Ganas de escribir y nada más a Dragón Red.
A estas vanidades de la vida
con el derrocamiento de mis rótulas
la lluvia crece más dentro que fuera
y me hace entrañar un patetismo
de mujer abanderada, y ser lacra y sello,
añorando el hielo que adormecía al hígado.
No podemos nadar cuando la corriente que nos arrastra
ha adormecido los nudillos
en trenzas cabales y dementes, que encierran la flor a falta de la luz,
y ya ni se recuerda donde termina tu dedo y empieza el otro.
Sobre su pecho las arañas no existen
y noto como el tiburón pierde sus dientes.
Y viajo en una taxi con la tapicería del miedo
en el preciso instante que prendió el depósito de gasolina
para percatar que ya no puedo regresar
y que cuando como una tipografía trémula
lloraba desguaces en la puerta de la carnicería.
Él respiraba mi nombre.
Para hallarnos en la tormenta
con las espadas rotas de atajos.
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