El negocio de la pena

La próxima factura de teléfono será astronómica
mas no puedo detener la necesidad misil
de escuchar la voz de mis seres queridos.

Cuando la tristeza me embarga,
tomo el móvil y pulso el botón rojo
de los números que me devuelven a la vida y
pintan de colores
los filmes mudos
protagonizados por Harold Lloyd.

Nunca un abrazo de cuerdas vocales
fue tan costoso, y tan barata la manera
primitiva
en que nos comunicamos:

-Tanto tienes, tanto vales.

Adherida a un artefacto asiático
que es un Hijo o una Madre.
Doy rienda suelta a conversaciones
insulsas
para no derrumbarme
y decir la verdad:

-Lo único que tengo es miedo.

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