La antítesis de la hierbabuena.

Contar los dedos de nuestras manos
en equipaje
y medir la sal
que vuela fuera de los platos en catapulta.

Redondeces de loza,
vasos como capilares
a un tributo de los dioses.

Y levanto brazos
y cierro los párpados.

Y veo rosas en mis poros, vocales abiertas y fuertes,
como un jardín botánico
de borracheras hormanales.

Y siento que palpita, el corazón
y por un instante de flash,
de ruido de piñón de bicicleta
o polea feriante que nunca amarra el regalo preciso.


En esta postura
perceptible más que a las alas de la mariposa,
sonrío,
y pienso que hasta las malas hierbas
aman

la tierra racial.

Mala hierba.

Mala hierba con flores.
Motivo de la Catedral de Salamanca.

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