"Bares qué lugares"

Un bar vacío

es la biblioteca sin libros

de una casa de huéspedes itinerantes.


Las sillas, guarda-tertulias

de cuerpos que salvan el mundo

con el calor de la fe.

La luz-tamiz del periódico en la barra

o la carta con manchas de café

de un corazón (o de tres)

escrita sobre una mesa marmórea.

Los libros necesitan ser escuchados,

plácidos en sus bandejas

de tempura o aceite en adobo.


Cuando cruzo la calle

y observo su penumbra de teatro vacuo,

falto de gente que habla a su espejo

con el rocío de una cerveza

sin la amistad por fortín,

de la necesidad imperiosa de compartir

pan de cada día y pitillo cojo.

Y escuchar a la voz

que rompe el sonido del plato.

De los "lubares" con los molinillos

y el aguardiente de un usuario

que bebe a sorbos mientras sujeta una novela.


La vida necesita de la terapia 

como antiguos indios de una tribu

mediando por la paz y la ecología.

Un camarero como un buen libro

que te escucha por un precio módico

a cambio de la latitud de una sonrisa.

Hemos sacado las hogueras

a las terrazas.

Y ni la lluvia puede romper el papel

de cada uno.

Compartir y volver a llenar los patios de niños.

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