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Mostrando las entradas etiquetadas como Aviones y otros medios de transporte.

Diálogos diáfanos.

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Pienso en sus muslos de aves del paraíso hechos de carne, la amplitud de su diá metro, el dia pasón,  dia mante- dia blo que entre ellos habitaba. Y me desmenuzo en trozos textiles, en avance a través del bosque  que sin boca ni razón alguna. En las dia gonales. Con la dia na del bulo del abrazo al olivo, a su anchura de madera de pájaro cuco, de estornino que se posa en el álamo de las ventanas. Dia grama escrito por el cáliz insostenible de la vida en los fósiles que vierten la palabra y desnuda de armas correr tubérculo  por los tálamos hasta el árbol como el que abraza a un ser querido que murió hace ya unos cuantos aparcamientos indebidos. Y no está. Y no regresará, más que con poemas convulsos. Día a día. Día a día .  Hasta  morir de abrazos intangibles. Miranda (La Tempestad), J. W. Waterhouse, 1916.

Des-nudo de la pleura.

Esta noche volverá a llover y me gustaría que estuvieras conmigo con las incertidumbres de las masas que en la lejanía son cordilleras y de cerca nos permiten observar el nido de los pájaros. La lupa que todo lo abarca, en el sello de la caricias. El prismático de las mareas, el faro, que alumbra las huellas veraneantes que desfilan en hormigueros hacía la estación del frío. Nuestras manos que nos amarran fuertes con nudos de tres vueltas. Porque somos trapecistas y si tú caes yo demoro hacia el abismo de redes puestas en las carpas como frutas de invierno sacadas de sus ramajes para la bocas de las bocas. De nudillos prominentes de huesos de aceituna, y pepitas de uvas de la mujer andante, en la penumbra del poema que alto y espigado da la sombra de árbol. Amor con silencios. como hojas que caen dentro de nosotros. Con la disipación del pasado. Y un nudo de tres vueltas que nos trenza aún más si cabe donde echar raíces en mi isla.

Poema de amor en fa sostenido.

Leer de tus ojos. Mascar tu  lengua. Apuntalar la amistad a tu espalda. La plática argentina de la terapia. Subir a tu hombría. Bajar de puntillas por las baldosas. Compartir yogures. Saciarnos con besos. Leer y que tú yazcas desnudo. Desnuda caer presa. Dormir acaramelando al sueño. Pernoctar tumbados al piso. Ejercer por voluntad propia. Aprender la medida de los pétalos. Sentir el brotar de geranios por las axilas. Besar tuétano y miel de hombre. Cocinar el álgebra. Fluir. Existir. Vivir. Bracear amasando sentimientos. Llave rotar. Pulsar el silencio de la espera. Ser el pergamino verbal agitador de mi palpito. Dar fuego,  para arder juntos.

Colmillo de elefante.

I Hacer el antipoema, de cada uno de nosotros, arrastra el animal de celo que ha roto la cadena. II Podría empezar en plan glorioso y escribir: la torre, el faro, el mástil, la antena de telefonía móvil. Pero, mi corazón hará caso a alguien, o a algo. Podría enumerar sus hazañas: el hombre torre, el hombre faro, el hombre mástil, el hombre repetidor de señales telefónicas. En guerras léxicas, afirmo que nada que se asemeje al sexo, ni a ninguna acción copulativa de costa o de montaña. La desnudez del poema es un hombre y una mujer.      Metidos         uno dentro de otro. Ll.Ll.

Papeles en blanco con 42 grados.

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Deambular del aseo a la cocina con este bochorno de humedad haciendo florituras. Por la avenida cazando caras de transurbanos que se parecen a gente conocida en otra ciudad, porque ésta no es mi ciudad. Ellas se acercan como los mosquitos contra la luna de los automóviles en velocidades crecientes y se estallan con el sonido más parco de la historia. Tomo el ordenador y me entrego a él. En el canje de teclas, yo le acaricio y él me da el poema, en barrios, en muecas que no existen porque son los ojos del recuerdo que las miran. Qué maldito calor hace el silencio. Donde mora cada fruta, su aspiración, su vello enquistado, su hebra de pelo, y los excesivos semblantes difuntos; cada día entregada a la marisma de linos reses y acuarios, en la locura de la separación conociendo el amor de otras manos. Ilustración de Ana Juan.  ¿Dónde está el aberrante poro en que te escondes? ¿Por qué  te veo y no eres tú?

Ganas de escribir y nada más a Dragón Red.

