Cortar la luz

Todo en ti es luminoso,
la rosácea de tu carne
y unos ojos claros como el musgo.
Una invitación a la desesperación
más absoluta
de la limosna de mi lengua.
El interés de demora
de tirar del hilo de una telaraña
cada vez que los equinos de mi estirpe 
salen a navegar por los campos de Lorca.

No entiendes que el amor que ofreces 
es pernicioso:
una dalia sobre mi pecho
ante la imposibilidad
de que esta propuesta sea fósforo.
Tú mareas la nao de tu proceder incierto
para fondear la quimera coja 
del que corre sin parar hacia un muro.
Sí, que me extravía en un engaño
de fingimiento aleatorio.

Déjame libre, suelta los amarres.
Déjame ser libélula
en un maldito charco
después de la lluvia.

Para volver a sentir
la autenticidad amada.

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