Botines de terciopelo

El amor tiende a lucir muchos atuendos.
En las salas de cine.
En el restaurante belga
con langostinos insertados en un tenedor.
E incluso en la boda de otras
o en las campañas navideñas.
El amor. Pero...qué le ocurre
si de repente le quitas la fécula, la trampa,
el boato, la tiña agazapada en un traje de lentejuelas.
Te quedas con un cuerpo
desprovisto de focos, un cuerpo frente a otro.
Y es allí, en la marea del arrastre
con la adversidad mundana que
descubres al perro abandonado que ladra dentro 

cubierto de hojarasca
para ocultar la desnudez de las curvas.
Es en este amor. Cuando nada ni nadie
puede tapar sus vergüenzas.


Encerrados al vacío, reflexiono,
la fortuna que en este páramo
tú seas mi compañero de cama.
Por eso cuando cruzas la puerta,
con el sesgo precinto de la voluntad,
para musitar al amor que ruina sin fiestas:


-Quédate.
-Sí, quédate por siempre.
-En la casa que has construido.

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