La primera vez
en décadas
que volví a pisar las oficinas
del paro, cardíaco impreso.
Previo número
sentada frente a una funcionaria,
quemada foto del sistema,
le pedí en su formulario
el recurso para solicitar
el perdón de la humanidad.
Perdón por hablar de amor
y no de pobreza.
Perdón por girar la cara.
Por temblar ante el patíbulo.
Por no salir a la calle
y rezar en pro de la gente
sin etiquetas

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