A estas vanidades de la vida con el derrocamiento de mis rótulas la lluvia crece más dentro que fuera y me hace entrañar un patetismo de mujer abanderada, y ser lacra y sello,  añorando el hielo que adormecía al hígado. No podemos nadar cuando la corriente que nos arrastra ha adormecido los nudillos en trenzas cabales y dementes, que encierran la flor a falta de la luz, y ya ni se recuerda donde termina tu dedo y empieza el otro. Sobre su pecho las arañas no existen y noto como el tiburón pierde sus dientes. Y viajo en una taxi con la tapicería del miedo en el preciso instante que prendió el depósito de gasolina para percatar que ya no puedo regresar  y que cuando como una tipografía trémula lloraba desguaces en la puerta de la carnicería. Él respiraba mi nombre. Para hallarnos en la tormenta con las espadas rotas de atajos.

Cosmos son las cosas, amigo Sancho.

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Mis manos, mesetas de campos de Castilla, áridas por la caricias no dadas, en ramificación  haciendo veredas de cabras con mucha falta de lluvia y con falta de lluvia mucha que los afluentes  no ejercen de afluentes por las grietas de estas extremidades doctas. Aún así, él, la perfidia, el frenesí, la aceituna parida de árbol. el bosque de las judías, el páramo guijarro de estos trozos de carne que aún respiran. Con la incertidumbre de no creer mi boca lo suficiente, desembocó la espuma de afeitar entre los nudillos y las falanges y enjaboné con mis palmas su mandíbula de hombre de radios. Mis manos eran dos mares, dos mares revueltos de melancolía. Como una novicia que espera el sagrado mandamiento de deslizar cada una de las calladas porque usted ni se imagina lo que habla la peca en nervios de ramas que nacen a la vera  y acaban arrolladas  por los ciclistas de la noche. Como la piedra extirpada de la mina. Como el brote del ojo a la lá...

Yo no vivo a 500 kilómetros.

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Amor mío, no puedo descifrar los códigos del silencio ellos no parlotean de la nada y en esta medida de meses he ido en aprendizaje sosteniendo la pértiga en el filo de los edificios. Sé que la soledad le puede y que mi presencia altera todos los matices pasteles convirtiendo en rojos y violetas las flores que crecen en su pecho. Qué la cólera ley acelera  los vientos que mueven las cortinas y que en la leña mojada las pasiones no son honestas pero, le prometo que la fidelidad está escrita en todas mis enmiendas. Que asesiné a todos mis amantes y que de sus cadáveres quedaron sólo poemas de barbecho, que han calcinado las caricias y el olor de otras manos. Amor mío, Dragón Rojo, del ser bendito que lleva hacia el infierno, con la vista cegada por los unicornios, no temo ninguna de las heridas que supone abrazar al hombre cactus pues, con mi lengua diestra curaré las infecciones de los aviones siniestrados En Kentucky. El aprendizaje de leer novelas, a mod...

El baile de los escarabajos.

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I Musitó que no se perdiera en sus ojos, para su desventura ya nada, en ellos  entre los mendrugos. II Loba boca melosa, ojo cíclope, foco de manos que trinchan los ajos, la parsimonia de pelar las cebollas, el tomillo, la cadencia de cada envoltura culinaria desprovista entre los dedos. Lo afrutado del partir en pan cada momento. El olor de infancia de su espalda, campo de minas de lunares como una constelación terrenal y el broche-tatuaje de tantos recorridos por el mundo donde extraviada goteaba como una vela en cada estación de servicio, y él que ha sido el cianuro de las noches travestidas de soledad, del enroscado gusano de nylon, cuña pezón. La caricia prohibida y el sustantivo alado.  III Pasa el tiempo y le noto cerca sin alambre, todopoderoso,  la sencillez que anida en usted como ninguno. Luna que sana al depredador de mis sueños. Que colma de agua lo que fue un pozo de calaveras. Mi amor. Eres mi bien y por ello le honro ...

A cal viva.

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I El mundo se desmorona. El cáncer se disipa desde el centro, pues, siempre las tierras alejadas del mar peligrosas son para acorralar en las bibliotecas, con los libros meteoros, cuadros arrancados de su lecho y estatuas de hípica sin cabeza. II Y con esta dalia clavada, se supone incorrecto, la jactación de la felicidad que sucede como un tranvía con bombillas azules. III Cuando repostada estoy entre tus brazos y escucho como el planeta se rompe, y veo con mis propios ojos la mancha en el océano y noto que falta la respiración, angustia, del sentir en mis propios pies las dagas en los refugiados, a la vera de la mentira institucional de cunetas y tigres engendrados por dragones, de polirreligiones, de sofá y sillón con múltiples tapicerías, si en ésto, mientras ríe la carcajada,  y los otros arrastran los cuerpos, mutilan órganos y se avecina la estación de la primavera en Praga. IV Los otros y aquellos que sacan la bola de arroz de la boca, v...

