CLASE DE JARDINERÍA.

Cuando era pequeña
me fagocitó
una luna
de Júpiter.

Entonces
empecé a cuidar las plantas
o eran ellas
las que lo hacían,
no recuerdo bien.



Con un algodón
empapado de leche
limpiaba
las hojas de un ficus
y les cantaba
canciones
al oído.

Un día de viento
a la vuelta del colegio
hallé
en la acera
mi cactus
preferido,
desmenuzada
la tierra
y la grava
acompañaban
su cuerpo
desvalido.

Lloré ante la mofa
de las niñas
de ojos pintados.

Y descubrí
la maldición
de perder
siempre
lo que amo,
con púas
clavadas
en los dedos
ni mi sangre
logró

salvarlo.



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