Qué levante la mano el último.


I

Nací de lado en mediodía,
con la buenaventura escrita de la exclusión 
por el oficio de escribana.

Sin ser lo suficiente para ese ángulo,
que no osa a colarse en los desconciertos.

Presa métrica repujaba en cada vestigio
la avaricia de querer seguir estando viva,
a pesar del mazo, del significado trueque
de caer al suelo con la boca como pala
y lanzar un poso más de tierra y de lombrices
a mi tumba.

II

Nací de lado, 
de saber que en una esquina perdemos demasiados trenes,
pero, en el angosto, tengo, y puedo declamar,
para los amigos poetas que musitan
como los vergeles sintéticos de las drogas más duras
las palabras madres abrazándoles, hemafroditas 
de lo que de sus memorias han perdido,
huesos duros contra corazones de razón expropiada,
como niños 
que siempre moramos en los 90 grados
de la Poesía.

Nacimos de lados, poliedros con otros ojos.



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