Roma arde bajo los focos

Tiemblas al acecho
de lo innombrable
y ciernes sobre tu pelo
la delgada corona de la victoria.
Dócil el laurel que bajo el peso
de un montacargas
"riegaluvión" las preguntas y las respuestas.

Un poco de paz y dos hielos.
El sumidero de las lamentaciones
exhortando
todo lo que somos: Cáliz borracho.
De vello púbico.
De costra claustrofóbica.

Morir de amor fue la razón.
De moteada sal
dentro de un vaso de vino.

Resucitar. Y morir
cada instante en que la voz peregrina
se instala.
Igual que un neón
donde guardamos los extranjeros
los hilos para pescar las penas.

Y no ser nada dentro del musgo.
Y saber que empezaste a morir
el día del abandono.

Y llorar. Un velo a base de gárgaras.

Con el olor del vodka, crecen las flores.
Con olor
y un poema caníbal
alimentado de palabras.

Tengo miedo.

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