La daga.

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I La existencia de mar en corazón macro de embalse aguardando el cadáver de ese viejo romance que como el tren se marcha por las entrañas y que en descomposición va pudriendo las paredes del órgano impreciso. Amor mío, dónde mora su palabra en este vaho de silencios naciendo por las rendijas  de baños sin ventanas. Amor mío, la última conversación de teléfono se repite en la mente como una lluvia de  danza fuego  de la falsa afirmación de que nos alegrábamos de la fisura de nuestras. Me visto con traje de amianto. Me maquillo con sombra de trapecio y a veces paso por su morada con el alero de mi vista mirando al frente y sabed... que me saludan las prendas que colgadas son banderas de firmeza en la vida que sigue su curso río, destripada en onda, calamidad alienigena de la esperanza, camino, y su temblor me habla y me dice adiós entre costuras de moribunda, amor mío. II La gula de tu cuerpo con la torpeza. El estambre de la crucifixión. El t...

Llévame a ver la ballenas que nadan en tus ojos.

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I La afirmación de la imposibilidad de contar las estrellas en constatación. II Sumergida a ti los delfines nos miran a la cara y cavilan los anómalos, los danzarines de un mar de tela. Me giro en coordenadas y la vela se agarra a la madera en nao constructiva, haciendo que en la cicatriz supures abisales verdes de praderas marinas. Si en tu pecho he de hallar la perdición, si en este desnudo, las cartas juegan un papel importante, de ser caballo o sota según las calidades humanas de la mutación de como dos microorganismos se aman. Las copas bendicen nuestra unión, con el siete de espadas que en lluvia de acero nos cose las manos, los pies, en un estigma de amantes sobre la geometría de los maldecidos. Ratifica que tu océano vive, que las ballenas nos esperan allí a lo lejos, cerca de galerías de bocas que devoran el pan de los turistas con gafas de marca. Que en esta arriesgada cuece cada órgano tu nombre en olla, y se purgan en animales fluorescentes de v...

Gargantillas.

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I Gárgolas en el precipicio con sus embudos por boca en calcárea melodía de lluvia. II Hablan unas con otras maniatadas al muro, desbocadura con la resignación de la vista ciega con el ingreso del latido. Hablar, no es contraproducente de los amores que llegaron con la primavera y han colmado de lirios cada una de nuestras fosas. Del futuro, y el coraje que le envío desde este pináculo  de góticas glotis, de que el poema vivirá en usted siempre. Las gárgolas que escuchan su risa como la alondra de nubes  que celosa guarda los sonidos con el viento. Y el paso que en claustro  desigual para vosotras, viejas águilas, monstruosas verdades, titánicas mentiras, en vuestra jaula de historia que guarda en plumas marmóreas los verbos que nunca osamos. III Hablar, qué puede tener de malicioso, escuchar la risa , su risa de abanicos. No existe incongruencia para que después del perdón el habla sea la voz de un n...

Con los ojos vendados.

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III Cuando estoy contigo, el miedo pierde fuerza para engendrar otro modelo de miedo. En este debacle, del cual no poseo experiencia para la dirección al laberinto de la montaña. Puedo reconocer el olor que desprende  y nada dificultoso se muestra la pantomima del cuerpo cuando lo hacen suyo, los dos animales de cuerdas, extraviadas luciérnagas chocando contra el cabezal de la cama. Cuando estoy, sí, estoy contigo, y me giro de pétalos incendiarios con sándalo y otros aromas, noto tu corazón albergado y la longitud de tus dedos intentado atrapar a la luna. Entonces sonríes con la lengua en tu silencio casto y busco sonidos de fuentes, de hojas, de niños en patios lanzando cubos con agua. Cuando es y siempre en, torno de cinturas, en tu boca que brolla en paradero, y no, no poseo temor alguno, dicen, que el amor, es, sin duda, una muerte dulce. Ll.Ll.

Historias de desaviones y otras desavenencias.

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I Volar vuelo, y demasiado y en el vuelo, tomo por certeza que moriré viajando. II En todos los vuelos  hay una mujer que solloza, que luce un anillo impoluto y corona con una lágrima el eje. Mal follada con el descaro por Barlovento. A su vera, una señora de pendientes estrafalarios asida a la bolsa para el vómito igual que a un rosario papal. Las turbulencias, inclementes, dibujan en el cielo vocales y en prensa la ensaimada quema ya demasiada. Cuando yo te quería viajaba amarrada a tu corazón bergante como si una nave trotara de otra nave, escribía poemas de amor en ruta y las hazañas de mi cuerpo egregio entre tus carnes. Yo, era otra, ahora demoro la definición de los astros cuando friccionando se chocan y cambian la órbita. III La recién casada plañe, de nada sirve un Bulgari en su muñeca. Me gustaría ser ella, al menos, la insatisfecha late en sentimiento y la incertidumbre nos mata. Ojos por ventanillas. Pasillo de moqueta suci...

