Cohete Bowie

En esta nave parezco un astronauta,
que se comunica con los seres queridos
mediante la tecnología que lanza besos
como meteoritos, que al entrar en la atmósfera
se funden como un helado de coco.
El planeta a explorar
no ha sido un territorio desconocido,
pero sí rocoso e inhóspito,
ya que me visito en una introspección
con la cautela de una hormiga en un alambre:
Dunas de caos, altibajos en la superficie.
Un Marte rojo
de cráteres de ausencias
y decisiones que total hubieran
teledirigido a la inflexión de un punto.
Supongo... que otros viajarán
a sus temores con un submarino nuclear,
o en un globo de fabricación canadiense,
observando más lo que hacen los demás
que el buscar un sentido espacial
al confinamiento (de los personajes)
en las incursiones simultáneas.
Siempre fui un ente de la mortificación
así que en este cohete
me siento una mística arañando la puerta.
Arriesgar la vida con oraciones semánticas
para qué los niños
tengan que soñar.
Escribir la bitácora de un grano.
Mareada de las vueltas que da la órbita.
Queriendo con la furia de un cometa
comedido, volver a casa.
Desde esta cabina
con Houston y su problema.
Un mundo que cambia sin el permiso
egocéntrico de nuestra voluntad.

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