Gili gelatina

Regresé ávida.
Y sus primeras palabras
no fueron: te he echado de menos.
Literalmente me llamó
Mala Pécora.

Me quedé en dique seco.
Le había molestado la felicidad
de mis fotografías.
Y yo no supe como iba a ser
el suplicio de la noche de ajo.
Donde el abrazo era un baile forzado
entre el oso y la bailarina.
Estaba decepcionada
las salamandras ahuyaban.
Y un lo siento. Parecía la peluca vieja
de un travesti de carreteras.
No hice ningún cuadro.
Me adorné con una chaqueta.
Y me fui con la muerte de los estorninos.
Cansada de que me hagan daño
el poso malo de todas las cervezas
igual que la rabia.

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