La locomotora humana

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La maquinaria de los dientes ejecuta en su melancolía y vira hacia los conductos estomacales del metro escuchando grillos de metal. Las cigarras pasan veloces, altivas al todo, y dentro del túnel transportan las semillas-direcciones de humanos en agenda para ramificar. Compuertas, la velocidad de ojos curiosos, diver-gente ur-gente con gente que entra y sale de su ombligo. Nadie habla, y sin embargo la palanca-rueda accionando la parada mecánica del al-cantar-i-llado. Órganos de nuestras máquinas, somos órganos.

Verdelirio.

Se cree normal, pero no lo es, cuando la noche blande en el despertar nocturno y siente que una molleja late dentro del pecho. Embutida dentro del laberinto con tapa, la tos que la acompaña desde hace un mes y medio, y no poder dejar en el remolque cada uno de los remedios que dan tregua al campo pulmonar. Pienso, en el muso, y en el dolor callado que tose, en las mañanas de la avenida esquivando carros gemelares, en el olor agridulce del bazar con la incomprensión preñada en una tienda que vende flores marchitas y fruta con la metástasis del tiempo. Le quiero enterrar pero no puedo, lo arrastro cadáver en contra de la voluntad, aún sabiendo que respira, le oculto el rostro con un sudario de organdí. Lo meto en el fango, allí, en el lugar que siempre ha deseado morir, lejos de la pira, con las larvas en concierto de Wagner. Le lanzo hojarascas, ruego que se desvanezca pronto en sustento de árbol, le acuchillo irremediablemente e...

El lino de la piel mayor en las constelaciones.

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Se acerca esteparia la luna-loba con sus articulaciones  construidas a la medida de  lo infinito, con este delicioso rasguño  que parece un  siete en la víscera. Posar tu eco en mi oído, susurrar aleteo, perecer en cada esquina de cama mientras arrojo mi mar hacia el palmeral búsqueda bermellón del labio henchido, Fotografía  "Cindy Sherman" tu torso campo de minas y mis dedos que agujerean la silicona para enraizar simiente. En atrevimiento cósmico vamos comiendo de nuestras huellas viejos dilemas de historias que en ejercicio de exorcismo van quedando secas  en los ángulos de nuestros corazones. Agua sequía, hombre acróbata de beso francés y yo polilla abstracta rompiéndose contra tu columna atravesada. Eres mi bosque y en él, me pierdo, extraviada cometa de niña con los ojos con garras de gallo y un muro de verdades más que de lamentaciones. Te siento, en mi poema, corriendo con el rugido de los pájaros, con la sublime ...

Bienvenida Afrodita.

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El mundo no existe, se trata de casas con puertas con pasadizos a la vida  de las ventanas  que miran al cielo. Entre la puerta y tu cuerpo desnudo abre paso la tierra a  una gota de lluvia suspendida entre la nube y el césped. Abres la puerta, y tus ojos miran a la gota de lluvia, que debe abandonar  en el umbral las armas. Dejar las letras que apretadas huyen como lombrices entre los dedos, y vestir con telas charoles las redecillas sin peces, entre la puerta y tu cuerpo desnudo, el sol.

Los animales de almas en celo.

Los animales de almas en celo. Usted ha tomado las manos y en la lección de los amantes ha enseñado antes que la gula de la carne la caricia, antes que la caricia la mirada, antes de la mirada aprender, aprender el beso que procede del rocío y de los trozos que aún permanecen de nosotros mismos, en sus estadios, con esta plenitud de campo de girasoles. Pechos de membrillo al abasto de su lengua de agosto, haciendo bucle con la barbilla para el reposo de la nuca, en el hueco vocal naciente sol de entre su brazo y su torso, allí, como en un varadero, va mi cabeza exhausta formando ala con su hombría. Me conversa de novelas, y varias músicas, en su dogma la sabiduría también pertenece al sexo. Me ruega que le cuente poemas de desnudos y faustos, mientras desgaja la ropa, y consigue en aula desarmar el dolor que óxido permanece en la pupila. Capa a capa, escéptico no cree en la espiritualidad, yo, en cambio idolatro la sanación d...