Primos
Nunca destaqué en la asignatura de las matemáticas,
porque no entendía que contaran cien panes
para cinco bocas.
Ni que un solo corazón
tuviera la capacidad de mil vivencias.
Que en una casa el vacío se hospedara.
Y que lo intangible de un beso a través del móvil
sume lo suficiente
para colmar un alma seca.
Las matemáticas construyen.
Y restan. Con sus raíces
de factores exponentes de un sol global
y una tierra para pocos pies.
De familias sin miembros.
De estadísticas por países
si la condición humana viaja en el mismo tren
de vida.
Esta gráfica de alambre.
Y hoteles de camas sin deshacer.
De una vacuna que puede salvar a muchos.
Como un dictador no salvarlos.
La aritmética de la palabra amable que sana.
O de la poesía con el peso de la polisemia,
de la paja y el plomo.
Es verdad, siempre he sido
una ignorante de las ciencias exactas.
Al no entender el idioma de los números
y observar la injusticia
de ser de un recuento u otro.
La inexplicable diferencia de nacer
en la ciudad norte o en la ciudad sur.
Contar las estrellas del cielo
y quedarse dormida.
Vitorear a un equipo y que se mueva el mundo.
Qué un pez no sea un pez.
Y qué los cambios duelan en fraccionamiento...
Las matemáticas, queridos clásicos,
no son mi fuerte.
porque no entendía que contaran cien panes
para cinco bocas.
Ni que un solo corazón
tuviera la capacidad de mil vivencias.
Que en una casa el vacío se hospedara.
Y que lo intangible de un beso a través del móvil
sume lo suficiente
para colmar un alma seca.
Las matemáticas construyen.
Y restan. Con sus raíces
de factores exponentes de un sol global
y una tierra para pocos pies.
De familias sin miembros.
De estadísticas por países
si la condición humana viaja en el mismo tren
de vida.
Esta gráfica de alambre.
Y hoteles de camas sin deshacer.
De una vacuna que puede salvar a muchos.
Como un dictador no salvarlos.
La aritmética de la palabra amable que sana.
O de la poesía con el peso de la polisemia,
de la paja y el plomo.
Es verdad, siempre he sido
una ignorante de las ciencias exactas.
Al no entender el idioma de los números
y observar la injusticia
de ser de un recuento u otro.
La inexplicable diferencia de nacer
en la ciudad norte o en la ciudad sur.
Contar las estrellas del cielo
y quedarse dormida.
Vitorear a un equipo y que se mueva el mundo.
Qué un pez no sea un pez.
Y qué los cambios duelan en fraccionamiento...
Las matemáticas, queridos clásicos,
no son mi fuerte.
Y luego está lo del cero. La nada. La pérdida exacta de todo lo poseído. De todo, hasta del recuerdo. Imposible de entender.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias Julio, un abrazo y cuídate mucho.
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