Flama
Te has preguntado, en alguna ocasión,
si el amor es realmente un visitante oportuno,
que llega borracho a la casa errante
y se aposenta en el catre más insospechado.
Si, cuando te dispara
al tuétano, de un modo indoloro,
y te suministra su droga,
hace, de su proceder,
la incorrección, la gesta,
de la curva peligrosa,
de lo permisible como un incendio
aparcado en doble fila,
y te golpeas fuerte el pecho
para aniquilar, con ahínco,
la raíz escuálida y oculta,
que busca salir a la superficie sombría.
El amor inédito,
el que atrofia las manivelas
de los portales y finge una foto
en el espejo.
El irrenunciable y tan bochornoso
que tomas, del rosal, las espinas
y forjas del silencio una batalla.
Para que, ni siquiera, se escuche el serpenteo
de una imposibilidad tan absoluta
que este veneno seca, en una ceguera,
de yonqui almibarada,
bajo el reflejo del faro de un coche
en tus gafas de sol.
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