo la tierra  y el estiércol.

Sabina tenía razón

Cómo un perro abandonado en la calle deambulando por la gasolinera con la cola extraviada y la lengua igual que un fleco desprendido y doy coces de burro y estiro las piernas y me convierto en un semáforo absurdo. Y en las aberturas se cuelan papel de impresora con la galería pletórica de bolsas y trozos de cartón lastimado, como un gran panteón familiar de restos y botijos. Mi abuela me enseñó una cosa, o quizás me lo contara en sueños mientras dormía en una puta noche de estío. Cuando te lanzan al vertedero, y es testigo la noche cruzada de las almas, y el cansancio se viste de chaleco mata-vidas, la bolsa cae en picado, y eres carne picada, tus últimos ahorros eran cuatro besos y una caricia de pago. Y los zapatos se ausentan, y lo que más amas, de repente, está ocupado depilándose el vello de las cejas. Y no tiene tiempo para el can lastimado, si la vida no es una película de Walt Disney; la botella de oxígeno aguarda, sabe a ginebra y a madrugada de perro ab...

Caos

Cuando estemos muertos y nadie hable de nosotros y las páginas giren por si solas por la ruleta lúdica del viento de más de tres mil ventiladores; y los besos sean muecas de bocas trasvestidas y los ascensores cuelguen de los edificios como fruta de un árbol y ladeen su música, y los libros: solteras con olor a vinagre y me mires y parezca una extraña foto de anuncio, y las ballenas sean huesos balísticos, y los gatos ladren, y tú me mandes por la cuerda floja, dentro de esa maldita cabina, ascensor-cohete de cinco dedos, manos y trozos de carne florecida, y me ponga la rosa por mechero a encender hogueras de pena, y los bolsillos de serrín haciendo de reloj sin agujas. Crea compañero, maniquí, cero estático, tocho de mugre y apariencia entre sadismo y veleta, que estaremos muertos y nadie nos salvará de la paranoia, ni a ti, ni a mi persona, cuando caigamos como manzanas de feria. Y estemos podridos por la audiencia.

Trombosis

Si sólo disparo en defensa puedo administrar la palabra de asesina trotamundos con la lluvia del palmeral que entre ráfagas cita poemas. Descifrar el código abierto y leer en los ojos la sentencia previa, las líneas de las manos reverberadas igual que en la nieve caen las huellas. Ser un muerto antes de nacer, tener los días contados por decreto igual que al suicida, su noche sin estrellas, el orgasmo teatral, las uñas, el bordillo del barranco, el azul en el pez. Un decapitado luciendo su cabeza como un trofeo. Caminando entre las zarzas, y hablando con el corazón porque la boca se llenó de gusanos, de las malas artes del verde. Una cabeza, entre el brazo y la cintura. Y lanzarla a la jauría por un billete de cinco euros. Para sentir la pena, la decepción canalla y escuchar la burla de los mirlos.

Tocapelotas

Existen personas que son águilas, vuelan alto y desde su lejanía planean su sombra sobre otras personas. En algunas ocasiones en forma de recuerdo, fotografía, cicatriz cercana al hueso. Pero, a veces la sombra proyectada desde el rascacielos, es fantasmal y larguísima, un matasanos que cura con cianuro. Impide el crecimiento del ser porque crea la dependencia de las aves. Águila bajo ratón. Suelta el hilo de lo que fue y no pudo haber sido. Y deja que el roedor ame como si fuese el último tigre de la selva. Suelta su mano y deja que descubra el bosque. Porque tú tienes una vida. Y no es la suya.

Ducados

Este sábado, es de esas noches que fumaría un cigarro, dejando que los ojos en la oscuridad abordasen mi intimidad desde la distancia de este ático gris. Fumaría y entre calada y calada, leería recetas de cocina en alto como si declamara un gran poema. Etílica con carcajadas invitaría a un marinero hospedado tres manzanas más abajo y un portero para explicarle la teoría de las sirenas disfrazadas bajo la piel madura del engaño. Soltaría el humo descaradamente escupiendo los besos falsos, las palabrotas, los gritos del miedo. Una neblina opaca cegadora e ilusa, desnuda y calzada sólo con zapatos rojos y dos gotas de ginebra. Pero, estoy a salvo. El peligro no es la nicotina es la paciencia con que amputo las cosas.

Pétalos en el viento

Imagen
Extenuado sobre la cama, con la crucifixión del calor, corrosivo en la altiva desnudez que colmaba al silencio sudado con el paisaje. Paisaje volcánico con tu presencia desnuda, cual nardo nacido entre la arcilla. Estampa urbana de una imagen de Lucian Freud, y el susurro dormido de tu pecho compitiendo a una canción sin letra: Un ronco fino, y la pesadez de los músculos. Hubiese dibujado su cuerpo con las yemas, guardando la imagen como un pequeño tesoro de caricias. Dormitando, y en la calle el termómetro orgiástico que cubría de sal a las aceras. Pero, sigilosa como un animal herido y abrumado por la virilidad muda, abandoné a los ojos diabéticos en su mundo del sexo. Para no despertar al sopor que le mantenía las manos abiertas, símbolo de alas que volaban. Y salí por el portal con el vestido de la poesía, sin saber si los ángeles caídos pueden amar despiertos. ll.ll. Cuadro de Lucian Freud.

Hastio

El sol se ha ido al otro hemisferio, a tomar un trago. Y en la noche se adornan los ruidos que volátiles escapan por el ventanal. Los perros ladran el calor acumulado en la jornada; mientras la gente en sillas plegables vive la calle de la búsqueda. De un canal de aire sin Góngora. Del canalillo de adolescentes arrimándose a la oscuridad del beso. El grillo con su trastorno convulso, el intento frustrado de la primavera con el olor del verano, en ascensores que transportan bolsas de basura, cucarachas libres, abanicos mellados y el viaje a la niñez de la isla, con la humedad apretando las sienes y los gatos escondidos tras los muros. De un julio que quiso ser febrero

El foso

Cerrar una puerta. Significa cerrar una puerta. Si la dejas entreabierta el aire puede convertirse en viento y los portazos son dañinos. ... Pero, peor es que nos impidan crecer, evolucionar, iniciar el cambio sin mirar atrás. Cerrar una puerta. Significa cerrar una puerta. La puerta entreabierta no es más que un conflicto, una relación sin término. Mis puertas del pasado están tapiadas. Y tu puerta, Sísifo, cómo está aún a estas alturas de la vida.

Nunca es tarde para aprender.

He aprendido a querer sin estar enamorada. A estar lejos con la mirada cerca, a derribar la cerca. A estudiar cuando la pérdida evidenciaba el olvido. A creer y no crecer. A viajar en trance. A amar sin cuerpo. A gozar con la falsedad. He aprendido que el regreso es una penitencia. Y que el cerebro come datos en forma de foto. Y cierro los ojos y recuerda la voz sonora, la amplitud de sus muslos como columnas de un templo. He aprendido a contar al revés. A descifrar el inmenso puñal que habita mi silencio. He aprendido a no escuchar boleros que canten <si tú me dices ven>. He aprendido a vivir sin ti. A leer con mayor frecuencia. Y a escribir menos A dibujar un mundo donde tú y yo hubiésemos sido amigos y nunca besado A perdonar. A descansar. A esperarte.