Testigo
He visto el baile de los estorninos
en esta danza macabra con el llanto.
Giro de los molinillos sordos
del café
que revive el abrupto
de los útiles contra la piedra.
Un hijo abraza al cuerpo de su padre,
lo han hallado en su envoltura de hierro
y como una crisálida
se ha despojado de su mortaja.
La lágrima, sí, ante el semáforo
de la vida.
Nosotros que disponemos
de tiempo,
en esta realidad del dolor
ante la ausencia
que te calza
con el traje de lo que realmente merece tu consideración.
El agua que ha roto el sistema:
un caudal desquicia
de mujeres en un litigio
de vidrio y enseres
malheridos.
Niños en fraguas.
Hedor recalcitrante.
¿Cuando llegará la conciencia
de nuestro daño a la atmósfera?
El río de coches.
Las notas discordantes
de tanta burocracia
en bolsas de plástico.
Tanta siega de luz
bajo el enjambre cruel
de los que no tienen nada.
Cada día enhebro del ritual
sobre el asfalto, la edificación
sin pilares; la gente,
en una línea de crucigrama
para sostener esta suciedad
de lo que toca y mucho pan
duro, y leche de espino
y trueques en el azar
de todos aquellos que murieron
de camino al trabajo por un puñado de deudas.
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