Flash gordo

Se ha congelado la rutina como en el fotograma
de una pésima película de los años cincuenta.
Los pájaros y los peces
se suscriben a canales
televisivos de abono
y las plantas crecen lo acordado
por las leyes de la naturaleza.
Un grabado en su plancha de linóleo.
Una captura de pantalla.
El espejismo delante de nuestras retinas
como una liebre
frente a los faros criminales de un coche.
Y tengo ganas de salir de esta metamorfosis.
De esta recámara de revólver.
Y desafiar al primate que llevo dentro
trepando árboles, bebiendo de los arroyos
y desgranando a los matorrales de sus píldoras.
No debería existir la primavera sin gente.
Ni la enfermedad minar las gráficas de los expertos de Harvard.
Criogenización del entorno
menos para los valientes y los repartidores de pizzas.
Con el sentimiento común
de unas campanadas de fin de año
que comienzan en el hipoclorito amanecer
y nunca terminan en fiesta.

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